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13 de abril de 2013

El liderazgo y la soledad de la 'hembra-alfa'

Margaret Thatcher, en una imagen tomada en 2009. | Efe
Margaret Thatcher, en una imagen tomada en 2009. | Efe
El mismo año que Margaret Thatcher accedió al cargo de Primer Ministro, declaró a la prensa británica: "No soy una política de consenso. Soy una política de fuertes convicciones". En apenas doce palabras, Thatcher definió a la perfección el estilo de liderazgo que ejercería sobre el Reino Unido en los siguientes once años que duró su mandato, el cual dejó huella en la historia contemporánea para siempre.

Thatcher fue un animal político innato. Desde muy joven, estuvo involucrada en la política local. Más adelante, mientras estudiaba en Oxford, se convirtió en la Presidenta de los estudiantes conservadores de la prestigiosa universidad británica. Poco tiempo después fue nombrada jefa del partido de los 'Tories' y también fue diputada antes del asalto final a la cancillería en 1979.

En los años 70, el Reino Unido sufría uno de los peores momentos de su historia económica, social y política. El IRA abría portadas de los periódicos con sus atentados y el desempleo se había disparado. A esto había que sumar las crisis del petróleo y el carbón.

Este contexto sumió a los británicos en sentimientos de descontrol, desesperanza y baja autoestima, que Thatcher supo aprovechar. El uso dialéctico de la amenaza que suponía la expansión de la URSS, así como la determinación con la que ejercía, despertaron instintos patrióticos que no afloraban desde la II Guerra Mundial. El miedo también provoca la cohesión de la sociedad en otras especies de animales. Este es el caso de las sociedades de fusión-fisión en varias especies de primates, las cuales se unen ante la amenaza de sus depredadores.

Líderes belicosos

En el Reino Unido, poco a poco había crecido entre la población una necesidad de realizar cambios y dejarse llevar por alguien fuerte que demostrara tener las cosas claras, estuviera equivocada o no, como ya ha ocurrido otras veces en la Historia. En las elecciones de 1979, los conservadores obtuvieron uno de los mejores resultados de su historia. Thatcher había conectado con los miedos y necesidades de los británicos a la perfección.

Desde ese momento, la 'hembra-alfa' de la manada británica desplegó de manera progresiva un estilo de liderazgo más dominante y autoritario, muy similar al que también podemos encontrar en algunas sociedades de grandes simios y tribus humanas.

Entre los apache, en tiempos de guerra era común elegir a líderes enérgicos y belicosos, a los cuales destituían poco después, conscientes de que la utilidad de este tipo de personas no es adecuada para alcanzar un equilibrio social una vez terminados los conflictos. Thatcher, aunque cohesionó al país en un primer momento, más adelante lo desequilibró con sus fuertes recortes en política social y masivas privatizaciones.

Este mismo fenómeno lo podemos encontrar en algunos grupos de chimpancés que viven momentos de inestabilidad. Es común que esta especie acepte temporalmente líderes más agresivos de lo habitual, los cuales actúan con determinación en la toma de decisiones. De esta manera ceden parte de autonomía a cambio de seguridad.

Las represiones policiales que Thatcher ordenó contra manifestantes y mineros durante las huelgas de los años 80, y el hundimiento del buque de la armada argentina Belgrano, en el que iban muchos jóvenes inexperimentados, evidenciaron aún más este estilo.

La dama de hierro ordenó matar a tres miembros del IRA -los cuales recibieron hasta 17 disparos cada uno a manos de francotiradores del SAS- y declaró sin titubear: "Yo disparé". Otros gestos más cotidianos, como su gusto por propinar golpes con el bolso no ayudaban a contradecir esta imagen.

Rebelión y derrocamiento

Este tipo de líderes, si no establecen alianzas con otras facciones relevantes de la comunidad y reducen su nivel de agresividad, comienzan a ser desplazados y sufren de la llamada "soledad del líder". Esto es debido a que con su actitud provocadora, invitan a otros a conspirar en su contra, incluso por parte de aquellos miembros más cercanos, como ocurrió con sus compañeros 'Tories', razón por la cual acabó dimitiendo.

En chimpancés, los líderes que crean más problemas de los que resuelven, acaban siendo expulsados por coaliciones o facciones opuestas, cuyos miembros probablemente fueron aliados en el pasado. En una conversación que mantuve con Jane Goodall en el museo Cosmocaixa, me recordó que este tipo de individuos dominantes acaban por poner a todo el grupo en su contra.

La conformidad no es eterna y ningún líder lo es para siempre. Además, tanto en primates humanos como en no-humanos, pronto comienza la resistencia. Nuestra especie y otras genéticamente cercanas albergan en su interior un poderoso instinto contra el poder que tarde o temprano nos impulsa a cooperar en su contra.

Lo que nos enseñan estos tipos de liderazgo, como el ejercido durante más de una década por Thatcher, es que a pesar de que la determinación es necesaria en algunas coyunturas de la historia, no podemos dejar que una persona acumule tanto poder por sí sola. Al igual que los Apache y los grandes simios, debemos vigilar estrechamente a estos líderes, ya que aunque pueden ser beneficiosas en un momento dado, de no controlarlos, pueden llegar generar gran inestabilidad a medio y largo plazo, lo que pone el peligro la supervivencia del grupo.
 
Fuente:
 
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