Rizomas tostados hallados en Lebombo (Sudáfrica) muestran cómo los 'sapiens' cocinaban vegetales que les ayudaron en su expansión.
El hallazgo de una serie de tallos tostados prueba que los humanos ya
cocinaban plantas hace al menos 170.000 años. Las muestras serían
rizomas o tubérculos de una especie de patata. Aunque se pueden comer
crudos, multiplican su aporte nutricional una vez cocinados. Para las
autoras del descubrimiento, los restos chamuscados de la fotografía
debieron ser parte fundamental del desarrollo de la dieta humana y de la
propia evolución de la especie.
"Se trata de las partes subterráneas de plantas comestibles más
antiguas halladas en el mundo", afirma la investigadora del Instituto de
Estudios de la Evolución de la Universidad de Witwatersrand
(Johannesburgo, Sudáfrica) y principal autora de la investigación, Lyn Wadley.
La observación al microscopio y su comparación con varias especies
actuales ha permitido a Wadley y sus colegas determinar que 55 de las
muestras analizadas serían rizomas de Hypoxis angustifolia,
planta que pertenece al género de las patatas africanas. "Aún se comen
hoy en muchas zonas rurales de África cocinándolas sobre las ascuas de
una hoguera", añade. De hecho, los restos encontrados en una cueva de la
cordillera de Lebombo, en el nordeste de Sudáfrica, estaban entre las
cenizas de un fuego.
Gracias a varias técnicas de datación y a su posición en el estrato,
las autoras del estudio estiman que los tallos fueron asados hace unos
170.000 años, con un margen de error de unos pocos miles de años. "Se
han hallado semillas aún más antiguas en otros yacimientos", aclara Wadley. "Pero la relevancia de los rizomas de Hypoxis es que son ricos en almidón (como las patatas) y altamente nutritivos", añade la veterana arqueóloga.
El almidón es el carbohidrato de reserva de la mayoría de los
vegetales y en el intestino humano tiene un papel que resulta vital.
Como recuerda la investigadora sudafricana, la carne de caza africana es
muy magra y escasa en grasas, en especial en la temporada seca. "Las
proteínas de la carne magra no pueden ser metabolizadas por los humanos
si no intervienen los carbohidratos o las grasas", dice. Así que la
incorporación de los azúcares de los rizomas de H. angustifolia habría permitido a los primeros Homo sapiens procesar las proteínas y obtener una dieta más equilibrada.
Lyn apunta un detalle en apariencia menor: "Una vez cocinados, son
más fáciles de pelar y la fibra se descompone, haciendo que los rizomas
sean más digeribles. Esos beneficios debieron ser relevantes para los
mayores del grupo y para los más pequeños". Sobre este hecho argumenta:
"Al ser los miembros más vulnerables, no formarían parte de las salidas a
recolectar, debiendo esperar en la cueva. El hecho de que la comida
fuera transportada hasta el hogar y luego cocinada aporta información
extra sobre la conducta social y cómo compartían hace 170.000 años".
Las autoras de la investigación, publicada en Science,
aportan otro elemento en sus conclusiones. Los humanos necesitan un
mínimo de 100 gramos de carbohidratos al día para que su órgano
estrella, el cerebro, funcione de forma óptima. Con estos rizomas
podrían cubrir sus necesidades. "Por los huesos de animales que hemos
encontrado, sabemos que los habitantes de la cueva también comían
carne", comenta Lyn y añade: "Los Homo sapiens tienen cerebros
grandes y exigentes [en energía], pero intestinos pequeños (comparados
con homininos anteriores). La única manera de mantener esta relación era
que comieran comida de gran calidad". Lyn también recuerda que la Hypoxis angustifolia se da en casi toda África, así que bien pudo ser un sostén en la expansión humana por el continente y más allá.
Con información de: El País (España)
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6 de enero de 2020
4 de diciembre de 2019
El muchacho que quedó casi ciego por comer solo papas fritas
¿No te quieres comer las verduras? Dejame que te cuente una historia, pero debo advertirte que es una terrible y real historia....
Un joven británico de 17 años sufrió una
irreparable pérdida de la visión
por llevar una dieta basada en papas fritas.
Desde que dejó la escuela primaria, el adolescente había estado comiendo
solo papas fritas, Pringles y pan blanco,
además de
ocasional
mente algo
de jamón o salchicha.
Las pruebas realizadas por médicos de
Bristol, en el suroeste de Inglaterra, revelaron que el joven tenía
graves deficiencias de vitaminas y daños por desnutrición.
El adolescente, que no puede ser identificado, visitó a su médico de cabecera a los 14 años porque se sentía cansado y mal.
En ese momento le diagnosticaron
deficiencia de vitamina B12
y le recetaron suplementos dietarios, pero no siguió con el tratamiento ni mejoró su mala dieta.
Tres años más tarde, fue llevado al Hospital Bristol Eye debido a la pérdida progresiva de la vista, informa la revista médica
Annals of Internal Medicine
, del Colegio de Médicos estadounidense.
"Su dieta era esencialmente una porción de
papas fritas de un restaurante de comida rápida y papas fritas de
paquete todos los días. También solía comer Pringles y algunas veces
rebanadas de pan blanco y ocasionalmente jamón.
No comía ninguna fruta y verdura
", describió la doctora Denize Atan, quien lo atendió en el hospital.
El joven no tenía sobrepeso o bajo peso, pero estaba
gravemente desnutrido.
"Había perdido minerales de sus huesos, lo cual es realmente impactante para una persona de su edad".
En cuanto a su pérdida de visión, cumplió con todos los criterios para considerarlo ciego.
Atan dijo que, afortunadamente, casos como este son poco comunes, pero
advirtió a los padres que deben ser conscientes del potencial daño que puede causar la alimentación selectiva
y tienen que buscar ayuda de expertos.
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12 de octubre de 2018
Agricultor cusqueño mantiene vigentes más de 300 variedades de papa
Agricultor cusqueño Manuel Choque gana premio Summum a mejor productor
por mantener vigente el cultivo de numerosas variedades antiguas de papa
nativa.
Para Manuel Choque todo comenzó como un pasatiempo. En la parcela familiar se sembraba papa. En cada feria agropecuaria que iba veía distintas variedades de este tubérculo y sentía curiosidad por experimentar con ellas en la tierra de su padre.
350 variedades de papa nativa cultiva y comercia Manuel Choque.
Fuente: Agencia Andina (Perú)
Para Manuel Choque todo comenzó como un pasatiempo. En la parcela familiar se sembraba papa. En cada feria agropecuaria que iba veía distintas variedades de este tubérculo y sentía curiosidad por experimentar con ellas en la tierra de su padre.
Empezó con 15 tipos de papa. Hoy, los Choque cultivan más de 20 veces ese número de variedades.
Esa
pasión le ha valido a este agricultor lograr el premio gastronómico
Summum como “Mejor productor del año”. Sin embargo, el camino para
llegar a este reconocimiento no ha sido fácil.
El agricultor contó a la Agencia de Noticias Andina que tuvo que bregar mucho para conseguir un nicho del mercado y volver rentable su afición.
Cultura viva
Choque
explicó que cada comunidad andina ha adaptado el tubérculo a las
condiciones particulares de su terreno. Por ello, afirma, existen tantos
tipos de papa.
El especialista refiere que
estos saberes provienen de la época prehispánica. No obstante,
manifiesta que prevalece en la actualidad un prejuicio hacia estas papas
llamadas nativas.
Narró que es difícil
comerciar los distintos tipos de papa cuando solo son conocidos en su
zona de producción. Incluso, cuenta que en algún momento tuvo que
sacrificar una cosecha de 30 toneladas y la dio como forraje para
animales, pues nadie le compraba.
Eso cambió
hace un par de años, cuando descubrió un filón para colocar su
producción: los hoteles y restaurantes para turistas de la ciudad de
Cusco.
Moderno y tradicional
Choque
refiere que estudió Agronomía en la universidad, para luego trabajar en
el Instituto Nacional de Innovación Agraria y en el Centro
Internacional de la Papa.
Allí aprendió
técnicas de mejoramiento genético. Una de sus metas es romper el mito de
la pobreza en nutrientes del tubérculo andino.
De
acuerdo con Choque, en los terrenos de su familia emplean tecnología
moderna, pero también se respetan las tradiciones ancestrales, como el
pago a la tierra. Asimismo, echan mano de técnicas tradicionales aún
vigentes.
Fuente: Agencia Andina (Perú)
27 de agosto de 2018
¿Podríamos sobrevivir comiendo únicamente papas?
Si habéis visto como yo, la famosa película “The Martian” (En España simplemente Marte)
recordaréis que el protagonista, un astronauta llamado Mark Watney
(interpretado por Matt Damon) logra sobrevivir solo y abandonado en el
planeta rojo, con el único sustento de unas patatas que él mismo cultivó.
Cierto, hablamos de una obra de ficción, pero lo cierto es que no resulta descabellado del todo emplear el suelo marciano para cultivar alimentos. De hecho, al menos un simulacro de suelo marciano con el que ha trabajado la NASA demostró ser lo suficientemente bueno como para cultivar lechugas.
Pero vamos al asunto clave. ¿Podría una persona sobrevivir únicamente a base de patatas? Sabemos bien los desastres que la ausencia de este tubérculo puede suponer en economías agrarias poco diversificadas. La historia de la gran hambruna irlandesa a mediados del sigo XIX y sus dos millones de muertos está ahí para quien quiera consultarla, pero lo cierto es que los irlandeses comían (al menos aquellos que podían) algo más que patatas, luego no es el ejemplo perfecto si lo que buscamos es respuestas.
Pese a la demonización popular que sufre este alimento, un icono de los “supuestamente perniciosos” hidratos de carbono, en 2016, Andrew Taylor sobrevivió comiendo únicamente patatas, y por lo que puedo leer sus analíticas trimestrales resultaron del todo normales.
Técnicamente, la patata blanca tradicional contiene todos los aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo necesita para construir proteínas, reparar las células y combatir las enfermedades. Y comer cinco patatas al día bastarían para mantenerse. Sin embargo, si uno intenta sobrevivir de forma sostenida alimentándose únicamente de patata blanca, en última instancia acabarían por aparecer déficits de algunas vitaminas y minerales.
Pero si hacemos un juego de palabras y añadimos a la dieta otro tipo de tubérculo al que se conoce como patata dulce (pese a que la Ipomoea batatas no es taxonómicamente una patata, sino su pariente la batata) entonces se incrementa la probabilidad de que un consumidor de “patatas” obtenga su dosis diaria recomendable de vitamina E y especialmente de vitamina A (la sustancia por la que tu madre te obligaba a comer zanahorias de crío para ver mejor).
Puede que la dieta a base de patata blanca y patata dulce fuera aburrida, pero siguiéndola al menos te asegurarías de esquivar esa horrible enfermedad que afectaba a los marinos por falta de vitamina C: el escorbuto.
En fin, a la espera de que los expertos en nutrición de Naukas me corrijan, la respuesta al titular de este post (con la triquiñuela de la batata incluida) debería entonces ser un “sí”.
Fuente:
Mailkenais Blog
Cierto, hablamos de una obra de ficción, pero lo cierto es que no resulta descabellado del todo emplear el suelo marciano para cultivar alimentos. De hecho, al menos un simulacro de suelo marciano con el que ha trabajado la NASA demostró ser lo suficientemente bueno como para cultivar lechugas.
Pero vamos al asunto clave. ¿Podría una persona sobrevivir únicamente a base de patatas? Sabemos bien los desastres que la ausencia de este tubérculo puede suponer en economías agrarias poco diversificadas. La historia de la gran hambruna irlandesa a mediados del sigo XIX y sus dos millones de muertos está ahí para quien quiera consultarla, pero lo cierto es que los irlandeses comían (al menos aquellos que podían) algo más que patatas, luego no es el ejemplo perfecto si lo que buscamos es respuestas.
Pese a la demonización popular que sufre este alimento, un icono de los “supuestamente perniciosos” hidratos de carbono, en 2016, Andrew Taylor sobrevivió comiendo únicamente patatas, y por lo que puedo leer sus analíticas trimestrales resultaron del todo normales.
Técnicamente, la patata blanca tradicional contiene todos los aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo necesita para construir proteínas, reparar las células y combatir las enfermedades. Y comer cinco patatas al día bastarían para mantenerse. Sin embargo, si uno intenta sobrevivir de forma sostenida alimentándose únicamente de patata blanca, en última instancia acabarían por aparecer déficits de algunas vitaminas y minerales.
Pero si hacemos un juego de palabras y añadimos a la dieta otro tipo de tubérculo al que se conoce como patata dulce (pese a que la Ipomoea batatas no es taxonómicamente una patata, sino su pariente la batata) entonces se incrementa la probabilidad de que un consumidor de “patatas” obtenga su dosis diaria recomendable de vitamina E y especialmente de vitamina A (la sustancia por la que tu madre te obligaba a comer zanahorias de crío para ver mejor).
Puede que la dieta a base de patata blanca y patata dulce fuera aburrida, pero siguiéndola al menos te asegurarías de esquivar esa horrible enfermedad que afectaba a los marinos por falta de vitamina C: el escorbuto.
En fin, a la espera de que los expertos en nutrición de Naukas me corrijan, la respuesta al titular de este post (con la triquiñuela de la batata incluida) debería entonces ser un “sí”.
Fuente:
Mailkenais Blog
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21 de agosto de 2018
Las papas de colores, desconocidas armas de Perú contra desnutrición y cáncer
El Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Perú estudia las características y virtudes de cada una de las variedades para clasificarlas y desarrollar otras nuevas que puedan producirse a gran escala.
Fuente:
Gestión (Perú)
Desconocidas
fuera de los Andes, las papas de colores como el rojo, morado, negro,
naranja o amarillo no solo son idóneas para enfrentar el cambio
climático sino que pueden prevenir la desnutrición y el cáncer, según
las investigaciones de Perú, cuna mundial de este tubérculo, con más de 3,000 variedades.
Sobre los milenarios andenes donde los incas lograron domesticar las múltiples versiones de la papa, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Perú estudia
las características y virtudes de cada una de las variedades para
clasificarlas y desarrollar otras nuevas que puedan producirse a gran
escala.
Lo hacen en su estación de Zurite, situada en la región andina de Cusco,
a unos 3,400 metros de altitud, en la ladera de una montaña convertida
en terrazas agrícolas por las civilizaciones del Antiguo Perú, donde las miles de variedades de papas nativas crecen en todo su esplendor.
"Es
un lugar privilegiado para nosotros, que tiene más de 3,000 años de
desarrollo. Ha sido construido por las civilizaciones preincas. Nos han
dejado un legado bien grande, con una valla bien alta, pero creo que
podemos superarlo", advirtió el investigador del INIA Ladislao Palomino.
En ese escenario donde se dan la mano la historia y la ciencia, el INIA, adscrito al Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri)
de Perú, ha obtenido 26 variedades nuevas para ser comercializadas,
donde han logrado conservar las bondades de las papas nativas con una
mayor resistencia al clima y un tamaño y forma atractivos para el
mercado.
"No
lo consideramos como el desarrollo de un simple alimento que llene el
estómago, sino que también nos proteja de cualquier enfermedad
degenerativa, como los cánceres, por los antioxidantes que tiene", dijo
Palomino.
Ya
sean moradas y ovaladas, rojas y redondas o negras protuberantes, las
papas nativas que se cultivan en los Andes peruanos tienen "un aporte
alto en calorías y proteínas", según Palomino, quien ve en estos
tubérculos la solución al problema de desnutrición y anemia que persiste
en Perú.
Esas
papas son además las que mejor resistirán el cambio climático por su
contenido de fenol, que les da esos colores característicos.
"Ese
es el contenido más importante. Evita que la papa deje de producir con
los cambios bruscos de temperatura o de ambiente", agregó Palomino.
Asimismo,
destacó que las papas nativas también pueden ser utilizadas por la
industria cosmética para elaborar productos contra el envejecimiento y
en el sector textil para elaborar pigmentos.
El
INIA explora así todas las posibilidades comerciales de la papa para
ofrecer a los agricultores nuevas alternativas a su milenario producto,
que en su mayoría queda para el consumo propio al no encontrar salida en
los mercados.
"No
les compran por falta de conocimiento. Al ver la papa de color negro,
mucho creen que está enferma, pero están muy equivocados", comentó
Palomino, quien reconoció que "hay muchas variedades comerciales de papa
nativa, pero hay que hacer promoción y educar al consumidor".
Por
su parte, el jefe del INIA, Miguel Ángel Barandiarán, recordó que uno
de los primeros éxitos comerciales de las papas nativas han sido las
papas fritas de colores, y también algunas exportaciones de estos
tubérculos semicocidos.
Actualmente
en la estación experimental del INIA hay cultivadas 1,251 variedades de
papas nativas de las regiones peruanas de Áncash, Cusco, Puno y
Apurímac para ser estudiadas e incluidas en el Registro Nacional de la
Papa Nativa.
Ese
registro tiene solamente aún 729 papas, muestra de todo el trabajo que
le queda por recorrer a Perú para descubrir las virtudes de las miles de
papas endémicas que faltan por analizar.Fuente:
Gestión (Perú)
9 de mayo de 2018
Un arca de Noé para las papas peruanas
Los agricultores peruanos
enviarán semillas de 1.500 variedades de papas a la "Bóveda del fin del
mundo" para salvaguardar el futuro del tubérculo.
Las papas, el cultivo no cereal más importante del mundo, han sido parte de la dieta humana desde hace unos 8.000 años. Pero las especies originarias del altiplano sudamericano están ahora en riesgo.
Las muestras serán guardadas en la "cápsula del tiempo" construida en el interior de una montaña en el ártico noruego que busca servir de búnker para los cultivos y protegerlos de desastres naturales y de la acción del hombre.
"La cultura peruana de la papa está bajo amenaza. El trabajo que empieza ahora garantizará la disposición de una increíble variedad de papas para el futuro", dijo Alejandro Argumedo, un científico que trabaja en el proyecto.
Parque de la Papa de Cusco
Las muestras peruanas que están siendo enviadas a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard en Noruega provienen del Parque de la Papa de Cusco.La región andina es el lugar de procedencia de más de 4.000 variedades de papas. La colección del parque peruano ha atraído a agricultores de todo el mundo en búsqueda de características como resistencia a las plagas, sabores o propiedades nutricionales.
Sin embargo, el parque de Cusco se enfrenta a un futuro incierto pues los cambios en el clima del área podrían llevar a afectar a un sistema de cultivo tan dependiente de las condiciones atmosféricas.
"El cambio climático hará que no puedan garantizarse los métodos tradicionales de mantenimiento de la colección", explicó Lino Mamani, dirigente del colectivo de los "guardianes de la papa".
"Enviar las semillas nos ayudará a tener un respaldo para nuestra valiosa colección. La bóveda fue hecha para la comunidad global y nosotros vamos a usarla".
El artículo completo en:
BBC Mundo
17 de abril de 2017
Los doce botánicos rusos que murieron de hambre para proteger el mayor banco de frutas y semillas del mundo
Durante el sitio de Leningrado ntre 600.000 y 1.200.000 de personas murieron por las balas, el
hambre, el frío y la oscuridad en uno de las peores batallas de la
segunda guerra mundial. Entre ellos, doce botánicos soviéticos que murieron de hambre mientras defendían toneladas de frutas, raíces y granos: el mayor banco de semillas del mundo.
Si tenemos que buscar otra escena clave para esta historia, tenemos que irnos a finales de verano de 1941. Es mucho menos dramática: Abraham Kameraz y Olga Voskresenskaia cosechan patatas a toda velocidad.
En aquellos días, la Estación Experimental Pavlovsk tenía aproximadamente 6.000 variedades de patatas. Y en cuestión de días, la Guerra estaba a punto de llegar a aquel pequeño pueblo a 45 kilómetros de Leningrado.
Cuando comenzó el sitio de Leningrado, las autoridades soviéticas evacuaron las obras de arte del Hermitage, pero no evacuaron las semillas, raíces y frutas de Pavlovsk. Así que los científicos de la estación recogieron todas los tubérculos, frutos y semillas que pudieron y las almacenaron en un sótano cerca de Leningrado.
El invierno de 1941-42 fue especialmente duro. No solo meteorológicamente hablando, sino que, con todos los accesos a la ciudad cortados, ni la comida, ni el carbón, ni los medicamentos podían llegar a Leningrado. Y las bombas no paraban de caer.
Sin comida, cualquier cosa se convertía en alimento: perros, gatos, ratas o palomas. Según Michael Jones, en enero el canibalismo invadió la ciudad. 1.400 personas fueron arrestadas por este delito y más de 300 fueron ejecutadas.
Lo sabían muy pocas personas, pero en los sótanos de la plaza de San Isaac se guardaban más de 187.000 variedades de frutas y vegetales. Allí, en armarios y cajas hay más de mil tipos de fresas, 900 tipos de grosellas, 600 tipos de manzanas, cientos cerezas, ciruelas, frambuesas y muchas otras frutas y tubérculos.
La estación de Pavlovsk parecía maldita y abocada a su desaparición. Poco más de un año antes, su director y fundador Nicolai Vavilov, uno de los genetistas y botánicos más importantes de la primera mitad del siglo XX, había sido mandado a la cárcel de Saratov. Allí moriría, también de hambre, un par de años después.
¿Su delito? Creer que la genética era cierta. Vavilov era una leyenda, había recorrido medio mundo y había entendido como nadie la importancia de la diversidad y la hibridación para la agricultura. En 1926, el mismo año en que fundó la estación experimental de Pavlovsk, recibió el premio Lenin, el "nobel" de la Unión Soviética.
Pero a finales de los años 30, Lysenko llegó al poder. Lysenko defendía una biología a medio camino entre el lamarkismo y el diamat. Entre 1934 y 1940, la camarilla lysenkoista con el apoyo de Stalin purgó toda la biología soviética. Vavilov era, en aquel momento, presidente de la Academia de Agricultura.
Pero el trabajo que realizó antes de su muerte, es francamente prodigioso. Y allí, protegiendo su trabajo, doce personas se dejaron consumir hasta la muerte. El encargado de las especies de arroz murió de hambre rodeado de sacos de arroz y Kamerz y Voskrensenskaia murieron protegiendo sus patatas.
¿Y pór qué se dejaron morir de hambre?, ¿estaban locos?
Supongo que esa es la pregunta que todos nos hacemos. De hecho, fue la pregunta que Cary Fowler realizó en 1985 mientras visitaba la estación experimental. Y allí mismo, una estudiante de Vavilov ya anciana le explicó que los investigadores comprendían que esas colecciones eran esenciales para restablecer la agricultura después de la guerra.
El sitio de Leningrado se demoró 872 días, pero la guerra fueron seis larguísimos años donde las tierras, las semillas y las prácticas tradicionales quedaron pulverizados. Sin esas semillas, la posguerra hubiera sido terriblemente más dura. Aunque a veces las ecuaciones no nos dejan ver el bosque, ese es el verdadero objetivo de la ciencia. Y para recordarlo, nunca está de más acordarnos de los héroes de Pavlovsk.
Fuente:
Xakata Ciencia
Si tenemos que buscar otra escena clave para esta historia, tenemos que irnos a finales de verano de 1941. Es mucho menos dramática: Abraham Kameraz y Olga Voskresenskaia cosechan patatas a toda velocidad.
En aquellos días, la Estación Experimental Pavlovsk tenía aproximadamente 6.000 variedades de patatas. Y en cuestión de días, la Guerra estaba a punto de llegar a aquel pequeño pueblo a 45 kilómetros de Leningrado.
Cuando comenzó el sitio de Leningrado, las autoridades soviéticas evacuaron las obras de arte del Hermitage, pero no evacuaron las semillas, raíces y frutas de Pavlovsk. Así que los científicos de la estación recogieron todas los tubérculos, frutos y semillas que pudieron y las almacenaron en un sótano cerca de Leningrado.
El invierno de 1941-42 fue especialmente duro. No solo meteorológicamente hablando, sino que, con todos los accesos a la ciudad cortados, ni la comida, ni el carbón, ni los medicamentos podían llegar a Leningrado. Y las bombas no paraban de caer.
Sin comida, cualquier cosa se convertía en alimento: perros, gatos, ratas o palomas. Según Michael Jones, en enero el canibalismo invadió la ciudad. 1.400 personas fueron arrestadas por este delito y más de 300 fueron ejecutadas.
Lo sabían muy pocas personas, pero en los sótanos de la plaza de San Isaac se guardaban más de 187.000 variedades de frutas y vegetales. Allí, en armarios y cajas hay más de mil tipos de fresas, 900 tipos de grosellas, 600 tipos de manzanas, cientos cerezas, ciruelas, frambuesas y muchas otras frutas y tubérculos.
La estación de Pavlovsk parecía maldita y abocada a su desaparición. Poco más de un año antes, su director y fundador Nicolai Vavilov, uno de los genetistas y botánicos más importantes de la primera mitad del siglo XX, había sido mandado a la cárcel de Saratov. Allí moriría, también de hambre, un par de años después.
¿Su delito? Creer que la genética era cierta. Vavilov era una leyenda, había recorrido medio mundo y había entendido como nadie la importancia de la diversidad y la hibridación para la agricultura. En 1926, el mismo año en que fundó la estación experimental de Pavlovsk, recibió el premio Lenin, el "nobel" de la Unión Soviética.
Pero a finales de los años 30, Lysenko llegó al poder. Lysenko defendía una biología a medio camino entre el lamarkismo y el diamat. Entre 1934 y 1940, la camarilla lysenkoista con el apoyo de Stalin purgó toda la biología soviética. Vavilov era, en aquel momento, presidente de la Academia de Agricultura.
Pero el trabajo que realizó antes de su muerte, es francamente prodigioso. Y allí, protegiendo su trabajo, doce personas se dejaron consumir hasta la muerte. El encargado de las especies de arroz murió de hambre rodeado de sacos de arroz y Kamerz y Voskrensenskaia murieron protegiendo sus patatas.
¿Y pór qué se dejaron morir de hambre?, ¿estaban locos?
Supongo que esa es la pregunta que todos nos hacemos. De hecho, fue la pregunta que Cary Fowler realizó en 1985 mientras visitaba la estación experimental. Y allí mismo, una estudiante de Vavilov ya anciana le explicó que los investigadores comprendían que esas colecciones eran esenciales para restablecer la agricultura después de la guerra.
El sitio de Leningrado se demoró 872 días, pero la guerra fueron seis larguísimos años donde las tierras, las semillas y las prácticas tradicionales quedaron pulverizados. Sin esas semillas, la posguerra hubiera sido terriblemente más dura. Aunque a veces las ecuaciones no nos dejan ver el bosque, ese es el verdadero objetivo de la ciencia. Y para recordarlo, nunca está de más acordarnos de los héroes de Pavlovsk.
Fuente:
Xakata Ciencia
7 de julio de 2014
Nos encanta la comida que cruje
Nunca entendí la costumbre norteamericana de comer galletas blandas,
sin ese típico “crac” que antecede a la liberación de fragmentos de
galletas de todos los tamaños por la boca. En todo caso, constituye una
excepción gastronómica, porque a la mayoría de nosotros nos chifla la comida que cruje, que hace crac.
Lo crujiente resulta seductor para nuestro paladar porque denota frescura (como el de una zanahoria), y lo rancio, lo que está podrido o pasado, puede ponernos enfermos. Hemos evolucionado para decantarnos por las comidas duras y crujientes. Hasta cierto punto, comemos con nuestros oídos, por eso, por ejemplo, los fabricantes de chips cuidan tanto el ruido de sus patatas al quebrarse bajo nuestra mandíbula.
Según Van Vliet, un experto en el tema, a los seres humanos les gustan los alimentos que, al crujir, alcanzan alrededor de 90 o 100 decibelios. Si la gente come patatas pero se enmascara el ruido de la masticación en las frecuencias más altas, entonces ya no se percibe frescura, y se considera que las patatas están rancias.
Tal y como explica Mary Roach en su libro Glup:
Xakata Ciencia
Lo crujiente resulta seductor para nuestro paladar porque denota frescura (como el de una zanahoria), y lo rancio, lo que está podrido o pasado, puede ponernos enfermos. Hemos evolucionado para decantarnos por las comidas duras y crujientes. Hasta cierto punto, comemos con nuestros oídos, por eso, por ejemplo, los fabricantes de chips cuidan tanto el ruido de sus patatas al quebrarse bajo nuestra mandíbula.
Según Van Vliet, un experto en el tema, a los seres humanos les gustan los alimentos que, al crujir, alcanzan alrededor de 90 o 100 decibelios. Si la gente come patatas pero se enmascara el ruido de la masticación en las frecuencias más altas, entonces ya no se percibe frescura, y se considera que las patatas están rancias.
Tal y como explica Mary Roach en su libro Glup:
La dureza y lo crujiente, en resumen, nos dice que la comida es “saludable”. Los imperios de comida de aperitivos han sabido sacar partido de este hecho, produciendo alimentos frescos y crujientes que nos resultan atractivos pero no son tan beneficiosos en términos de salud y supervivencia (…) Es una maravilla: una física sofisticada al servicio de la comida basura.Fuente:
Xakata Ciencia
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