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22 de junio de 2016

Martin Couney, el hombre de negocios que salvó a una generación de bebés prematuros


Martin Couney y su espectáculo con niños prematuros
La Parada de los Monstruos (en realidad titulada Freaks), es una película de culto que trata sobre un fenómeno común en los Estados Unidos a comienzos del siglo XX: los zoos humanos.

Cuando una persona nacía con deformidades extremas, era demasiado grande, demasiado pequeño, o demasiado alejado de los cánones de belleza (pensad en la típica mujer barbuda), solía terminar aparcado en un espectáculo itinerante donde la gente pagaba por observar a estos “monstruos”.

Hoy no he podido evitar recordar aquella película, de estética impactante y prodigiosa, al conocer la historia de Martin Couney, un hombre a la par que hacía negocios con la desgracia ajena salvó a toda una generación de bebés prematuros..

Veréis, por aquellos tiempos los hospitales carecían de instalaciones adecuadas para el tratamiento de los bebés prematuros. A comienzos del siglo pasado, tener un hijo en Estados Unidos cuya gestación se veía interrumpida antes de los siete meses solía implicar la condena a muerte del neonato. No era de extrañar entonces, que muchos padres desesperados, se negasen a aceptar la muerte de sus hijos y prefiriesen entregarlos al cuidado de Martin Couney, un hombre “avispado” que había desarrollado una incubadora de cristal calentada por una caldera de agua.

Os traduzco un trocito del estupendo artículo De cómo un hombre salvó a una generación de bebés prematuros (en inglés) publicado en la web BBC NEWS.
Cada incubadora que tenía una altura de más de 5 pies (1,5 m), estaba fabricada con acero y vidrio y se apoyaba en el suelo mediante unas patas. Una caldera de agua situada en el exterior suministraba agua caliente a una tubería que corría por debajo de un lecho de malla fina sobre el que dormía el bebé, mientras que un termostato regulaba la temperatura. Otro tubo llevaba aire fresco del exterior del edificio a la incubadora, haciéndolo pasar primero a través de lana absorbente suspendida en agua mezclada con antisépticos o medicamentos. Después el aire se hacía pasar a través de lana seca, para filtrar las impurezas. En la parte superior, un dispositivo con forma de chimenea que incluía un ventilador hacía escapar el aire consumido hacia arriba, fuera de las incubadoras.
Cuidar de un bebé prematuro era caro. En 1903, costaba alrededor de 15 dólares al día (el equivalente a unos 360 EUR actuales) mantener a un niño con vida en las instalaciones de Couney.
Pero Couney no cobraba ni un centavo del importe de los cuidados médicos a los padres, era el público el que pagaba. Venían tantos espectadores, que Couney cubría fácilmente los costes operativos, pagaba un buen sueldo a sus trabajadores y obtenía un beneficio que le permitía planificar nuevos espectáculos. Con el paso del tiempo, su actividad terminó por hacerle rico.
Por lo que puedo leer, Martin Couney hacía más por los bebés que poner las incubadoras, lo cual sin duda ya era bastante. Además de eso, creía en el poder de la leche materna y de los mimos, antes de que los expertos médicos pudieran siquiera sospecharlo. No obstante, seguía siendo un hombre de negocios, por eso solía vestir a los bebés con ropas enormes para hacerlos parecer aún más pequeños.

El crédito de la imagen que abre este post es de la Biblioteca Pública de Nueva York.

Fuente:

Mailkenais Blog
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