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3 de octubre de 2018

Once secretos para ser feliz

Hay ciertos comportamientos y maneras de pensar que favorecen los sentimientos de felicidad sin excepciones.


La felicidad que sentimos tiene un componente genético marcado en nuestro temperamento. Se considera que aproximadamente supone el 50%. La satisfacción de tener posesiones materiales, económicas y buena salud aporta un 10 %. Y el 40% restante lo causa la forma en que pensamos y nos comportamos.

Por lo tanto, a la hora de promover la felicidad en nuestros hijos, lo importante es, a diferencia de lo que solemos creer, no centrarse en el 10 %, pues es mucho esfuerzo para muy poca recompensa. La clave es invertir en la “fuente” del 40%. Es, como se ve, una cuestión de rentabilidad.

De hecho, los estudios científicos demuestran que ciertos comportamientos y maneras de pensar favorecen los sentimientos de felicidad sin excepciones, a menos que, claro, está, suframos una patología. Así que tomen nota, porque estos consejos valen tanto para niños como para adultos:

1. Expresar gratitud. En la actualidad las posesiones materiales de un niño multiplican por 10 las que tenía un niño hace 50 años. Incluso un niño de clase media baja tiene mucho más que lo que tenía un niño de clase alta hace medio siglo. Sin embargo, es una evidencia que los niños actuales no son 10 veces más felices. Algo falla, pues. El hecho de desear siempre más no es una buena idea, de modo que hay que aprender y enseñar a estar agradecido con lo que se tiene. Es una actitud típica de la filosofía budista y estoica: hay que fijarse en el presente y estar conforme con él, sin agobiarse demasiado con el futuro y sin lamentarse del pasado. Si los niños aprenden a valorar y agradecer lo que tienen, aprenden a su vez a valorar lo que tienen los demás, por lo que previsiblemente serán más generosos y empáticos.

2. Ser optimista. Pero sin caer en la ingenuidad. Hay que confiar en la autonomía de los niños para hacer las cosas y en su competencia para hacerlas bien. Sin duda cometerán no pocos errores, pero es un paso necesario para el correcto desarrollo: para un escritor, por ejemplo, no hay mejor herramienta que la papelera. La conciencia de saber que trabajar duro aumenta la posibilidad de que las cosas en efecto salgan bien es fundamental para alcanzar un estado de bienestar. A menudo, puede que no salgan bien, pero si no hay trabajo rara vez saldrán como queremos. Los optimistas no se dan por vencidos fácilmente y muchas veces esa es también la causa de su éxito.

3. Evitar pensar demasiado. Como dijo Buda, «el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional». La mayor parte de nuestra infelicidad no viene de las cosas negativas que nos pasan –dolor– sino de lo que pensamos acerca de ellas –sufrimiento–. Es decir, del relato que hacemos de lo que nos ha pasado. Pensemos que, por ejemplo, la angustia es la conciencia de una posibilidad, pero no necesariamente de una realidad. Damos muchas vueltas a las cosas, la mayoría de las veces innecesariamente. En nuestras sociedades modernas occidentales, donde en general no hay problemas vitales acuciantes, el agobio por cualquier nimiedad -ahí está la tropa de “ofendidos” de las redes sociales- se ha convertido en un estado de ánimo permanente. Este comportamiento lo contagiamos involuntariamente a los que nos rodean, especialmente a nuestros hijos. Es lo que en psicología se llama rumiación, que es agarrar un pensamiento –normalmente negativo– y empezar a manosearlo en nuestra mente hasta que el estado de ánimo es mucho peor que el inicial. Una pérdida de tiempo y de energía.

El artículo completo en: El País 

15 de enero de 2018

Por qué el pesimismo nos parece inteligente y el optimismo, simplón

Contraponemos el ‘Hay que ver qué mal está todo’ frente al ‘Pues tampoco estamos tan mal’

De acuerdo. Los argumentos se cuentan por miles. Son tantos que mantener hoy una actitud positiva frente a la vida es toda una proeza. Por eso, el pesimismo resulta mucho más habitual. No hay más que poner la oreja en cualquier conversación ajena. En bares y restaurantes, en buses y metros. Da lo mismo.


La proporción de sentencias cargadas de escepticismo siempre será más elevada que la de frases ilusionantes. Y ya no tanto porque la realidad empuje a ello, sino porque el pesimismo vende. Envuelve al individuo con su pátina de inteligencia. De persona lista para pronunciar el a mí no me la dan. Porque lo contrario es de ilusos, de ingenuos. Pero, ¿realmente están bien definidos los dos papeles?

Antes de pensar en ello, conviene tratar de entender el porqué de ese halo de inteligencia desbordante vinculado al pesimismo. Decía el historiador Deirdre N. McCloskey que, por razones que nunca entenderá, “a la gente le gusta escuchar que el mundo se va al infierno”. Y es cierto que el optimismo se vincula en ocasiones a la inconsciencia, por un lado, o a la inacción, al entender que no es necesario hacer nada puesto que todo va ya lo suficientemente bien.

Lo mismo ocurre, por ejemplo, con los críticos culturales: el que arrastra por el suelo al texto o a la cinta suena más inteligente que el que afirma haber disfrutado. O con el dinero: Un inversor optimista suena inconsciente, mientras que uno pesimista se toma como perro viejo curtido en mil batallas.

Un error de concepto

“Efectivamente, optimismo suena a ingenuidad y al pesimista se le atribuye la capacidad de ver más allá. Y eso no es así”, asegura Lecina Fernández, psicóloga clínica y experta en ilusión.

“En realidad, sucede justo lo contrario", aclara la especialista. "El optimista es capaz de ver la parte positiva, claro, pero también la negativa. Y precisamente por ver el lado oscuro comienza a moverse, con ánimo, para sortearlo o superarlo”, explica. Por el contrario, continúa, el pesimista sólo atenderá a lo negativo y él mismo se frenará para no caer en errores, quedándose instalado en una realidad a medias.

Así que todo es fachada. El pesimista, afirma la psicóloga, no sólo no es más inteligente, sino que es mucho más autocomplaciente: “Cuando se topa con algo que va mal no busca necesariamente su cambio, sino que lo entiende como un refuerzo para sus ideas fatalistas”. Una suerte de ¿veis? que le conduce, directamente, a la apatía.

Pero, en el fondo y según la psicóloga, existe un arraigado error en los conceptos. “Incluso Schopenhauer, quizá el mayor adalid del pesimismo, escribía con la meta de que el público comprara y leyera sus textos”, subraya. Y esa ya era, por sí misma, una motivación.

Encontrar a un pesimista auténtico es prácticamente imposible, afirma, puesto que en nuestro ADN está impreso el motor para, al menos, sobrevivir. Y pensar que mañana quizá no nos despertemos sonará fatalista. Pero descansar esta noche para tener energía al despertar ya será, al menos, una aportación a la búsqueda, optimista, de estar vivos mañana.

Cuidado, que nos va la vida en ello

No es cuestión de acudir a los extremos. El optimismo mal entendido, el que peca quedándose únicamente con la mitad de la realidad, es igual de peligroso que el pesimismo. Textos como los de la activista americana Bárbara Ehrenreich, Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo¸ ponen de relieve cómo pretender que solo se experimenten emociones positivas es tan absurdo como imposible.

Y otros autores, como el profesor de la Universidad de Oxford Roger Scruton, estudian los peligros de la falsa esperanza y tratan de determinar los usos correctos del pesimismo, entendido como motor de cambio y germen de avance.

Pero otros expertos, igual que la psicóloga Nabila Prieto, sí invitan a ser más tendentes al optimismo, olvidando su vinculación a la ingenuidad. Fundamentan sus consejos en estudios como el elaborado en la Universidad de Yale, desde donde se encuestó a los habitantes de un pequeño pueblo de Estados Unidos para, años después, registrar su salud cruzándola con su visión optimista o pesimista frente a la vida. La conclusión: aquellas personas que se habían mostrado más optimistas habían vivido, de media, siete años y medio más que los que se habían subido al carro de los negros nubarrones.

Casualidad, dirá usted, lector pesimista. Otro estudio que pretendió eliminar cualquier disparidad cultural o relacionada con la alimentación o el ambiente en el que se desenvolvían los voluntarios optó por realizar un análisis similar en el contexto de un convento. Monjas que comían lo mismo, compartían horarios y respiraban el mismo aire, y cuyos diarios fueron analizados para determinar, igualmente, que las hermanas optimistas vivieron unos 10 años más que las pesimistas.

En definitiva, y a tenor de los datos, el optimista será, primero, más feliz y, segundo, más longevo. Simplemente porque entenderá sus dificultades como retos y no como tragedias. Que las hay, y gordas. Pero más se perdió en Cuba.

Fuente:

El País (Buena Vida)

18 de octubre de 2013

¿Puede la ciencia explicar por qué soy pesimista?

Pesimistas

Debbie y Trudi son gemelas.

Tienen mucho en común excepto que Trudi es alegre y optimista mientras que Debbie sufre de ataques de depresión profunda.
Es posible que su depresión fuera provocada por un evento importante en su vida, aunque no está claro cuál podría haber sido.

Estudiando a un grupo de mellizos idénticos como Debbie y Trudi, el profesor Tim Spector, del hospital St. Thomas de Londres, Reino Unido, ha estado tratando de resolver interrogantes fundamentales sobre la manera que se forma nuestra personalidad.

¿Por qué hay personas más positivas sobre la vida que otras?

Spector ha podido identificar un puñado de genes que están activos en un gemelo y no en el otro.

¿Inmutable?

Michael Mosley con Trudi y Debbie

Mosley con Trudi y Debbie, gemelas que ayudan a descubrir qué pasa en nuestro cerebro.

Con gemelos como Trudi y Debbie se encontraron cambios en sólo cinco genes en el hipocampo del cerebro, los que sospechan disparan la depresión de Debbie.

Los estudios con mellizos indican que, cuando se trata de la personalidad, cerca de la mitad de las diferencias entre seres humanos se debe a factores genéticos.

Pero Spector anota que a lo largo de nuestras vidas, respondiendo a factores ambientales, nuestros genes constantemente van ajustando la intensidad con que se expresan, en un proceso conocido como epigenética.

El profesor, que se describe como un optimista, espera que esta investigación lleve a mejores tratamientos para la depresión y la ansiedad.

"Solíamos decir -le explica a la BBC- que no podemos cambiar los genes. Ahora sabemos que existen estos minimecanismos que pueden prenderlos o apagarlos. Estamos recobrando el control de nuestros genes".

Culpa de la mamá

Michael Mosley en examen

Michael Mosley en examen para ver si efectivamente hay evidencia de su pesimismo.

Aún más sorprendente es la investigación que ha identificado cambios en la actividad de los genes causada por la presencia o ausencia del amor maternal.

El profesor Michael Meaney, de la Universidad McGill en Canadá, está investigando la manera de medir cuántos receptores de glucocorticoides están activos en el cerebro de una persona.

El número de receptores de glucocorticoides activos es un indicador de la habilidad de la persona para soportar el estrés. Y es posible que también sea una medida de cuán bien fue cuidada cuando era joven, reflejando cuán ansiosa o estresada estaba la madre y cómo eso impactó en la cantidad de afecto que recibió en los primeros años.

Yo soy uno de un pequeño puñado de personas a las que les han hecho el examen y tiene los resultados. Aún no le he dicho nada a mi madre.

Fuente:

BBC Ciencia

 

27 de septiembre de 2012

Desactivan la región del cerebro que nos predispone al optimismo

  • Nuestro cerebro tiene un sesgo que nos hace ignorar lo que nos afecta negativamente.
  • Investigadores localizan el área que lo controla y eliminan el sesgo con estimulación magnética.
  • La investigación explica por qué tendemos a pensar que lo malo solo puede sucederle a los demás
Desactivan la región del cerebro que nos predispone al optimismo

El ser humano es optimista hasta un punto casi enfermizo. Creemos que las cosas malas, como enfermedades o accidentes, solo pueden sucederle a los demás y tendemos a infravalorar los riesgos. Los científicos conocen este fenómeno como "sesgo optimista" o "sesgo de las buenas y malas noticias" y es el que explica por qué casi todo el mundo se considera más atractivo e inteligente que la media (lo que no tiene sentido estadístico) y por qué algunas personas siguen fumando, se meten en una hipoteca o no se ponen el cinturón de seguridad.

Este sesgo cognitivo se puede contrastar realizando algunas pruebas sencillas. Si a alguien se le pregunta qué posibilidades tiene él de desarrollar un cáncer, por ejemplo, la mayoría tenderá a dar un porcentaje sensiblemente inferior al que da cuando se refiere al riesgo de los demás. Y aún más, si se le da la cifra real y se le vuelve a preguntar al cabo de un tiempo, su tendencia sigue siendo a minusvalorar sus posibilidades de desarrollar la enfermedad.

El equipo de Tali Sharot, del Instituto de Neurología de la escuela universitaria de Londres, estudia desde hace tiempo este fenómeno y realizan experimentos con la región del cerebro de la que sospechan que controla este sesgo. Se trata de la circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo, una pequeña área del encéfalo que inhibe de alguna manera el efecto de las malas noticias.

Para comprobar si la tesis es correcta, el equipo de Sharot ha realizado un experimento, publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que consiste en desactivar esta región mediante estimulación magnética transcraneal y comprobar qué sucede. Su equipo aplicó esta técnica, que consigue inhibir una zona concreta del cerebro durante un lapso de tiempo, con 30 sujetos voluntarios, a los que se les pidió que estimaran las posibilidades de sufrir 40 "episodios vitales adversos", como desarrollar alzhéimer, tener un cáncer o ser víctimas de un robo.

La dinámica del experimento consistió en pedirles una estimación antes de la estimulación magnética, informarles de los datos reales de incidencia para una persona promedio de ese tipo de "desgracia" y volver a preguntarles por sus posibilidades durante la estimulación cerebral. A unos individuos se les estimuló la circunvolución frontal inferior del hemisferio derecho, a otros del izquierdo y al tercer grupo una zona de control, sin que los sujetos conocieran la parte estimulada.

Los resultados mostraron que en las personas que recibieron estimulación en la circunvolución frontal inferior izquierdo el sesgo de optimismo desaparecía momentáneamente, es decir, mostraron una mayor tendencia a incorporar las malas noticias a su percepción de la realidad. Los que recibieron estimulación en la región derecha, en cambio, se mostraron tan optimistas - y quizá un poco inconscientes- como siempre.

Lo que sugiere el estudio es que esta zona del cerebro juega un rol importante en evitar que las malas noticias o malas perspectivas alteren nuestros puntos de vista, pero sus autores inisiten en que el experimento no afirma que desactivar esta área mejore nuestro aprendizaje o la toma de decisiones.

¿Interesaría desactivar este sesgo hacia el optimismo?, se plantea la propia autora del estudio Tali Sharot en una interesante charla TED publicada hace unas semanas. Obviamente la naturaleza optimista nos ha ayudado a progresar como especie, pues un punto de osadía es imprescindible en cualquier innovación. Por otro lado, es de prever que un exceso de optimismo conduce a una extinción rápida de aquellos individuos que creen que podrán volar con un par de alas atadas a los brazos al lanzarse por un acantilado.



Según los psicólogos, esta tendencia a infravalorar los riesgos podría estar detrás de fenómenos como las burbujas inmobiliarias o la falta de previsión ante las catástrofes naturales, de modo que conocer esta limitación de nuestro cerebro puede resultar muy útil. La idea de Sharot es tratar de incorporar el conocimiento de este sesgo en la toma de decisiones de distintas instituciones. De hecho, explica, se ha tenido en cuenta a la hora de preparar los presupuestos de los Juegos Olímpicos de Londres y su equipo trabaja con equipos de bomberos, por ejemplo, para que aprendan que la situación puede ser siempre peor de lo que han calculado. A pesar de todo, con este tipo de sesgos sucede como con las ilusiones visuales, no basta que seamos conscientes del engaño para dejar de picar en él sucesivamente.

Fuente:



16 de diciembre de 2011

Eduard Punset: "Es malo no tener problemas"



Este jueves hemos viajado al optimismo con Eduard Punset. El autor de divulgación científica ha respondido en directo a las preguntas de los lectores en el programa Chat TV de La Vanguardia.com.

En su último libro, Viaje al optimismo, Punset nos demuestra con argumentos científicos que hay motivos para el optimismo a pesar de la crisis económica que estamos viviendo actualmente. Según Punset, "el optimismo depende un 30% de la genética y un 70% de la experiencia".

El autor cree que "las instituciones españolas y los gobiernos no han comprendido la necesidad de entusiasmo en la gente joven", y eso ha dado lugar al movimiento 15-M. "El entusiasmo de mis nietas es impresionante comparado con esta rectitud supuesta que no sé para que sirve. Hay cantidad de instituciones como muchas fundaciones plagadas de gente mayor, los jóvenes están llamando a la puerta".

Incluso, algunos usuarios han planteado la idea de una eliminación total del dinero. Sin embargo, Eduard Punset no lo ve viable: "Hace 10.000 años se descubrió el excedente. Pasamos de una sociedad nómada global a una de residentes y de sedentarios que empezaron a producir más bananas de las necesarias. Y claro, había que guardarlos, cosa que no ocurría antes. Una vez se crean excedentes es difícil el utilizar dinero para saber lo que valen y luego ir consumiéndolos".

La clave que nos ha dado Punset para sobrevivir a la crisis con optimismo es buscar "el equilibrio con nuestro organismo y el apoyo en aquello recursos psicológicos que nos ayudan como la risa, seremos más felices".

De hecho está demostrado que los hombres son más felices que las mujeres, por lo menos cuando conviven en pareja: "Cuando una pareja perdura, el compañero vive 10 años más que solo. La mujer, en cambio, sólo vive tres años más. O sea que en cuestiones de sexo parece que la conclusión es que el marido se beneficia algo más que la mujer".

Eduard Punset es el autor de divulgación científica con más lectores y seguidores en las redes sociales (650.000 en Facebook y 100.000 en Twitter). A lo largo de la historia las civilizaciones han surgido gracias a la necesidad de intercambiar conocimientos "y ahora, con las redes sociales podemos crear un colectivo en cuestión de segundos", ha comentado el autor.

En Espanya, Punset es un referente de la comprensión pública de la ciencia. "¿Es posible parar la mente?", preguntaba una lectora que aseguraba que no podía dejar de preocuparse por las cosas. "Es muy malo no tener ningún problema", ha sentenciado Punset. Y ha añadido: "Cuando alguien dice que está tan tranquilo, se le extingue la producción de neuronas, se reduce la capacidad creativa, podría desaparecer. Siempre hay que estar un poco ansioso, un poco preocupado, hasta a veces un ratito en soledad. Pero no demasiado".

También es bueno, según el autor, que ejercitemos la memoria todos los días: "Hay animales desmemorizados porque no practican la retención. Cuesta más saber ubicar el universo. La consciencia muchas veces recibe un estímulo del exterior y lo echa sin considerarlo, pero está en el inconsciente, si sabemos usa la intuición". Y los sudokus son el mejor entrenamiento diario.

Los usuarios tampoco han querido dejar de lado el lado más personal del personaje. Después de tantos años de estudiar sobre tantos temas, para Eduard Punset el aprendizaje que le ha sido más útil en su vida ha sido "darse cuenta de que hay miles de preguntas que no tienen respuesta, o aceptar que hay muy pocas preguntas con respuestas comprobadas".

Por último, el invitado ha contestado a la "pregunta encadenada del famoso”. Para empezar, Sergio Dalma ha preguntado sobre su conocimiento acerca del vino. Punset ha contestado que es muy importante que te guste la comida y los vinos. "Viven más las personas que les gusta. Forma parte del placer, del equilibrio anímico necesario para vivir más". Y la pregunta de Eduard Punset ha dejado para el próximo invitado de Chat TV es: "¿Qué opinas de la introducción en la escuela primaria, secundaria... sobre la gestión emocional?".

En total, hemos recibido más de 250 preguntas a través de e-mail y de las redes sociales. Punset ha escogido la pregunta que le ha gustado más, y que se llevará un libro firmado. El ganador es Iñaki, que ha preguntado sobre el movimiento 15-M. ¡Enhorabuena!

Fuente:

La Vanguardia

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