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Mostrando las entradas con la etiqueta supermercados. Mostrar todas las entradas
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16 de agosto de 2017

Soledad Barruti: "Hay que dejar de ir al súpermercado, es un sistema perverso"



"En el supermercado parece que la comida sale solo de una fábrica, que tiene ingredientes que te remiten a nada", reflexiona la argentina Soledad Barruti (autora del best seller Malcomidos); ella sostiene que la industria alimentaria constituye un gran engaño y que "está matando a todos".

En la pa´gina web de Aconcagua le realizan una magnífica, e imperdible entrevista; te aseguramos que luego de leerla te quedarán pocas ganas de ir a un supermercado.

La entrevista AQUÍ.

10 de junio de 2015

Así engañan los supermercados con las ofertas

Detrás de las ofertas que nos pretenden vender las tiendas, se esconden muchas mentiras que a veces inevitablemente los clientes sin darnos cuenta creemos y acabamos comprando.


Todos acostumbramos a buscar por cualquier rincón del supermercado ofertas, incluso llegamos a comprar cosas que no nos hacen falta por el simple hecho de que tienen un menor precio. Pero a veces, no somos conscientes que detrás de esta pegatina de "promoción" se esconden muchas mentiras y estrategias de marketing que nos llevan al engaño.
Por ello, debemos ser conscientes de esta realidad y mirar toda la letra pequeña de los productos para evitar las supuestas promociones que nos quieren vender, aunque a veces estas ofertas están a la vista de todos pero nos intentan esconder el precio anterior. 
Zumo de piña 
Con este pack de zumo Don Simon, Carrefour quiere vendernos un segundo pack de estos zumos a la mitad de precio diciendo que una sola unidad costaría 1.60€ y si compras dos saldría a 0.80€; pero si nos fijamos el pack sin la oferta sale por 1.25€, por tanto, ¿cuál es el verdadero descuento que nos quieren hacer?

El artículo completo en:

17 de mayo de 2014

¿Quién inventó el carrito de supermercado?

¿Quién inventó el carrito de supermercado?

Antaño, comprar los víveres era un pasatiempo de la gente más o menos rica. Los clientes los pedían por teléfono y la tienda los entregaba sin cargo extra. Nadie tenía que ir personalmente a comprar melones. Sin embargo, en los años 20 Sylvan Goldman, un magnate del comercio en Oklahoma, fue un pionero de lo que empezó a llamarse “autoservicio”: el sistema de venta en que el cliente toma lo que necesita y lo paga al salir. Pero en una canasta no caben muchas cosas. “Si encontrábamos el modo de darle al cliente dos canastas para poner sus compras, dejándole libre una mano, venderíamos mucho más”, contó Goldman después.
Una noche, en 1936, el empresario tuvo una revelación. “Mientras trabajaba en su oficina se fijó en dos sillas plegables”, relata Terry P. Wilson en The Cart That Changed the World (“El carrito que cambió al mundo”), biografía de Goldman publicada en 1978. ¿Y si apilara las sillas?, se preguntó. ¿Y si a cada una le pusiera encima una canasta? ¿Y si tuvieran ruedas? Así nació el moderno carrito de supermercado.

Goldman publicó anuncios en los periódicos locales y puso a “una chica atractiva” junto a la puerta de su tienda para promover el nuevo artefacto. Al ver que éste le interesaba sólo a la gente mayor, contrató actores para que empujaran carritos por los pasillos.

Cuando proliferaron los supermercados, la Folding Basket Carrier Company de Goldman se mantuvo a la vanguardia. En 1940 introdujo un carrito con un asiento para niño. En 1947 salió al mercado el Nest Kart, cuya parte trasera abatible permitía ahorrar espacio a las tiendas. Cinco años después se creó la versión para niños, el Nest Kart Junior.

La empresa de Goldman hoy se conoce como Unarco, pero su invento permaneció y floreció. Ahora hay minicarritos, carritos con etiquetas que emiten ondas de radio, otros que parecen camionetas, y han surgido empresas para prevenir su robo. Con todo, quizá la mayor innovación sea atribuible a otro nativo de Oklahoma. En 1995 Mark Mumma concibió el primer icono de carrito de supermercado para comprar en línea, y que luego le permitió fundar la empresa RealCart. Hoy el icono ocupa un lugar central en el negocio de los programas informáticos de comercio electrónico.

Fuente:

Selecciones

27 de marzo de 2013

Hacer una o muchas colas en el supermercado: ¿qué nos dice la estadística?

Acostumbrado a las colas "tradicionales" en los supermercados, donde cada caja tiene su propia cola, hace años me sorprendió ver que algunas cadenas usaban un método novedoso: la cola única para todas las cajas. Fue en UK, y hasta hace poco no han empezado a adoptar ese modelo algunas grandes superficies españolas.
A primera vista no es trivial decir qué sistema es mejor. En el post de hoy haremos un análisis estadístico (incluyendo simulaciones) con el que dejaremos bien claro que el sistema de única cola es mucho mejor desde el punto de vista del cliente.




Los dos competidores: (izquierda) las colas tradicionales, (derecha) la cola única (Créditos imagen)

Los que hayan estudiado teleco ya sabrán que el modelado de este tipo de problemas forma un campo de las matemáticas en sí mismo: la Teoría de Colas. Piensa que además de en la cola del super, nos encontramos problemas muy parecidos en redes de telecomunicaciones (e.g. paquetes de datos esperando entrar o salir por un router), en programas informáticos (e.g. peticiones a un servidor), etc. por lo que hay mucha gente que lleva décadas estudiando todo esto a fondo. De hecho podemos remontarnos a hace un siglo, cuando Erlang calculó cuándo se saturarían las líneas telefónicas de una ciudad. En su honor se definió la unidad de carga en redes de telefonía.

Básicamente lo que nos interesa en el caso del supermercado es un único estadístico que mide directamente el nivel de cabreo del cliente: cuánto tiempo tiene que esperar antes de que le atiendan. Las dos alternativas de sistema son:


  1. Una única cola y un número M de cajas para atender a clientes (1 cola / M cajas).
  2. M cajas, cada una con su cola (M colas / M cajas).

En este tipo de estudios estadísticos no tenemos ni idea de cuándo llegarán los clientes, pero la sincronización es importante porque si llegan muchos a la vez se formarán colas más largas. Para modelar esto matemáticamente se asume que existe una distribución de probabilidad uniforme y constante de que aparezca un cliente, lo que lleva a una distribución exponencial de los períodos desde que llega un cliente hasta el siguiente.

Aunque parezca un modelo un poco rebuscado y artificial, es el mejor posible cuando se asume que cada persona va a su bola y llega a una hora que es independiente (estadísticamente) de lo que hacen los demás.



Distribución exponencial para distintos valores del parámetro (lambda), relacionado con el número medio de llegadas por unidad de tiempo.
Asumiremos que los clientes llegan a un ritmo de [Math Processing Error] por minuto, y que las cajas son capaces de atenderlos a un ritmo de [Math Processing Error] cada una. Así, el modelo de M cajas queda:




Para hacer una comparación justa, en el modelo de cola única asumiremos que llegan el mismo número de clientes por minuto, y por tanto entrarán en la cola con frecuencia de  [Math Processing Error] por minuto:




Desde el punto de vista del número de clientes atendidos por minuto, los dos sistemas son equivalentes. Es más, el tiempo medio que transcurre desde que un cliente llega hasta que se le atiende también son iguales, dividiendo el tiempo total de funcionamiento entre el número total de clientes que pasan por el sistema.

Pero desde el punto de vista del cliente, es mejor el sistema de cola única debido al sesgo de muestreo: si por lo que sea se forma un pequeño retraso en una de las M colas, ese retraso será "notado" por muchos clientes al haberse formado más cola. Que en ese mismo momento haya otros pocos clientes que encuentren cajas libres no es suficiente para bajar la media del tiempo de espera subjetivo.

Se pueden sacar fórmulas teóricas que dan la distribución de tiempos de espera para cada caso, pero hoy me apetecía más hacerlo experimentalmente, así que he programado un simulador de eventos discretos para estimar cuánto afecta la elección del sistema de cajas (si alguien deriva las fórmulas, ¡le agradecería que las dejase en los comentarios!).

La siguiente gráfica resume muy bien el resultado: son los tiempos medios que los clientes esperan hasta ser atendidos en cada uno de los sistemas (negro: cola única), para distintos valores de número de cajas abiertas (M=2, 5, 10 y 20).



(clic para ampliar)
Se ve claramente que ya desde sólo dos cajas se nota una disminución de hasta el 33% en el tiempo de espera. ¡Con los mismos recursos materiales y de personal, sólo cambiando la organización de la cola!

Aunque en el mundo real existan complicaciones que no se tienen en cuenta en este modelado matemático, como horas punta, creo que merecería la pena que todas las grandes superficies que físicamente puedan implementar este sistema se lo plantearan seriamente.


NOTA (25/MAR, 9:50am): El modelo de cola empleado cada vez que llega un cliente es el siguiente:


  • Si hay una caja libre y sin cola delante, va a esa caja.
  • En caso contrario, se va a la caja que no tenga cola. 
  • Y en caso de no existir ninguna cola vacía, se elije una cola al azar con distribución uniforme.


Para los de gustos matemáticos: Os dejo algunos histogramas (en escala logarítmica) para M=2, M=10 y M=20, donde se ve que la diferencia se va haciendo cada vez más grande al aumentar el número de cajas (M):








Nota: En las simulaciones se ha usado Período_llegada_clientes=1, Período atención en cada=M * Período_llegada_clientes * 0.9, para modelar el hecho de que si hay más cajas abiertas en un estado de equilibrio es porque se tarda más con cada cliente.

Fuente:

Ciencia Explicada

9 de enero de 2013

Dime en qué supermercado compras y te diré si eres obeso

 supermercadoLas ofertas de los supermercados fomentan la obesidad, al menos en Estados Unidos. Es la conclusión a la que han llegado científicos de la Universidad de Washington tras analizar exhaustivamente los datos recopilados por el Estudio sobre Obesidad de Seattle. Dividiendo los supermercados en tres grupos según el precio medio de un centenar de productos alimentarios, los investigadores detectaron que el establecimiento donde hacemos la compra diaria (o semanal) influye de forma drástica en los índices de obesidad. En un artículo publicado en la revista American Journal of Publich Health, los autores del estudio revelan que el exceso de peso afecta a un 9% de los que compran en supermercados de precios altos en comparación con un 27% de obesos (uno de cada cuatro) entre los clientes de las tiendas con constantes ofertas.

Para combatir la epidemia de obesidad, concluyen los investigadores, la estrategia de precios y descuentos debería hacer que la comida saludable fuera más barata que la que contiene exceso de grasas y azúcares, al contrario de lo que sucede ahora.


Fuente:

Muy Interesante

5 de enero de 2013

Por qué las cajas rápidas suelen ser en realidad una pérdida de tiempo


Todos odiamos hacer colas en las cajas a la hora de ir a pagar, especialmente en esta época del año en la que andamos con prisas, y muchas veces optamos por las cajas rápidas intentando abreviar nuestro sufrimiento.

Pero según unos cálculos del profesor de matemáticas Dan Meyer en realidad estas cajas rápidas son a menudo una trampa.


Sus cifras apuntan a que cada uno de los ítems que se pasa por cualquier caja supone unos 2,8 segundos adicionales, mientras que cada persona presente en una cola son otros 48 segundos, así que en realidad nos compensa más que alguien lleve 17 productos más que una persona más en la cola.

Y no hay que olvidar además que esto sería en condiciones ideales, que al final siempre van apareciendo problemillas que van acumulando retrasos en las colas.

Se trata de la tarjeta de crédito o de débito que da un error, del producto al que le falta la etiqueta del precio o que la tiene tan estropeada que el lector de código de barras no la lee, del cliente que descubre que uno de los productos que se lleva está estropeado, etc…

Y también está el asunto de que al procesar más clientes es más probable que se acabe el papel en la impresora de la caja rápida o que haya que llamar a un supervisor para solucionar algún problema.

Así que en realidad sólo si todas las cajas tienen más o menos el mismo número de personas en la cola o si la caja rápida tiene claramente menos personas sí es probable que ganes tiempo escogiéndola.

Pero si ves una cola con pocas personas que lleven muchas cosas, esa es probablemente la cola a escoger, aunque en un principio pueda parecer contraintuitivo.

Foto | Checkout por Nate Grigg


Fuente:

Sin vuelta de hoja

12 de septiembre de 2012

Crisis alimentaria y climática: Comida que calienta

Dos de las mayores crisis planetarias que vivimos, la crisis alimentaria y la crisis climática, tienen como causa principal el sistema alimentario agroindustrial: desde la agricultura y pecuaria industrial a los supermercados forman una cadena que oprime a la gente y exprime al planeta, con Monsanto firmemente tirando de un extremo y Walmart del otro.

México es un triste ejemplo de ello (Ver Comer o no comer ¿quién decide? La Jornada, 25/8/12)

El papel de esta cadena en provocar el caos climático es fundamental, pero como esta realidad es muy diferente de lo que nos dice la propaganda empresarial, muchos se preguntan en qué se basan estas afirmaciones. Una referencia obligada es el documento de Grain Alimentos y cambio climático, el eslabón olvidado (www.grain.org), que da cuenta de las principales entre más de 350 fuentes de las que parten.

La mayoría de los estudios oficiales –desde el Informe Stern del Reino Unido al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y otras instituciones– ubican a la agricultura industrial –a gran escala, en monocultivo, con alto uso de insumos (fertilizantes, agrotóxicos, semillas híbridas o transgénicas)– como causante de 11 a 15 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), dándole el tercer o cuarto lugar entre los factores causantes del cambio climático.

Sin embargo, esto no refleja la totalidad del problema, porque el sistema alimentario agroindustrial está directamente relacionado a porcentajes importantes de otros grandes factores identificados como causantes del cambio climático (transportes, producción de energía, deforestación).

La deforestación y cambio de uso de suelo, a lo que se atribuye hasta 20 por ciento de la emisiones de GEI globales, se debe entre 70 y 90 por ciento a la expansión de la frontera agrícola, que invade sabanas, cerrados, bosques y humedales para instalar monocultivos industriales de commodities controladas por trasnacionales, como soya, caña de azúcar, palma aceitera, maíz industrial y canola. Por tanto, entre 15 y 18 por ciento de las emisiones adjudicadas a deforestación son en realidad parte del sistema agroindustrial.

Otro factor es la gran cantidad de transportes que exige ese sistema alimentario, desde el traslado de cosechas a depósitos centralizados, a centros de procesamiento, puntos de distribución, venta y además una enorme cantidad de desplazamientos internacionales de alimentos que en su mayoría son innecesarios, pero se hacen por el lucro que obtienen las corporaciones comprando barato en un país y vendiendo caro en otros, o vendiéndonos caro el lujo de comer cualquier producto fuera de temporada en cualquier parte del mundo. Grain calcula que 5-6 por ciento de los gases debidos a transportes se deben al sistema alimentario.

Otro 8-10 por ciento lo atribuyen, basados en numerosos datos, a la industria de procesamiento y empacado de alimentos, 1-2 por ciento a la energía para refrigeración y otro 1-2 por ciento a la venta en almacenes. Por tanto, el procesamiento, empacado y venta al menudeo de alimentos es responsable de entre 15 a 20 por ciento adicionales de emisiones de gases de efecto invernadero.

Esta forma de producción, distribución y consumo industrializado produce un desperdicio de comida gigantesco: desde los establecimientos agrícolas a los procesadores, distribuidores y comerciantes, se estima que ¡la mitad de la comida se desecha! Esto, muestra Grain, sería suficiente para alimentar seis veces a todos los hambrientos del mundo. La mayor parte de esa comida desperdiciada se descompone en basureros. Según informes oficiales, de 3 a 5 por ciento de las emisiones de gases proviene de grandes basureros urbanos. El 90 por ciento de esos gases se debe a descomposición de alimentos.

Resumiendo, el sistema alimentario agroindustrial es responsable de emisión de gases de efecto invernadero de entre 11-15 por ciento por agricultura industrial, 15-18 por ciento por deforestación, 15-20 por ciento por transportes, procesamiento, empacado, refrigeración y venta en supermercados y 3-4 por ciento por descomposición de alimentos que van a parar a los basureros. En suma es responsable por entre 44 y 57 por ciento de las emisiones que provocan el cambio climático. Otros estudios sobre las emisiones de la cría intensiva de animales –no desglosados en los datos anteriores– sitúan los porcentajes en la franja superior.

Además, la agricultura industrial usa (y contamina con agrotóxicos) 70 por ciento del agua potable global. De lo que queda, entre sólo cinco corporaciones del sistema alimentario global –Danone, Nestlé, Unilever, Anheuser-Bush y Coca Cola– consumen, privatizando de facto, suficiente agua para satisfacer los requerimientos domésticos diarios de agua de cada persona en el planeta.

Paradójicamente, esta cadena agroindustrial ni siquiera da de comer a la mayoría: el 70 por ciento de la población del mundo se alimenta gracias a lo producido por campesinos y agricultores familiares, indígenas, recolectores, pescadores artesanales, huertas urbanas. (Ver Quién nos alimentará?, Grupo ETC).

Las alternativas existen y están a la mano: salir de la cadena agroindustrial, apoyando y fortaleciendo la red alimentaria campesina, la producción culturalmente diversa y descentralizada, sin tóxicos, los mercados locales. Así además se pueden reconstituir los suelos, el mayor factor de absorción y retención de carbono del planeta.
[Fuente: La Jornada].

Tomado de:

ADITAL
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