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5 de marzo de 2016

¿Cómo será vivir en un mundo totalmente automatizado y operado por robots?

Es fascinante conocer todos los avances que nos muestra la tecnología, donde muchos de ellos han sido creados para mejorar nuestra vida e interacción con otras personas, cada noticia que nos muestra un importante avance tecnológico es como una mirada al futuro, un futuro donde los robots son parte esencial de nuestra sociedad y han sido creados para servirnos.

Bajo esta idea utópica de sociedad automatizada es como muchos imaginan el futuro, pero pocos se detienen a pensar en los efectos colaterales de ese "mundo del futuro". Sí, los robots harán muchas de las labores que hacemos actualmente, esto significa más tiempo libre para otras actividades recreativas, pero también menos fuentes de trabajo. Es así como surge un corto animado, que nos muestra una interesante visión de cómo será el mundo, cuando los robots posean todos los puestos de trabajo necesarios en una sociedad.




El último trabajo en la Tierra

Alice es aparentemente como cualquier otra persona, tiene un gato robot, un espejo que la pone al día de las noticias más relevantes, así como de un rápido examen para estar al tanto de su salud. Una máquina la diagnostica y le otorga medicinas, un tratamiento para su enfermedad de forma inmediata; la publicidad es personalizada y por supuesto cuenta con un coche autónomo, pero lo que hace a Alice distinta a los demás, es que ella aún posee un trabajo tradicional, el último de la Tierra.

Esta es la premisa que nos presenta el corto 'The Last Job on Earth' creado por el estudio de animación The Moth Collective para un interesante artículo en The Guardian, donde precisamente se plantea la idea de una sociedad operada por robots, lo que traería grandes consecuencias, ya que la gente simplemente no tendría dónde trabajar ni dinero para sobrevivir.


"Las máquinas eliminarán el 50% de los puestos de trabajo actuales de aquí a solo 30 años": Moshe Vardi, profesor de Ciencias de la computación en Rice University
Los investigadores Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, presentaron en 2013 su estudio "El futuro del Empleo", donde aseguran que casi la mitad de todos los puestos de trabajo serán automatizados en un periodo de entre tres o cuarto décadas, pero Paul Mason, autor del artículo en The Guardian, dice que aunque la automatización es algo inevitable, no hay por qué temer, es una evolución inevitable que ha comenzado con el teletrabajo, un cambio en el modelo económico que se nos presentará como una tercera revolución industrial.

Por supuesto, este cambio radical afectará a unos más que a otros, pero hacia allá se dirige nuestra sociedad nos guste o no, así que sólo nos queda estar preparados.

Fuente:

Xakata Ciencia

 

 

13 de diciembre de 2012

21 de diciembre: Las películas con los más raros “fin del mundo”



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Comenzó diciembre de 2012, un mes esperado hace años por los fanáticos del fin del mundo que esperan que no lleguemos al 2013. Para estar preparados, estaremos realizando durante los próximos días una serie de artículos asociados a todo tipo de eventos masivos de consecuencias catastróficas que inundan el imaginario colectivo.

El cine británico de ciencia ficción tiene un subgénero bastante inusual llamado ‘catástrofe acogedora‘, que trata de todas las obras donde ocurrió una hecatombe por diversos motivos y sólo el protagonista (o un número muy reducido de personas) sobrevivió a la tragedia.

Debido a que hay diversas formas en que se puede terminar el mundo como lo conocemos, hemos compilado una lista con las posibilidades más excéntricas del “fin del mundo” que nos han mostrado en la gran pantalla, como por ejemplo:

1. Una invasión de plantas carnívoras venenosas, inteligentes y que caminan




El día de los trífidos es una clásica novela de ciencia ficción y terror del Reino Unido que ha sido adaptada al cine y la televisión, y que es la precursora del ahora conocido recurso narrativo ‘cuando el protagonista despierta en el hospital, todos están muertos/desaparecidos‘.

La premisa de la trama es sobre un mundo donde la industria aceitera explota por sus propiedades a los trífidos, una extraña planta carnívora de origen desconocido (en el libro se rumorea que fueron los soviéticos y en la cinta simplemente llegaron en un meteorito), que ataca a sus presas con un aguijón venenoso para alimentarse posteriormente de la carne descompuesta; donde también puede sacar sus raíces del suelo y moverse a voluntad; y que parecieran tener una forma de comunicación por medio de sonidos y/o conciencia colectiva.

La cinta comienza con una lluvia de meteoritos que deja completamente ciegos a todas las personas que atestiguan el evento alrededor del mundo, por lo que los trífidos aprovechan la situación para conquistar la Tierra.

2. Los extraterrestres nos destruyen porque la Tierra bloquea el trazado de una nueva autopista espacial




Otro clásico libro de ciencia ficción inglesa adaptada a la gran pantalla. ‘Guía del viajero intergaláctico’ (o ‘autoestopista galáctico’) es una comedia que sigue las aventuras en el espacio de Arthur Dent, un inglés común y corriente que logra escapar de la destrucción del planeta debido a que la junta de Planificación del Hiperespacio Galáctico decidió que se debe construir una nueva autopista espacial, por lo que expropiaron a la Tierra por bloquear el trazado de las obras.

Ante los evidentes reclamos de todos los habitantes del planeta cuando sorpresivamente les avisaron que destruirían la Tierra, los Vogones, la especie extraterrestre encargada de los trámites legales, advirtieron:

El fingir sorpresa no tiene sentido. Todos los planos y las órdenes de demolición han estado expuestos en vuestro departamento de planificación local, en Alfa Centauro, durante cincuenta de vuestros años terrestres, de modo que habéis tenido tiempo suficiente para presentar cualquier queja formal, y ya es demasiado tarde para armar alboroto”. Humor inglés.

3. La Tierra explota tras el choque entre una bola de fuego lanzada por un ex yakuza y un misil lanzado por un detective




En el final de ‘Dead or Alive’, la película de 1999 del excéntrico y prolífico director de cine japonés, Takashi Miike, los dos rivales a lo largo de la cinta, un detective y un jefe de la mafia, se enfrentan en el clímax en una violenta pelea con un final absolutamente absurdo e inesperado, pero completamente divertido y catastrófico.

4. Dios se enoja y hace desaparecer instantáneamente a todos los creyentes




Dentro de la mitología cristiana estadounidense  se comenzó a popularizar a comienzos del siglo XIX la idea del ‘rapto‘, que no es el usual fin del mundo que describe el Apocalipsis en la Biblia con la destrucción y los muertos levantándose de sus tumbas (también conocidos como zombies), sino una especie de teletransportación masiva e instantánea de todos los cristianos del mundo directamente al paraíso, quedando sólo sus ropas en una Tierra habitada por no creyentes y personas de otras religiones.

Una de las películas que muestran este fin del mundo se llama ‘Left Behind’ (‘Dejados atrás’), y trata sobre las personas que se quedaron en el planeta mientras averiguan que fue lo que sucedió (y esperando la llegada del Anticristo, quien secretamente es el Secretario General de las Naciones Unidas).

Fuente:

FayerWayer 

Lea en los archivos de Conocer Ciencia:

¿El calendario maya se termina el 21 de diciembre de 2012?

12 de septiembre de 2012

Los 20 años de la Eco Aldea de Itaca (New York)



Hay sitios en los que sabes instintivamente que acabarás echando raíces. Lugares en los que sientes una fusión especial, con el paisaje y con el paisanaje. Rincones que te reclaman como un canto de sirenas, por más que te alejes... Algo así fue lo que experimentó Liz Walker cuando puso el pie en Itaca (estado de Nueva York) tras completar la Caminata Global para un Mundo Vivible, allá por 1990.

     Liz había aprendido de pequeña a ver la vida desde lo alto de un pino de 25 metros, en el patio trasero de la casa de sus padres en Vermont. Allí destiló la savia de la América progresista y el espíritu comunitario de los cuáqueros, mucho antes de que empezara a hablarse la "sostenibilidad". En Perú se familiarizó con la "justicia social" y más tarde en Birmingham descubrió la vida de barrio, antes también de la invasión de los centros comerciales.

       En California, y en el movimiento antinuclear, encontró durante un tiempo su razón de ser como activista. Hasta que decidió pasar a la acción práctica, con otros 150 "peregrinos" que recorrieron Estados Unidos de costa a costa para convencer a sus compatriotas de que hay vida, mucha vida, más allá del consumismo rampante.

      Al llegar a Itaca, a cuatro horas escasas de Nueva York, tuvo la sensación de haber alcanzado la meta. Concluida la "odisea", creyó llegado el momento de construir la "utopía" y forjar "ese otro mundo posible, más acorde con mis ideas y mis valores"... 

    
 Cuenta la leyenda que Dios puso la mano por estas tierras, y dejó su huella gigante y mojada en los Finger Lakes. El "dedo" más largo es precisamente el lago Cayuga, que llega hasta el corazón de Itaca, rodeada de gargantas y cascadas, en un incesante fluir de agua. Y allá donde la ciudad se funde con el campo y el bosque, en lo alto de una colina y en un camino polvoriento que lleva el nombre emblemático de Rachel Carson (autora de "La Primavera Silenciosa"), Liz Walker y su compañera de fatigas Joan Bokaer decidieron fundar lo que hoy se conoce como la Ecoaldea de Itaca, que esta semana celebra su 20 aniversario.
     
 Los 170 vecinos de la ecoaldea, distribuidos en dos barrios (Frog y Song), utilizan el 40% de los recursos del americano medio, se abastecen parcialmente de energía con placas solares, cultivan gran parte de sus alimentos en dos granjas y en pequeños huertos, reciclan y compostan su basura orgánica, comparten el transporte y reinventan todos los días eso que llamábamos el espíritu comunitario.
     
 Hace poco más de un año asistimos a la plantación del primer árbol de la tercera y última fase (Tree), con construcciones más pequeñas y ultraeficientes, siguiendo el modelo de la "casa pasiva" y con la aspiración de atraer a vecinos de todos los bolsillos. Pese al "crecimiento" natural, el proyecto será totalmente respetuoso con la idea inicial: concentrar la población humana en el 10% del espacio y dejar el 90% restante para espacios verdes.
     
  En la ecoaldea de Itaca, los coches se quedan en el granero de la entrada y los auténticos reyes son los niños, que campan y pedalean a sus anchas. "Vinimos aquí huyendo la pesadilla urbana de Phoenix y esto ha sido un reencuentro con la felicidad de la Tierra que yo recordaba de mi infancia", atestigua Aaron Froehlich, rodeado de sus hijos, David y Ellijah.

    
  Liz Walker también crió aquí a los suyos, y no fue fácil combinar la vida familiar con su infatigable labor como "organizadora comunitaria", luchando contra los molinos de viento de la burocracia, procurando que el proyecto avanzara sin traicionar el espíritu de de consenso... "La tara es ardua y fatigosa cuando decides salirte de los caminos trillados. Pero al cabo del tiempo hemos demostrado que otra manera de vivir no sólo es posible, sino que ya existe... y además funciona".
   
  Pero la ecoaldea no podría haber florecido sin la interacción constante con esa ciudad de 50.000 habitantes -la mitad de ellos, estudiantes de la Universidad de Cornell o del Ithaca College- que se atisba a los lejos entre colinas pobladas de robles y arces... "Desde el principio tuvimos claro que teníamos que abrirnos y compartir nuestras experiencias. Porque lo que más necesita el mundo es inspiración, y aquí hemos aprendido a poner unas cuantas ideas en práctica".
   
  En su primer libro, "Ecovillage at Ithaca", Liz Walker exploraba el proceso de creación de la ecoaldea en un manual que ha dado la vuelta al mundo. En su segundo y más reciente, "Choosing a Sustainable Future", su radio de acción se extiende por esta pequeña gran ciudad, auténtico hervidero de todo tipo de iniciativas. 


   "Me resultaba curioso comprobar cómo en plena recesión económica, el activismo social y ecológico de Itaca entraba en ebullición", expica Liz. "Aquí valoramos y apoyamos mucho la economía local, y eso nos ha permitido afronta mejor los tiempos difíciles".
   
  Como Portland, Madison, Berkeley, Boulder o Austin -otros obligados puntos de referencia de la "otra" América-, Itaca se ha convertido en el panal de rica miel "para todos aquellos que buscan una relación más directa con la tierra". Liz se remonta a los tiempos de los indios Cayuga, que dejaron en estos bosques la semilla de la sostenibilidad, el pacifismo y el feminismo, como parte de su legado histórico.
  
  Itaca se subió muy activamente al carro de la "contacultura" de los años sesenta, y eso se nota. La ciudad fue puntal del cooperativismo y de la agricultura ecológica, pionera de la ola de mercados de granjeros (5.000 ya en Estados Unidos) que traen lo mejor de la cosecha local hasta el asfalto. Las "horas" de Itaca abrieron también la brecha en el movimiento del dinero local, propagado de costa a costa. El seguro médico universal o las líneas especiales de crédito para pequeños ahorradores son "lujos" sociales que diferencian a Itaca de la mayoría de las ciudades norteamericanas.

   "Unas iniciativas atraen siempre a otras y acaban creando un "efecto de racimo"", advierte Liz. "Aquí existe una mezcla de cooperación y de competencia sana de la que todos nos acabamos beneficiando. Y sobre todo han habido líderes locales con la capacidad de acción para cambiar las cosas".

   "Digamos que Itaca era ya una ciudad en "transición" antes de que existiera este movimiento. La gente está muy concienciada de que vivimos en un momento muy crítico y hay que evolucionar hacia otro modelo más sostenible. Tenemos que aprender a cultivar nuestros alimentos, a procurarnos nuestra energía, a ser más eficientes, a no depender del coche, a compartir recursos, a recuperar los lazos comunitarios... Lo que hemos conseguido aquí se puede lograr en cualquier parte del mundo. Sólo hace falta, valor, visión y persistencia".

(Del 14 al 16 de septimebre se celebra el XV Encuentro de Ecoaldeas en Los Portales (Sevilla). Más información en http://www.losportales.net/)

23 de febrero de 2010

Conozca el Proyecto Atlantropa


Martes, 23 de febrero de 2010

Conozca el Proyecto Atlantropa

Constuir un dique en el Estrecho de Gibraltar y unir Europa y África en un sólo continente.

En el período de entreguerras, un arquitecto alemán llamado Herman Sorgel estaba convencido de haber encontrado la solución a la situación crisis en que se encontraba inmersa la vieja Europa: rebajar el nivel del mediterráneo hasta 200 metros mediante la construcción de una inmensa presa en el Estrecho de Gibraltar. Electricidad ilimitada y nuevas tierras ganadas al mar serían, sólo, algunos de los beneficios de su plan.



Atlantropa y sus obras

Sorgel comenzó a trabajar en su ambicioso proyecto en 1927. Su intención era crear un nuevo continente, “Panropa”, que luego pasaría a ser llamado “Atlantropa”. El nuevo continente sería el resultado de la unión de Europa y África. Para ello se tendría que ejecutar un titánico programa de obras de ingeniería. La más importante de las cuales era un gigantesco dique de 35 kilómetros de longitud unos 300 metros de altura y 500 de ancho cerca de Gibraltar, pero no el estrecho precisamente. Sorgel pretendía con el dique interrumpir el flujo de agua del Atlántico hacia el Mediterráneo.

En aquella época se suponía que era de unos 7.350 hectómetros cúbicos diarios (un estudio del año pasado, 2009, de David García de la Universidad de Alicante lo rebaja a unos 4.750). En cualquier caso, se trataba, y se trata, de una aportación vital para supervivencia del Mediterráneo. Sin ella, el aporte de agua que de los ríos y las lluvias resultaría insuficiente para compensar el agua perdida por la evaporación. Consciente de ello, Sorgel esperaba que si se interrumpía el flujo de agua del Atlántico, el nivel de Mediterráneo bajara a un ritmo de metro y medio al año (cálculos más modernos afirman que lo habría hecho a un ritmo de sólo medio metro por año).

En 60 años, se recuperarían al mar unos 600.000 kilómetros cuadrados de tierra, que podrían ser aprovechadas para la agricultura y ser capaces de mantener a unos 150 millones de personas. Italia podría cultivar el Adriático. Cerdeña y Córcega quedarían unidas por tierra, así como las islas del Egeo.

Así sería la gran presa del Estrecho de Gibraltar según Sorgel. Original Modern Mechanix

La presa, que aprovecharía este flujo natural de agua, produciría unos 50.000 megavatios de electricidad barata para la industria europea y su construcción crearía más de un millón de puestos de trabajo, solucionando el problema del desempleo. En el plano político, la obra también resultaría beneficiosa. Una obra así, por fuerza, tendría que unir a las diferentes naciones europeas al verse obligadas a colaborar en su construcción y, una vez construida, se convertiría en el mejor antídoto para evitar la tentación de otra guerra –otra de las preocupaciones de Sorgel, pacifista confeso–. En una Europa interdependiente energéticamente, no sería buena idea atacar al vecino.

Sorgel era un defensor de la teoría que la cuenca mediterránea no estaba originalmente cubierta por agua y, por eso, decía conscientemente “recuperar” y no “ganar” tierra al mar. De esta manera, Atlantropa no pretendía alterar la naturaleza, sino devolverla, aunque sólo fuera en parte, a su estado original. En realidad, Atlantropa no fue el primer proyecto que intentó de cambiar y dominar la geografía gracias a la tecnología. Antes que Sorgel, del 1923 al 1932, los ingenieros holandeses habían conseguido ganar miles de hectáreas al mar con la construcción del dique del Mar del Norte. Fue una obra magnífica que fascinó a los europeos de la época y que, al parecer, sirvió de fuente de inspiración para Sorgel.

Sorgel estaba convencido de que el proyecto no sólo no sería perjudicial para el clima, sino que sería beneficioso. Sin embargo, es más que probable que hubiera modificado el clima y el régimen de lluvias de la región. A menos lluvia, el caudal de los ríos se reduciría y la salinidad de lo que quedaba del Mediterráneo se incrementaría, haciendo desaparecer parte de su flora y fauna.

Herman Sorgel modelando el mediterráneo. Original Modern Mechanix

Para evitar que el nivel de Mediterráneo bajara demasiado y se destruyeran las vías de navegación. Sorgel pretendía construir otro gran dique entre Túnez y Sicilia que dividiría el Mediterráneo en dos partes. En la más occidental, se dejaría bajar el nivel del mar hasta los 100 metros, mientras que en la otra se rebajaría aún más, hasta los 200.

No sería buena idea construir ningún dique en el Estrecho de Dardanelos que bloqueara el Mar Negro, porque inundaría zonas habitadas, pero sí un embalse con otra central hidroeléctrica. También sería necesario construir otros diques más pequeños y esclusas en otras vías de aporte de agua al Mediterráneo. Igualmente, se tendría que construir esclusas en todos los diques del proyecto para permitir el paso de los barcos así como en la entrada del Canal de Suez. Un túnel en el Estrecho de Gibraltar y una autopista sobre el dique de Sicilia harían posible la circulación directa de trenes y coches entre África y Europa. Podría existir un tren directo de Berlín a Ciudad del Cabo.

Sorgel no tenía duda de que Europa tenía que ser auto-suficiente si pretendía seguir siendo competitiva frente a América y Asia, y para ello, según su visión, tenía que poseer territorios en todas las zonas climáticas del planeta, como era el caso de América. Además, creía que una de las causas de la conflictividad social y política europeas era la sobrepoblación. De ahí, la necesidad de colonizar África.

La preocupación por Europa y los europeos contrastaba con el escaso interés por África y los africanos. Es por ello que algunos acusan a Sorgel de despreciar a ese continente y considerarlo meramente como un territorio carente de cultura e historia. Otros, sin embargo, prefieren excusar esa visión al considerar que Sorgel era sólo un hijo de su tiempo y compartía la mentalidad de esa época, que fue la que propició el colonialismo.

Así quedaría el Mediterráneo. Foto original (y más grande)

Precisamente, los planes de Sorgel para África pasaban por su colonización, aunque antes había que “mejorarla”. Para ello –no podía ser de otra manera–, proponía construir otra presa para aprovechar las crecidas del río Congo que inundaría los “improductivos” bosques que ocupaban la mayor parte de ese país, borrando del mapa un número incontable de pueblos y especies. De esta manera, se crearía un inmenso lago artificial que estaría conectado con el menguante lago Chad, más al norte, que pasaría a convertirse en un “mar” interior, y desde el que nacería un “segundo” Nilo, que al igual que el “primero” irrigaría el desierto y acabaría desembocando en el Mediterráneo.

Lea el artículo completo en:

Cabovolo
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