Latest Posts:

Mostrando las entradas con la etiqueta moral. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta moral. Mostrar todas las entradas

13 de diciembre de 2015

Así juzga el cerebro la dureza de un castigo

¿Qué mecanismos cerebrales influyen en la toma de decisión sobre la severidad que imponemos a un castigo? Este ha sido el eje central de la investigación llevada a cabo por un equipo de científicos de la Universidad de Harvard (EEUU) y que ha sido publicada en la revista Nature Neuroscience.

Para el estudio, los investigadores contaron con la participación de 30 voluntarios (20 hombres y 10 mujeres) con una edad media de 23 años, a los que tomaron imágenes cerebrales durante un proceso de toma de decisión de un castigo. Los participantes escucharon una serie de argumentos y de datos que describían un supuesto crimen donde hubo muerte, mutilación, asalto físico y daños a la propiedad que posteriormente tuvieron que valorar de 0 a 10 según la severidad del castigo. Además, en la mitad de las historias se identificaba el suceso como claramente intencionado y al resto como involuntarios, ofreciendo dos versiones diferentes de cada escenario: la primera, con una descripción objetiva y la segunda con pruebas gráficas.

El análisis de los resultados demostró que la manipulación intencionada del lenguaje para exponer un suceso de una forma más truculenta o exponer imágenes claras de un suceso, conducía a imponer un castigo más severo si el participante en cuestión creía que el incidente había sido claramente intencionado.

Los investigadores descubrieron que la amídgala cerebral, una de las zonas neuronales implicadas en el procesamiento de las emociones, se activaba cuando los voluntarios observaban imágenes con gran crueldad. Sin embargo, este efecto sólo se apreciaba en los escáneres cerebrales cuando el voluntario sabía que había intencionalidad en el acto, evidenciando por primera vez con una base neuronal clara gracias a lo que pudo observarse en la amígdala, que la decisión de imponer un castigo más o menos duro tiene que ver con nuestra percepción de la intencionalidad.

Fuente:

Muy Interesante

29 de octubre de 2013

De Walter White a Heisenberg: ¿qué parte del cerebro determina nuestra moral?

Quien haya visto la serie Breaking Bad, no podrá entender la radical transformación que sufre Walter White. ¿Qué ocurre en su cerebro para que no sepa guiarse por un comportamiento moral? 

Cuando el filósofo prusiano Immanuel Kant publicó su obra "Grundlegung zur Metaphysik der Sitten", nadie podría imaginar que más de doscientos años después, se buscara en el interior del cerebro los fundamentos que rigen nuestra moral.

Las ideas con las que Kant escribió su tratado más importante del terreno de la moral son seguidas hoy en día por algunas corrientes filosóficas, aunque la obra date de 1785. Publicada justo cuatro años después de otro libro magistral ("Crítica de la razón pura"), el trabajo de Kant se basa en entender que la moral no ha de basarse en una ley natural o en el principio de utilidad.

Más bien al contrario, es el razonamiento humano el único pilar sobre el que debe asentarse la moral. Casi 250 años después de la publicación de aquella obra, los neurocientíficos de hoy en día se afanan en comprender cuáles son los circuitos neuronales que regulan la moral.

Y es que parece que la ciencia y la filosofía unen sus fuerzas para entender las bases neurobiológicas de los fundamentos morales.

Una iniciativa sin duda difícil, que supone un reto para investigadores y filósofos, dada la complejidad que presenta el cerebro. ¿Cuáles son los trucos y secretos que emplea este órgano para determinar qué es la moral?

Breaking Bad, el cerebro y la moral

La aclamadísima serie Breaking Bad es, sin lugar a dudas, el ejemplo perfecto para discutir qué es moral y qué no. Y es que el cambio que sufre Walter White para transformarse en Heisenberg puede ser discutido en las primeras temporadas: ¿actúa sin ningún escrúpulo o en realidad todo su comportamiento busca proteger a su familia?

Estas dos preguntas son realmente interesantes si tratamos de entender cómo funciona la moral. Volviendo a la perspectiva kantiana, si aceptamos que los fundamentos morales se edifican sobre el razonamiento humano, solo podemos achacar al cerebro de Walter White su cambio de comportamiento: desde un profesor insulso de química al célebre productor de metanfetamina.

¿Se da un cambio en sus conexiones neuronales que permita entender su transformación radical? Podemos incluso ir más allá, formulando una pregunta que sin duda generaría debate: ¿puede un comportamiento incorrecto entenderse como moral si detrás existen unas razones fundamentadas para ello?
Quizás los estudios más célebres sobre las bases neurocientíficas de la moral sean los que llevó a cabo Kohlberg desde 1963 a 1984. Su principal hipótesis fue que las discusiones morales eran fruto de complejos procesamientos cognitivos, que podrían incluso existir en ausencia de cualquier tipo de emoción.

En otras palabras, no nos regimos por criterios morales en función de sentimientos o emociones. La neurociencia, dos siglos después, da la razón a Kant: es el razonamiento humano el que dirige nuestra moral. A pesar de ello, no podemos obviar que las emociones jueguen un importante papel en los debates sobre qué es y qué no moral.

Así lo confirmaron estudios posteriores realizados en primates e investigaciones sobre psicología evolutiva. La moral no se basa en las emociones, pero sin embargo, se ayuda de ellas para ser determinada. Podríamos, por tanto, hablar de dos subtipos morales, los más racionales y explícitos (más cercanos a la idea kantiana) y los más emocionales e intuitivos.

¿Qué partes del cerebro regulan la moral?

La neurociencia ha identificado a lo largo de los últimos años diversas regiones implicadas en nuestro conocimiento y actuación en base a unas guías morales. En particular, el trabajo dirigido por David Gallardo-Pujol, y publicado en Frontiers in Integrative Neuroscience, resume buena parte del conocimiento de la neurobiología en este terreno.
A día de hoy, sabemos que la corteza prefrontal ventromedial y orbital dirigen buena parte de las decisiones morales guiadas por las emociones. Su actividad, sin embargo, se encuentra regulada por la corteza prefrontal dorsolateral, que actúa para equilibrar el funcionamiento de estas redes neuronales.

Se trata, en cierta manera, de procesos que compiten entre sí. Una fina balanza a nivel nervioso que determina buena parte de nuestro comportamiento, igual que cuando Heisenberg deja morir a la novia de Jesse. No muestra ningún tipo de emoción al respecto, y no es capaz de que su cerebro regule su comportamiento claramente inmoral.

Entender cómo nuestra cabeza determina la moral es aceptar que, en buena medida, vivimos dependiendo de las creencias y emociones de otros. Si fuéramos seres completamente aislados del resto de los humanos, no tendríamos por qué tener un comportamiento moral. Y es que la empatía, regulada por la actividad de la corteza insular, es fundamental para vivir de acuerdo a una determinada moral.

Por último, como vemos, la extraordinaria complejidad cerebral para determinar la moral, se ve complementada por la actividad de las estructuras parietales y temporales del encéfalo, que nos ayudan a procesar las intenciones y creencias del otro.

Es aquí donde entendemos claramente el comportamiento de Heisenberg. No actúa por criterios morales porque, sencillamente, no puede. El personaje en el que se transforma Walter White no vive atendiendo al resto de personas que le rodean (su familia o el propio Jesse). Actúa así por sí mismo, porque disfruta en el negocio de la droga.

Y ese comportamiento, aislado del resto de emociones, intenciones y creencias de las personas que le rodean, revela su vida totalmente alejada de la moral. El cerebro de Heisenberg solo trabaja para él mismo.

Fuente:

ALT1040





3 de agosto de 2013

Identifican área mental asociada al reconocimiento de ideas exitosas

  


Imagen activa

Investigadores de la Universidad de California identificaron la zona cerebral encargada de seleccionar cuáles ideas gozarán de mayor o menor éxito, señala un estudio publicado en la revista científica Psychological Science.

El estudio identificó la unión temporoparietal (TPJ, en inglés) como la zona responsable de discernir entre los pensamientos más o menos exitosos en el futuro y se activa cuando el cerebro detecta información de interés, explicaron los expertos.

Para Matthew Lieberman, coautor de la investigación, esta región craneal permite comprender que otras personas tienen puntos de vista, sentimientos o reacciones diferentes.

Los estudiosos sometieron a 19 alumnos a una resonancia magnética durante la proyección de 24 programas de televisión ficticios y les pidieron presentar a productores imaginarios (otros 79 estudiantes) ideas sobre aquellos espacios con mayor potencial.

Según los resultados, a los sometidos al experimento se les activó la TPJ cuando identificaron los programas que pensaban tendrían mayor aceptación en el futuro.

Las conclusiones de la pesquisa suponen un paso de avance para futuras campañas sanitarias y de bien público, acorde con criterios de Liberman.

El área de la TPJ también interviene en la toma de decisiones relacionadas con la moral y está ubicada cerca de la parte posterior del cráneo.


Tomado de:

Prensa Latina

30 de mayo de 2013

Es la evolución y no la religión la que determina los comportamientos

Bonobo

La moral tendría un origen más animal que divino.

Ni Jesús ni Rousseau ni Hobbes. Más bien la mona chita, o Darwin, para los más letrados, tendrían que ver con la moral.

La moral humana tiene un pasado evolutivo ligado al comportamiento social, no religioso ni filosófico. Así lo plantea el primatólogo y profesor Frans de Waal en su último libro "El bonobo y el ateo".
"Muchos de los patrones que consideramos 'morales' vienen de la evolución de las especies", le explica De Waal a BBC Mundo.

Basado en 40 años de observación de primates, De Waal asegura que lo que los seres humanos denominamos como "moral" está mucho más cerca del comportamiento social de los simios que a una imposición divina o una decisión filosófica.

Para el científico, la moral no pasa por una decisión que se toma o que se impone desde arriba -filosofía, religión o incluso autoridad- sino que es innata al comportamiento social humano. No sólo eso: no es exclusiva, sino que viene como parte del "paquete social" que también puede encontrarse en otros animales como nuestros parientes primates.

Según el autor, los dos pilares de la moral: reciprocidad y justicia, por un lado y empatía y compasión por el otro, están presentes en el comportamiento social de los simios, el cual es ampliamente retratado en el libro.

Ética primate

Portada del libro "El bonobo y el ateo"

El bonobo y el ateo salió a la venta hace menos de un mes y ya causó polémica.

Lo anterior está relacionado con los dos grados de moralidad que De Waal distingue en el comportamiento de estos animales. La primera, denominada moral "uno a uno", tiene que ver con cómo un individuo espera ser tratado.

Los estudios de De Waal, así como los de otros investigadores, han comprobado que chimpancés y bonobos respetan el concepto de propiedad y tratan a sus pares según la escala de jerarquía.

Sin embargo, muchas otras especies parecieran regirse por un sistema parecido. Entonces, ¿cuándo un comportamiento social se vuelve moral?

La clave es que estos primates esperan que se les respeten sus "derechos" y ser tratados según su grado jerárquico. Como animales sociales, muestran gratitud e incluso pueden tomar venganza, dependiendo del comportamiento de otros hacia ellos.

El segundo grado de moralidad se denomina "preocupación social" y tiene relación con un concepto más abstracto, que involucra el sentido de armonía de la comunidad o grupo como un todo. Aunque bastante rudimentario, los simios sí muestran ciertas formas de reconocimiento de este grado de moralidad al compartir su comida, tranquilizar a sus vecinos o incluso "intervenir" en peleas de terceros para evitar disturbios en la comunidad.

En una charla TED dictada por De Waal previo al lanzamiento del libro, el autor explicó que una de las cosas que más le llamó la atención de los primates que estudió fue su afán por reconciliarse luego de una pelea. "El principio es que tienes relaciones valiosas que resultan dañadas por el conflicto, por lo que tienes que hacer algo al respecto", explicó en esa ocasión.

Frans de Waal

Frans de Waal lleva 40 años investigando a los primates.

Todo, siempre en miras a la aceptación -y cooperación- social.

Los humanos, tal como nuestros parientes simios, evolucionamos en pequeños grupos donde la cooperación se volvió fundamental. Tal como ellos, también, ser sensible a las necesidades, intenciones y ánimos de nuestros pares se volvió una necesidad vital. Y eso, según de Waal, no tiene nada que ver con una decisión o un mandato superior, sino con la básica supervivencia.

"Los seres humanos tenemos todo tipo de intereses egoístas y conflictos individuales que necesitamos resolver para lograr una sociedad cooperativa. Por eso es que tenemos moral, y las abejas u hormigas no", señaló De Waal en una entrevista.

Sin embargo, tampoco es que la moral provenga de una especie de Leviatán hobbesco.

"El concepto de 'el hombre es un lobo para el hombre' es bastante injusto. Tanto para los lobos, que son animales bastante cooperativos, como para la humanidad que también es bastante más cooperativa y empática que lo que suele decirse", aseguró el científico en su charla TED.

Polémica religiosa

Ni dios ni la filosofía entonces habría influido en el desarrollo del comportamiento moral.

Sin embargo las teorías de De Waal, basadas en sus descubrimientos, no caen muy bien entre filósofos, antropólogos e incluso economistas, según el mismo De Waal ha contado.

"Ellos decidieron en su mente que la justicia es un concepto muy complejo y que los animales no pueden tenerlo. Hubo un filósofo incluso que nos escribió quejándose de que era imposible que los monos tuvieran un sentido de equidad, ya que la equidad era un concepto inventado durante la Revolución Francesa", relató el científico en su charla TED.

Y hoy se ha visto envuelto en otra polémica. Esta vez con religiosos. O no religiosos, para ser exactos.

"La religión no es irrelevante, pero no es la base de la moralidad", le dice De Waal a BBC Mundo.

Originario de los Países Bajos, De Waal le cuenta a BBC Mundo que el libro es también una reacción a una sociedad como la estadounidense, donde la mayoría de las personas asocian directamente la moral con la religión.

Bonobos

Los bonobos y los chimpancés se reconcilian después de pelear con un par que consideran valioso.

En su libro, el científico dedicó un capítulo completo al ateísmo. "Estoy por un rol reducido de la religión, con menos foco en Dios todopoderoso y más foco en la potencialidad humana", escribe. Pero eso parece no ser suficiente para los ateos.

Prominentes representantes del ateísmo como PZ Myers y AC Grayling han criticado duramente el libro, molestos no sólo porque De Waal es un científico que no "demoniza" la religión, sino que además critica al ateísmo, advirtiendo sobre los peligros de convertirlo en un dogma tan fuerte como la propia religión.

"Creo que deberían calmarse un poco", le dice De Waal a BBC Mundo, poniendo paños fríos a la discusión.

"Si dios existe es una pregunta interesante, pero no es la pregunta de mi libro y tampoco es una pregunta que un científico va a poder contestar", concluye.

Fuente:

BBC Ciencia

Lea también:

El dilema del prisionero al estilo chimpanbcé

Los chimpancés reconocen palabras incompletas

 Niños y chimpancés imitan el comportamiento de la mayoría


15 de marzo de 2013

¿La moral laica es mejor que la moral religiosa? (y II)


Tal y como os adelantaba en la anterior entrega de este artículo, a medida que la religión ha ido perdiendo influencia a la hora de inculcar códigos morales, las sociedades se han vuelto más morales (en el sentido de que discuten mejor sus códigos morales, los adaptan más fácilmente a la realidad social y los inculcan con menos presión coactiva).

Sobre este tema profundiza Patricia S. Churchland en su libro El cerebro moral, que inicia narrando una anécdota personal acerca de cómo le explicaron en el colegio lo que era un juicio de Dios:
La idea básica era sencilla: gracias a la intervención de Dios, la inocencia se revelaría por sí sola, ya que el ladrón acusado se hundiría en el fondo del lago, o el adúltero acusado no se quemaría en el poste. (Para las brujas, en cambio, el suplicio era menos “benévolo”: si la mujer acusada de brujería se ahogaba obtenía la presunción de inocencia; si salía a flote, entonces se la consideraba culpable, y por ello la arrastraban hasta una hoguera.) Como disponemos de tiempo, mi amiga y yo diseñamos un plan. Ella me acusaría falsamente de haberle robado el monedero, y luego colocaría mi mano sobre la estufa a ver si se quemaba. Ambas esperábamos que me quemara, y así fue. Por tanto, si el resultado del experimento era tan elocuente, ¿cómo es posible que tantas personas confiaran en el juicio de Dios como sistema para administrar justicia?
En otras palabras: procurar bienestar a una sociedad no puede basarse en una lista tosca e irrevocable de deberes y prohibiciones, sino en una mezcla de sabiduría, buena voluntad, capacidad de negociación, conocimiento histórico y nuevos descubrimientos científicos.
Como la propia Churchland afirma más adelante en El cerebro moral:
Sin duda, teniendo en cuenta los distintos contextos y las diversas culturas, el modo particular en que se articulan dichos valores adoptará diferentes formas y matices, incluso en los casos en los que se compartan las mismas necesidades sociales subyacentes. Según esta hipótesis, los valores son más fundamentales que las normas. Las diversas leyes que rigen la vida social, reforzadas por un sistema de recompensa y castigo, pueden con el tiempo articularse e incluso modificarse tras una larga deliberación, o pueden seguir siendo un conocimiento implícito sobre lo que “nos parece correcto”.
La primera vez que se instauró de forma global e influyente un progreso cognitivo lo suficientemente estable como para adquirir el conocimiento más objetivo sobre la naturaleza, incluido el prójimo, ocurrió aproximadamente en la época de la revolución científica, y aún está en marcha.

Dicha revolución no sólo ha introducido mejoras en el ámbito del conocimiento científico, sino también en el de la tecnología, las instituciones políticas, los valores morales, el arte y todos los aspectos del bienestar humano.

Tal y como explica David Deutsch, profesor visitante en el Departamento de Física Atómica del Centro de Computación Cuántica en el Clarendon Laboratory de la Universidad de Oxford, en su libro El comienzo del infinito, una especie de segunda parte de su influyente La estructura de la realidad:
Hay efectivamente una diferencia objetiva entre una explicación falsa y una explicación verdadera, entre el fracaso crónico a la hora de resolver el problema y la solución del mismo, y también entre el bien y el mal, lo feo y lo hermoso, el sufrimiento y el hecho de poder aliviarlo (o sea, entre el estancamiento y el progreso en el sentido más amplio de la expresión). En este libro sostengo que todo progreso, tanto teórico como práctico, es el resultado de una actividad humana simple: la búsqueda de lo que yo llamo buenas explicaciones. Aunque esta búsqueda es específicamente humana, su efectividad es también un hecho fundamental acerca de la realidad al nivel más impersonal y cósmico, por cuando se ajusta a las leyes universales de la naturaleza, que son, efectivamente, buenas explicaciones.

Fuente:

Xakata Ciencia

¿La moral laica es mejor que la moral religiosa? (I)

moral

A menudo se suele espantar al pueblo aseverando que sin religión, sin códigos morales inculcados por lo ultraterreno, el ser humano caería en la depravación, el crimen y el “todo vale”. Los códigos morales religiosos, pues, abogan por unos principios indiscutibles de bondad, por unos valores que deben propagarse incluso aplicando la fuerza punitiva.

Dejando a un lado incluso la idea de que los valores son siempre discutibles (podéis leer más al respecto en ¿Se están perdiendo los valores?), lo irónico es que existen pruebas bastante sólidas que indican que los pueblos son morales con independencia de sus creencias religiosas.

A todo esto se suma que los códigos morales religiosos no sólo contienen sentencias profundamente inmorales a la luz de la moralidad contemporánea sino que su inculcación no se basaba tanto en la argumentación racional como en el aplicar dolor, tortura y sufrimiento infinito en quienes incumplieran sus mandatos indiscutibles.


Este divorcio entre cómo entendía la sociedad laica y la sociedad religiosa la compasión hacia el prójimo (aunque el prójimo no cumpla las leyes morales o incluso pertenezca a otro credo religioso), empezó a ser patente a finales del siglo XVIII.

Entonces, ya el abogado inglés William Eden abominaba de los castigos crueles en los criminales. Pero quizá uno de los personajes más influyentes en la época al respecto fue el economista y científico social milanés Cesare Beccaria gracias a su libro de 1764 De los delitos y las penas. Un libro del que bebieron Voltaire, Diderot, Thomas Jefferson y John Adams.

balanza

La tesis central del libro fue que la justicia debería otorgar el máximo de felicidad en el mayor número de personas, y que el castigo sólo era legítimo si se usaba para disuadir a las personas de causar a otras personas más daño del que ellas mismas han sido objeto: “Si se decreta un castigo igual para dos delitos que perjudican a la sociedad en grados distintos, nada disuadirá a los hombres de cometer el más grave tan a menudo como sea posible al gozar de mayores ventajas”.

No se discute aquí si la visión jurídica y moral de Beccaria es científicamente plausible o si se atenía a las evidencias, sino que resultaba irónicamente más compasiva, empática y profunda que los códigos morales articulados hasta el momento, incluidos los de procedencia religiosa.

Tanto es así que el libro de Beccaria fue incluido en el Índice de Libros Prohibidos y criticado por el erudito jurídico y religioso Pierre-François Muyart de Vouglans, tal y como explica Steven Pinker en Los ángeles que llevamos dentro:
Muyart se burlaba de la sensibilidad lacrimógena de Beccaria, lo acusaba de socavar de forma imprudente un sistema que había resistido la prueba del tiempo, y defendía que los castigos duros eran necesarios para contrarrestar la depravación innata del hombre, iniciada con el pecado original. Sin embargo, las ideas de Beccaria salieron victoriosas, y en el espacio de pocas décadas se abolió la tortura punitiva en todos los países occidentales.
En definitiva, hubo un salto moral cualitativo: ya no se consideraba al infractor de la moral como un impío sino como una persona normal que había cometido un desliz o que había sido encaminada a cometerlo. Y lo más importante: este cambio moral e intelectual laico pasó de valorar moralmente las almas a valorar las vidas terrenales:
La doctrina del carácter sagrado del alma suena vagamente a elevación del espíritu, pero en realidad es algo muy maligno. Reduce la vida en la Tierra a sólo una fase temporal por la que pasan las personas, una fracción infinitesimal de su existencia. La muerte se convierte en un mero rito de iniciación, como la pubertad o la crisis de los 40. A la gradual sustitución de vidas por almas como un locus de valor moral ayudó el ascenso del escepticismo y la razón. Nadie puede negar la diferencia entre la vida y la muerte o la existencia del sufrimiento, pero para tener creencias sobre lo que pasa en un alma inmortal tras separarse del cuerpo hace falta adoctrinamiento.
Los datos procedentes de la biología evolutiva, la neurociencia y la genética, además, proponen al ser humano como un ser social que, en condiciones de escasa conflictividad y recursos suficientes para todos, resulta esencialmente moral y justo (e incluso altruista, o egoísta cooperador, como prefiramos denominarlo). Los valores morales son, pues, universales, y no importa si existe religión o no de por medio, sino si procura un contexto social donde se promuevan de una forma fundamentalmente no coactiva. Por ejemplo: ¿Dónde hay más confianza entre las personas? En los lugares donde hay más ingresos y la calle está más limpia o ¿Cuáles son los países con más homicidios del mundo?

De hecho, si los valores morales han progresado es precisamente porque la religión ha ido perdiendo progresivamente prerrogativas a la hora de inculcar sus códigos morales (así como su modo de inculcarlos), tal y como explicaremos en la próxima entrega de este artículo.
Tomado de Xakata Ciencia

11 de febrero de 2013

La violencia: ¿suele tener su origen en un exceso de moralidad y justicia personal?


Sólo una minoría de los homicidios se comenten con una finalidad práctica. Los criminólogos suelen barajar el 10 %. El 90 % restante de homicidios, pues, son de carácter moral. 

Es decir, que 9 de cada 10 homicidios no se cometen para robar, para evitar la detención de la policía, para violar, etc. 9 de cada 10 homicidios se cometen como represalia tras una ofensa, por una pelea doméstica, por un problema afectivo (infidelidad, por ejemplo, o abandono de la pareja). Es decir: celos, venganza y defensa propia. 

Tal y como afirmaba el experto en leyes Donald Black en su influyente artículo “El crimen como control social”, casi todo lo que llamamos crimen es, desde el punto de vista del perpetrador, búsqueda de justicia. O dicho de otro modo: el 90 % de los homicidios no los cometen malas personas, o al menos no son personas que consideran que están haciendo mal: incluso es posible que se vean a sí mismas como héroes o víctimas. 

Son, en definitiva, como el Juez Dredd: juez, jurado y verdugo. 

Naturalmente, ello no justifica en absoluto el homicidio, pero sí permite que concibamos la acción violenta de otro modo, y por tanto sepamos atajarla de un modo más eficaz. Por lo pronto, tal y como señala Black, la violencia general no se debe a un déficit de moralidad y justicia, sino a un exceso de las mismas, al menos tal y como éstas son concebidas en la mente del autor del crimen. 


Generalmente, las personas de estatus inferior tienden a no aprovechar la ley y a mostrarse hostiles ante ella, y prefieren la antigua alternativa de la justicia de la “autoayuda y el código del honor. 

Pero todas las personas, independientemente de su estatus, pueden perder los estribos y considerarse víctimas de una situación claramente injusta. Ello no debe hacer disminuir el castigo frente a estas personas, sino que intelectualmente nos permite derribar un dogma: que la violencia es una especie de enfermedad o que es resultado de apuros económicos o furia contra la sociedad.

Tal y como explica Steven Pinker en Los ángeles que llevamos dentro:
Consideremos a un hombre que es detenido que es detenido y juzgado por agredir al amante de su esposa. Desde el punto de vista de la ley, el agresor es el esposo y la víctima es la sociedad, que ahora está buscando justicia (una interpretación, recordemos, reflejada en la denominación de los casos judiciales, como “El Pueblo contra John Doe”). Desde el punto de vista del amante, el agresor es el esposo y la víctima es él; si el esposo consigue la absolución, la nulidad del juicio o un acuerdo de reducción de pena, no hay justifica, pues al amante se le prohíbe vengarse. Y desde el punto de vista del esposo, él es la víctima (de que le hayan puesto los cuernos), el amante es el agresor, y se ha hecho justicia (pero ahora es víctima de un segundo acto de agresión, en el que el estado es el agresor y el amante un cómplice).
El propio Donald Black abunda en la psicología del homicida:
Los que cometen asesinato (…) a menudo parecen resignados a su destino en manos de las autoridades; muchos esperan pacientemente a que llegue la policía; algunos incluso llaman para informar de su crimen (…). En este tipo de casos, de hecho, los individuos implicados podrían ser considerados mártires. Sin diferenciarse de los trabajadores que violan la prohibición de declararse en huelga (sabiendo que irán a la cárcel), o de otros que desobedecen la ley por razones de principios, hacen lo que creen correcto y sufren de buen grado las consecuencias.
Habida cuenta de estas conclusiones, parece que un estado será menos conflictivo no tanto por una mayor presión policial o unos mejores consejos morales del tipo todos somos iguales, ama al prójimo como te amas a ti mismo, sino un sistema legal más seguro y garantista, incluso en pequeños conflictos, que permita que las personas resuelvan sus diferencias de un modo más civilizado (a la vez que dichas personas son educadas para que sepan aprovecharse de ese sistema).

Sea como fuere, el problema tiene muchas más variables de las que parece en un principio, y un “se han perdido los valores” o “mano dura con el infractor” no parecen soluciones tan eficaces.

Fuente:

Xakata Ciencia 

22 de diciembre de 2012

El 'pegamento social' de la Navidad

Comida solidaria de Navidad en un colegio de Valencia. | Benito Pajares

Comida solidaria de Navidad en un colegio de Valencia (España) | Benito Pajares
En los próximas dos semanas, millones de personas de todo el mundo compartirán mesa con familiares y amigos. Ya sea con motivo del solsticio, la despedida del año o la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret, cumpliremos con algunos rituales y celebraciones que llevan celebrándose desde hace milenios. Lo que todos ellos tienen en común es su origen religioso.

Los antropólogos situamos el origen de la religión en los primeros 'Homo sapiens'. Pensamos que tuvo que ser en esa época por las pinturas halladas en las cuevas y algunos esqueletos de hace 30.000 años enterrados ritualmente con ocre, señal de que probablemente creían en la vida después de la muerte.

Aunque con formas y fondos muy diversos, la religión es un fenómeno universal entre los cazadores-recolectores y ha emergido en todas las sociedades modernas del mundo. Desde sus orígenes, entre otras funciones, la religión ha servido como instrumento de cohesión. Algo así como un pegamento social que favorece la unión de sus miembros y recuerda simbólicamente algunos de sus valores y necesidades más importantes. En las fiestas o rituales, es donde estos se hacen más visibles y evidentes.

Varios expertos creen que las raíces del ritual como modo de festejo pueden rastrearse en los animales. En el juego y en la celebración, por ejemplo, se dan comportamientos y emociones muy similares. Cuando los chimpancés ven a un compañero conseguir una comida que saben que compartirá con ellos, se excitan y dan saltos de alegría anticipándose a la recompensa.

También se ha observado que los chimpancés del Parque Nacional de Gombe (Tanzania), al aproximarse a las cataratas y rápidos del río, contagiados por el sonido que producen, comienzan a bailar y jugar solos. Después, suelen quedarse sentados, hipnotizados, mirando como van y vienen sus aguas.




Vídeo 1: La fascinación de los chimpancés ante las cataratas

Jane Goodall cree que los chimpancés también tiene algún tipo de espiritualidad, solo que no pueden hablar de ello como nosotros hacemos. Puede que en la contemplación de la naturaleza resida el origen de la religión.

Las fiestas y celebraciones son fundamentales para recordar los vínculos existentes y recordar las alianzas dentro y fuera de la tribu. A pesar de que no somos conscientes, los humanos usamos estos eventos con el mismo fin. Las bodas, bautizos y demás fiestas cumplen con este objetivo.

A nivel colectivo, la religión provee de un marco normativo a las acciones, en ausencia de tribunales y policías que aseguren las buenas prácticas. Es decir, son muy útiles para regular el comportamiento de las personas cuando interaccionan entre sí y no existen instituciones que vigilen o a las que se pueda acudir en caso de injusticia o agravio. En las fiestas se recuerda esta moral compartida.

Fuente:

YO Mono

Obviamente en una sociedad desarrollada ya no se necesita la religión. Pero siempre serán necesarias las convicciones y la fé. Un ser humano necesita fé para seguir por el camino; y sin conviciones profundamente arraigadas y que guíen nuestra conducta no somos personas sino individuos. Pero, ojo que al hablar de fé no estamos hablando de una fé metafísica, sino de una fé en que la Humanidad, con las herramientas (materiales y espirituales) que posee, puede transformar el mundo en un lugar de paz, justicia, libertad y solidaridad.

La fé no puede estar en un ser mítico que vive en el más allá, la fé tiene que estar puesta en el hombre y en la ciencia y las enseñanzas que podemos sacar de nuestra historia. Las sociedades actuales, bajo el signo de las políticas económicas neoliberales,  están en decadencia; y corresponde a los hombres de buena voluntad transformar estas sociedades. Las sociedades nuevas no llegarán gracias a la mano invisible de dios o a la mano invisible del libre mercado; las sociedades actuales necesitan ser destruidas, y de sus ruins emergerán las sociedades nuevas.

26 de septiembre de 2012

"Nuestros hijos aprenden que hay que seducir, hacer trampas y mentir para tener éxito"

La psiquiatra Marie-France Hirigoyen considera que cada vez hay más 'personas perversas' y analiza los motivos del abuso de debilidad.


Probablemente en más de una ocasión ha tenido la sensación de que alguien quiere aprovecharse de usted. El problema surge cuando esa extralimitación supone un grave perjuicio para la persona estafada, timada o manipulada. La psiquiatra, psicoanalista y psicoterapeuta de familia Marie – France Hirigoyen aborda en El abuso de debilidad (Editorial Paidós) los agravios cometidos contra los que están en situación de debilidad o que se sienten débiles aún sin serlo y que acaban permitiendo que personas sin escrúpulos los utilicen y se aprovechen de ellos con total impunidad. Según la autora, este tipo de casos van al alza y por eso exige que los estados protejan a los ciudadanos más vulnerables. La psiquiatra ha escrito también El acoso moral, Las nuevas soledades, Mujeres maltratadas y El acoso moral en el trabajo.

- En Francia es conocida por ser la impulsora de la denuncia del acoso moral, ¿ahora qué le ha llevado a escribir sobre al abuso de debilidad?
- En estos temas el límite entre lo normal y lo anormal es muy poco preciso y, por lo tanto, me pregunté cuál era esta zona gris. Las personas que yo trato que han sido víctimas de acoso o de violencia psicológica se quejan de que, a pesar de que en Francia existe una ley que lo regula, es difícil aportar pruebas porque hubo “consentimiento”.

- Póngame un ejemplo.
- En el acoso sexual puede ser que un hombre presione a una mujer hasta el punto que acabe invadiendo su psique y su presencia y ella no tenga ningún medio para resistirse psicológicamente. Podríamos decir que esto sucede porque esa mujer es débil, pero no es así, sino que la técnica para invadirla es muy eficaz.

- En este sentido, ¿cuál es su principal preocupación?
- Cómo se llega a aceptar una situación que no nos conviene. Una de las objeciones al primer libro que escribí, el del acoso moral, hacía referencia a que no había tantos comportamientos  perversos en la sociedad, pero ahora es algo indiscutible: cada vez hay más personas perversas en el mundo. 

- ¿Y cuál es el fundamento de esta conclusión?
- Pienso que nuestra sociedad ha cambiado bajo la influencia de los actuales métodos de gestión y de los nuevos medios de comunicación. Las cosas van muy deprisa y todo parece posible instantáneamente. Por ejemplo, en el mundo laboral se utiliza a las personas como si fueran piezas de ajedrez, se les promete muchas cosas maravillosas sobre su futuro profesional y después se las desecha cuando no se las necesita. Hay una especie de cinismo generalizado y el motor esencial de nuestra sociedad es el poder y el dinero.

- Suena desesperanzador.   
- Se ha demostrado con los grandes escándalos internacionales ocurridos recientemente de banqueros, políticos y dirigentes que han hecho trampas, han mentido y no les ha pasado nada. Nuestros hijos aprenden que hay que seducir, hacer trampas y mentir para tener éxito. Esto es grave. Los casos de manipulación que trato son una especie de alegoría de lo que sucede en el mundo.

- ¿Qué persigue con esta denuncia social?
- En nuestra época los criterios para tener éxito profesional o político son exactamente los mismos que utilizan los perversos oradores o manipuladores, casi psicópatas, que describo en el libro. El objetivo es que nos interroguemos y que a través de estos casos, que pueden parecer anecdóticos, nos preguntemos qué pasa con la sociedad y con los límites que nos concedemos sobre comportamientos que pueden ser aceptables o no.

- ¿Qué es el abuso de debilidad?
- Desde un punto de vista jurídico, es el uso excesivo de un derecho que va en contra del derecho de otra persona. Las personas vulnerables en Francia, según la ley, son la gente mayor, los discapacitados y los niños. También se refiere a las personas que están sometidas económicamente, bajo el poder de otras. Al principio se había añadido esto último a la ley para luchar contra las sectas.

- ¿Pero?
- Es muy difícil probar que una persona ha aceptado un comportamiento que le perjudica. Los casos que se juzgan en Francia están más relacionados con gente mayor que ha sido manipulada por personas que en principio las tenía que ayudar y que se han aprovechado para ocupar un espacio y excluir a la familia, que han conseguido que las pusieran en el testamento. La rivalidad por la herencia también puede darse dentro del entorno familiar, pero lo que es nuevo y se está extendiendo por toda Europa es el poder de las sectas sobre la gente mayor.

- ¿A qué es debido?
- La gente vive más años y, por lo tanto, hay más personas que son vulnerables, que han tenido un accidente vascular-cerebral, aparentemente son autónomas, pero tienen una deficiencia de las capacidades cognitivas y, por lo tanto, es como un filón para conseguir algo.

- ¿El principal motivo del abuso de debilidad es el económico?
- No únicamente es el dinero, también puede ser el poder. Es una manipulación afectiva que consiste en decir “yo soy el preferido o preferida de una persona mayor”, hay un registro de prepotencia, de ser el más fuerte, es un juego que excita mucho, más que el dinero que se pueda sacar.

- El 95% de las demandas en Francia afectan a gente mayor, ¿qué otro perfil de personas son víctimas potenciales de este tipo de abusos?
- Personas fragilizadas por una enfermedad, por un duelo o una separación, que necesitan amor y ser reconfortadas. Un manipulador puede aprovechar la situación para acercarse y colmar las lagunas afectivas de estas personas, que no se protegerán suficientemente porque estarán muy confiadas. Pongo un ejemplo.

- Adelante.
- Una chica que traté hace unos días me explicó que pasó por una crisis familiar y profesional en la que conoció a un hombre que le prometió amor, confianza, amistad, y la llevó a prácticas sexuales que no estaban en el registro de ella. Llegó a filmar cosas muy íntimas y colgarlas en Internet e, incluso, las hizo llegar al trabajo de esta mujer.

- ¿Se puede decir que es un caso aislado?
- No, este tipo de situaciones se dan mucho, sobre todo, entre los jóvenes porque hay una especie de tendencia a pensar que uno tiene que ser transparente, por lo que la gente no se protege suficientemente, no hay demasiada desconfianza, no hay límites de lo íntimo, de lo que se puede divulgar, de lo que es aceptable y de lo que no lo es, de lo que conviene y de lo que es inadmisible.

- ¿Y cuál es la solución?
- Hay que concienciar a la gente de que todo no es posible y que hay que poner límites para protegernos, pero también poner límites a nuestro comportamiento respecto a los demás para evitar convertirnos en abusadores.

- ¿Hasta qué punto influencian las redes sociales en propagar la vida íntima?
- Muy claramente los medios tienen algo que ver, pienso que los nuevos métodos de comunicación, en que todo es instantáneo y se puede difundir, es algo que ha cambiado nuestra relación con el mundo. Además, los padres han perdido los marcos de la educación, no ponen límites, les cuesta hacerse respetar y esas barreras que eran antes demasiado fuertes, ahora han desaparecido y esto puede poner algunas veces a los jóvenes en peligro.

- ¿El nivel de formación es una prevención contra el abuso de debilidad?
- Al contrario, contra más cultos e inteligentes somos, más percepción tenemos de que no corremos peligro y no desarrollamos nuestro espíritu crítico sobre este tipo de cosas. Puede ser una trampa.

- ¿Todas las víctimas de abuso de debilidad son débiles?
- Desde un punto de vista jurídico, sí, pero desde mi punto de vista, no. Tengo un ejemplo, que cito en el libro, que es de un amigo mío que fue víctima de un estafador. Y me dijo: "No es un abuso de debilidad porque yo no era débil cuando encontré a ese hombre, pero es un abuso de simpatía, conocí a alguien tan seductor, agradable, inteligente y culto que no desconfié suficientemente hasta que me enteré que era un timador buscado por la policía.

- ¿Las personas débiles pueden cambiar su estatus de víctima?
- Creo que se puede salir del estatus de víctima, trabajo para conseguirlo, porque sino, sería un fracaso para mí. Pero cuando se ha estado mucho tiempo bajo el poder de alguien, es más difícil abandonar este rol.

- ¿Qué prevención se tiene que tomar para no ser tan fácilmente manipulables?
- Desarrollar el espíritu crítico y escuchar un poco más nuestros sentimientos, no reaccionar solo a la rapidez de los intercambios, darse un tiempo de reflexión, preguntarse “¿esta situación me conviene o no?”. Y esto hay que hacerlo bastante deprisa porque cuando estamos inmersos en una situación de manipulación, hay un momento en que no se entiende nada, entonces, hay que hablar con otra persona, distanciarse un poco para intentar ver las cosas de otra manera.
·······················
Compra algunos de sus libros en Amazon.es:

Tomado de:

24 de septiembre de 2012

Los 4 procesos cerebrales que determinan nuestra moral

Tal y como señala Patricia S. Churchland en su reciente libro El cerebro moral, la hipótesis predominante sobre lo que que determina nuestra moral es una interrelación de distintos procesos cerebrales. A saber:

1. El cuidado o la atención a los demás (enraizado en el apego a nuestros familiares y la preocupación por su bienestar).

2. El reconocimiento de los estados psicológicos de los demás (basado en las ventajas de predecir la conducta de terceros).

3. La resolución de problemas en un contexto social (cómo castigar a malhechores, por ejemplo, o distribuir los bienes cuando son escasos).

4. El aprendizaje de prácticas sociales (mediante un refuerzo positivo y negativo, por imitación, por ensayo y error, por diversos condicionamientos y por analogía).
Obviamente, la biología, la neurociencia o la genética no nos dicen nada acerca de cómo deberíamos actuar en el mundo: sencillamente nos aportan más información fundamentada acerca de cómo se relacionan los cuatro puntos anteriormente descritos.

Y con mayor información, tal vez, el debate sobre lo que deberíamos hacer se enriquezca. Así pues, la ciencia, en general, no dice nada sobre el “debería ser” sino sobre el “es”. La ciencia sólo puede corroborar hechos. De la ciencia no emana la ética. Pero sin ciencia, nuestra ética se basaría exclusivamente en intuiciones un poco más ciegas

Fuente:

22 de abril de 2012

¿Dónde está la moral en el cerebro humano?

[foto de la noticia]


Al escuchar a Patricia S. Churchland en una de sus conferencias, es fácil olvidar que quién habla es una filósofa, y no una bióloga evolutiva. De hecho, en sus biografías, a esta profesora de la Universidad de San Diego (California), que ha visitado Madrid en un congreso educativo organizado por ACADE, se la define como neurofilósofa, el término que mejor describe su afán por explicar científicamente conceptos tan abstractos como la volundad, las creencias o la moralidad.


Esta última es el eje del libro que el 5 de mayo saldrá en España, 'Cerebro y moral' (Edit. Paidós), donde disecciona la historia humana y las neuronas para encontrar el origen de las normas éticas que hoy rigen nuestras sociedades. También esta obra es el eje de la entrevista que concede a ELMUNDO.es.


Pregunta.– Después de investigar el asunto ¿Dónde ha encontrado el origen de la moral humana?

La neurofilósofa Patricia Churchland, en la sede del congreso de educación de ACADE. | Sergio Enríquez-Nistal

La neurofilósofa Patricia Churchland, en la sede del congreso de educación de ACADE. | Sergio Enríquez-Nistal


Respuesta.– Está en unos impulsos sociales básicos que tienen todos los mamíferos. Tiene que ver con los cuidados de la madre cuando son pequeños y están en muchos animales, y también los humanos. Este es uno de los factores positivos de la sociabilidad. Otro sería que cuando nos enfrentamos a un problema del que no conocemos la solución, hacemos lo posible por encontrarla. Esta capacidad de aprendizaje y la sociabilidad, están detrás de la moral en los mamíferos.


P. – ¿En qué momento de la evolución esa necesidad de cuidado se convirtió en normas?  
R.– No lo sabemos. Pero no cambiamos el comportamiento social en decenas de miles de años. Las prácticas sociales fueron las mismas durante mucho tiempo. Cuando los grupos humanos se hicieron grandes, con la agricultura, se produjo el cambio hacia una elaboración de las normas.


P.– ¿La neurobiología acabará con la filosofía?

R.– Hay muchas cosas que tienen que aprender los filosofos. Si quieren entender la naturaleza del conocimiento, de la capacidad de elección, deben saber de neurobiología. No todos, porque algunos se dedican a la muerte, o a la justicia criminal, pero sí los que quieren saber sobre la mente humana.
"El sistema cerebral necesita cometer errores como parte del aprendizaje"


P. – Usted ha escrito sobre la voluntad de elección ¿existe realmente?

R.– Hay un mecanismo de control en el cerebro muy interesante. Todos los mamíferos tienen esa capacidad de elegir ante los impulsos. Algunas veces falla y son lo que se llaman las actitudes compulsivas, las obsesiones, pero son excepciones.


P.– ¿Aprendemos lo suficiente a manejar ese control?

R.– Hoy contamos con muchos estímulos, muchas estructuras educativas, comerciales, políticas... Son ámbitos en los que aprender y equivocarnos. Los mamíferos nacemos inmaduros porque es algo que nos permite adaptarnos, aprender a vivir en cualquier entorno. Y en ese aprendizaje el sistema de recompensa es fundamental. Así se llega al control.


P.– ¿Cree que somos lo suficientemente tolerantes con los errores ajenos y propios?

R.– No lo somos. A muchos niños los padres y los profesores les reprochan los errores, pero ellos necesitan explorar. Los errores son una oportunidad. El sistema cerebral necesita errores para aprender. Nadie quiere que un niño juegue con una pistola, pero sí deben equivocarse. Cada fracaso y cada éxito envían mensajes al sistema de recompensa del cerebro. Ese sistema genera dopamina, el neurotransmisor del bienestar. Y gracias a él, decidimos y aprendemos. El lado oscuro son las adicciones a sustancias que también generan dopamina y bloquean el sistema de recompensa, impidiéndo que se aprenda de los errores.


P.– ¿Y en el caso de los adultos?

R.– La actitud positiva frente a los errores hay que mantenerla toda la vida, porque el cerebro es flexible. No es un desarrollo tan acelerado como en los primeros seis años, pero existe. El cerebro es lo suficientemente plástico para buscar salida.

Fuente:

29 de febrero de 2012

La gente de clase alta es más propensa a violar las normas

El tío Gilito de Disney caracterizado como el avaricioso míster Scrooge de Dickens.

El tío Gilito (Tío Rico o Rico McPato) de Disney caracterizado como el avaricioso míster Scrooge de Dickens.

Los individuos de clase alta pueden ser más propensos a comportarse de forma poco ética que los de clase baja, según sugiere un estudio recién publicado en la revista científica 'Proceedings of The National Academy of Sciences' (PNAS).

El trabajo ha sido dirigido por Paul K. Piff, del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley. Él y sus colegas llegaron a esta conclusión tras realizar siete experimentos, tanto de campo como de laboratorio, sobre el comportamiento de diversas personas en las mismas circustancias y teniendo en cuenta su estatus social.

Para su estudio, los psicólogos entendieron como individuos de clase alta a aquellos con más riqueza, prestigio profesional y nivel educativo.

En los dos primeros estudios, realizados con observaciones al aire libre, los individuos de clase alta demostraron que tenían más facilidad para saltarse las normas de tráfico en comparación con los individudos observados y que pertenecían a estratos sociales menos elevados.

Después, el equipo de psicólogos de Berkeley desarrolló una serie de experimentos de laboratorio que sirvieron para demostrar, según afirman en su artículo, que las personas de rango social alto fueron más proclives a tomar decisiones poco éticas, coger objetos que no les pertenecían, mentir en una negociación, engañar para aumentar sus posibilidades de llevarse un premio y aprobar comportamientos incorrectos en el trabajo.

Los autores de esta investigación defienden que la avaricia es uno de los motores que llevan a este tipo de conductas asociales. Así, según afirma Paul K. Piff en el artículo publicado en PNAS , uno de los elementos que explica esta tendencia de la gente de rango alto a tener comportamientos menos éticos se debe a que tienen, por el contrario, una actitud más favorable hacia la avaricia.

En sus dos primeros experimentos, realizados en al aire libre el área de San Francisco, las personas consideradas por los investigadores como de rango elevado fueron las que más veces llevaron a cabo dos prácticas poco éticas: cortar el paso a otros conductores en un cruce complicado de cuatro carriles y no ceder el paso a los peatones. Los autores hicieron observaciones reales de lo que ocurría en la ciudad, de modo que estimaron el rango social de los infractores de las normas de tráfico en función del modelo de coche, la vestimenta y la edad del conductor.

En los siguientes estudios de laboratorio sí tomaron como muestra individuos elegidos para el caso, entre estudiantes de la Universidad de Berkeley y adultos seleccionados de todas las partes de Estados Unidos. Los investigadores descubrió que los individuos con posición social alta eran más propensos a engañar, robar, mentir y tomar decisiones poco éticas. Según los psicólogos de Berkeley, esta actitud poco ética ligada a la clase alta es independiente de la edad, el género, la etnia, las creencias religiosas y la orientación política.

Fuente:

El Mundo Ciencia

24 de junio de 2011

Desactivar neuronas para interferir en juicios morales

Imaginad una habitación vacía con sólo una caja, una pelota, y un sofá. Tú, un niño de 3 años, y otro de 5, estáis viendo todo lo que ocurre en ella gracias a una cámara oculta. Empieza la acción.

De repente aparece un chico de 12 años, coge la pelota, la mete dentro de la caja, y sale de la habitación. Un minuto después entre un nuevo chico, saca la pelota de la caja, la esconde detrás del sofá, y se marcha. Pasa otro minuto, y regresa el primer chico de 12 años a recoger su pelota. Se para la acción, y el investigador os pregunta: ¿Dónde irá a buscar la pelota; en la caja o detrás del sofá?

Para ti la respuesta es obvia: “En la caja, que es donde inicialmente la dejó”. Si le preguntas al niño de 5 años que vio toda la secuencia contigo contestará lo mismo: “En la caja, porque es donde cree que está”. Pero atención; si le preguntas al niño de 3 años dará una respuesta diferente: “Detrás del sofá”. Lo dirá él, y todos los niños de 3 años o menos. A esa edad, sus cerebros todavía no han desarrollado la capacidad de abstracción necesaria para introducirse en la mente de otras personas e imaginar qué están pensando. Responden que el chico de 12 años irá a buscar la pelota detrás del sofá, porque allí es donde está la pelota. Son incapaces de entender que alguien tiene “falsas creencias”; que alguien tiene en su cabeza una visión del mundo diferente a la suya. Pero algún cambio ocurre en los cerebros de los niños hacia los 4 años de edad, porque a los cinco todos dan la respuesta correcta. Excepto gran parte de autistas.

Existen múltiples versiones de este sorprendente experimento, denominados “false-belief task”. Ésta en concreto nos la explicó la neurocientífica cognitiva del MIT Rebecca Saxe, hace ya un tiempo durante un seminario en Cambridge. Rebecca investiga una capacidad cognitiva llamada Teoría de la Mente. Tener Teoría de la Mente implica poder reflexionar, y ser conscientes de nuestro estado mental interno y el de otros. Es un campo de investigación antiguo, multidisciplinar, que arranca de manera teórica en la filosofía, y del que desde hace poco existen aproximaciones experimentales.

En concreto, Rebecca Saxe utiliza imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para escanear cerebros de niños de diferentes edades mientras están realizando tareas cognitivas con “tests de falsas creencias”. Y ganó mucho reconocimiento al descubrir algo muy enigmático: en el neocórtex justo detrás de nuestra oreja derecha tenemos una zona del cerebro implicada directamente en la interpretación de los pensamientos internos de otras personas. Es decir; en intentar comprender qué pasa por la mente de alguien que mira un cuadro, nos habla con tono sospechoso, o planea una jugada en el ajedrez. El área se llama Right Temporoparietal Junction (rTPJ), y Rebecca Saxe demostró que se va desarrollando y especializando durante la infancia y adolescencia.

Pero no sólo eso; en personas adultas, la actividad en la rTPJ parece estar correlacionada con una mayor o menor facilidad para interpretar la mente de los demás. Teniendo en cuenta que dicha capacidad de leer la mente de otros está relacionada con los juicios morales que emitimos sobre sus acciones, el equipo de Rebecca Saxe diseñó una serie de experimentos para poner a prueba su hipótesis. Uno de sus ejemplos:

Imagina que estás observando la siguiente situación: Alba y Carmen son dos becarias que investigan en el mismo laboratorio. No se llevan muy bien, pero justo hoy van a tomar café juntas. Alba prepara los cafés. Ella no toma azúcar, y le pregunta a Carmen cuantas cucharadas quiere. “dos”, responde ella. Entonces, al lado del bote de azúcar, Alba distingue otro bote muy parecido pero con un compuesto químico blancuzco y granulado que resulta ser tóxico y provocar fuertes dolores abdominales. A plena conciencia, Alba pone dos cucharadas del producto tóxico en el café de Carmen, y se lo entrega con una malévola sonrisa. Lo que no sabía Alba es que alguien había cambiado el contenido de ambos botes, y en realidad sí le estaba dando azúcar a Carmen. ¿Qué grado de culpa le otorgas a Alba? Para valorarlo –como ya estarás haciendo- deberás fijarte no sólo en el inocente resultado de su acción, sino también en sus maquiavélicos pensamientos.

Imagína ahora esta otra situación: Alba va a buscar el azúcar para Carmen, y le pone dos cucharadas sin saber que alguien había intercambiado el contenido de los botes. Carmen pasa toda la tarde con dolores “por culpa” de Alba. ¿Qué grado de responsabilidad le otorgas a Alba?

Si un niño de 3 años fuera capaz de entender bien toda la situación, te respondería que en el primer caso Alba no tiene ninguna culpa porque no ha pasado nada, y en el segundo toda por darle un tóxico a Carmen. Ni su área rTPJ, ni su capacidad de interpretar la mente de los demás, están desarrolladas todavía. (con autistas, según este artículo reciente, ocurre algo parecido)

Cuando Rebecca Saxe puso adultos bajo el scanner de fMRI mientras les realizaba cuestiones como ésta, encontró una relación significativa entre la actividad de la rTPJ y la proporción de culpa que daban a Alba en las dos situaciones. Claro que todos la acusaban en la primera situación, y la defendían en la segunda, pero cuanta más actividad tenían en la zona rTPJ, más grado de responsabilidad le otorgaban cuando no provocaba un daño pero sí lo quería, y menos cuando causaba un daño por accidente involuntario.

Pero lo más sorprendente, y por lo que escribo esto hoy: Ayer me enviaron un artículo de Liane Young, una investigadora del grupo de Saxe, que ha conseguido alterar la opinión de la gente sobre la actitud de Alba desactivando la rTPJ con Estimulación Magnética Transcraneal (TMS). El título del paper de PNAS lo dice todo: “Disruption of the right temporoparietal junction with transcranial magnetic stimulation reduces the role of beliefs in moral judgments” (Distorsión del rTPJ con TMS reduce el rol de las creencias en los juicios morales).

La estimulación magnética puede servir para activar o desactivar áreas específicas del cerebro. De la manera que la aplica Liane Young, bloquea específicamente el área implicada en leer la mente de las personas, mientras les planteaba la situación de Alba y Carmen. Resultado: los participantes en el estudio modificaban significativamente sus juicios sobre el grado de culpa de Alba. No llegaban a invertirlo, faltaría más, pero sí había diferencias significativas y solían dar más valor al resultado final de la acción, y menos a la intención oculta de Alba. Impresionante. Como concluye el artículo, podemos manipular el cerebro para disminuir nuestra capacidad de utilizar estados mentales en la elaboración de juicios morales.

Cierto que suena muy reduccionista. No necesariamente lo es. Depende de cómo interpretemos los datos. Que nuestros pensamientos son en última instancia fruto de la actividad del cerebro está fuera de toda duda, y esta es la correlación observada. Pero Saxe y Young reconocen que los cambios son pequeños en la escala de juicios morales. Les resulta interesantísimo para investigar el procesamiento mental de los autistas, para ir comprendiendo un poquito mejor el funcionamiento de nuestro cerebro, y quien sabe, quizás para extraer algunas enseñanzas.

Tomado de:

Apuntes Científicos

2 de noviembre de 2010

¿Debemos borrar nuestros recuerdos?

Algunas investigaciones están dirigidas a borrar químicamente los recuerdos.

Algunas investigaciones han planteado que nuestros recuerdos no son tan indelebles como pensamos.

Si se pudieran borrar químicamente -por ejemplo los traumas de una guerra- ¿sería correcto? ¿o sería borrar nuestra historia?

clic ¿Usted qué opina? ¡Participe en el debate!

A favor

Anders Sandberg

"Borrar recuerdos traumáticos puede mejorar el bienestar humano".

Anders Sandberg, neurocientífico computacional del Instituto sobre el Futuro de la Humanidad, de la Universidad de Oxford.

"Hay un fuerte argumento moral para debilitar las asociaciones vinculadas al miedo: mejorar el bienestar humano.

Tener recuerdos fidedignos y precisos puede ser bueno para la identidad de una persona y para su habilidad de actuar moralmente.

Quizás incluso sea una obligación moral, como en el caso de ser testigo de un incidente o de ser un líder político responsable.

Pero creo que estos elementos son mucho menos importantes que la oportunidad de vivir una vida saludable.

El trastorno por estrés post traumático (TPET) puede llegar a ser una condición profúndamente inhabilitadora así que borrar de la memoria lo negativo o los recuerdos que producen miedo puede ser moralmente aceptable si el procedimiento permite que la persona viva una vida plena.

No estoy diciendo que la eliminación de recuerdos debe ser tomada a la ligera. Pero nuestra memoria es imperfecta, parcial y en muchos casos inventada.

Entonces quizás no deberíamos verlo como algo completamente distinto al proceso de selección de recuerdos que hacemos naturalmente todos los días".

En Contra

Emily Holmes

"A veces es horrible no poder recordar lo que pasó, aunque sea un mal recuerdo"

Emily Holmes, neuropsicóloga clínica, de la Universidad de Oxford.

"Los traumas son horribles y espantosos, pero lamentablemente son parte de nuestra vida.

Tenemos que recordar que mucha gente supera los traumas sin llegar a sufrir TPET.

Esto sugiere que es posible evitar el desarrollo de ese trastorno y que tenemos que aprender a sobrevivir sin que los recuerdos dolorosos nos afecten de una manera patológica.

La idea de que uno puede "borrarse la memoria" puede sonar atractiva, pero no creo que eso funcione.

Un ejemplo de que borrar un trauma no ayuda necesariamente al paciente es el caso de una violación bajo los efectos de una droga como el Flunitrazepam.

Las personas que han sido violadas luego de ingerir un sedante no pueden recordar lo que pasó.

Ese olvido puede generar consecuencias desastrosas. Es horrible no saber qué pasó porque tu mente inventa o intenta completar esos vacíos de la memoria y eso puede ser aún peor.

Nadie que haya sufrido un trauma -o que trabaja con afectados- quisiera que el incidente hubiese ocurrido.

Pero en terapias con buenos resultados, cuando el paciente vuelve a sentirse bien, no pide que le borren sus recuerdos.

Ellos entienden que es importante conocer la historia personal y recordar lo que te ha ocurrido en la vida.

Pongámonos en el caso de los veteranos de la Primera Guerra Mundial. Fue una época terrible. Pero ellos ¿optarían por borrar completamente esos tres años de su vida?

Creo que alguien que está enfermo podría decir que preferiría borrar esos malos recuerdos. Pero una vez que se ha recuperado, dudo que quiera que desaparezca el rol que esa memoria juega en su vida".

clic Opine: ¿le gustaría borrar algunos recuerdos?

Fuente:

BBC Ciencia
google.com, pub-7451761037085740, DIRECT, f08c47fec0942fa0