Latest Posts:

Mostrando las entradas con la etiqueta nitratos. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta nitratos. Mostrar todas las entradas

14 de noviembre de 2012

Aditivos en los alimentos: lo que no sabías de ellos

Una semana después de haber finalizado los horribles exámenes de Junio, decidí tomarme el día libre (suena irónico ya que estoy de vacaciones) y no estudiar, así que me tumbé en el sofá y me apoderé del mando en busca de algo que me tuviera entretenida durante algún rato, al menos. La oferta televisiva brillaba por su ausencia: dibujos animados sin gracia, programas del corazón hablando de gente desconocida para mí, la Eurocopa en Marca TV… La TDT me estaba fallando, aunque no me extrañaba dada la programación matutina dedicada a emitir programas que no triunfarían en el prime time. Así que pensé en darme una vuelta por los canales del satélite. Fui pasando por encima de varias películas (todas empezadas) y series que no veía, hasta que llegué a la franja de los canales de documentales.

Puede que suene mal, pero en general no me gustan los documentales que ofrece normalmente el canal Odisea, ya que me aburren los típicos documentales sobre la sabana o el bosque atlántico. Prefiero algo más tecnológico, del día a día, al estilo de Discovery Channel.

En esta ocasión me topé con un documental (aunque ya estaba por la mitad) que nada tenía que ver con el Serengueti. Este reportaje, llamado “los números E”, trataba de aquellos compuestos que se añaden a prácticamente todos los alimentos, en cualquier momento de su producción, almacenamiento, empaquetado, etc., para potenciar sus características organolépticas (color, olor, sabor, textura, etc.) o para prevenir contaminaciones o deterioro de éstos.



 Una definición más específica sería la que brinda la Directiva del Consejo de 21 de diciembre de 1988 (89/107/CEE): "cualquier sustancia, que, normalmente, no se consuma como alimento en sí, ni se use como ingrediente característico en la alimentación, independientemente de que tenga o no valor nutritivo, y cuya adición intencionada a los productos alimenticios, con un propósito tecnológico en la fase de su fabricación, transformación, preparación, tratamiento, envase, transporte o almacenamiento tenga, o pueda esperarse razonablemente que tenga, directa o indirectamente, como resultado que el propio aditivo o sus subproductos se conviertan en un componente de dichos productos alimenticios." 

Sí, son los numeritos indescifrables que aparecen en la lata de Coca-Cola y que nadie sabe qué son.

Existen muchas clases de aditivos. Pueden ser colorantes, emulsionantes, anti-oxidantes, conservantes, edulcorantes, estabilizadores… Éstos pueden ser tanto naturales como sintéticos. Mucha gente, al oír hablar de estos aditivos, a menudo los define como “sustancias maliciosas para la salud”.
 
Ahora veremos que no hay que preocuparse por ellos y, por ende, por nuestra salud. A esas personas les sorprendería saber que, aunque suene a una exageración, incluso su vida estaría en peligro si no fuera por estos aditivos.


El tipo de aditivos que más han interesado al hombre son los conservantes, compuestos que evitan el deterioro de los alimentos debido a la acción de los microorganismos y alteraciones químicas y bioquímicas. Éstos se han utilizado desde tiempos inmemoriales aunque no se supiera bien cómo actuaban.

En la Prehistoria, los habitantes de las cavernas ahumaban la carne viendo que ésta tardaba más tiempo en podrirse. Esto sucedía (ellos no lo sabían, claro) debido al aldehído fórmico que estaba en el humo y que reaccionaba con la carne. Los egipcios también tenían sus propios trucos de la botica de la abuela: utilizaban vinagre, colorantes y aromas.


Avanzando un poco más en el tiempo, nos encontramos con que los romanos utilizaban sal común para la conservación de la carne. Sin saberlo, la sal contribuía a la deshidratación y muerte de los microorganismos debido al fenómeno de la ósmosis (la salida de agua desde un medio hipotónico hacia uno hipertónico).






 En el siglo XVIII hacia adelante, ya empezaron a utilizarse conservantes químicos sintéticos de diversa naturaleza: sales anhidras, anillos aromáticos, etc. Actualmente se conocen hasta 38 “números E” de acción conservante.


Los conservantes más utilizados son los nitratos y nitritos (abarcan desde el E-249 al E-252), concretamente el nitrato de potasio (E-252). Este compuesto es famoso ya que es un componente de la pólvora. También es tóxico, pero vale la pena usarlo a la hora de matar a las bacterias causantes del botulismo (produce visión borrosa, parálisis y muerte en 24 horas).

Una vez que se añade estas sales de nitratos en la carne, reaccionan y se transforman en nitritos. A continuación, en medio ácido el nitrito se reduce a ácido nitroso, que luego se transforma en N2O3. Por último, se forma el monóxido de nitrógeno, que impide la proliferación de Clostridium botulinum, y por lo tanto la secreción de la toxina botulínica.


Además de su acción bactericida, contribuyen a proporcionar a las carnes procesadas un color rojo más intenso, dándoles un aspecto más saludable y apetecible. Este color rojo se produce por la reacción de la mioglobina con el monóxido de nitrógeno.




Otros conservantes empleados son el dióxido de azufre y los sulfitos (desde el E-220 al E-228). Ayudan a evitar los cambios de color en frutas y verduras secas que se deben al oxígeno, así que por ello se consideran también anti-oxidantes.

El dióxido de azufre está asociado con la historia antigua, donde fue ampliamente utilizado en el antiguo Egipto así como en el Imperio Romano. Es un gas incoloro que previene el deterioro enzimático (inhibidor de la tirosinasa) y bacteriano de los productos.


Cuando se aplica este compuesto, se disuelve en la fase acuosa del alimento, dando un ácido que es el que actúa como agente. Es usado como agente blanqueador en la harina, aunque también oxida los colorantes. Por otra parte, estabiliza la vitamina C y previene la decoloración del vino blanco.

Los sulfitos también inhiben la proliferación de bacterias en el vino y en los alimentos fermentados, en algunos aperitivos y en productos horneados.




Por último, destaca el propionato cálcico (E-282), un ácido de origen natural presente en cantidades pequeñas en múltiples alimentos; algunas veces se encuentra en concentraciones mayores si se trata de productos fermentados, ya que este este aditivo lo producen bacterias. Como curiosidad, cabe mencionar también su producción en grandes cantidades por las bacterias del intestino grueso.

Tanto el ácido propiónico como los propionatos son utilizados como conservantes, principalmente contra los hongos que puedan proliferar en el pan o en alimentos horneados.



Además de los conservantes, también se deben tener en cuenta a los colorantes alimentarios ya que el color es una de las cualidades sensoriales más influyentes a la hora de elegir un producto o rechazarlo. Es el fenómeno de la sugestión, pues una persona verá más apetecible un alimento de color intenso, ya que se hará a la idea de que éste es saludable y posee una calidad excelente.


 Así pues, los colorantes aportan una mejora del aspecto visual y aumentan su aceptabilidad. Por ejemplo: un consumidor comprará una mermelada de fresa de color rojizo antes que una mermelada de color amarronado (que no ha sido tratada con colorantes).

Sin embargo, sí que es inadmisible la utilización de colorantes para ocultar o disimular que un producto es de una calidad inferior.


Los aditivos alimentarios tienen mala fama, ya que muchos consumidores y fervientes defensores de los productos naturales opinan que sólo son porquería que se añade para cambiar de color algún alimento por mera pijería (el color verde o rojo de la gelatina Royal). También critican estos “números E” debido a que algunos de ellos son potencialmente carcinógenos.

No hay ningún motivo por el cual haya que temer a los anti-oxidantes, emulsionantes, potenciadores del sabor… entre otros. Cabe destacar un aspecto importante de ellos: la mayoría de ellos se tratan simplemente de productos naturales, como el rojo cochinilla que se usa para las chucherías. Otros son compuestos inorgánicos como, por ejemplo, el dióxido de azufre utilizado en los vinos, como se ha visto antes.

Incluso algunos de ellos los producimos nosotros: la cisteína, un aminoácido esencial, es utilizado en la masa del pan para hacerla más fluida (E-920). También destaca un espesante como el glicerol (E-422), componente, junto con los ácidos grasos, de las grasas que almacenamos debajo de la piel.
Y por último, destacar el ácido cítrico (o citrato, E-330), un sustrato muy, pero que muy importante para el funcionamiento y mantenimiento de nuestro organismo, ya que forma parte de uno de los ciclos más estudiados e importantes: el ciclo de Krebs. Este intermedio colabora en todas las células de nuestro organismo en proveernos de energía para llevar a cabo infinitud de diversos procesos.

Para los más desconfiados, deben saber que la denominación de los aditivos alimentarios (la famosa letra E acompañada de 3 dígitos) da la garantía de que el aditivo en cuestión ha superado con éxitos los controles de seguridad alimentaria, y que su uso está permitido en la Unión Europea, al menos. El comité que se encarga de evaluar la seguridad de los aditivos en Europa es el Comité Científico para la Alimentación Humana de la UE (SCF). Además a nivel internacional, hay un Comité Conjunto de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) que opera junto con la OMS y la FAO. Como se puede comprobar, se garantiza la seguridad del consumidor.

Lea el artículo completo en:

El extraño caso del bebé azul

Hoy queridos lectores tengo ganas de divertime un poco y si ustedes se prestan, voy a retarles con una pregunta:

- ¿Sería posible que teniendo un bebé en sus brazos perfectamente sano, de repente se transforme por arte de “birlibirloque” en un pitufo de sangre achocolatada?


En este momento algunos pensarán: “pobrecita se le ha ido la olla”.

Como son buenos chicos y chicas me siguen el juego y me dirán que esa posibilidad puede darse si al bebé le pica un bicho, si sufre una infección, padece alguna intolerancia alimentaria o si lo abducieron los extraterrestres.

Gracias por ser tan condescendientes pero sólo puedo decirles: Frío, frío.
No hubo picaduras de ningún insecto ni de otro animal, no presenta infecciones ni intolerancias alimentarias ni hay signos de invasión alienígena.

Les voy a dar más pistas. El bebé acaba de comer hace 1 hora una papilla de verduras en buen estado, procesada y manipulada higiénicamente a base de productos 100% naturales. Lo único que come este retoño es leche y papillas de frutas y verduras.

¿No les vale de mucho, verdad? ¡Oh cuánto lo siento! Es que a veces soy un poco tacaña con las pistas.

Voy a ponerlos en antecedentes. Si leyeron mi entrada La bestia de hierro (si no la leyeron, se la recomiendo), se darían cuenta que nuestro cuerpo se toma muchas precauciones para mantener el hierro a buen recaudo. Pero a pesar de todas estas medidas protectoras y precauciones que se toma nuestro organismo, algo puede salir mal.

Algunas sustancias que ingerimos con los alimentos pueden oxidar el hierro y pasarlo de hierro ferroso (Fe+2) a hierro férrico (Fe+3). De esta forma el hierro queda inutilizado, es decir, no vale para realizar la función que le teníamos encomendado: transportar el oxígeno y el dióxido de carbono por todo nuestro torrente circulatorio.

Una de las sustancias que pueden oxidar al hierro son los nitratos. Los nitratos son necesarios para el crecimiento y desarrollo de los vegetales y forman parte de la composición de los abonos tanto inorgánicos como orgánicos, es decir, el estiércol.

El problema de los nitratos es que puedan contaminar los acuíferos, sobre todo tras temporadas de lluvias torrenciales, pasando a poder ser ingeridos con el agua que bebemos. Pero en nuestras ciudades es dificil ingerir nitratos con el agua, ya que el agua de la traída y/o el agua embotellada no supera los 50 mg/litro de nitratos, límite que marca la OMS (Organización Mundial de la Salud).

El problema está en beber agua de fuentes o manantiales sin controlar. Por eso, hoy en día el agua no es la fuente principal de nitratos.

Una de las principales fuentes de nitratos en nuestra dieta son los vegetales sobre todo, si se da el caso de que llevan días envasados en bolsas de plástico o cultivados en condiciones de baja intensidad lumínica como es el caso de los cultivos de invierno o los de invernadero.

Las verduras que tienen más capacidad de acumular nitratos son las espinacas, acelgas y la lechuga.

Por tanto, volviendo a nuestro caso, si preparamos un potito a base de espinacas y acelgas (con alto contenido en nitratos) aprovechando su agua de cocción transformamos nuestro tierno bebé de piel clara en un pitufo llorón con la piel azul.

¿Cuál es la explicación? Los nitratos se transforman a nitritos en nuestro cuerpo y estos son los verdaderos culpables del cuadro. Los nitritos oxidan el hierro ferroso a hierro férrico inutilizando de esta forma la hemoglobina que se transforma en metahemoglobina. Esta patología es más frecuente en los bebés por tres razones:

- El sistema de reparación de la hemoglobina, la NADH-citocromo b5 reductasa presenta concentraciones 50% inferiores a las de un adulto.

- La hemoglobina fetal o Hb F de los bebés difiere de la adulta en 2 cadenas de hemoglobina, siendo estas “cadenas γ” a diferencia de las “cadenas β” de los adultos, las más sensibles a la oxidación.
Composición de la hemoglobina en un adulto y en un bebé:
Hb A (adulto) = 2 cadenas α + 2 cadenas β
Hb F (fetal) = 2 cadenas α + 2 cadenas γ

- El pH de su estómago no es lo suficientemente ácido, facilitando el crecimiento de algunas bacterias que transforman los nitratos en nitritos, que como ya debéis saber a estas alturas son los agentes causantes de esta patología.

La metahemoglobinemia produce falta de oxigenación en todos los órganos dando lugar a cianosis (sangre de color azul por falta de oxígeno), disnea (el cuerpo intenta compensar la falta de oxígeno aumentando la frecuencia respiratoria) y en algunos casos convulsiones por hipoxia cerebral.

Al hacer una analítica de sangre, ésta presenta un color achocolatado que no se va con la exposición a la luz solar.

El cuadro revierte fácilmente con la administración por via intravenosa de un colorante “el azul de metileno” que retorna el hierro a su estado ferroso, estado óptimo para realizar su función. También se puede utilizar el ácido ascórbico o vitamina C, pero su efecto es un poco más lento.

Ya os dais cuenta que a veces la realidad supera la ficción. Espero que aparte de aprender un poco os hayáis divertido, porque como decía el rey Salomón: “La mejor medicina es un ánimo gozoso”.

Fuente:

google.com, pub-7451761037085740, DIRECT, f08c47fec0942fa0