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3 de abril de 2019

El indio Gerónimo hablaba español

Las mentiras de las películas del Oeste conectan con otra maniobra de distracción: la que tapa a los responsables del exterminio nativo de EE UU.


Es bastante fácil encontrar a un español o un mexicano que, si le preguntas quién es Gerónimo, no acierte a contestar algo. Esto con independencia de su nivel cultural o de que tenga estudios superiores. Como mínimo sabrá decir que es un indio que sale en las películas de vaqueros. O algo así. Pero va a ser muy difícil tropezar con alguien en uno u otro país que sepa que Gerónimo hablaba español y que conozca siquiera aproximadamente la verdadera historia de este apache y los bendokes, su tribu; de Cochise y los chiricaguas, de Mangas Coloradas, Victorio, Pósito Moragas, Irigoyen, Ponce… Todos ellos jefes indios en las guerras apaches contra Estados Unidos, uno de los conflictos más sangrientos en la historia de este país en su conquista del Oeste. Aunque en realidad la insurrección apache había comenzado antes, tras la independencia de México. Parece que en la época virreinal no hay conflictos destacables y que los apaches vivían razonablemente integrados dentro del imperio.

Para que el lector se ubique es necesario que sepa que más de un tercio de lo que hoy es Estados Unidos fue en algún momento de su historia parte del imperio español. Estados Unidos ocupó en 1848 el 52% del territorio mexicano. Estamos hablando de más de dos millones de kilómetros cuadrados, o sea, la superficie de España multiplicada por cuatro. En esa franja aproximadamente estaba la Apachería, que es como se denomina la región en la que se asentaron los apaches cuando atravesaron las fronteras del imperio español en el siglo XVIII buscando protección frente a las feroces incursiones de los comanches. Es una pena, pero el paraíso indígena no ha existido nunca más que en los libros. El primer documento que menciona la existencia de los apaches se escribió en Taos en 1702. En 1720 llega allí una embajada apache solicitando permiso para asentarse en el territorio, permiso que es concedido por el gobernador español. Sigue un largo y difícil proceso para acomodar a los apaches en una región donde ya había otros pueblos que no sentían mucha simpatía hacia ellos (El silencio tiene un precio, E. Roca, Revista de Occidente, septiembre de 2018).

Todo esto va dicho para explicar que la puesta en escena mil veces repetida en el wéstern según la cual los blancos avanzan con sus carretas desde el oeste, por territorio inexplorado y habitado por tribus hostiles que nunca han tenido contacto con el hombre blanco, es completamente falsa, porque obvia la existencia de la verdadera realidad con la que el blanco protestante se tropezó conforme ocupaba la mayor parte de los territorios: un mundo hispanomestizo donde había pueblos y se hablaba español, entre otras lenguas. Más o menos lo mismo que había en Arizpe (hoy, en el Estado mexicano de Sonora), donde Gerónimo nació el 1 de junio de 1821. La localidad fue fundada por el jesuita Jerónimo del Canal, por eso el nombre era frecuente entre los bendokes. Estaban bautizados Gerónimo y sus padres, y se conservan las partidas de bautismo recientemente descubiertas (Apaches. Fantasmas de Sierra Madre, M. Rojas, 2008). Eran sedentarios y productivos, es decir, no se dedicaban a las correrías depredatorias. Eso vino después, cuando entre las autoridades mexicanas y las estadounidenses no les dejaron otra opción para sobrevivir.

Fuente:

El País (España)

20 de noviembre de 2018

El genetista italiano que desmontó el concepto de raza

Luigi Luca Cavalli Sforza, autor de '¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana', murió, el 4 de setiembre de 2018, a los 96 años en su casa de Belluno, en el norte de Italia.

“El racismo es un antiguo flagelo de la humanidad”. Esta frase la pronunció el genetista italiano Luigi Luca Cavalli Sforza, junto a su compañera Mary-Claire King, genetista estadounidense, delante de un comité del Senado americano el 17 de febrero de 1993. No se podría sintetizar mejor el legado de este gran científico, muerto el sábado a los 96 años en su casa de Belluno, en el norte de Italia.

Cavalli Sforza, al que todo el mundo llamaba simplemente “Luca”, nació en Génova en 1922. Estudió medicina, primero en Turín, y después en Pavía, cuando su profesor de anatomía Giuseppe Levi –que también tuvo como alumnos a los tres premios Nobel Rita Levi Montalcini, Salvador Luria y Renato Dulbecco– fue expulsado de la universidad en aplicación de las leyes raciales aprobadas por el régimen fascista en 1939. Se licenció en 1944 y, sin embargo, no era la medicina su verdadera pasión. Ya había comenzado a trabajar en las relaciones sexuales de las bacterias antes de licenciarse, pero fue la mosca de la fruta, la famosa Drosophila, la que le abrió el camino hacia su verdadera pasión: la genética.

No fue fácil trabajar en esos años –entre 1943 y 1945 Italia no solo combatía una guerra mundial, sino también una sangrienta guerra civil– pero Cavalli Sforza tuvo la suerte de encontrar a Adriano Buzzati Traverso, que se convertiría años más tarde en el primer profesor de genética de Italia. Empezó a viajar entre Italia, Reino Unido, Alemania y EEUU, donde, en Stanford, en 1970 acabaron ofreciéndole una cátedra, que mantuvo más de 40 años, aún sin perder sus contactos científicos y humanos con el viejo continente.

El artículo completo en: El País (España)

31 de octubre de 2016

El misterio de las 30 mujeres que colonizaron Madagascar

La isla africana fue ocupada hace tan solo 1.200 años por un grupo que recorrió más de 6.000 kilómetros para llegar.
                    La población actual de Madagascar es una mezcla afroindonesia
Madagascar es un país peculiar. No solo porque haya tenido un presidente que fue DJ o porque durante la pasada década se descubrieron 600 nuevas especies en su territorio. Esa isla gigantesca, del tamaño de la Península Ibérica, está a 416 kilómetros de África y, sin embargo, no fue colonizada hasta hace 12 siglos, y por indonesios, que tuvieron que recorrer más de 6.000 para alcanzarla. Prueba de aquella conquista improbable, además de su proximidad genética con malayos o polinesios, es el malgache, la lengua oficial del país, más parecida a las lenguas del sudeste asiático o de algunas islas del Pacífico que a cualquiera de las africanas.
Hace cuatro años, un grupo de investigadores de la Universidad Massey, en Nueva Zelanda, puso a prueba 40 millones de escenarios posibles en simulaciones informáticas para ver cuál explicaría mejor la composición genética de los habitantes de la isla en la actualidad. Investigaciones previas habían descubierto que el 30 % de los habitantes de la isla compartían la misma herencia mitocondrial, un tipo de ADN particular que solo se recibe de las madres. En una población normal, esa herencia compartida rondaría el 2%.

Sus resultados, publicados en la revista Proceedings of the Royal Society, consideraban probable la llegada hace 1.200 años de un grupo de colonos entre los que habría 30 mujeres. Esta estimación coincidiría con cálculos previos que sugieren que la población malgache actual, de algo más de 22 millones de habitantes, surgió a partir de un grupo pequeño que se multiplicó con rapidez. Los autores también aventuraban que la ocupación indonesia de la isla no era parte de un gran plan de conquista sino que fue llevada a cabo por una pequeña partida humana, similar a la que durante la misma época colonizó Nueva Zelanda. Massey planteaba incluso que se tratase de un grupo de refugiados desviados de su ruta por una tormenta y llevados por las corrientes marinas hasta Madagascar. Eso explicaría la presencia de mujeres, normalmente ausentes en los barcos mercantes.
Esta semana, un equipo internacional de científicos ha anunciado el descubrimiento de nuevas evidencias con las que reconstruir la llegada de aquellos pueblos lejanos a Madagascar. En un artículo publicado en la revista PNAS, identifican restos de cultivos encontrados en yacimientos arqueológicos como arroz o un tipo de judías asiáticas. Estas serían, según los autores, las primeras pruebas de la colonización de la isla desde el sudeste asiático.

Su análisis, que incluyó casi 2.500 especies vegetales obtenidas en 18 yacimientos de Madagascar, sus islas vecinas y la costa este de África, trató de diferenciar si las plantas eran de origen africano o habían llegado de algún otro sitio, y observaron que la primera opción era más frecuente en terreno continental o en las islas cercanas. En Madagascar, sin embargo, se detectaron cultivos asiáticos que debieron ser introducidos entre hace 1.000 y 1.200 años. Ese alimento, que trajeron con ellos en aquel viaje, planificado o no, está ayudando a los científicos a reconstruir la odisea de las treinta mujeres que llegaron desde el este para colonizar (junto a los hombres que las acompañaron) la mayor isla de África.

Fuente:

El País (España)

 

2 de septiembre de 2015

Revelan el verdadero origen de los indígenas de América del Sur

Los análisis a gran escala de ADN de varias tribus indígenas de América del Sur han revelado que los nativos amazónicos están emparentados con los polinesios y que no solo los antiguos habitantes de Siberia eran sus antepasados. 



De acuerdo con un artículo publicado en la revista 'Science', durante mucho tiempo los científicos creyeron que los antepasados ​​de los primeros habitantes de Sudamérica emigraron al continente procedentes de las regiones de Siberia y Altái, actualmente en Rusia, durante una sola ola de migración que se produjo hace entre 14.000 y 15.000 años.

Sin embargo, cuando en 2012 se resolvió el misterio del hombre de Kennewick, cuyos datos genéticos lo aproximan a los aborígenes de Oceanía y Australia, muchos investigadores empezaron a creer que los antepasados ​​de los nativos americanos llegaron al Nuevo Mundo en al menos tres oleadas migratorias.

Por su parte, David Reich, de la Universidad de Harvard (EE.UU.), y sus colegas, entre ellos una docena de genetistas rusos, compararon genomas de indígenas antiguos y modernos con el ADN de los polinesios, melanesios y otros pueblos del mundo. Y descubrieron que los genomas de algunas tribus del Amazonas y otras regiones de América del Sur además del genoma siberiano contenían manchas pequeñas pero claramente visibles de ADN melanesio y austronesio no procedente de Asia o Europa, sino de las islas Andamán y Nueva Guinea.

Reich explica que esto demuestra que sus antepasados estuvieron en contacto con los indígenas de Oceanía y Australia, lo que parece confirmar la teoría de varias olas migratorias. Pero, por otro lado, según el científico, el gran número de mutaciones en los segmentos de ADN melanesio significa que fueron adquiridas por los antepasados de estas tribus mucho antes de cruzar el puente de tierra de Bering y se convirtieran en los actuales indígenas.

Así, el reciente análisis hizo que entre los investigadores volviera a tomar fuerza la teoría de una sola migración. Sin embargo, todavía sigue siendo un misterio cómo los antiguos austronesios y melanesios, que vivían en zonas de clima cálido en los trópicos y el ecuador, pudieron alcanzar el sur de las regiones de Siberia y Chukotka, mezclarse con sus habitantes y junto con ellos emigrar a América del Sur. 

Fuente:

Actualidad RT

19 de julio de 2015

Nuestro cerebro puede tener prejuicios incluso contra nuestra propia raza, y ni nos damos cuenta

La división del ser humano entre razas es una clasificación ideológica o estética cargada de prejuicios, no una verdad científica: las razas no existen. Y, aunque no lo parezca desde nuestra perspectiva, la discriminación racial sucede en todos los grupos étnicos, incluso dentro del mismo grupo.
Es un tipo de racismo menos evidente, que muestra algo que los antropólogos y neuropsicólogos llevan tiempo señalando: el prejuicio racial es una cuestión cultural, independiente incluso de nuestra propia etnia. Y un test de la Universidad de Harvard lo pone de manifiesto en poco más de 10 minutos.

¿Existe el racismo dentro de la misma raza?

Den FujitaLa respuesta corta es sí. Den Fujita, por ejemplo, introdujo McDonald's en Japón en los años 70, y la convirtió en la primera cadena de comida rápida capaz de seducir a la sociedad japonesa. Con un marketing tan agresivo que, en varias de sus charlas durante los 70, Fujita llegó a aseverar que “los japoneses somos amarillos y bajitos porque no hemos comido nada más que arroz y pescado durante los últimos 2.000 años. Si comemos hamburguesas y patatas fritas de McDonald’s durante los próximos mil años seremos más altos, nuestra piel se volverá blanca y nuestro pelo, rubio”.
Fujita estaba reconociendo un prejuicio explícito hacia su propia etnia. El mismo que ahora mismo viven en Corea del Sur con una obsesión por la cirugía estética para "suavizar" sus rasgos que les ha llevado a ser líderes mundiales en gasto per capita en el asunto. Con una diferencia sobre Occidente: las operaciones buscan un look muy concreto, que algunos cirujanos surcoreanos denominan "occidentalizado".
Korean BeautyOcho candidatas distintas a Miss Korea 2013.
La presión social -operarse antes de ponerse a buscar trabajo, por ejemplo- ha llevado a quecerca del 20% de los jóvenes del país se sometan a procedimientos para cambiar la forma de su cara y llevarla a un ideal de ojos más abiertos y mandíbulas limadas.
Con un problema adicional: la influencia de la cultura pop coreana en países como China está llevando a que el fenómeno se extienda fuera de sus fronteras, con miles de personas viajando al año al distrito de Gangnam -sí, ese Gangnam- para cambiar sus orígenes... Hacia un estereotipo clónico.

Ojo, también hay racismo "heredado"

Aunque no siempre sea evidente, o nuestra perspectiva de ello acertada. Por ejemplo, desde nuestra perspectiva eurocéntrica la mayor parte de los conflictos étnicos africanos pueden parecernos incomprensibles a priori, con el genocidio ruandés a la cabeza.
Pero la mayor desgracia racista desde el Holocausto nazi obedecía a raíces coloniales, a un racismo más conocido: el del hombre blanco sobre el “pobre salvaje” africano. Fueron los belgas quienes exacerbaron la separación entre tutsis y hutus. A principios del siglo XX, el Gobierno belga se apoyaba en teorías racistas para promover esa dominación entre etnias:
"El gobierno debe esforzarse en mantener y consolidar las estructuras tradicionales compuestas por la clase dirigente Tutsi, por sus importantes capacidades, su innegable superioridad intelectual y su potencial para liderar”.
El resultado: cerca de un millón de tutsis exterminados poco más de medio siglo después a manos de la mayoría hutu. A pesar de que entre ambos grupos no había diferencias étnicas evidentes, demostrando otra vez que cualquier creencia en la superioridad de un ser humano sobre otro -étnica, religiosa, política, clasista, de género- es un peligro para la Humanidad en general.
Pero sí, el prejuicio racial dentro de la propia raza existe, incluso en las mentes más progresistas. Y el estudio de los comportamientos implícitos lo pone de manifiesto.

¿Qué son los prejuicios implícitos?

Los comportamientos implícitos modulan nuestra existencia, aunque no seamos conscientes de ello. Atribuimos ciertos valores propios a los demás mediante su apariencia externa o ciertos detalles conocidos, desde la ropa que llevan hasta el color de piel, pasando por la religión, el trabajo o demás factores. Su estudio proporciona herramientas a varias disciplinas, desde la neurología hasta el marketing o la gestión empresarial. Y, lo más sorprendente, también nos descubren que ciertas actitudes inconscientes pueden sobrepasar incluso nuestra "pertenencia" a una raza, o lo que nos decimos a nosotros mismos sobre nuestras ideas.
El mejor ejemplo de este “prejuicio implícito” lo descubrió Theodore R. Johnson, escritor y exoficial de la Armada estadounidense, en The Atlantic. Johnson se sometió a los Test de Asociación Implícita de The Implicit Project. Los test son baterías de pruebas de entre 10 y 15 minutos de duración diseñadas por los psicólogos e investigadores de la Universidad de Harvard para enseñarnos que “no siempre sabemos todo lo que pensamos”.
Y cubren más de 90 materias: preferencias políticas, deportes, cultura… Entre ellos, destaca el de la percepción de las razas. Las pruebas son simplespiden clasificar imágenes de rostros incompletos entre razas y, al mismo tiempo, asociar palabras con los valores “bueno” y “malo”. Poniendo especial énfasis en que se hagan a la mayor velocidad posible, para que no podamos responder de forma consciente. Porque nos mentimos. Y mucho.
Johnson se sometió al test y su descubrimiento le provocó “una minicrisis existencial”: los resultados revelaban que tenía una “fuerte preferencia automática sobre los euroamericanos [los blancos] frente a los afroamericanos”. ¿La crisis vino porque Johnson comprobó que tenía prejuicios raciales a su pesar? Sí, pero con un problema añadido: Theodore R. Johnson es negro.
Theodore Johnson, de la Armada a Harvard
Johnson no está solo. Varios estudios que usan The Implicit Project -con más de cinco millones de pruebas realizadas durante la década pasada- demuestran que los norteamericanos en general tienen prejuicios implícitos hacia los negros aunque ellos mismos lo sean.

¿Todos tenemos prejuicios?

Todavía estamos intentando descubrirlo. Los estudios de Mahzarin Banaji, la principal impulsora de The Implicit Project, aún investigan si es posible cambiar nuestros estereotipos -respuesta actual: sí, pero poquito-, si es posible "curar" el racismo. Banaji cree que
"Los prejuicios implícitos vienen de la cultura. Creo que son la huella dáctilar de la cultura en nuestras mentes. Los seres humanos tienen la capacidad de aprender a asociar dos conceptos muy rápidamente. Eso es innato. Lo que podamos enseñarnos a nosotros mismos, lo que elijamos asociar, es cosa nuestra"
Banaji apunta a lo mismo que todos los estudios disponibles sobre el tema: es posible educarnos contra el racismo, implícito o no. Pero cómo hacerlo todavía es problemático, aunque existan algunas recetas.
La principal es el tiempo: nuestros cerebros pueden tomar decisiones inconscientes con muy poca información (unos 16 bits, comparado con los aproximadamente 11 millones de bit que puede procesar por segundo), que vayan incluso en contra de nuestros comportamientos explícitos. Contratar a alguien de la misma raza, en el caso de las minorías norteamericanas, puede verse afectado por esos prejuicios si el que decide no se toma su tiempo para considerar el asunto de forma consciente. Es sólo un ejemplo de cómo puede afectar el prejuicio implícito a la toma de decisiones dentro de la misma etnia.
El problema es que, cuando se intenta educar contra los estereotipos -otra de las recetas que dan los estudios sobre la materia- surge un problema de base: hay que hacerlo sobre los estereotipos ya construidos.

El experimento del Colegio Fieldston

Fieldston Ethical Culture SchoolFieldston es un nombre propio en la educación progresista neoyorquina, un colegio de los de 40.000 dólares al año, galería de exalumnos notables (Sofia Coppola, por ejemplo) y énfasis en la "educación ética". Uno de sus experimentos de este año consistía en "segregar" temporalmente a los estudiantes de primaria en grupos raciales. Para que entendiesen que existe el racismo y empezar a meter en sus cabecitas la idea de que está mal. El problema -aparte del experimento en sí, discutible- es que los padres han montado en cólera... Porque se han quedado cortos de razas y etnias.
El colegio dividía a los alumnos en "grupos de afinidad étnica", dándose el caso de que un padre judío ha puesto el grito en el cielo porque "sentar a mi hijo con los blancos es negar los prejuicios a los judíos". Y sabe de qué habla: ese padre vio de niño como el Ku Klux Klan le prendía fuego a su sinagoga. O el caso de una madre dominicana que es "de raza negra y origen latino, ¿qué casilla tienen que marcar mis hijos?". Aunque se declara a favor del experimento porque "en la vida, hay gente que marca esas casillas por ti".
Los test ofrecidos por la Universidad de Harvard no se quedan sólo en la raza: también incluyen el género o, en el caso español, la percepción que tenemos de los nacionalismos y nuestros propios prejuicios hacia catalanes o madrileños. Con sólo 15 minutos, podremos empezar a aprender si nuestra mente inconsciente no es tan abierta como nos gustaría... Y dar el primer paso para arreglarla.
Fuente:

28 de abril de 2015

Los americanos, hijos del colonialismo y la trata de esclavos



    Un análisis genético muestra el peso de la colonización española y la esclavitud africana en las poblaciones americanas actuales


    Niños jugando con portátiles en una escuela en Virginia, EE UU. 

    La historia de América está escrita en los genes de los americanos de hoy. Un amplio estudio genético muestra cómo el mestizaje es la norma entre las poblaciones americanas. Esa mezcla tiene dos grandes aportaciones: el colonialismo español y la trata de esclavos. Pero el trabajo revela unas cuantas sorpresas como la alta presencia de vascos o africanos orientales en los genes de América.
    Investigadores británicos e italianos han comparado el acervo genético de decenas de pueblos europeos, africanos y hasta asiáticos con los genes de 2.500 individuos de distintas zonas del continente americano. La comparación se ha apoyado en la combinación de mutaciones (alelos) presentes en los cromosomas. Este enfoque en el llamado haplotipo se aprovecha de la fortaleza que da la gran variabilidad del genoma humano: si un grupo de individuos, aunque unos vivan en México y los otros en España, comparten alelos es que deben tener un ancestro común.
    El estudio, publicado en Nature Communications, detalla lo que los libros de historia solo apuntan. Es obvia la aportación genética de los colonizadores españoles, pero no tanto cómo la presencia de genes vascos en América que, aunque reducida en comparación a otros pueblos, está muy extendida en países como México, Venezuela o Colombia. La historia de los esclavos arrancados de África también es harto conocida, pero la genética desvela detalles sorprendentes, como una significativa presencia de genes originarios de lo que hoy es Kenia, país del este africano alejado del Golfo de Guinea, tradicional zona donde los mercaderes salían a cazar hombres.
    "Hemos comprobado que el perfil genético de los americanos es mucho más complejo de lo que se creía", dice el profesor del departamento de zoología de la Universidad de Oxford y principal autor del estudio, Cristian Capelli. Esa complejidad, por ejemplo, se comprueba en la gran variedad que hay entre las actuales poblaciones y lo que queda entre ellas de los primeros pobladores, los amerindios.
    El artículo completo en:

    14 de abril de 2015

    Descubren que los europeos tenían la piel negra hace solo 8.000 años

    Al hablar actualmente de Europa se tiende a hacer una asociación con personas de tez blanca. Sin embargo, un nuevo estudio realizado por laUniversidad Estatal de Pensilvania ha determinado que el actual tono de piel llegó a esta región hace relativamente poco tiempo, apenas8.000 años. Tal y como afirma la revista «Science» (donde se ha hecho público el estudio) antes de esa fecha los habitantes de la susodicha región contaban con una tez oscura.

    Mapa de europa
    Para llegar a esta conclusión, los expertos han comparado 83 muestras de ADN diferentes procedentes de otros tantos restos humanos hallados en multitud de yacimientos arqueológicos europeos. En base a estas pesquisas, los investigadores han averiguado, en primer lugar, que lo que hoy en día entendemos como raza «europea» es una mezcla de, al menos, tres poblaciones antiguas de cazadores y recolectores que llegaron a Europa en una serie de migraciones acaecidas en los últimos 8.000 años.
    Entre las mismas, destacaría la que hicieron los pastores de la cultura «Yamnaya» desde las estepas del norte del Mar Negro, un pueblo que habría traído consigo las lenguas indoeuropeas hace 4.500 años. Todas estas migraciones son las que, en definitiva, hicieron que en Europa comenzase a prevalecer la piel blanca sustituyendo. Una vez en la región, ya solamente hubo que esperar para que las diferentes poblaciones se unieran.

    Una serie de migraciones

    El equipo ha establecido que, hace 8.000 años, los habitantes de regiones de Europa central y meridional como España, Luxemburgo y Hungría contaban con una tez más oscura debido a que carecían de los genes SLC24A5 y SLC45A2 (los cuales provocan la despigmentación de la piel). Aunque no sucedía lo mismo en regiones como el sur de Suecia, en las cuales no sólo tenían dichos componentes dentro de su organismo, sino también –entre otros- un tercero (el HERC2 / OCA2) que les hacía tener los ojos azules y el pelo rubio.
    Posteriormente, una serie de sucesivas migraciones desde el Cercano Oriente provocaron la llegada hasta Europa de pueblos que sí contaban con dichos genes. Así pues, a medida que estos cazadores y recolectores se asentaban en su nuevo «hogar», extendían consigo sus especiales características de ADN.
    Estos datos han venido de la mano de los genetistas de la Universidad de Harvard Iain Mathieson y David Reich, quienes –tras estudiar los genomas de las diferentes muestras- descubrieron cinco genes asociados directamente con la pigmentación de la piel.

    Una dieta diferente

    El equipo también se ha percatado de que algunos de los genes hallados tienen relación con variaciones en lo que respecta a la altura y a la dieta. Así pues, la cultura «Yamnaya» trajo consigo un ADN más proclive generar seres humanos con mayor altura. Esto, unido a la dieta y las temperaturas de cada región, llevó a que los humanos tuvieran una estatura media concreta en cada zona de Europa.
    Por otro lado, los investigadores también han averiguado que los pobladores de Europa tuvieron que esperar hasta hace aproximadamente 4.300 años para poder digerir y tolerar el azúcarde la leche, pues antes les era imposible
    Tomado de:

    17 de mayo de 2013

    Escándalo por la tesis sobre el coeficiente intelectual de los hispanos

     La tesis de la discordia
    • El revuelo surgió la semana pasada tras la difusión de un informe de la Fundación Heritage en el que se calculaba en millones y millones de dólares el costo que supondrá la reforma migratoria que el gobierno de Barack Obama quiere sacar adelante.
    • Dylan Matthews, periodista del Washington Post, reveló que Jason Richwine, coautor del citado informe, había escrito años atrás su tesis doctoral sobre la relación entre el coeficiente intelectual y las políticas de inmigración.
    • Días después de conocerse este dato, Richwine presentó la renuncia a su cargo en la Fundación.
    • La tesis doctoral fue escrita en 2009, y fue supervisada y aprobada por tres catedráticos de prestigio de la Universidad de Harvard: George Borjas, Christopher Jenks y Richard Zeckhauser.
    Marcha para la reforma migratoria

    La controversia surge en un contexto particular de discusión de la reforma migratoria en EE.UU.

    Establecer una asociación entre coeficiente intelectual y raza es un riesgo que puede desencadenar airados debates.

    Así lo ha atestiguado la comunidad académica estadounidense durante los últimos días, tras el escándalo surgido por una tesis doctoral en la que se asegura que algunos grupos como los hispanos o los negros tienen un cociente intelectual, CI, más bajo que los asiáticos o los blancos.
    La tesis, realizada en 2009, salió a la luz la semana pasada a raíz de un estudio de la Fundación Heritage, un grupo de análisis de carácter conservador con sede en Washington DC.

    El autor de la tesis, Jason Richwine, renunció a su cargo de analista de políticas públicas en la fundación y desde entonces rehúye el contacto con la prensa.

    Sin embargo, la controversia, lejos de diluirse, ha ido cobrando fuerza con el paso de los días.
     
    El coeficiente intelectual en tela de juicio
     
    Científicos de la Universidad Western de Canadá y el Museo de Ciencia de Londres difundieron el pasado diciembre una investigación en la que aseguran que el coeficiente intelectual ha quedado obsoleto para establecer el nivel de inteligencia real de una persona.

    La principal carencia de este mecanismo, constataron, es que no toma en cuenta "la compleja naturaleza del intelecto humano con todos sus distintos componentes".

    El profesor Roger Highfield, del Museo de Ciencia de Londres, le explicó en su momento a BBC Mundo que "los resultados desmienten de una vez por todas la idea de que una sola medida de inteligencia, como el CI, es suficiente para capturar todas las diferencias en la capacidad cognitiva que vemos entre las personas".
    El analista y escritor venezolano Moisés Naím incide en este punto.

    Concepto de latino o hispano

    El término hispano o latino en EE.UU. lo utiliza la Oficina del Censo para referirse a "una persona de origen cubano, mexicano, puertorriqueño, centro o sudamericano o de otra cultura u origen español, independientemente de su raza".

    En una columna publicada en el diario español El País sostuvo que "entre los científicos sociales no hay consenso acerca de qué es lo que miden los test que estiman el cociente intelectual" y se preguntaba: "¿Miden inteligencia o más bien miden la capacidad de responder bien a ese tipo test? Y si miden inteligencia, ¿qué tipo de inteligencia es?".

    Lea el artículo completo en:

     BBC CIencia


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    28 de noviembre de 2012

    Sorprendente: 5 Tendencias en la Evolución Humana

    Cuando se habla de evolución humana, vaya uno a saber por qué, pero la gente tiende a pensar enseguida en cómo vamos a ser en el futuro. ¿Hacia dónde nos llevará la evolución? La respuesta simple, rápida, y científica es que no se sabe, ya que la evolución es azarosa. Pero lo cierto es que hay algunas tendencias en la evolución humana que se ha comprobado que vienen afectando a nuestra especie durante miles o millones de años, y que seguirán actuando. Así es que si bien la futurología no se lleva bien con la evolución, estas tendencias observables nos permiten acercarnos un poco. 

    El futuro de la raza humana es un tópico constante de la literatura de ciencia ficción, y se ha vuelto popular entre algunos filósofos evolucionistas a los que les gusta especular científicamente sobre el tema. Por lo general suelen errar por mucho, imaginando humanos cabezones, con súper cerebros, y súper inteligencia; otros  dicen que la evolución ha dejado de actuar sobre nosotros, ya que, mediante la tecnología y la cultura hemos tomado las riendas de nuestra propia evolución. A veces prestan atención a las tendencias reales que se pueden observar en la evolución humana y las llevan a los extremos. Pero nosotros no haremos futurología, sino que exploraremos cinco de esas tendencias en la evolución humana, ese camino que venimos siguiendo como especie desde hace millones o miles de años, dependiendo del caso. 

    evolución humana

    1-Nuestro cerebro se está achicando

    Empezamos tirando abajo el mito del humano de cerebro gigante del futuro, ya que, es un hecho comprobado que durante las últimas decenas de miles de años, el cerebro se ha ido achicando en el Homo sapiens. Si estudiamos a los fósiles desde el primer humano, el Homo habilis, podremos ver que desde ellos hasta image nuestra especie, la tendencia evolutiva fue hacia un aumento en el tamaño del cerebro. Pero alcanzamos un pico hace unos cien mil años, momento en que el cerebro llegó a el máximo de tamaño, tanto en nuestra especie, como en nuestros parientes los Neandertales

    Habiendo dicho esto, queda en claro que la evolución no ha dejado de actuar sobre nosotros. Hay evidencias de que no sólo no dejamos de estar sometidos a la selección natural, sino que estamos evolucionando cada vez más rápido. Una de esas evidencias, es el análisis de cráneos y de nuestros genes, que indican que durante los últimos 10 mil años el cerebro humano se ha achicado, al menos una media de unos 150 centímetros cúbicos. Para que nos demos una idea, la media actual es de unos 1350 centímetros cúbicos, para el tamaño cerebral. En el pasado, teníamos al menos un diez por ciento más de tamaño promedio. ¿Esto implica que nos estamos haciendo más estúpidos? Para nada, el tamaño del cerebro no sólo tiene que ver con la inteligencia. Se cree que tal vez la sociedad sedentaria que caracterizó al ser humano durante los últimos 10 mil años, con el desarrollo de la agricultura, ha favorecido una adaptación a cerebros más chicos. Si sopesamos que el cerebro es un terrible consumidor de energía, entonces es claro que la selección natural actuará para reducirlo, si no lo necesitamos tan grande. Y por lo que se viene descubriendo, su gran tamaño no sólo tenía que ver con la inteligencia, sino con nuestra adaptación a ser una especie muy activa, y corredora.

    2-Estamos perdiendo el olfato

    image El ser humano es un primate, y como todos los primates, nos hemos distanciado del resto de los mamíferos no sólo por nuestro gran cerebro, sino por haber primado el sentido de la vista, dejando un tanto de lado el olfato. Esta es una tendencia evolutiva que se puede observar en los últimos 55 millones de años de historia de los primates. En las demás especies de primates, como chimpancés y gorilas, no se ha observado que la tendencia a dejar de lado el olfato siga, pero en nuestro caso sí. De los más o menos mil genes destinados al olfato que hemos heredado de nuestros antepasados comunes con el resto de los mamíferos, al menos unos 300 han quedado disfuncionales por mutaciones que han alterado su estructura más allá de cualquier reparación posible, según se ha podido descubrir cuando los genetistas lograron decodificar nuestro genoma completo. Por eso es que un perro tiene una capacidad olfativa un millón de veces superior a la nuestra. Un estudio reciente, publicado en Molecular phylogenetics and evolution, indica que esta tendencia sigue activa, por lo que, con cada generación, nuestro olfato irá empeorando.

    3-Se nos achica la boca

    Los chimpancés y los gorilas son nuestros parientes evolutivos más cercanos. Son primates como nosotros, pero nos separa una adaptación a un medio totalmente distinta. Ellos son principalmente vegetarianos, nosotros somos omnívoros, es decir, comemos cualquier cosa. Un gorila puede chimpancé pasar gran parte de su día masticando con sus grandes dientes moledores de hojas, y su inmensa bocota, para poder guardar lo máximo posible mientras se mastica bien, ya que sino no podrá digerir la celulosa vegetal. Semejante animalote, requiere muchas calorías, lo que significan muchos vegetales. El último antepasado común que tuvimos con ellos se cree que vivió hace unos 7 millones de años. Nuestra línea evolutiva se separó cuando una especie de primate por esa época comenzó a caminar en dos patas. Hace 3 millones de años vivían en África los australopitecos, nuestros antepasados homínidos. Ellos caminaban en dos patas, pero tenían una alimentación parecida a la de los chimpancés. Grandes dientes moledores, bocas grandes, lo que indica que comían frutos, tubérculos, y otros vegetales. 

    Pero con la aparición de los primeros humanos, especialmente con los Homo erectus, hace unos 1,5 millones de años, se inició una tendencia evolutiva hacia la disminución del tamaño de la boca, y de los dientes. Fue una adaptación al nuevo tipo de alimento que predominaba en la dieta de aquellos humanos, que fue la carne. Esa carne proporcionaba más calorías, y al parecer también ya dominaban el fuego, y tal vez la cocina, por lo que cada vez se tuvo que masticar menos para conseguir más calorías. Nuestro gran cerebro se transformó en un terrible demandante de calorías, así que una alimentación más eficiente era bienvenida. Por eso, tener una boca grande, ya no era una ventaja, ni tampoco los dientes grandes. Con la cocción de los alimentos, y la llegada de la agricultura, nuestra boca se ha ido achicando cada vez más. Los dientes también están en una tendencia pro achique, pero al parecer más lenta, lo que produce que cada vez haya más gente que necesite ortodoncia. Esta tendencia nos lleva hacia la que sigue en la lista.

    4-Perderemos la muela de juicio

    Los mamíferos se separaron de los reptiles hace unos 200 millones de años, y su principal adaptación al medio fueron los dientes. Estos se volvieron especializados, para muela de juiciorealizar diferentes trabajo y poder hacer más eficiente la alimentación. Incisivos para cortar y arrancar, premolares para morder, y molares para masticar y moler. Como veíamos antes, en los primates predominó una adaptación a comer frutos blandos y duros, por lo que esta especialización también era buena. Pero en nuestra especie las muelas moledoras ya dejaron de tener mucha importancia, porque comenzó a comer carne y a cocinar sus alimentos, así que no hacía falta masticar durante horas y horas, por lo que hacer crecer muchos molares se transformó en una gasto excesivo de energía. La selección natural está actuando actualmente contra la llamada muela de juicio, el tercer molar. En las épocas prehistóricas, la muela de juicio salía cuando la persona ya se había desarrollado por completo, es decir cuando se consideraba adulta para una sociedad cazadora recolectora, más o menos a los 16 años. 

    Actualmente se ha retrasado su aparición, y en muchos casos ya ni siquiera aparecen o sólo sale uno de los cuatro terceros molares. Como la boca se ha achicado mucho, ya no hay espacio para ese tercer molar, así es que por lo general es una causa de infecciones, problemas de ortodoncia, dolores, etc. En poblaciones como los aborígenes de Tasmania o los pobladores originarios de México, las muelas de juicio desaparecieron por completo, se cree que relacionado a un gen llamado PAX9. La tendencia en el resto de los humanos es a perder este diente vestigial.

    5-Desaparecerán las razas

    image

    El concepto antropológico de raza se relaciona con las gran variedad que tiene el Homo sapiens, una especie muy flexible y fácilmente adaptable. Hace dos millones de años, cuando los Homo erectus evolucionaron en África, se adaptó a un ambiente de sabana, con pocos árboles, y mucho sol. Como era una especie corredora, perdió el pelaje característico de los primates como una adaptación a refrigerar mejor el cuerpo, con glándulas sudoríparas por casi toda la piel. Ese pelaje solía proteger la piel del sol, pero otra adaptación tomó la posta de protegernos de los dañinos rayos ultravioleta: la pigmentación de la piel. Así es que los primeros humanos eran de piel negra. Pero a cuando comenzaron a colonizar otras regiones de latitudes más altas, como Europa o Asia, la piel oscura era una contra para una eficiente síntesis de la vitamina B, tan importante para nuestro sistema inmunológico, y que se logra gracias a esos rayos ultravioleta sobre la piel. El asunto es que en latitudes más altas, hay menos de estos rayos UV, y tener una piel oscura significa que cuesta diez veces más sintetizar la vitamina B. Así fue que se volvió a la piel pálida que caracteriza a otros primates como los chimpancés, ya que al no ser tan dañinos los rayos UV, en esas latitudes, no se necesitaba una pigmentación oscura de la piel. 

    Así fue que surgieron diversas adaptaciones climáticas, como la forma de la nariz, del cabello, etc. Pero desde la era de la Exploración, que comenzó hace unos 500 años, las culturas humanas alrededor del mundo no dejan de cruzarse, y mezclarse. Esas migraciones forzadas o no, llevaron a diversas poblaciones a mudarse a regiones totalmente diferentes a las que los habían cobijado durante siglos. Hoy en día existen diversos problemas de salud relacionados con personas de piel oscura viviendo en latitudes altas, con pocos rayos UV, y también de gente con piel clara viviendo en zonas ecuatoriales, con alta radiación solar. Pero la tendencia es hacia la mezcla total, por la globalización. Algunos expertos, como Peter Ward, creen que desaparecerán los extremos, con una población de cabello marrón y media estatura, desapareciendo los rubios, los ojos celestes, los pelirrojos, y los colores de piel muy claros o muy oscuros. 

    Esta última tendencia, es más especulativa, ya que es algo que ha ocurrido en apenas los últimos siglos, o décadas, por lo que todavía es imposible ver en nuestros genes si efectivamente la selección natural está actuando. La evolución humana ha intrigado a cientos de científicos desde que Darwin nos arrojó del pedestal y nos unió al resto de los animales, afectados por la evolución. El hecho de que hayamos cambiado tanto, que estemos cambiando, y lo sigamos haciendo es intrigante, llama a la especulación. Pero la forma en que actúa la evolución es azarosa y dependiente de cómo evolucione el entorno, el ecosistema, así que sin saber cómo estará el planeta en el futuro, o siquiera si seguiremos estando en este planeta, es casi imposible hacer futurología.

    Para más información también puede leer mi libro Modelo para armar.


    Tomado de:

    Sinapsit

    13 de agosto de 2012

    Por qué un blanco (probablemente) nunca ganará los 100 metros planos


     De los 500 mejores tiempos de la historia de los 100 metros lisos, tan sólo 6 corresponden a atletas blancos. Algo parecido pasa en las pruebas de resistencia, totalmente dominadas por los keniatas -han ganado 13 de las últimas 14 maratones de Boston. Comparados con los caucásicos, los atletas africanos tienen huesos más densos -¿por eso son malos en natación?-, menos grasa corporal -¿también esto influye en la natación?-, caderas más estrechas, piernas más largas, muslos más gruesos y “gemelos” más ligeros que los blancos. Pero eso no es todo. En este artículo se trata de dar una explicación fisiológica a tan tamaña desviación estadística en cuanto a rendimiento atlético.


    Resistencia: una cuestión de eficiencia energética
     
    Las pruebas de resistencia son dominadas por atletas que provienen de una pequeña región de Kenia de apenas 3 millones de habitantes -Kalenjin-, mientras que los mejores esprinters son atletas africanos de la otra parte del continente, de la África occidental.
    Bengt Saltin, fisiólogo sueco del Copenhagen Muscle Research Centre de Dinamarca, ha investigado la supremacía keniata en el atletismo de fondo. Los hallazgos llevados a cabo por este equipo científico han descartado la mayoría de las explicaciones populares a este fenómeno: la altitud, la dieta, y el que los niños van corriendo a la escuela. En cuanto al consumo de oxígeno, los keniatas arrojaron valores similares a los escandinavos; en lo correspondiente a la dieta, más bien es al contrario, su dieta no es rica en aminoácidos esenciales, vitaminas o grasas; y finalmente, la hipótesis de la actividad física en la infancia tampoco resultó verdadera, los niños keniatas son tan activos como los daneses.
    La clave parece residir en la habilidad de los keniatas para resistir la fatiga, para no dejarse vencer por el lactato. El ácido láctico se genera cuando se ha llegado al límite del consumo de oxígeno; entonces ya no se puede generar energía de forma aeróbica -con consumo de oxígeno-, y se comienza a sacar partido de la fermentación láctica, lo que produce como subproducto el lactato, que se acumula en la sangre, acidifica el medio celular y merma el rendimiento. El grupo de Saltin descubrió que, con el mismo oxígeno de partida, los keniatas eran capaces de correr una distancia un 10% mayor que la que corrían los europeos; es decir, al igual que un coche más aerodinámico, estos realizaban un consumo de “combustible” más efectivo que los europeos.
    ¿Qué tenían los keniatas que los hacía “más aerodinámicos”? El grupo de Saltin encontró que las diferencias más importantes se daban en la masa muscular de los “gemelos” -múculos gastrocnemios, que se encuentra en la parte posterior de la pierna entre la rodilla y el tobillo. Los atletas africanos tenían como promedio 400 gramos menos de “carne” en cada pierna. Cuanto más lejos del centro de gravedad -que suele estar en torno a la cintura- se encuentre el peso, más energía es necesaria para moverlo. El grupo de Saltin calculó que añadir 50 gramos de peso en los tobillos incrementaba el consumo de oxígeno en un 1%, por lo tanto, según Saltin, los gramos de menos que tienen los gemelos de los keniatas, se traducían en un ahorro de un 8% de consumo por cada kilómetro recorrido. En definitiva, en palabras de Henrik Larsen, otro investigador del Copenhagen Muscle Research Centre de Dinamarca: “los keniatas son corredores más resistentes porque emplean menos energía en mover sus piernas.”
    En posteriores estudios también se descubrió que el músculo esquelético de los corredores keniatas posee, en cantidades mayores de las promedio, una enzima que se encarga de bajar la producción de lactato, llevando las reacciones bioquímicas de obtención de energía hacia la oxidación de ácidos grasos. Según el autor, los altos niveles de esta enzima se pueden deber al entrenamiento, pero en su opinión, “tiene grandes posibilidades de ser un mecanismo genético”.
    Resultados similares en consumo de oxígeno y niveles de enzima y lactato fueron encontrados en un grupo de corredores negros del Sur de África, cuyos “tiempos” son similares a los de los keniatas.
    Además de esto, está el hecho de que los keniatas son fenotípicamente delgados y ligeros (50 o 60 kilogramos de media). Es decir, que no es sólo que sus piernas sean más livianas, sino que todo el “chasis” pesa menos.
    Y finalmente está el tema de las fibras musculares, lo que para muchos es el factor clave de la supremacía keniata (y africana en general) en las pruebas de resistencia. Existen dos tipos de fibras musculares: tipo I o roja, de contracción lenta; y tipo II o blanca, de contracción rápida. Los corredores de resistencia tienen hasta un 90% de fibras tipo I, que tienen una densidad vascular elevada y muchas mitocondrias -orgánulos celulares que se encargan de producir energía en presencia de oxígeno.
    SI juntamos todos los datos, tenemos que los keniatas tienen poca masa muscular en sus piernas, pesan poco, y encima la escasa masa muscular que tienen es tremendamente eficiente para obtener energía aeróbica -con oxígeno- y así producir muy poco lactato. Además, por si fuera poco, tienen una carga enzimática superior para recurrir antes a los ácidos grasos que a la fermentación láctica. El resultado: que de una misma cantidad de combustible obtienen mucha energía, sin pagar peaje ninguno -producción de ácido láctico-, y encima van en un coche más ligero, con lo que pueden viajar mucho más tiempo por la autopista y así llegar más rápido a su destino.

    Velocidad: negros con fibras blancas
     
    Y en el otro extremo del atletismo, están los mejores sprinters, que también son negros, aunque en este caso del África occidental. (Y todos sus descendientes de EEUU, Jamaica, Bahamas, Grenada, etc...) Y aquí, paradójicamente, nos encontramos también en el otro extremo fisiológico: los atletas del oeste africano son más altos y pesan hasta 30 kilogramos más que sus parientes del sureste. Pero la diferencia más reseñable está en el tipo de fibra muscular: los sprinters negros tienen un porcentaje más alto de fibras blancas tipo II -las de contracción rápida- que el resto de los mortales, incluidos los keniatas. Estas fibras funcionan de manera totalmente contraria a las rojas tipo I: están especializadas en producir energía de manera rápida y explosiva sin recurrir al oxígeno. Las fibras tipo II obtienen casi toda su energía de la fermentación láctica. El resultado: no son buenos en carreras largas -sacan poca energía del oxígeno y mucha del sistema anaeróbico por lo que acumularían mucho lactato-, pero en distancias cortas -donde casi toda la energía se obtiene en anaerobiosis por que estás en esfuerzo máximo y la corta duración no da tiempo al efecto inhibitorio del lactato- están comodísimos, y de esta manera consiguen marcas tan espectaculares como las que consigue el genial Usain Bolt.

    El porqué evolutivamente hemos llegado a tener estas diferencias es un tema muy interesante para reflexionar e investigar, pero eso da para otro post y un par de libros por lo menos. Por supuesto, no todo es genética -aunque es mucho- porque de nada vale tener unas fibras musculares maravillosas si estamos tirados todo el día en el sofá. Las marcas que estamos viendo estos días en los juegos olímpicos, se consiguen con mucho esfuerzo y mucho entrenamiento -incluso Usain Bolt-, pero lamentablemente, aunque parte de las fibras tipo II -las "menos rápidas" IIa- se pueden transformar en las lentas tipo I después de un entrenamiento de resistencia intenso, hasta ahora no hay evidencia de que las fibras tipo I se puedan transformar en las tipo II. Es decir, que los músculos de los blancos y sus fibras rojas tienen minúsculas posibilidades de llegar al nivel -y la velocidad- de los músculos de los sprinters negros y sus rápidas fibras blancas.
    Fuente:

    12 de agosto de 2011

    Vitamina D. ¿La nueva panacea?

    Vida saludable

    Es posible que, mientras te relajas tranquilamente tumbado en la playa o dando un paseo por la montaña, estés haciendo más por tu salud de lo que se esperaría del mero descanso o de los beneficios propios del ejercicio. La razón: que mientras tomas el sol estás también produciendo vitamina D. Su principal fuente, al contrario que en el resto de vitaminas, no se encuentra en la dieta, sino en un curioso proceso que tiene lugar en la piel.
    Cuando tomamos el sol, los rayos ultravioleta B (UVB) transforman una sustancia relacionada con el colesterol (el 7-dehidrocolesterol) en previtamina D, que posteriormente sufrirá pequeños cambios en el hígado y en el riñón hasta dar lugar a la molécula activa. Este mecanismo actuaba hace ya miles de años, adaptado a épocas en que vivíamos la mayor parte del tiempo al aire libre y sin usar apenas ropa, y en las que aún no existían las oficinas o los gimnasios. ¿Es posible, por tanto, que la forma de vida actual, tan alejada de la naturaleza, tenga repercusiones sobre los niveles de vitamina D? Parece que sí.
    El precio del progreso
    Los valores de vitamina D deseables se establecieron en su momento alrededor de 75 nanomoles por litro (nmol/l), y se consideró que había riesgo de raquitismo u osteomalacia (dos enfermedades por falta de vitamina D que provocan graves deformidades esqueléticas) por debajo de 25 nmol/l. Las personas que tenían entre 25 y 75 se consideraban deficitarias en vitamina D, pero sin riesgo de padecer tales enfermedades. Actualmente se discuten estos valores, entre otras cosas porque se ha tenido en cuenta una población que trabaja en oficinas, hace deporte en gimnasios, etc. (El doctor Giovanucci, investigador de nutrición en Harvard, EE. UU., estima que los valores ‘naturales’ serían de unos 125 nmol/l.) Aun así, y admitiendo los 75 nmol/l como valor de referencia, resulta impactante saber que hasta el 83% de los hombres que acudieron a un centro de atención primaria en Boston (EE. UU.) presentaron niveles insuficientes de vitamina D (Boston tiene una latitud, y por tanto una exposición al sol, muy semejante a la de España). Pero la repercusión puede ser mayor, y es que parece que la vitamina D no influye únicamente en el metabolismo de los huesos.
    No solo para los huesos
    Desde hace tiempo se conoce que la vitamina D participa en el proceso de formación de los huesos, principalmente aumentando la absorción intestinal de calcio y favoreciendo su depósito óseo. Es por ello que el uso de suplementos de vitamina D está globalmente extendido para la prevención y tratamiento de la osteoporosis. Sin embargo, desde hace unos años se ha venido observando que, sorprendentemente, hay una gran cantidad de tejidos en nuestro organismo que tienen también receptores para la vitamina D, como por ejemplo el cerebro, la próstata o el colon, y que la vitamina D se comporta como una hormona que controla directa o indirectamente más de 200 genes diferentes.
    ¿En qué se traducen todas estas observaciones? Todavía es pronto para extraer conclusiones, ya que la mayoría de los trabajos publicados hasta la fecha son de observación, que no permiten determinar el papel causal de la vitamina. No obstante, a la espera de estudios más definitivos, los primeros datos son esperanzadores: se ha visto que las personas que viven en latitudes más altas –donde la luz solar es de menor intensidad y, por tanto, produce menor cantidad de vitamina D– presentan un mayor riesgo de desarrollar hasta 17 tipos diferentes de cáncer, entre ellos algunos de los más comunes, como los de colon, mama o próstata. Pero también se ha observado esta relación con un gran número de enfermedades de lo más diverso, como la diabetes de tipo 1, la esclerosis múltiple, la hipertensión o enfermedades mentales como la esquizofrenia, el alzhéimer o la depresión.
    También se ha visto que las personas de raza negra (cuya melanina dificulta la formación de vitamina D) tienen mayor tendencia a presentar diversas enfermedades, entre ellas la tuberculosis, y, de hecho, parece que la vitamina D puede mejorar la inmunidad y ser eficaz en la prevención de infecciones.
    Además, otro número considerable de estudios han visto de forma consistente una relación entre las concentraciones sanguíneas de vitamina D y las enfermedades comentadas –incluso con la fuerza muscular o la pérdida de peso–, con una mayor protección cuando los niveles alcanzaban los 100 nmol/l. Recientemente se ha publicado, en ‘Archives of Internal Medicine’, un artículo que engloba una serie de estudios en los que se habían usado suplementos de vitamina D o placebo: la conclusión ha sido que la mortalidad entre la gente que tomaba algún tipo de suplemento era un 7% inferior a la de la gente que tomaba un placebo. De hecho, basándose en los datos más optimistas, algunos científicos han estimado que, de confirmarse todas estas observaciones, el uso de suplementos de vitamina D podría ahorrar hasta 180.000 millones de euros a la sanidad europea. Sin embargo, es preciso ser cautos y recordar que son todavía pocos y ambiguos los ensayos clínicos debidamente diseñados y publicados; por esta razón no pueden aún establecerse con certeza los posibles beneficios que tendría el tomar preparados con vitamina D.
    Suplementos ¿sí o no?
    Las recomendaciones actuales sobre vitamina D en la dieta son de 200 unidades internacionales (UI) hasta los 50 años, 400 UI de 50 a 70 años y 600 UI a partir de los 70. Sin embargo, con las actuales condiciones de vida, estas dosis parecen insuficientes para alcanzar el ‘objetivo’ de 75 nmol/l, la cifra de vitamina D deseable. Así, el doctor Holick, –del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Boston y autor del libro ‘The Vitamin D Solution’– afirma que en verano bastaría con tomar el sol durante unos 15 minutos al día sin protección. Este tiempo sería lo suficientemente breve como para no influir en el riesgo de melanoma, que no debemos olvidar es uno de los mayores peligros que tiene exponerse a la luz solar sin las debidas precauciones; de hecho, tras cierto tiempo de exposición, la piel ya no produce más vitamina. Pasado el verano, sin embargo, sería necesario tomar entre 1.000 y 2.000 UI diarias, cantidad que es prácticamente imposible obtener a través de la dieta -una dieta normal aporta apenas 200 UI al día-, y que implicaría la toma de suplementos.
    Uno de los riesgos que se les han atribuido a estos suplementos es que podrían elevar en exceso los niveles de calcio, pero parece que tal situación se da solo a partir de dosis superiores a 10.000 UI al día. De hecho, dados los mínimos riesgos que parecen entrañar, Holick recomienda ya el uso de suplementos incluso sin necesidad de esperar a que se publiquen los estudios más definitivos que se encuentran en marcha. En el mismo sentido, la Sociedad Canadiense del Cáncer aconseja ya tomar suplementos para alcanzar las 1.000 UI diarias en otoño e invierno.
    Estas recomendaciones no se han adoptado aún en España, y habrá que esperar un tiempo para comprobar si eran realmente apropiadas: dentro de unos años dispondremos de muchos más datos para determinar si los beneficios son los que se sugieren y si no hay problemas a largo plazo derivados de la administración de suplementos de vitamina D. Al fin y al cabo, la panacea universal no es algo fácil de encontrar.

    COLUMNAS AL MARGEN
    1.- EN BUSCA DE LA HIJA DEL DIOS DE LA SALUD
    En la mitología griega, Panacea era la hija de Asclepio, el dios de la salud. De ahí el nombre que se le dio a un hipotético medicamento capaz de curar todas las enfermedades y alargar la vida. La panacea universal se buscó, sin éxito, durante siglos. Recientemente, sustancias como las vitaminas C y E prometían beneficios casi ilimitados que, a la larga, resultaron ser mucho menores de lo esperado. Ahora parece haber llegado el turno de la vitamina D, en la que hay muchas esperanzas depositadas. Una de las diferencias con las sustancias anteriores, como afirma el doctor Giovanucci, es que en este caso no se trata de aumentar las dosis fisiológicas, sino de recuperar las cantidades naturales que nuestra forma de vida ha reducido. Hay más de doscientos ensayos clínicos en marcha que nos dirán cuánto hay de verdad en esta esperanza. Estaremos atentos.
    2.- EL METABOLISMO DE LA VITAMINA D
    La vitamina D que se toma en la dieta o se obtiene del sol se denomina también colecalciferol. En un principio, esta molécula no tiene actividad, y para ejercer sus funciones precisa de una serie de modificaciones que tienen lugar primero en el hígado y más tarde en el riñón, aunque una gran parte se almacenará como reserva. En el hígado, la vitamina D se convierte en 25-OH-vitamina D, una molécula que tiene ya aproximadamente un 30% de actividad. Posteriormente, en el riñón –y en otros tejidos, como se ha visto recientemente– se transformará en 1-25-OH-vitamina D, que es la forma completamente activa.
    En España la mayoría de los preparados con vitamina D (colecalciferol) contienen solamente unas 400 UI y se acompañan de distintas cantidades de calcio, ya que se suelen usar para el tratamiento o prevención de la osteoporosis. Los pocos suplementos que contienen únicamente vitamina D y que se comercializan en España suelen estar basados en la 25-OH-vitamina D (se desarrollaron en principio para personas cuyo hígado no funcionaba correctamente) y dan lugar a niveles de vitamina bastante más elevados que las mismas dosis de colecalciferol. Sin embargo, la inmensa mayoría de los estudios internacionales están basados en este último (la vitamina D original), que es la forma en la que se suele vender la vitamina D en otros países, por lo que hay que tener en cuenta que las conclusiones de dichos estudios pueden no ser del todo extrapolables.
    3.- NO ES LO MISMO
    Estudios de observación. Constituyen la base de la investigación en epidemiología. Permiten establecer asociaciones pero no causalidad. Un ejemplo de este tipo serían los estudios en los que se determinan los niveles de vitamina D en un grupo de personas y, pasado un tiempo, se observa si hay una relación entre dichos niveles y la aparición de una enfermedad. Como el investigador no controla los grupos, existe el riesgo de que la relación se deba a otros factores aparte de dichos niveles (los individuos con niveles más altos podrían tener una dieta más sana, hacer más ejercicio, etc.).
    Ensayos clínicos. Son la base de los estudios experimentales y permiten establecer causalidad. En ellos, el investigador selecciona un número de personas y los divide al azar en dos grupos: por ejemplo, a uno se le dará vitamina D y a otro un placebo (pero ninguno de los grupos sabrá qué es en realidad lo que está tomando). Al estar el proceso mucho más controlado se puede establecer si una mejora en una determinada enfermedad puede ser debida a la administración de la vitamina.
    Fuente:

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