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15 de octubre de 2015

Se reencuentran los psicodélicos y la medicina científica

La comunión entre los psicodélicos y la ciencia médica se encuentra en un franco proceso de reconciliación, a partir de lo cual pudiesen emerger múltiples beneficios para la sociedad contemporánea.

Tras décadas de satanización de los psicodélicos, en una movida minuciosamente orquestada por gobiernos con ayuda de medios de comunicación e instituciones educativas, aparentemente se consolida una tendencia de nueva apertura ante las bondades terapéuticas y medicinales de estas sustancias. Si bien en 1971 la Organización de las  Naciones Unidas ratificó la legalidad del uso de ciertos psicodélicos, por ejemplo el LSD, con fines de investigación científica y médica, lo cierto es que gobiernos locales e inclusive la propia comunidad científica se dedicaron durante las últimas tres décadas del siglo XX a censurar la mayoría de iniciativas que buscaba experimentar con estas sustancias.   

Si nos remitimos al uso milenario de los psicoactivos es que su naturaleza es esencialmente curativa –sobretodo si tomamos en cuenta que en aquellos contextos la salud estaba intrínsecamente asociada al espíritu. Ya fuese a través del cornezuelo de centeno entre los griegos –fundamental en el rito de los Misterios Eulesianos y antecedente molecular del LSD–,  la amanita muscaria entre las tribús del norte, particularmente siberia, o las múltiples plantas sagradas empleadas por los asentamientos mesoamericanos, decenas de culturas alrededor del mundo aprovecharon los principios psicodélicos como una herramienta fundamental dentro de sus prácticas medicinales. Sin embargo, esta esencia curativa parece que fue inundada por dos enemigos bien definidos: la propaganda negativa promulgada por las autoridades y el abuso de su consumo por parte de la cultura pop. 

Hace un par de años celebramos en Pijama Surf cuando un grupo de investigadores suizos, encabezados por Franz Vollenweider, de la Unidad de Neuropsicofamacología del Hospital Universitario de Psiquiatría en Zurich, propuso formalmente retomar el uso de diversos psicoactivos como el LSD, la ketamina o la psilocibina, para ser aprovechados en el combate a la depresión, desordenes compulsivos o malestares crónicos. El 12 de abril de 2012, el New York Times destacaba una nota titulada  Hallucinogens Have Doctors Tuning In Again (Los doctores se vuelven a conectar a través de los alucinógenos). A partir de estos antecedentes comenzaron a florecer estudios respaldados por prestigiadas instituciones. Por ejemplo, hace un año reportamos sobre una investigación con psilocibina (la sustancia activa de los hongos alucinógenos) realizada por el Imperial College de Londres, por cierto el primer estudio con psicodélicos que se llevaba a cabo en el Reino Unido desde hace décadas. 


Posteriormente emergerían nuevos episodios de este retorno de los psicodélicos a la medicina científica. La Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos aprobaría el uso de psilocibina para pacientes en fase terminal, se popularizarían clínicas contra adicciones que recurren a la ibogaina como catalizador, y se retomarían las investigaciones sobre el uso del LSD para combatir el alcoholismo. 

Retomando una compilación realizada por el sitio Alternet, a continuación repasaremos brevemente cinco beneficios médicos y científicamente comprobados de los psicodélicos, los cuales por fortuna están ya siendo aprovechados :

1) Alcoholismo: Recientemente un grupo de investigadores noruegos retomaron media docena de estudios realizados entre 1966 y 1970,  sobre los beneficios de terapias con LSD para combatir la adicción al alcohol.  Dichas investigaciones confirmaron que 536 pacientes lograron neutralizar su adicción con una sola dosis de este psicodélico. El 56% de los pacientes tratados de este modo superaron su problema con el alcohol en comparación con el 38% de las personas que fueron tratados por otras vías. 

2) Pacientes terminales: Recientemente se ha investigado el efecto positivo que pueden tener los psicodélicos en el alivio de la angustia provocada por la proximidad de la muerte. Científicos de prestigiadas instituciones (el Centro Médico de la Universidad de California, la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, el Centro Médico de Johns Hopkins Bayview, entre otras) han administrado diferentes sustancias a enfermos terminales para evaluar cómo inciden estas en la manera en que una persona encara la muerte. La psilocibina, el MDMA (ectasy) y el LSD han probadamente reducido la depresión y ansiedad de quienes están a un paso de la muerte por motivos de salud. La psilocibina –como todas las triptaminas- tiene una estructura química similar a la de la serotonina –la hormona que regula los estados de ánimo- y por esto hace aleaciones con receptores de serotonina en las neuronas. La psilocibina podría tener usos terapeúticos  ya que el sistema de serotonina en los nervios es sobre lo que actúan los antidepresivos existentes.

3) Depresión y ansiedad: el uso terapéutico de la psilocibina ha probado ser especialmente eficaz en el tratamiento de estos desórdenes (por cierto dos de los males más comunes en la sociedad contemporanea). Esta sustancia –como todas las triptaminas- tiene una estructura química similar a la de la serotonina –la hormona que regula los estados de ánimo- y por esto hace aleaciones con receptores de serotonina en las neuronas. 

 4) Migrañas crónicas: un síntoma conocido también como ‘jaquecas suicidas’, aludiendo a las ganas de morir que exponen los pacientes con tal de no seguir experimentando ese dolor, ha sido tratado de forma experimental con psilocibina, obteniendo resultados mas efectivos que aquellos conseguidos por sofisticados fármacos. Luego de comprobar que pacientes que recurrían ilegalmente al uso de psilocibina y LSD para aliviar con éxito su malestar, científicos de la Universidad de Harvard y el Hospital McLean trabajan en una píldora, Bol-148, que incluye el LSD como ingrediente, que podría combatir este intenso formato de dolores de cabeza. 

5) Desórdenes post-traumáticos: la experiencias traumáticas generan un tipo particular de estrés que puede traducirse en innumerables efectos negativos en la salud del cuerpo y la psique. El uso de MDMA (sustancia activa en el Ecstasy) ha probado ser significativamente benéfico para personas que han sufrido episodios de está índole, por ejemplo víctimas de violaciones sexuales o abusados físicamente de manera sistemática.

Una vez repasadas algunas de las bondades medicinales de los psicodélicos, es importante enfatizar en lo que a mi juicio podríamos considerar como la mayor virtud de estas sustancias: la posibilidad de reprogramar la mente.

El artículo completo en:

Pijama Surf

 

27 de julio de 2014

Medicina alternativa (o "El arte de vender mierda")

Este artículo de Javier Armentia es el prólogo del nuevo libro ‘El arte de vender mierda. El fecomagnetismo, la homeopatía y otras estafas’, de Fernando Cervera, una obra que inventa una nueva ‘medicina alternativa’, el “fecomagnetismo”

Sé que usted, querido lector, no es de los que se creen la primera idea rocambolesca que le cuentan. Que aplica un elemental criterio de precaución y que, ante una afirmación sorprendente, siempre se pregunta si tal historia es real o si esconde, como tantas veces ha detectado, un timo, una pérdida de tiempo, un interés…

Sin embargo, conocerá a gente de su entorno que no consigue desarrollar ese pensamiento crítico. Por ejemplo, esa persona que le llega y le comenta que acaba de comenzar una dieta estupenda que le ha hecho ya bajar diez kilos, con solo dejar de comer los lunes alimentos que comiencen por A; los martes, por E; los miércoles, por I o U; los jueves, por O; y los fines de semana, nada que tenga color rojo. Y le insiste que esta maravilla (“yo también soy escéptico, pero, ya ves…, funciona”, le dirá condescendiente) tiene, además, una base empírica y que, aunque ya se practicaba en algún lugar lejano, ha sido avalada ahora por las técnicas de resonancia magnética que unos científicos de la NASA han comprobado fuera de toda duda… Cuando usted le pregunte en qué idioma funciona lo de las letras, porque no es lo mismo el nombre en chino que en inglés, le mirará aún con mayor condescendencia y le dejará por imposible: “Tienes que abrir más tu mente, esa actitud negativa acabará con tu salud”, añadirá antes de ir a contar a otro la buena nueva.

O puede que usted sea alguien a quien acusar de estar vendido al capital, a los gobiernos o al Gran Contubernio, porque cada vez que le mencionan uno de esos misterios insondables que nos ocultan, y que cada fin de semana pueblan los espacios de radio y TV dedicados a la venta y colocación de exclusivas mundiales llenas de misterio y sospecha, contesta con sorna que resulta curioso que todas las teorías de la conspiración acaben convirtiéndose en negocio para los mismos.

Si añadimos la incapacidad de sus conciudadanos para reconocer cuándo les están vendiendo una moto, o cómo caen en las diferentes trampas de ese buenrollismo que pide pensar en positivo y comprar en la tienda adecuada el remedio alternativo que lo posibilite, hemos de reconocer que estamos perdidos. Hoy en día lo verdaderamente misterioso es cómo puede uno no caer en ese mercadeo que unas veces se tiñe de natural, otras de mistérico, en algunos casos de antigua tradición oriental y en otros de mensaje transmitido desde otros planos de la realidad. Resulta exótico, y hasta le crea a uno un aura de intolerante, reivindicar el elemental criterio de pedir pruebas de las afirmaciones, incluso pruebas sencillas, no ya extraordinarias.
 
Por esta razón conviene seguir la historia que nos ofrece Fernando Cervera en este libro, y recorrer con él el proceso por el cual uno puede acabar vendiendo mierda a una clientela convencida de que eso es precisamente lo que necesita para sobrevivir en un mundo tan hostil.

Tras leer el libro que tengo el honor de prologar, agradezco muchísimo al autor que haya decidido desvelar el engaño, mostrar las cartas marcadas y analizar por qué resulta tan sencillo timarnos, pues si hubiera decidido quedarse viviendo de este engaño, ahora los escépticos nos veríamos en la difícil tesitura de intentar desmontar esta enorme comedia ante un público que, simplemente, habría decidido que el fecomagnetismo era, precisamente, lo que necesitaba para estar feliz.

El artículo completo en:

Materia

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