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16 de diciembre de 2019

Capitalismo, pseudociencias y ‘mansplaining’

Fragmento de 'Ciencia sin ficción', un libro formado por cinco peculiares narraciones recién publicado por Debate.

[Este texto es un fragmento de uno de los capítulos de Ciencia sin ficción. Publicado por Debate, el libro consta de cinco relatos que usan la ciencia como hilo conductor para desarrollar tanto la literatura de no ficción como una ficción alejada de la idea intuitiva y actual de la ciencia-ficción.]

Uno de los rasgos que identifica a buena parte de las pseudociencias es que suelen tener un componente de autoridad bastante marcado, por lo general ejercido originalmente por una figura masculina que lidera esa disciplina o ese modo de pensar. Es lo que sucede, por poner algunos ejemplos, con la homeopatía y su inventor, Samuel Hahnemann; con la antroposofía y Rudolf Steiner; con la cienciología y Ron Hubbard, o con los antivacunas y el exmédico que logró su mayor éxito manipulando estudios, Andrew Wakefield. En particular, como ha señalado el filósofo sueco y director del departamento de Filosofía e Historia de la Tecnología en el Real Instituto de Tecnología de Estocolmo Sven Ove Hansson, el campo del negacionismo científico suele ser extraordinariamente masculino. "Las mujeres son infrecuentes tanto en la negación de la evolución como en la negación de la ciencia del clima. Esto es mucho más notable en el primer caso. En comparación, hay una presencia fuerte de mujeres en las ciencias biológicas legítimas, pero están virtualmente ausentes de las actividades de negación evolutiva y creacionismo —asegura Hansson en su ensayo Science denial as a form of pseudoscience. Y añade —: Este dominio masculino es difícil de explicar, pero [...] la audacia de afirmar que uno entiende un tema mejor que todos los expertos puede ajustarse más a los estereotipos masculinos que a los femeninos". Lo que hoy conocemos como mansplaining —esa necesidad paternalista de los varones de explicarles las cosas a las mujeres, aunque estas sepan más que ellos—, pero en versión pseudocientífica.

También era hombre y líder pseudocientífico Harold Camping, el octogenario pastor estadounidense que convenció a toda su congregación de que el 21 de mayo de 2011 sería el día del Juicio Final. Como seguramente habrá notado el lector, se equivocó. Este anuncio fracasado proporcionó una oportunidad magnífica para estudiar los mecanismos que se desatan en nuestro interior cuando caemos por la pendiente del autoengaño pseudocientífico. Y, sobre todo, para explicar lo complicado que es escapar de las decisiones erróneas por culpa de las disonancias cognitivas. En el documental Right Between Your Ears, la psicóloga social Carol Tavris explica a la perfección lo que sucedió con Camping y sus seguidores, pero también lo que nos pasa a todos nosotros en la mayoría de nuestras decisiones, mucho más cuanto más importantes. Cuando una persona da un paso en una dirección, explica Tavris, trata de justificar esa elección, lo que pone en marcha una serie de autojustificaciones que llevan a nuevas acciones, que a su vez llevan a nuevas autojustificaciones. Y esa es la razón por la que, cuanto más tiempo y esfuerzo invierte alguien en tomar una posición en público, más difícil le resultará decir: "Ay, madre, que estaba equivocado". "La disonancia cognitiva es un estado de tensión que se produce cuando una persona posee dos cogniciones (ideas, actitudes, creencias, opiniones) que son psicológicamente inconsistentes, como 'fumar es algo tonto porque podría matarme' y 'fumo dos paquetes diarios"— explica Tavris en su libro Mistakes Were Made (But Not by Me). Y añade —: La disonancia produce un malestar mental que abarca desde dolores menores hasta angustias profundas; la gente no descansa hasta que encuentra una forma de reducirla". Como bien explica, todos nos consideramos más listos que la media, más justos, más acertados... Y ante la prueba de que nos hemos equivocado tenemos dos opciones: revisar nuestra visión de nosotros mismos o rechazar lo que nos deja en evidencia. La disonancia es tan incómoda como el hambre o la sed y nos obliga a actuar para mitigarla, aunque sea de la forma más absurda.

Este concepto fue desarrollado por Leon Festinger en la década de 1950 tras seguir a un grupo apocalíptico parecido al de Camping. En aquella circunstancia, el evento del fin del mundo acabaría con los elegidos, ellos, salvándose en naves espaciales extraterrestres que acudirían a rescatarlos antes del cataclismo definitivo. Festinger hizo su propia predicción: aquellos fieles que dudaron en el último momento del credo, que se quedaron en casa a esperar el final, terminarían alejándose progresivamente de la secta. En cambio, pensaba él, aquellos que vendieron sus posesiones para seguir la profecía hasta el final saldrían más reforzados en su fe a pesar del fiasco de descubrir que no había apocalipsis. Cuando llegó la noche marcada y no aparecía ninguna nave espacial, la ansiedad empezó a hacer presa de los fieles. ¿Realmente estaban tan engañados? ¿Habían arruinado sus vidas para nada? La angustia los consumía y, dándole vueltas a lo sucedido, llegaron a una revelación: en realidad, su fe había salvado a la humanidad. Dios se había sentido conmovido por la devoción de ese increíble grupo de fieles y había pospuesto el Juicio Final. Salieron de allí aún más convencidos de sus creencias. La disonancia se había resuelto huyendo hacia delante. Y Festinger estaba en lo cierto. Como explica Tavris, es como si cada paso que damos en una dirección lo hiciéramos descendiendo por una de las paredes de una pirámide, lo que hace más probable que el siguiente paso sea en ese mismo sentido y mucho más improbable que optemos por el cambio de orientación, que implicaría escalar en contra de nuestra propia decisión anterior.

El artículo completo en: El País (España)
 

29 de noviembre de 2019

Malas noticias para los antivacunas

El sarampión causa graves daños al sistema inmune del niño.


La gente que no vacuna a sus hijos ha disfrutado hasta ahora de un trato preferencial por la autoridad sanitaria de España, y la razón es la siguiente: os epidemiólogos calculan que basta que el 80% de los padres sigan el calendario vacunal para que el 100% de la población esté protegida. El virus intenta propagarse de niño a niño, pero si ocho de cada diez niños son inmunes a él, la propagación no suele funcionar, o no muy bien. Esto significa que los hijos de los antivacunas están protegidos gracias a que los demás niños sí están vacunados. A menos que las fake news antivacunas dupliquen su tasa de proliferación viral, los gestores de la salud pública podrán controlar la situación salvo en brotes extremos. Ese es el equilibrio actual entre la razón y la insensatez.

Pero el estudio que hemos conocido esta semana introduce un nuevo argumento en la discusión. Lee en Materia cómo los niños que contraen el sarampión por no haber sido vacunados sufren graves daños en su sistema inmune que les exponen a otras infecciones por virus y bacterias. Aquí ya no solo hablamos de las estadísticas de salud pública, sino de un daño directo que cada padre y cada madre antivacunas infligen a su hijo. No se lo infligen necesariamente, puesto que el mero hecho de que la mayoría de la población esté vacunada dificulta que su niño contraiga el virus. Pero le dejan expuesto a ese trastorno de una forma innecesaria, dañina y ciega. Ahora cabe preguntarse si un padre tiene derecho a causar ese perjuicio a su hijo. Viene a la mente de inmediato la oposición de los Testigos de Jehová a que sus hijos reciban trasfusiones. ¿Qué ordenamiento legal puede tolerar eso? ¿Y cuál a los antivacunas?

La opción de que la vacunación sea obligatoria nos enfrenta a todos a graves dilemas. La mera idea de un Estado clínico, una autoridad médica que obligue a la gente a recibir una inyección o a tragarse una pastilla, evoca en nuestra mente las obras más oscuras de la ciencia ficción, empezando por el mundo feliz del gran Aldous Huxley y acabando por la última distopía que estrene Netflix hoy mismo. Que un padre se niegue por razones religiosas a autorizar una trasfusión que salvaría la vida a su hijo parece cruzar la línea roja de la decencia ética. La religión antivacunas puede estar cruzando ahora esa misma línea.



7 de septiembre de 2018

Las indulgencias, pasaportes para llevar el alma al Paraíso

Según la RAE, las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal correspondiente a los pecados ya perdonados, que se obtiene por mediación de la Iglesia, y según la etimología viene del latín indulgentia (benevolencia, bondad o exención de algo, siempre de un superior a un inferior), nombre derivado del verbo indulgeo (ser indulgente o conceder). Establecidas las bases, entremos en la cuestión histórica.



Los primeros antecedentes de la práctica de las indulgencias se remontan al siglo III, cuando las penitencias impuestas a los pecados considerados especialmente graves eran muy severas. Así que, para recuperar a la oveja descarriada, se fue reduciendo la duración y la gravedad de las penas impuestas, sólo a determinadas personas recuperables para la causa y que, a cambio de esa reducción, realizasen determinadas acciones (peregrinación, mortificación, ayuno…) o prestación de servicios, como la primera indulgencia plenaria concedida por el Papa Urbano II en el siglo XI a cuantos participaran en aquella Primera Cruzada contra los infieles. Miles y miles de cristianos de toda clase y condición tomaron la cruz al grito de…
Dios lo quiere.
A partir del siglo XII, la práctica de las indulgencias comenzará a extenderse por toda la Iglesia y, de paso, a pervertir su espíritu hasta convertirse en un auténtico mercado para obtener financiación y los compradores el perdón de sus pecados. Pero Sixto IV fue un poco más allá…
Los que murieron en la luz de la caridad de Cristo pueden ser ayudados por las oraciones de los vivos. Y no sólo eso. Si se dieren limosnas para las necesidades de la Iglesia las almas ganarán la indulgencia de Dios.
Hasta la fecha, los beneficiarios de las indulgencias eran los vivos, pero ahora los vivos podían comprar un pasaje en un crucero de lujo para que sus difuntos saliesen del aterrador purgatorio, donde se redimían las penas, y alcanzar el paraíso celestial. Otra ventaja de este mercado, a diferencia de otros Papas que vendieron reliquias más falsas que Judas u obtenidas de expoliar tumbas de santos, era que al no entregar nada a cambio era un producto inagotable. Una legión de curas recorrieron ciudades y pueblos vendiendo humo que los temerosos de Dios compraban en beneficio de sus difuntos…
pasaportes para llevar el alma al Paraíso
En 1517, el dominico Johannes Tetzel recorría Alemania, como un vendedor ambulante, recaudando fondos para el Papa León X con la venta de indulgencias. Se podían comprar de dos tipos: a posteriori, que liberaban el alma de algún ser querido del purgatorio y a priori, para futuros pecados que pudieses cometer. Ante esta inmoralidad, el 31 de octubre 1517 Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg atacando el mercantilismo de la salvación de las almas. Además, haciendo uso de las últimas tecnologías, la imprenta, consiguió que en sólo dos meses sus tesis fuesen conocidas en toda Europa. Aunque en un principio León X no hizo mucho caso de aquel loco solitario, la buena acogida que tuvo, sobre todo en el centro y norte de Europa, le obligó a tomar cartas en el asunto antes de que le reventase el negocio. En 1521 publicó la bula Decet Romanum Pontficem en la que excomulgaba a Lutero. Lejos de ponerle freno a la contienda, las tesis de Lutero sirvieron para plantear desde varios países de Europa una reforma de la Iglesia. De este movimiento nacería la llamada Reforma protestante que llevaría al cisma de la Iglesia católica, origen del protestantismo (luteranismo y calvinismo principalmente).



Pero también hubo algún comprador que dejó al vendedor de indulgencias compuesto y sin… dinero. El conde de Villamediana, Juan de Tassis, escuchaba atentamente una homilía en la que el párroco se centró en el tema de las almas que vagaban en el purgatorio y de cómo se les podía librar de aquel sufrimiento: un donativo les proporcionaría su viaje al cielo donde ya serían felices cual perdices en primavera. Cuando terminó la eucaristía, el conde se acercó a la sacristía y dejó una moneda de oro sobre la mesa del párroco. Éste, sorprendido por su fama de tacaño, le dijo…
Excelencia, acabáis de sacar un alma del purgatorio.
Padre, ¿las almas que salen del purgatorio pueden volver por alguna razón? -le preguntó el conde.
El cura le dijo que una vez en el cielo ya no era posible volver al purgatorio. El conde cogió la moneda que todavía estaba en la mesa y le dijo…
Pues siendo así, esta moneda ya no os hará falta.
Venta de indulgencias, en la película Lutero (2003). Vemos al padre dominico Johann Tetzel (interpretado por Alfred Molina) realizando su efectiva campaña de marketing....


Hasta la próxima amigos

Lic. Leonardo Sánchez Coello
leonardo.sanchez.coello@gmail.com

3 de septiembre de 2018

¿Sabías que en la Edad Media había que pagar para ser monja?

Durante siglos, los dos únicos papeles dignos que podía desempeñar una mujer eran el de esposa, e implícitamente madre, o el de religiosa. Sus padres o tutores, las circunstancias familiares o simplemente temas económicos, determinaban que las mujeres consagrasen su vida a sus maridos o a Dios. Y ambas elecciones implicaban un desembolso económico. 

Independientemente de la condición social, la mujer que pretendiese casarse debía aportar una dote que recibiría y administraría el marido. El significado de este “pago” difiere de unos autores a otros, yendo desde los que afirman que es una especie de seguro para evitar el repudio -en este caso el marido debería devolver la dote-, hasta los que afirman que es una compensación que recibe el marido por la carga económica que suponen la esposa y los futuros hijos. Todas las versiones del porqué de la dote implican la condición de inferioridad de la mujer e incluso ser objeto de mercadeo. Asimismo, la cuantía de la dote era importante y condicionaba el poder llegar a un acuerdo entre los padres de los contrayentes, y, lógicamente, conseguir un mejor matrimonio -socialmente hablando-. Para que la carga económica no dejara temblando las arcas familiares en el momento de la boda, la República de Florencia estableció en 1425 un fondo público llamado Monte delle doti donde los padres iban haciendo aportaciones desde que sus hijas tenían cinco años para la futura dote. Mención especial en este apartado merece el Papa Urbano VII que, además de tener el triste récord de ser el que menos tiempo ha durado en el cargo –del 15 al 27 de septiembre de 1590-, tuvo el detalle de ordenar que cuando falleciese todos sus bienes fuesen donados a la asociación caritativa Archicofradía de la Anunciación para proporcionar la dote a las niñas de familias pobres.

Y como os decía al comienzo, también dedicarse a la vida religiosa tenía su coste. Aunque mucho menor que la dote, la mayoría de las órdenes también exigían una cantidad económica para aceptar a las adolescentes. La mayoría de los conventos femeninos no tenían medios propios de subsistencia y vivían de las donaciones de terceros (bienes dejados en herencia por los feligreses, donaciones “pro anima” -para salvación de las almas del donante o algún familiar-, pagos por ser enterrado en los terrenos del convento…) y las aportaciones que hacían las nuevas religiosas. De esta forma, también se evitaba que muchas criaturas fueran abandonadas a las puertas de los conventos para que las religiosas las criasen. Por tanto, y debido a este canon de inscripción, no es de extrañar que la mayoría de las monjas en la Edad Media fuesen hijas de nobles o de familias acaudaladas, y que la vida religiosa no era una opción para salir de la pobreza.

Fuente: Historias de la Historia

22 de febrero de 2018

¿Qué significan las pinturas y las plumas de los nativos americanos?

Tenemos la imagen de que los nativos americanos usaban ambas ornamentaciones cuando guerreaban, pero su función era en realidad más amplia.


Las plumas de aves rapaces y las pinturas conferían a sus portadores propiedades espirituales, porque procedían del mundo natural, adorado por los indios. Eso no quita que su simbolismo fuese también muy importante en el momento de combatir.

De hecho, un guerrero ganaba plumas en función de los actos de valentía que llevaba a cabo en la lucha. Tocar a un enemigo y robarle armas o caballos eran algunos de ellos. Asimismo, resultar herido le hacía merecedor de ese trofeo. Según fuera la acción, adoptaría formas distintas: una pluma completa indicaba que había matado a un enemigo, y si se le quitaba un pico central, quería decir que además le había arrancado la cabellera.

Cuando estaba partida por el centro, su dueño había sido herido combatiendo, y si aparecía teñida de rojo, entonces simbolizaba un acto de máximo valor, como quitársela a un adversario. Los penachos o tocados –llamados warbonnets en inglés– con más de una decena de plumas, de águila o de halcón, estaban al alcance de muy pocos; era un signo evidente de autoridad. Se lucían únicamente durante las ceremonias, porque en la batalla hubieran sido incómodos.

En cuanto al hecho de pintarse, se consideraba un acto transformador de la personalidad. Por ejemplo, para los siux oglala conllevaba un cambio fundamental, como si hubiesen vuelto a nacer. El fundamento de este tipo de creencias era el animismo propio de los americanos nativos: creían que los elementos de la naturaleza estaban dotados de alma y entidad divina.

Así, confiaban en que al embadurnarse la cara con tintes naturales recibirían poderes y energías sobrenaturales, como el coraje y la fuerza. Un caso muy evidente era el de los exploradores pertenecientes a la tribu de los pawnees, que se blanqueaban el rostro para lograr las cualidades de sigilo de los lobos, así como su habilidad de seguir las huellas.

Las pinturas de guerra eran propias de las tribus de las praderas, los principales enemigos históricos de los colonos y del ejército estadounidense. Servían como talismán protector para evitar las heridas o la muerte en la batalla. Por eso, además de la cara, pintaban su cuerpo, así como a sus caballos. La protección no solo dependía de aplicarse un color determinado, sino que ciertas formas resultaban más propicias para lograr seguridad en el combate.

Fuente:

Muy Interesante

31 de diciembre de 2017

Cinco mensajes revolucionarios que no te esperabas y salen en la nueva de 'Star Wars'

Animalismo, pacifismo y religión asoman en el octavo episodio ‘Los últimos jedi’. Hemos visto la esperada película, que se estrena esta semana y supone un salto de madurez en la saga.>


En una galaxia muy lejana… hay cosas que no cambian. Y que mejor que no lo hagan, porque los fans de Star Wars tampoco lo perdonarían. El estreno del Episodio VIII: Los últimos Jedi confirma que la saga más famosa de las estrellas llega a la recta final de esta trilogía (ya se ha anunciado una más) en un buen estado de salud. Tras la energía que le prestó J.J. Abrams en la anterior entrega, ahora Rian Johnson -que, recordemos, viene del cine indie y de la cantera de Sundance- mantiene la misma línea revival y la sucesión de guiños a los tres primeros títulos con los que George Lucas cimentó este universo siempre en expansión.

La anunciada recuperación de Luke Skywalker (Mark Hamill), el previsible homenaje a Carrie Fisher (Leia Organa) tras su fallecimiento, los droides clásicos (RD-2D y C3PO), Chewbacca, el mítico Halcón Milenario… Todos tienen su cuota de protagonismo, junto con los recién llegados Rey, Kylo Ren-Ben Solo o Finn: la sangre millennial de esta nueva entrega. Y los más fetichistas quedarán satisfechos y correrán a buscar las figuritas de los Porgs, las nuevas criaturas concebida por Disney (algo parecido a una ardilla) para convertirse en objeto de culto y juguete para niños al mismo tiempo. Así que poco, o casi nada, cambia para que todo siga igual. Los fans se emocionarán cuando desfilan las ya clásicas frases en el prólogo, acompañadas de esas fanfarrias tan reconocibles, y llegarán a las puertas del delirio cuando se enciendan las espadas láser y emitan ese zumbido tan reconocible.

Pero tras ver Los últimos Jedi sí que se encuentran algunas novedades a nivel narrativo, sobre todo en lo que tiene que ver con las temáticas que se abordan de forma tangencial a la típica trama principal (familia, venganza, bien frente al mal, aventuras, batallas…) y que ayudan a reforzarla. Estos son algunos de las cuestiones que se incorporan (o se refuerzan) en el mundo que comenzó con La guerra de las galaxias, hace ahora cuarenta años.


Defensa del medio ambiente: Cuando Rey (Daisy Ridley) acude en busca de Luke, la joven acaba en el planeta Ahch-To, donde el gran jedi ha decidido retirarse como si fuera un ermitaño o un monje que hubiera prometido silencio. El lugar de su bien merecida ‘jubilación’ es una isla donde conviven, en paz y armonía, varias especies animales que parecen a punto de extinguirse. La llegada de Rey altera el pacífico medioambiente y Luke (y las propias criaturas) le tienen que dar algunas lecciones sobre ecología y buenas maneras hacia la naturaleza.

Animalismo: Aunque en un momento se ve a Luke pescando (de forma algo salvaje para reforzar esa lucha interior entre el bien y el mal) en general la película apuesta por el respeto hacia los animales. Incluso el propio Chewbacca toma conciencia y aparta de su boca un pequeño Porg al que le iba a hincar el diente. Una imagen metafórica en la que el animal, que solo se comunica con gruñidos, rechaza comerse a otro animal.

Denuncia del tráfico de armas: Cuando Rose (Kelly Marie Tran) y Finn (John Bodega) deciden localizar a un timador que les pueda ayudar a acabar con la seguridad de la Primera Orden, terminan aterrizando en un planeta a los que los responsables de la dirección estética le han dado un aspecto que parece inspirado en Montecarlo o Las Vegas. Allí realizan un acto en favor de una especie de animales (los liberan) a los que los ricachones y poderosos de lugar utilizan para apostar. Y también reciben una enseñanza por parte de DJ (Benicio del Toro) que les abrirá los ojos: los mismo que venden armas al malvado Líder Supermo Snoke (Andy Serkis) lo hacen a la Resistencia a la que ellos mismo pertenecen.

Religión: Siempre ha estado presente y ha rodeado al mundo de los Jedi, pero en este caso se plantea de una forma más profunda. Hasta tal punto que el propio Luke, que se resite a abandonar el lugar donde se ha retirado, parece cuestionarse si no es momento ya de acabar con el legado de la saga míticos guerrero con poderes a la que él pertenece. ¿El mítico Skywalker con dudas de fe? Pues así es, y por momentos parece tan angustiado como los dos jesuitas que protagonizaban Silencio, de Martin Scorsese.

Un mundo más millennial: En el Episodio VII. El despertar de la fuerza, la incorporación de Rey y Finn del lado de la Resistencia (que muestra entre sus miembros nuevas generaciones) y de Kylo Ren en las filas de la Primera Orden ya modernizó el aspecto (y las intenciones) de los dos bandos tradicionalmente enfrentados. A ello, hay que sumar que ahora Rose, una joven oriental, se convierte en uno de los miembros más destacados de los rebeldes ¿Una maniobra de márketing? Puede ser. Pero a la vez conecta con un nuevo público, con una sensibilidad y una forma de ver el mundo muy diferente a las que se tenían en la década de los sesenta, cuando comenzó la madre de todas las space operas.

Fuente:

El País (España)

18 de diciembre de 2017

No nacemos creyentes: un estudio concluye que la religión no tiene que ver con el pensamiento intuitivo o racional


Un nuevo estudio de la Universidad de Oxford acaba de descartar que el sentimiento religioso esté relacionado con el pensamiento intuitivo. La conclusión echa por tierra no solo una convención de la psicología. Además descarta que la religiosidad sea algo con lo que nacemos.

Hasta ahora la psicología cognitiva explicaba el desarrollo del sentimiento religioso en el cerebro como un resultado del pensamiento intuitivo. En otras palabras, que las creencias religiosas surgen de manera intuitiva, y que las diferentes religiones canalizan una conclusión a la que las personas llegan de antemano siguiendo un proceso natural. Según esta hipótesis ampliamente aceptada, las personas creyentes son más intuitivas que analíticas.

Un equipo combinado de neurocientíficos, psicólogos y filósofos del Centro de Avances en Ciencias del Comportamiento en las Universidades de Coventry y Oxford ha examinado esa asunción realizando un estudio sobre un grupo de peregrinos del Camino de Santiago.

El estudio comenzaba entrevistando a los vountarios para determinar su grado de creencias religiosas y sobrenaturales. Después se les sometió a una larga batería de pruebas de lógica, matemáticas y probabilidad destinadas a analizar su grado de pensamiento intuitivo. Finalmente, se les sometió a un experimento no invasivo de electroestimulación sobre el gyrus frontal inferior, una zona del cerebro que se suponía estaba asociada a la inhibición de creencias sobrenaturales en personas ateas.

Ni uno solo de los experimentos permitió probar de manera concluyente la relación que se suponía entre sentimiento religioso y pensamiento intuitivo. Según el principal autor del estudio: Miguel Farías:
Qué nos impulsa a creer en dioses? ¿La intuición o la razón, el cerebro o el corazón? Existe un largo debate en torno a esta cuestión, pero nuestras conclusiones desafían la teoría de que las creencias religiosas estén determinadas por un pensamiento intuitivo o analítico. No creemos que las personas nazcan creyentes del mismo modo en que todas acaban aprendiendo de manera inevitable algún tipo de lenguaje.
Si no es intuitivo ni de nacimiento, ¿de dónde provienen los sentimientos religiosos? Farías apunta a factores sociales:
Los datos sociológicos e históricos de los que disponemos muestran que nuestras creencias se basan fundamentalmente en factores sociales y educativos, y no en diferencias cognitivas como la dicotomía entre pensamiento intuitivo o analítico. El sentimiento religioso se basa muy probablemente en la cultura de cada uno, no en algún tipo de intuición primitiva o corazonada.

Fuente:

Gizmodo
 

22 de octubre de 2017

El censo de Quirino y el nacimiento de Jesús

La cronología del censo de Publio Sulpicio Quirino, es mencionada por Flavio Josefo en Antigüedades de los judíos XVIII 1,1, y lo sitúa en los años 6 de nuestra era tras el destierro de Arquelao por Augusto. El censo tenía una finalidad puramente fiscal / tributaria. He aquí el texto:
“Entonces Quirinio (Cirenio), senador romano, que había tenido varias magistraturas y que había llegado a cónsul fue enviado por el César (Augusto) a Siria como juez de esta nación y para hacer una estimación de sus riquezas. Con él fue también Coponio, varón del orden ecuestre, para que se hiciera cargo del poder romano sobre los judíos. Quirinio en persona se presentó en Judea, que formaba entonces parte de la provincia de Siria para hacer esa estimación de la riqueza de la nación y para disponer de los dineros de Arquelao. Al principio los judíos llevaron muy a mal este censo. Pero finalmente dejaron de lado cualquier tipo de oposición ya que fueron persuadidos por las palabras de Joazar, hijo de Beeto, que era el sumo sacerdote. Así que convencidos por esas palabras dieron cuenta de sus haberes sin mostrar ulterior oposición”.
Como es sabido, este censo supuso una revuelta armada (¡no en Judea, sino en la nacionalista Galilea!) dirigida por Judas de Gamala (denominado también probablemente Judas el Galileo y el fariseo Sadoc). Esta revuelta fu aplastada por Coponio y costó mucha sangre. En mi novela, junto con J. L. Corral, “El trono maldito” (Planeta 2014) aparece este episodio novelado, pero siguiendo muy al pie de la letra lo que se puede saber por la historia.

El texto de Lucas es el siguiente:

“1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. 2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. 3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. 4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, 5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.”

Las dificultades de que este censo fuera a) universal y b) que estuviera dispuesto por tribus (es decir, que los pertenecientes a una estirpe o tribu debiera ir a censarse no donde vivía habitualmente, sino en el lugar de origen de su familia, son muy grandes.

1. La historia antigua no registra censo universal alguno ordenado por Augusto durante su reinado. Aparte del texto de Lucas, los antiguos anales del Imperio Romano no han conservado ninguna noticia de un censo universal durante el principado de Augusto, lo cual hace muy improbable que hubiera ocurrido. Es sumamente extraño que ninguna fuente histórica de la antigua Roma imperial de la época, y son bastantes, se haya hecho eco de un aconteci¬miento tan importante como debió de ser un empadronamiento general de todo el Imperio, que hubiera movido a millones de personas. Autores cristianos muy tardíos, como Casiodoro (siglo VI), Isidoro de Sevilla (siglo VII), y un diccionario bizantino llamado la “Suda” (siglo X), en la voz “censo”, dan sin embargo testimonio de ese censo imperial e universal. Pero lo más probable es que tales autores hayan tomado la noticia ¡del propio evangelista Lucas! Por consiguiente, su testimonio no tiene valor independiente.

2. La segunda dificultad: es inverosímil que en Israel pudiera llevarse a cabo un censo imperial durante el reinado de Herodes. Entonces habría habido dos censos, uno en tiempos de Herodes el Grande y otro después del desierro de Arquelao: Flavio Josefo presenta, tanto en sus Antigüedades de los judíos (XVII 355; XVIII 1-2.26.102) como en su Guerra de los judíos VII 253), el censo de Quirino como algo nuevo y sin precedentes.

Lucas afirma sin duda alguna que este censo ocurrió siendo gobernador de Siria Quirino y que a la vez eran los tiempos del rey Herodes el Grande. Ahora bien, esta situación resulta inverosímil. ¿Cómo iba a permitir este monarca soberano que un legado de Augusto hiciera un censo en su territorio? Tal posibilidad iba en contra de los derechos de un rey “socio y amigo del pueblo romano”, según las normas del Imperio.

Respecto a Quirinio: fue legado de Siria entre Volusio Saturnino y Cecilio Crético (por tanto en los años 6/7). Algunos investigadores –movidos por el deseo de no dejar en mal lugar al evangelista Lucas e intentar compaginar los datos de este con los de Flavio Josefo– se preguntan si pudo haber sido Quirinio dos veces legado de Siria y haber hecho dos censos

Pero esto que es teóricamente posible (aunque solo para Judea; de ningún modo para un censo universal) resulta de hecho de muy poca ayuda para la concordancia entre Lucas y Josefo ya que, en todo caso solo Quirinio solo pudo ser legado de Siria por vez primera en los años 3/2 a.C. (ya que es el único año del que no nos consta el nombre del legado de Siria. Luego, ¡¡no en tiempos de Herodes el Grande, que había muerto en el año 4 a.C.!!

Mi juicio sobre Lucas es que actúa en este pasaje como hagiógrafo y no como historiador concienzudo que controla todos sus datos. Y como hagiógrafo en ese momento está en el plano de la leyenda, no en el histórico. Casi seguro que Lucas se equivocó en la fecha del censo de Quirinio.

3ª dificultad: un censo romano no hubiera obligado a José a trasladarse a Belén. Además, su esposa no habría tenido necesidad alguna de acompañarlo. La razón ofrecida por el evangelista Lucas, la necesidad de que José se trasladara a Belén, al lugar de donde procedía la familia, es también inverosímil. Porque, como hemos dicho ya, un empadronamiento tenía motivos fundamental¬mente impositivos, de pagos fiscales a la hacienda imperial. Cada uno debía censarse y pagar sus tasas allí precisamente donde residía, no en donde era oriunda su familia. Los romanos no hacían censos tribales.

Además, María no era davídida, sino aarónida, si era pariente de Isabel (Lucas: José no era su padre biológico; y ella, María, era aarónida. Véase Lc 1,5: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel”.

O Flavio Josefo se equivoca o se equivoca Lucas: el lector debe escoger…

Por otro lado, Lucas es además inexacto con el sacerdocio de Anás: ni lo era en el año 29 (= año 15 de Tiberio), pues fue sumo sacerdote del 6-15… ni tampoco lo era con Caifás, sino simplemente su suegro influyente (Caifás fue sumo sacerdote del 18 al 36 d.C.). No era posible un sumo sacerdocio oficiado por dos sumos sacerdotes a la vez. Por tanto la formulación lucana es inexacta y no cuadra con las fechas del sumo sacerdocio de Anás.

En conclusión, Lucas como hagiógrafo solo sabe más o menos que Jesús nació en tiempos de Herodes y a partir de ahí fabula.

Además, los primeros cristianos no tuvieron interés… así que las leyendas debieron de formarse más bien tardíamente. Según el historiador judíos de los siglos XIX-XX Salomo Reinach y Ch Guignebert (que lo cita en su obra “Jesús”, hubo cristianos que tomaron al pie de la letra el texto de Jn 8,57 (véase la postal del día anterior: “Aún no tienes cincuenta años… y ya has visto a Abrahán…”) y pusieron la muerte de Jesús en tiempos de Claudio (entre el 41 y el 54)!. Otros, en tiempos de Nerón hacia el 58. Otros situaron el nacimiento en el año 9 ( después de Arquelao!!!), y otros pensaron que la crucifixión fue muy pronto, hacia el 21 (cuando aún no gobernaba Poncio Pilato en Judea, que comenzó en el 26!!!). Es decir, tenemos aquí otras fabulaciones cristianas primitivas que tampoco hacen caso de la cronología de Lucas o la interpretan muy a su manera.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com 


Tomado de:

Tendencias 21
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