Ada Yonath, Premio Nobel de Química 2009, hizo una dura advertencia a la comunidad científica internacional y la humanidad.
Humanidad en alerta. Ada Yonath, científica de origen israelí y Premio Nobel de Química 2009, advirtió durante una entrevista con el diario El País que si los laboratorios no crean nuevos medicamentos contra las bacterias, los seres humanos solo vivirán hasta los 50 o 60 años.
"La
longevidad se disparó gracias a los antibióticos, en la mitad del
pasado siglo. Evitó las muertes de quienes no habían cumplido los 50.
Antes de esa edad murieron Mozart o Kafka", dice la científica durante la entrevista.
Sin embargo, Ada Yonath critica que en los últimos 20 años solo se han desarrollado tres nuevos medicamentos.
"No es nada. El último de ellos, uno completamente nuevo, ya tenía
resistencias al año de usarse. Las grandes compañías han dejado de
hacerlos, pero deben continuar en ello. La longevidad es algo
fantástico, pero puede ser detenida por cosas estúpidas", agregó.
Según recogió el diario El País, más de 33 000 europeos mueren al año a causa de microorganismos resistentes que han sabido sortear los efectos de los medicamentos.
Artículo tomado de: La República (Perú)
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23 de enero de 2020
20 de octubre de 2018
¿Los virus son inmortales?
No hay consenso en la comunidad científica sobre si los virus son o no organismos vivos.
Responder a esta pregunta no es trivial puesto que no hay consenso en la comunidad científica sobre si los virus son o no organismos vivos.
En ocasiones se habla de ellos como estructuras al límite de la vida.
Pero vayamos a lo que sí son con toda seguridad: agentes infecciosos que
necesitan de un organismo vivo para multiplicarse, es decir, parásitos.
No son células pero infectan a todo tipo de organismos vivos: animales,
plantas, hongos, bacterias y protozoos, ¡hasta se han encontrado
parasitando a otros virus! Son tan pequeños –100 nanómetros de media o
lo que es lo mismo, una milésima parte del grosor de un cabello- que no
pueden observarse con el microscopio óptico, solo cuando se inventó el
microscopio electrónico, en 1931, que es capaz de ver objetos
minúsculos, pudimos tener una imagen de ellos. Al observar al
microscopio electrónico los virus extraídos de un organismo infectado se
pudo comprobar que aparecían múltiples partículas. Cada una de esas
partículas víricas era extraordinariamente sencilla, estaba formada por
una cubierta hecha de proteína y llamada cápside en cuyo interior se
protege el material genético que puede ser ADN o ARN. En algunos tipos
de virus las partículas tienen también un envoltorio lipídico, es decir
formado por lo que normalmente llamamos grasas, que roban de las
membranas de las células que infectan.
Un virus puede existir como ente
individual pero en cuanto entra en un organismo vivo, si es competente
para multiplicarse, o como decimos los biólogos para replicarse, lo hará
en muy poco tiempo creando múltiples copias de sí mismo. Así que cuando
en ciencia nos referimos a un virus que infecta un organismo no
hablamos de una sola de esas partículas sino de una población de
partículas. Sobre si son o no inmortales la respuesta no es obvia. Para
ser mortal -o inmortal en este caso- un organismo debe, primero, estar
vivo y, tal como decía antes, no está del todo claro que los virus lo
estén. Es verdad que los virus tienen estructura genética,
evolucionan por selección natural y se reproducen creando réplicas,
aunque no idénticas, de sí mismos pero no están compuestos de células y,
según la teoría celular, esas son las estructuras básicas de la vida
así que sin ellas no podría considerarse que un virus sea un ser vivo.
Hay otro argumento más en contra de considerarlos seres vivos, los virus
no tienen metabolismo propio, necesitan las células de los organismos
que infectan para replicarse.
Pero volvamos sobre la cuestión
inicial. Una partícula de virus tiene una existencia muy corta fuera de
un ser vivo pero cuando entra en un hospedador empieza a replicarse a un
ritmo fortísimo. Sabemos, por ejemplo, que en un individuo infectado
por el virus del VIH o de la hepatitis C puede haber entre 10.000
millones y 100.000 millones de virus. Su vida media es de 6 a 24 horas
pero como se replican tan rápido esas poblaciones enormes están en
continua renovación. Y eso quiere decir que nunca estamos hablando de un
solo virus sino de poblaciones de virus en equilibrio que en virología
se conocen con el nombre de cuasiespecies víricas. Así que la respuesta a
la pregunta de si son inmortales es que si estamos hablando de un solo
virus o partícula vírica, por supuesto que no es inmortal, está claro
que desaparece. Pero dado que realmente no podemos hablar de un solo
virus sino de una población de virus esa sí podría no desaparecer nunca
si a la muerte de su hospedador se hubiera transmitido ya a otro
huésped. No será exactamente la misma entidad porque se replica en copias que no son idénticas
pero a menos que evolucione tanto como para convertirse en otro virus
diferente seguirá siendo el mismo virus. En mi opinión no hay nada
inmortal pero lo más cercano a la inmortalidad sería ese conjunto de
mutantes que sin parar de replicarse van poco a poco cambiando en el
tiempo para seguir manteniéndose ellos mismos y en condiciones óptimas
podrían perdurar indefinidamente. Ello sucedería hasta el momento en que
no tuvieran ningún ser vivo al que parasitar, entonces desaparecerían.
22 de agosto de 2018
Biobaterías: las pilas que utilizan papel y bacterias para generar energía
Papel + bacterias= energía
Se trata de baterías hechas de papel y alimentada por microorganismos que, según sus creadores, podrían ser utilizadas para suplir energía en áreas remotas del mundo o en regiones con recursos limitados donde artículos cotidianos como enchufes eléctricos son un lujo.
Entre sus elementos más llamativos también se encuentra que las baterías solo se activan cuando entran en contacto con agua o saliva y que una tecnología, llamada liofilización, permite su almacenamiento duradero sin que pierdan sus propiedades o se degrade.
El equipo de investigadores de la Universidad de Binghamton, en el estado de Nueva York, que trabaja desde hace años en este campo, explicó durante la conferencia que las pilas de papel se puede usar una sola vez y luego desechar y que, actualmente, tienen una vida útil de cuatro meses.
No obstante, anunciaron que continúan trabajando para mejorar la carga electrónica de la batería (actualmente pueden generar la energía necesaria para alimentar un diodo de luz y una calculadora) y en la supervivencia y el rendimiento de las bacterias, lo que permitiría una vida útil más larga del dispositivo.
"El rendimiento energético también necesita mejorarse aproximadamente 1.000 veces para la mayoría de las aplicaciones prácticas", aseguró en un comunicado de prensa Seokheun Choi, el encargado de la investigación.
De acuerdo con el experto, esto podría lograrse apilando y conectando varias baterías de papel a la vez.
Choi anunció, además, que el equipo ya solicitó la patente para la batería y que está buscando socios en la industria para su comercialización.
Pero ¿cómo funcionan estos dispositivos?
Los poderes del papel
Desde hace años, los investigadores han desarrollado biosensores desechables a partir del papel, que se utilizan generalmente para el diagnóstico de enfermedades o para la detección de contaminantes en el medio ambiente.El funcionamiento de estos dispositivos se basa generalmente en reacciones químicas que provocan un cambio de color, lo que permite conocer la presencia o no de ciertos contaminantes o condiciones de salud.
Sin embargo, la sensibilidad "eléctrica" de estos dispositivos es limitada y se agota muy rápido.
"El papel tiene ventajas únicas como material para biosensores: es económico, desechable, flexible y tiene una gran superficie. Sin embargo, los sensores requieren una fuente de alimentación", explicó Choi en la presentación de sus baterías.
Para superar esta barrera, el equipo de la Universidad Binghamton creó una especie de celdas imprimiendo capas delgadas de metales y otros materiales sobre una superficie de papel.
Luego, colocaron "exoelectrógenos ", que son un tipo especial de bacteria que puede transferir electrones fuera de sus células.
Lea el artículo completo en: BBC Mundo
15 de abril de 2018
Chile: por qué los microbios encontrados en el desierto de Atacama pueden ser un indicio de que hay vida en Marte
En 2015 el astrobiólogo alemán Dirk
Schulze-Makuch viajó junto con un equipo internacional de investigadores
a uno de los sitios más inhóspitos de la Tierra: la zona más seca del
desierto de Atacama, en Chile.
Y, entonces, llovió...
Ese excepcional evento que ocurre una vez por década permitió a los investigadores registrar una explosión de actividad biológica y, que incrementó sus esperanzas de que haya vida en Marte.
Según el estudio que publicó el equipo de Schulze-Makuch este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), en Atacama existe una comunidad de bacterias resistentes que pueden pasar décadas en estado latente, sin agua, para luego reactivarse y reproducirse con la lluvia.
"Otros investigadores habían logrado encontrar organismos moribundos cerca de la superficie y restos de ADN en el pasado", dijo Schulze-Makuch al periódico de la Universidad Estatal de Washington, donde es docente.
"Pero —continuó— esta es realmente la primera vez que alguien es capaz de identificar una forma de vida persistente en el suelo del desierto de Atacama".
Schulze-Makuch incluso dio un paso más y afirmó: "Creemos que estas comunidades microbianas pueden permanecer latentes durante cientos o incluso miles de años en condiciones muy similares a las que pueden encontrarse en un planeta como Marte y luego volver a la vida al llover".
Luego de la visita de 2015, los investigadores regresaron a Atacama para tomar muestras en 2016 y 2017.
En esos viajes descubrieron que, ante la creciente ausencia de humedad, aquellas comunidades microbianas que se habían activado por la lluvia comenzaban a retraerse de forma gradual hacia el estado de latencia.
En otras palabras, estas comunidades "han evolucionado para adaptarse a las severas condiciones", dice el estudio de PNAS.
¿Vida en Marte?
"Nuestros nuevos descubrimientos tienen importantes repercusiones en la búsqueda de vida en Marte", escribió este lunes Schulze-Makuch en la revista de divulgación científica Air & Space."Ese planeta solía ser mucho más húmedo de lo que es ahora, pero incluso hoy en día hay eventos ocasionales que podrían proporcionar humedad a microorganismos latentes", agregó.
Hace miles de millones de años, Marte tenía océanos y lagos donde es posible que existieran formas simples de vida.
Además, en los últimos años, distintas investigaciones han afirmado que en hoy en día en la superficie de Marte podrían existir minerales en estado hidratado, corrientes de agua salada y hasta tormentas de nieve nocturnas.
"Al igual que en las áreas más secas de Atacama, cualquier microbio en Marte podría reactivarse al entrar en contacto con suficiente humedad", escribió el investigador alemán.
"En ese caso, el planeta puede no estar tan sin vida como alguna vez pensamos".
Fuente:
BBC Ciencia
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22 de febrero de 2018
El rastro más antiguo de la vida en la Tierra
Confirman que unos restos fosilizados de 3.500 millones de años hallados en Australia son de origen biológico.
Unos restos microscópicos descubiertos en unas rocas de 3.500 millones de años constituyen los fósiles más antiguos conocidos así como la prueba directa de vida en la Tierra más temprana hallada hasta fecha. Así lo ha confirmado un equipo de investigadores de las universidades de Wisconsin–Madison y California, en Los Ángeles (UCLA). En un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, estos científicos, coordinados por el paleobiólogo James William Schopf, de esta última institución estadounidense, y el profesor de Geociencias John W. Valley, de la primera, describen once especímenes microbianos pertenecientes a cinco taxones diferentes –en estos se agrupan organismos que presentan un cierto parentesco entre sí–.
Según estos expertos, es posible relacionar sus características morfológicas con las huellas químicas características de la vida. Aunque algunos ejemplares son, en esencia, similares a algunos microbios que aún pueden encontrase en la actualidad, otros son bacterias y arqueas –un tipo de microorganismos unicelulares– pertenecientes a especies ya extinguidas. En todo caso, vivieron en una época en la que el oxígeno aún no se encontraba de forma significativa en la atmósfera.
A partir de su análisis, los investigadores pudieron constatar que entre los microorganismos, cada uno de unos 10 micrómetros de ancho –un cabello humano tiene el mismo grosor que ocho de ellos–, se encontraban bacterias fototróficas, que aprovechan la radiación solar para generar energía, arqueas productoras de metano y gammaproteobacterias, que oxidan este gas, un compuesto que según algunos modelos teóricos tuvo una importante presencia en la atmósfera primitiva.
“Este tipo de estudios sugiere que la vida podría ser un fenómeno muy común en el universo”, afirma Schopf. “Pero, sobre todo, la presencia de estos microbios en la Tierra hace 3.500 millones de años indica que se habría desarrollado en nuestro planeta mucho antes de esa fecha; si bien nadie sabe cuánto antes. Además, confirma que incluso la vida más primitiva puede evolucionar y dar origen, en este caso, a microorganismos más avanzados”. El propio profesor Valley que ha participado en este ensayo llevó a cabo un estudio en 2001 en el que probó que hace 4.300 millones de años ya existían océanos en nuestro planeta. “No tenemos pruebas de que en esa época hubiera vida en la Tierra, pero eso no quiere decir que no se diera”, concluye Valley.
Lea el artículo completo en:
Muy Interesante
Unos restos microscópicos descubiertos en unas rocas de 3.500 millones de años constituyen los fósiles más antiguos conocidos así como la prueba directa de vida en la Tierra más temprana hallada hasta fecha. Así lo ha confirmado un equipo de investigadores de las universidades de Wisconsin–Madison y California, en Los Ángeles (UCLA). En un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, estos científicos, coordinados por el paleobiólogo James William Schopf, de esta última institución estadounidense, y el profesor de Geociencias John W. Valley, de la primera, describen once especímenes microbianos pertenecientes a cinco taxones diferentes –en estos se agrupan organismos que presentan un cierto parentesco entre sí–.
Según estos expertos, es posible relacionar sus características morfológicas con las huellas químicas características de la vida. Aunque algunos ejemplares son, en esencia, similares a algunos microbios que aún pueden encontrase en la actualidad, otros son bacterias y arqueas –un tipo de microorganismos unicelulares– pertenecientes a especies ya extinguidas. En todo caso, vivieron en una época en la que el oxígeno aún no se encontraba de forma significativa en la atmósfera.
A partir de su análisis, los investigadores pudieron constatar que entre los microorganismos, cada uno de unos 10 micrómetros de ancho –un cabello humano tiene el mismo grosor que ocho de ellos–, se encontraban bacterias fototróficas, que aprovechan la radiación solar para generar energía, arqueas productoras de metano y gammaproteobacterias, que oxidan este gas, un compuesto que según algunos modelos teóricos tuvo una importante presencia en la atmósfera primitiva.
“Este tipo de estudios sugiere que la vida podría ser un fenómeno muy común en el universo”, afirma Schopf. “Pero, sobre todo, la presencia de estos microbios en la Tierra hace 3.500 millones de años indica que se habría desarrollado en nuestro planeta mucho antes de esa fecha; si bien nadie sabe cuánto antes. Además, confirma que incluso la vida más primitiva puede evolucionar y dar origen, en este caso, a microorganismos más avanzados”. El propio profesor Valley que ha participado en este ensayo llevó a cabo un estudio en 2001 en el que probó que hace 4.300 millones de años ya existían océanos en nuestro planeta. “No tenemos pruebas de que en esa época hubiera vida en la Tierra, pero eso no quiere decir que no se diera”, concluye Valley.
Lea el artículo completo en:
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5 de septiembre de 2017
A los microbios del estómago también les afectan los cambios de sueño
Un estudio analiza el mecanismo que conecta la absorción de grasas, la microbiota intestinal y el ritmo circadiano y que puede explicar enfermedades como la obesidad.
Las alteraciones en el sueño gatillan la obesidad...
Cada persona tiene en su estómago más de un kilo de
microorganismos, la mayoría bacterias, de 1.200 especies distintas. Esos
seres han hecho de nosotros sus hogares y nos han transformado. Se sabe
que esos microbios desempeñan un papel clave en la extracción de
energía de los alimentos que ingerimos y que las diferencias entre los
ecosistemas bacterianos de cada uno de nosotros pueden explicar por qué
con una dieta similar unas personas engordan más que otras. Experimentos
con ratones estériles, artificialmente desposeídos de estos
microorganismos, han mostrado que acumulan menos grasa corporal que los
normales.
Un artículo reciente publicado en la revista Science añade información sobre el modo en el que estos okupas
determinan nuestro metabolismo, porque, además de extraer energía de la
comida, también ayudan a que absorbamos las grasas que después
incorporamos al organismo. Además, vinculan estos procesos con el reloj
circadiano, una especie de departamento de logística del cuerpo que los
sincroniza con el ciclo de los días y las noches. Un reloj bien afinado
permite que el cuerpo sepa cuándo tiene que prepararse para dormir,
despertarse o comer, o que la piel sepa si es de día y ha de preparar
recursos para reparar los daños que le producirá el sol. Así, se ahorra
energía al no tener que estar siempre alerta para desarrollar estas
tareas. Cuando este reloj interno, regulado por una red de genes
y proteínas que se apagan y se encienden dependiendo de las señales que
reciben del entorno, se ve distorsionado por un sueño irregular, hay
más riesgos de problemas como la obesidad.
Los autores del trabajo estudiaron el papel de la proteína
nfil3, que desempeña una función clave en la absorción de lípidos y la
acumulación de grasa corporal, y su relación con la microbiota y los
ciclos circadianos. Para conocer qué combinación de efectos es necesaria
para que el cuerpo absorba más o menos lípidos de la comida, el equipo,
liderado por Lora Hooper, de la
Universidad de Texas, realizó varios experimentos con ratones con
distintos niveles de expresión de la proteína nfil3 y con presencia o
ausencia de microbiota. Lo que comprobaron es que la acumulación de
grasas cuando se da a los animales una dieta rica en grasa requiere
tanto la expresión de NFIL3 como la presencia de los microorganismos
intestinales. Como se había observado en experimentos anteriores, cuando
se suprimía la microbiota de los ratones seguían delgados pese a la
dieta alta en grasas.
“Lo más importante de este estudio es que ayudan a entender
un mecanismo que explica la regulación de la absorción de lípidos y el
papel de la microbiota en esa absorción”, explica Yolanda Sanz, investigadora del CSIC y coordinadora del proyecto europeo MyNewGut,
una iniciativa financiada con 9 millones de euros por la Unión Europea
para estudiar las bacterias intestinales. “Se habla mucho sobre la
capacidad de la microbiota para extraer energía de la dieta, pero menos
de la absorción de lípidos y en la magnitud de su efecto, y es lo que
hace este trabajo”, añade.
El artículo completo en: El País (España)
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24 de octubre de 2013
¿"Pintar" a los bebés de microbios de su mamá para protegerlos?
Qué es la microbioma humana
En el cuerpo humano habitan diversas especies de bacterias (la mayoría), virus, hongos y protozoos. Este conjunto se llama microbioma humana.
Y pone en cuestión la mismísima definición de qué y quiénes somos. En nuestro organismo hay diez veces más células de microbios que células humanas propias. El genoma humano tiene entre 20.000 y 25.000 genes, pero la microbioma humana con la que cargamos como especie alcanza unos ocho millones de genes, cientos de veces más.
La ciencia está descubriendo cada vez más cuánto este ecosistema que nos habita determina cómo funciona nuestro cuerpo, influyendo en alergias como asma, problemas metabólicos y condiciones como la obesidad, además de contribuir a la consolidación de nuestro sistema inmune y hasta influir nuestros estados de ánimo.
Es una suerte de huerto, de granja, que si logramos entender, cuidar y aprovechar puede trabajar cada vez más a nuestro favor.
Esta nota pertenence a la
serie de BBC Mundo "Microbioma: el huerto humano", dedicada a los más
recientes desarrollos en el campo de estudio de la microbioma humana, el
conjunto de bacterias, virus, hongos y protozoos que habitan dentro de y
sobre la superficie de nuestro cuerpo y cuyo rol es clave para el
saludable desarrollo de nuestra vida.
"Las vaginas de las mamás cambian durante el embarazo, y todas convergen hacia aumentar los Lactobacillus y Bifidobacterias", explica a BBC Mundo la microbióloga venezolana María Domínguez Bello, quien está a cargo del experimento y es investigadora de la Universidad de Nueva York.
Esas bacterias cumplen una serie de funciones. Por un lado, ayudan a digerir la lactosa de la leche, que es lo único que toma el bebé durante la mitad del período total de lactancia; y "la leche materna promueve el crecimiento de microbios beneficiosos en el bebé", agrega Lita Proctor, coordinadora del Human Microbiome Project (Proyecto Microbioma Humano) de Estados Unidos.
Por el otro, y esto es clave, como el sistema inmune del bebé nace "completamente ingenuo, tolerante a todo", dice Domínguez Bello, reconoce a estas bacterias como amigas y no las ataca.
30 de septiembre de 2013
La Tierra dejará de ser habitable dentro de 1.750 millones de años
Imagen de la Tierra captada por satélites de la NASA. | Efe
- 'Sólo los microbios en algunos lugares serían capaces de soportar el calor'
Las condiciones de habitabilidad de la Tierra durarán por lo menos
otros 1.750 millones de años, según concluyen astrobiólogos de la
Universidad de East Anglia, en Reino Unido. Los resultados de su
investigación, publicados este jueves en la revista 'Astrobiology', revelan el tiempo de habitabilidad en el planeta Tierra, sobre la base de nuestra distancia del sol y temperaturas a las que es posible que el planeta tenga agua líquida.
El equipo de investigación observó las estrellas en busca de inspiración y, mediante el uso de planetas recientemente descubiertos fuera de nuestro sistema solar (exoplanetas), como ejemplos, analizaron el potencial de estos planetas para albergar vida.
El director del estudio, Andrew Rushby, de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia, ha detallado que se ha utilizado "el concepto de zona habitable para hacer estimaciones". "Es la distancia de la estrella de un planeta en la que las temperaturas son propicias para tener agua líquida en la superficie", ha precisado.
"Hemos utilizado los modelos de evolución estelar para estimar el final de la vida útil habitable de un planeta por la determinación de cuándo dejará de estar en la zona habitable. Estimamos que la Tierra dejará de ser habitable en algún lugar entre 1.750 y 3.250 millones de años. Después de este punto, la Tierra estará en la zona caliente del sol, con temperaturas tan altas que los mares se evaporarán. Habrá un evento de extinción catastrófica y terminal para todas las vidas", ha indicado.
"Por supuesto, las condiciones de los seres humanos y otras formas de vida complejas se volverán imposibles mucho antes, algo que está acelerando el cambio climático antropogénico. Los humanos tendrían problemas con incluso un pequeño aumento en la temperatura y, cerca del final, sólo los microbios en algunos lugares serían capaces de soportar el calor", ha adelantado el experto.
"Mirando hacia el pasado una cantidad similar de tiempo, sabemos que hubo vida celular en la tierra. Tuvimos insectos hace 400 millones de años, los dinosaurios hace 300 millones de años y plantas florecientes hace 130 millones de años. Los seres humanos anatómicamente modernos sólo han existido durante los último 200.000 años, lo que supone que se necesita un tiempo muy largo para que se desarrolle la vida inteligente", prosigue.
A su juicio, la cantidad de tiempo habitable de un planeta es muy importante porque informa de la posibilidad de evolución de la vida compleja, que es la que probablemente requiera más un período de condiciones de habitabilidad. "La medición de habitabilidad es útil porque nos permite investigar la posibilidad de que otros planetas alberguen vida y comprender que la etapa de la vida puede estar en otro lugar de la galaxia", ha señalado.
Tras apuntar que gran parte de la evolución es cuestión de suerte, ha indicado que se sabe que complejas especies inteligentes como los humanos no podían existir después de sólo unos pocos millones de años, ya que a los hombres les ha costado evolucionar un 75% de toda la vida útil habitable de la Tierra. "Creemos que es probable que haya una historia similar en otro lugar", ha explicado.
Los astrónomos han identificado casi mil planetas fuera de nuestro sistema solar, algunos de los cuales fueron analizados por este equipo de expertos, estudiando la naturaleza evolutiva de la habitabilidad planetaria con el tiempo astronómico y geológico. "Comparamos la Tierra con ocho planetas que se encuentran actualmente en su fase habitable, incluyendo Marte. Encontramos que los planetas que orbitan estrellas de masa más pequeñas tienden a tener zonas de vida más habitables", ha relatado.
Uno de los planetas sobre el que aplicaron su modelo fue Kepler 22b, que tiene un tiempo habitable de entre 4.300 millones y 6.100 millones de años. Otro es Gliese 581d, un planeta que puede ser cálido y agradable durante diez horas durante todo el tiempo que nuestro sistema solar ha existido, con un espectacular tiempo habitable de entre 42.400 millones hasta 54.700 millones de años.
El equipo de investigación observó las estrellas en busca de inspiración y, mediante el uso de planetas recientemente descubiertos fuera de nuestro sistema solar (exoplanetas), como ejemplos, analizaron el potencial de estos planetas para albergar vida.
El director del estudio, Andrew Rushby, de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia, ha detallado que se ha utilizado "el concepto de zona habitable para hacer estimaciones". "Es la distancia de la estrella de un planeta en la que las temperaturas son propicias para tener agua líquida en la superficie", ha precisado.
"Hemos utilizado los modelos de evolución estelar para estimar el final de la vida útil habitable de un planeta por la determinación de cuándo dejará de estar en la zona habitable. Estimamos que la Tierra dejará de ser habitable en algún lugar entre 1.750 y 3.250 millones de años. Después de este punto, la Tierra estará en la zona caliente del sol, con temperaturas tan altas que los mares se evaporarán. Habrá un evento de extinción catastrófica y terminal para todas las vidas", ha indicado.
"Por supuesto, las condiciones de los seres humanos y otras formas de vida complejas se volverán imposibles mucho antes, algo que está acelerando el cambio climático antropogénico. Los humanos tendrían problemas con incluso un pequeño aumento en la temperatura y, cerca del final, sólo los microbios en algunos lugares serían capaces de soportar el calor", ha adelantado el experto.
"Mirando hacia el pasado una cantidad similar de tiempo, sabemos que hubo vida celular en la tierra. Tuvimos insectos hace 400 millones de años, los dinosaurios hace 300 millones de años y plantas florecientes hace 130 millones de años. Los seres humanos anatómicamente modernos sólo han existido durante los último 200.000 años, lo que supone que se necesita un tiempo muy largo para que se desarrolle la vida inteligente", prosigue.
A su juicio, la cantidad de tiempo habitable de un planeta es muy importante porque informa de la posibilidad de evolución de la vida compleja, que es la que probablemente requiera más un período de condiciones de habitabilidad. "La medición de habitabilidad es útil porque nos permite investigar la posibilidad de que otros planetas alberguen vida y comprender que la etapa de la vida puede estar en otro lugar de la galaxia", ha señalado.
Tras apuntar que gran parte de la evolución es cuestión de suerte, ha indicado que se sabe que complejas especies inteligentes como los humanos no podían existir después de sólo unos pocos millones de años, ya que a los hombres les ha costado evolucionar un 75% de toda la vida útil habitable de la Tierra. "Creemos que es probable que haya una historia similar en otro lugar", ha explicado.
Los astrónomos han identificado casi mil planetas fuera de nuestro sistema solar, algunos de los cuales fueron analizados por este equipo de expertos, estudiando la naturaleza evolutiva de la habitabilidad planetaria con el tiempo astronómico y geológico. "Comparamos la Tierra con ocho planetas que se encuentran actualmente en su fase habitable, incluyendo Marte. Encontramos que los planetas que orbitan estrellas de masa más pequeñas tienden a tener zonas de vida más habitables", ha relatado.
Uno de los planetas sobre el que aplicaron su modelo fue Kepler 22b, que tiene un tiempo habitable de entre 4.300 millones y 6.100 millones de años. Otro es Gliese 581d, un planeta que puede ser cálido y agradable durante diez horas durante todo el tiempo que nuestro sistema solar ha existido, con un espectacular tiempo habitable de entre 42.400 millones hasta 54.700 millones de años.
Mudanza a Marte
"Hasta la fecha, no se ha detectado un planeta como el terrestre. Pero es posible que haya un planeta habitable, similar a la Tierra, a 10 años luz, que está muy cerca en términos astronómicos. Pero llegar a él tomaría cientos de miles de años con la tecnología actual. Si alguna vez necesitamos movernos a otro planeta, Marte es probablemente nuestra mejor apuesta, ya que está muy cerca y se mantendrá en la zona habitable hasta el final de la vida del Sol, unos 6.000 millones de años a partir de ahora", ha concluido.
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