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7 de abril de 2013

Teoría del caos, Relatividad y Mecánica Cuántica

Introducción
  1. Materialismo dialéctico: el método del marxismo.
  2. El contexto del surgimiento del método marxista.
  3. Engels y el método del marxismo.
    ¿Qué hay detrás del intento de separación entre el método del marxismo y el marxismo?
I. Movimiento, materia y teoría del conocimiento
  1. Movimiento único absoluto en la naturaleza.
  2. Consideraciones sobre el concepto de materia y teoría del conocimiento.
II. La teoría de la relatividad y el materialismo dialéctico

Introducción.

  1. Teoría especial de la relatividad (unidad dialéctica materia y energía).
  2. Teoría general de la relatividad (unidad dialéctica materia, espacio y tiempo).
  3. Teoría de la relatividad. ¿Materialismo o idealismo?
III. Teoría del caos y materialismo dialéctico

Introducción.

  1. Teoría del caos: susceptibilidad a las condiciones iniciales. Necesidad y accidente.
  2. El caos que nace del orden: Atractores extraños.
  3. El orden del caos: Fractalidad (atractores extraños).
  4. El orden que nace del caos: Ventanas de orden.
  5. La creatividad del caos: La objetividad progresiva del tiempo.
IV. Mecánica cuántica y dialéctica

Introducción.

  1. Mecánica cuántica estándar
    1. Los saltos cuánticos o saltos dialécticos en la mecánica cuántica.
    2. El campo magnético y el espectro electromagnético: unidad y lucha de contrarios y negación de la negación.
    3. Dualidad onda partícula o unidad de contrarios.
    4. El ‘Principio de incertidumbre’.
  2. Física cuántica relativista
    1. Unidad y lucha de contrarios, negación de la negación y saltos cualitativos.
    2. Materia y antimateria, unidad de contrarios.
    3. Las partículas elementales y el desarrollo del universo: unidad dialéctica de lo finito y lo infinito.
Conclusiones
  1. A. Los saltos cualitativos.
  2. B. Unidad y lucha de contrarios.
  3. C. Negación de la negación.


INTRODUCCIÓN

El mundo, unidad de todo, no ha sido creado por ningún Dios, ni por ningún hombre, sino que ha sido, es y será un fuego eternamente vivo que se enciende y se apaga según leyes
Heráclito, 530-470 a.C.


Lea el artículo completo en:

27 de enero de 2013

Conozca a “La mujer que vengó al Che Guevara”



Hija de uno de los grandes propagandistas del nazismo (Hans Ertl, por mucho tiempo se lo conoció como “el fotógrafo de Hitler”), Monika terminó en Bolivia cuando el Tercer Reich se derrumbó y los jerarcas huyeron a los refugios más lejanos del planeta. Se crió en un círculo tan cerrado como racista, en el que brillaban su padre y otro siniestro personaje al que ella llamaba “tío”: Klaus Barbie, “el Carnicero de Lyon”.

Pero la joven y bella alemana creció y todo cambió en el final de los años sesenta. Y la muerte de Ernesto Guevara en la selva boliviana significó el empujón final: rompió con sus raíces y en un giro copernicano terminó militando en las filas del Ejército de Liberación Nacional, el grupo guerrillero creado por el mismísimo Che.

En 1971, cruza el Atlántico, vuelve a su Alemania natal, y en Hamburgo ejecuta personalmente al cónsul boliviano en esa ciudad. ¿Quién era? Nada menos que el coronel Roberto Quintanilla, el responsable del ultraje final a Guevara: la amputación de sus manos. Allí comenzó una cacería que atravesó países y mares, y que sólo encontró su fin cuando Monika cayó muerta en una emboscada que, según algunas fuentes, le tendió su “tío”, el sanguinario Barbie.

Una historia increíble que parece, pero no es, ficción. Una gran investigación de Jürgen Schreiber, uno de los más premiados periodistas alemanes de la actualidad.




Tomado de:

Marxismo Crítico

Historia: Carta de Karl Marx a Abraham Lincoln



Muy señor mío:

Saludamos al pueblo americano con motivo de la reelección de Ud. por una gran mayoría.

Si bien la consigna moderada de su primera elección era la resistencia frente al poderío de los esclavistas, el triunfante grito de guerra de su reelección es: ¡muera el esclavismo!

Desde el comienzo de la titánica batalla en América, los obreros de Europa han sentido instintivamente que los destinos de su clase estaban ligados a la bandera estrellada. ¿Acaso la lucha por los territorios que dio comienzo a esta dura epopeya no debía decidir si el suelo virgen de los infinitos espacios sería ofrecido al trabajo del colono o deshonrado por el paso del capataz de esclavos?

Cuando la oligarquía de 300.000 esclavistas se abrevió por vez primera en los anales del mundo a escribir la palabara «esclavitud» en la bandera de una rebelión armada, cuando en los mismos lugares en que había nacido por primera vez, hace cerca de cien años, la idea de una gran República Democrática, en que había sido proclamada la primera Declaración de los Derechos del Hombre [2] y se había dado el primer impulso a la revolución europea del siglo XVIII, cuando, en esos mismos lugares, la contrarrevolución se vanagloriaba con invariable perseverancia de haber acabado con las «ideas reinantes en los tiempos de la creación [19] de la constitución precedente», declarando que «la esclavitud era una institución caritativa, la única solución, en realidad, del gran problema de las relaciones entre el capital y el trabajo», y proclamaba cínicamente el derecho de propiedad sobre el hombre «piedra angular del nuevo edificio», la clase trabajadora de Europa comprendió de golpe, ya antes de que la intercesión fanática de las clases superiores en favor de los aristócratas confederados le sirviese de siniestra advertencia, que la rebelión de los esclavistas sonaría como rebato para la cruzada general de la propiedad contra el trabajo y que los destinos de los trabajadores, sus esperanzas en el porvenir e incluso sus conquistas pasadas se ponían en tela de juicio en esa grandiosa guerra del otro lado del Atlántico. Por eso la clase obrera soportó por doquier pacientemente las privaciones a que le había condenado la crisis del algodón [3], se opuso con entusiasmo a la intervención en favor del esclavismo que reclamaban enérgicamente los potentados, y en la mayoría de los píses de Europa derramó su parte de sangre por la causa justa.

Mientras los trabajadores, la auténtica fuerza palítica del Norte, permitían a la esclavitud denigrar su propia república, mientras ante el negro, al que compraban y vendían, sin preguntar su asenso, se pavoneaban del alto privilegio que tenía el obrero blanco de poder venderse a sí mismo y de elegirse el amo, no estaban en condiciones de lograr la verdadera libertad del trabajo ni de prestar apoyo a sus hermanos europeos en la lucha por la emancipación; pero ese obstáculo en el camino del progreso ha sido barrido por la marea sangrienta de la guerra civil [4].

Los obreros de Europa tienen la firme convicción de que, del mismo modo que la guerra de la Independencia [5] en América ha dado comienzo a una nueva era de la dominación de la burguesía, la guerra americana contra el esclavismo inaugurará la era de la dominación de la clase obrera. Ellos ven el presagio de esa época venidera en que a Abraham Lincoln, hijo honrado de la clase obrera, le ha tocado la misión de llevar a su país a través de los combates sin precedente por la liberación de una raza esclavizada y la transformación del régimen social.



NOTAS

[1] El "Mensaje" de la Asociación Internacional de Trabajadores a A. Lincoln, Presidente de los EE.UU., con motivo de su segunda elección al cargo de Presidente, fue escrito por Marx de acuerdo con la decisión del Consejo General. En el momento más álgido de la guerra civil de los EE.UU., este "Mensaje" tuvo mucha significación.-
[2] Trátase de la "Declaración de la independencia" adoptada el 4 de julio de 1776, en el Congreso de Filadelfia, por los delegados de 13 colonias inglesas en América del Norte. Se proclama en ella que las colonias norteamericanas se separan de Inglaterra para constituir una república independiente: los Estados Unidos de América. En dicho documento se formulan principios democrático-burgueses, como la libertad del individuo, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la soberanía del pueblo, etc. Sin embargo, la burguesía y los grandes propietarios de tierras norteamericanos vulneraban desde el comienzo los derechos democráticos proclamados en la Declaración, apartaban a las masas populares de la participación en la vida política y conservaron la esclavitud. Los negros, que formaban una parte considerable de la población de la república, quedaron privados de los derechos humanos elementales.
[3] La crisis del algodón fue provocada por el cese de los envíos de algodón desde América por causa del bloqueo de los Estados esclavistas meridionales por la flota del Norte durante la guerra civil. Una gran parte de la industria de tejidos de algodón de Europa estuvo paralizada, lo cual repercutió gravemente en la situación de los obreros. Pese a todas las privaciones, el proletariado europeo apoyaba resueltamente a los Estados del Norte.
[4] La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se libró entre los Estados industriales del Norte y los sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la burguesía nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su acción la intervención de Inglaterra en esa contienda.
[5] La guerra de la Independencia de las colonias norteamericanas de Inglaterra (1775-1783) contra la dominación inglesa debió su origen a la aspiración de la joven nación burguesa norteamericana a la independencia y a la supresión de los obstáculos que impedían el desarrollo del capitalismo. Como resultado de la victoria de los norteamericanos se formó un Estado burgués independiente: los Estados Unidos de América.


Tomado de:

Marxists.org

15 de julio de 2010

¿Cómo afectó el clima la historia de China?


Jueves, 15 de julio de 2010

¿Cómo afectó el clima la historia de China?

Un osado estudio publicado hoy sostiene que los dos milenios de invasiones extranjeras y guerras internas en China fueron causados más por el clima frío que por el feudalismo, la lucha de clases, o los gobiernos deficientes. Leer para creer, o para no creer, como es en nuestro caso, ¿por qué?; porque la geografía, como toda ciencia, tiene sus paradigmas, y es el enfoque positivista el que da un valor determinante a l medio geográfico en los cambios sociales, negando o minimizando el papel que cumplen las masas en la historia. Y estos enfoques se transmiten a taves de la enseñanza. La historia es un proceso social, y los seres humanos han creado leyes sociales, leyes que les han permitido, permiten y permitirán levantarse por encima de las leyes naturales.

En Conocer Ciencia apostamos por la transformación de nuestra sicuedad y tenbemos a la geografía como un isntrumento para lograr dicho cambio. Más detalles aquí. Finalmente no podemos dejar d emencionar al gran geografo fracés Yves Lacoste el cual en su obra La geografía: un arma para la guerra, distingue tres geografías: la geografía escolar y universitaria, la geogafía espectáculo y la geografía como instrumento del poder, las dos primeras disimulan la tercera.


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Según la investigación, la falta de alimentos y las malas cosechas fueron suficientes para levantar tumultos civiles o forzar hordas de nómadas hambrientos a desplazarse desde las estepas de Mongolia.

Estos sucesos nefastos siempre estuvieron ligados a períodos largos de clima frío. En contraste, los momentos de mayor estabilidad y prosperidad en China ocurrieron durante períodos cálidos.

La teoría no deja de ser controvertida para los historiadores. En general, se tiende a intentar buscar causas que provengan de la sociedad misma para explicar los procesos sociales. La intervención del clima suele ser un factor muy secundario en la elaboración de hipótesis históricas.

Pero el estudio no carece de seriedad. Científicos chinos y europeos, liderados por Zhibin Zhang, de la Academia de Ciencias China en Beijing investigaron información procedente de más de 1.900 años de historia. Buscando en los archivos históricos, analizaron la frecuencia de las batallas, la suba del precio del arroz, la aparición de plagas, sequías, e inundaciones.

“El colapso de las dinastías basadas en la agricultura de Han (25-220), Tang (618-907), Song del norte (960-1125), Song del sur (1127-1279), y Ming (1368-1644) están estrechamente asociadas a las bajas temperaturas o la rápida caída de la temperatura”, concluyen los investigadores.

La escasez de comida pudo haber debilitado estas dinastías, y empujado a los nómadas del norte (aún más vulnerables a las bajas temperaturas) a invadir a sus vecinos chinos.

“Cuando las condiciones climáticas se agravan más allá de lo que la tecnología y el sistema económico puede compensar, la gente es forzada a desplazarse o a morir de hambre”, explica Zhibin Zhang.

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El estudio halló más inundaciones y sequías durante los períodos más fríos, pero los fenómenos que más contribuyeron directamente a la guerra y la caída de las dinastías fueron las plagas y la subida del precio del arroz. El Imperio Romano, y la civilización maya también cayeron durante períodos fríos, añaden los científicos.

“Los historiadores comúnmente atribuyen la transición de dinastías o los ciclos históricos a la calidad del gobierno o la lucha de clases”, dice el artículo publicado en la revista británica Proceedings of the Royal Society B. “Sin embargo, las fluctuaciones climáticas pueden significar un factor que interactúa con las estructuras sociales y afecta la caída y la expansión de culturas y dinastías."

Fuentes: Discovery News / Proceedings of the Royal Society B

Fuente:

Sobre Historia


P.D. La ciencias sociales expresan, en un momento histórico y económico determinado, la visión, que d ela sociedad, tienen las clases en el Poder, esta sentencia es de Marx y Engels y esuna verdad vigente hasta el día de hoy, una muestra es el artículo que acabas de leer. Más detalles en
Geografía y Teoría Revolucionaria.

18 de diciembre de 2009

¡No cambiemos el Clima, cambiemos el Sistema!

Viernes, 18 de diciembre de 20009

Discurso de Hugo Chávez, presidente de la República de Venezuela, en Copenhague

¡No cambiemos el Clima, cambiemos el Sistema!




Yo venía llegando apenas y nos estábamos sentando cuando oímos a la Presidenta de la sesión anterior, la Ministra, decir que venía un documento por ahí, pero que nadie conoce, yo he preguntado por el documento, aún no lo tenemos, creo que nadie sabe de ese documento top secret.

Ahora ciertamente, la camarada boliviana lo dijo, no es democrático, no es inclusivo, ahora señoras, señores:

¿Acaso no es esa precisamente la realidad de este mundo?

¿Acaso estamos en un mundo democrático? ¿Acaso el sistema mundial es inclusivo?

¿Podemos esperar algo democrático, inclusivo del sistema mundial actual?

Lo que vivimos en este planeta es una dictadura imperial, y desde aquí la seguimos denunciando ¡Abajo la dictadura imperial! ¡Y que vivan los pueblos y la democracia y la igualdad en este planeta!

Asistentes [Aplausos].

Y esto que aquí vemos es reflejo de ello: exclusión.

Hay un grupo de países que se creen superiores a nosotros los del sur, a nosotros el tercer mundo, a nosotros los subdesarrollados, o como dice el gran amigo Eduardo Galeano: nosotros lo países arrollados como por un tren que nos arrolló en la historia.

Así que no nos extrañemos pues de esto, no nos extrañemos, no hay democracia en el mundo y aquí estamos una vez más ante una poderosa evidencia de la dictadura imperial mundial. Luego aquí subieron dos jóvenes, afortunadamente los agentes del orden han sido decentes, algún empujón por ahí, y ellos colaboraron ¿no? Allá afuera hay mucha gente ¿saben? Claro, no caben en este salón, mucha gente; he leído por prensa que hubo algunos detenidos, algunas protestas intensas, ahí en las calles de Copenhague, y quiero saludar a toda esa gente que esta allá afuera, la mayor parte de ella jóvenes.

Asistentes [Aplausos].

Claro son jóvenes preocupados, creo que con razón mucho más que nosotros por el futuro del mundo; nosotros tenemos -la mayoría de los que estamos aquí- ya el sol a la espalda, ellos tienen el sol al frente y están muy preocupados.

Uno pudiera decir señor Presidente que un fantasma recorre Copenhague, parafraseando a Carlos Marx, el gran Carlos Marx, un fantasma recorre las calles de Copenhague, y creo que ese fantasma anda en silencio por esta sala, por ahí anda, entre nosotros, se mete por los pasillos, sale por debajo, sube, ese fantasma es un fantasma espantoso casi nadie quiere nombrarlo: el capitalismo es el fantasma, casi nadie quiere nombrarlo.

Asistentes [Aplausos].

Es el capitalismo, ahí rugen los pueblos, allá afuera se oyen.

Yo venía leyendo algunas consignas que hay en las calles pintadas, y yo creo que esas consignas de estos jóvenes, algunas de ellas la oí cuando iba el joven allá y la joven, hay dos de las que tomé nota. Se oyen entre otras dos poderosas consignas. Una: No cambien el clima, cambien el sistema.

Asistentes [aplausos].

Y yo la tomo para nosotros.

No cambiemos el clima ¡Cambiemos el sistema!

Y en consecuencia comenzaremos a salvar el planeta. El capitalismo, el modelo de desarrollo destructivo está acabando con la vida, amenaza con acabar definitivamente con la especie humana.

Y el otro lema llama a la reflexión. Muy a tono con la crisis bancaria que recorrió al mundo y todavía lo golpea, y la forma cómo los países del norte rico auxiliaron a los banqueros y a los grandes bancos, sólo Estados Unidos, bueno, se perdió la cifra, es astronómica; para salvar bancos. Dicen en las calles lo siguiente: Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado.

Asistentes [aplausos].

Y creo que es verdad. Si el clima fuera un banco capitalista de los más grandes, ya lo habrían salvado los gobiernos ricos.

Creo que Obama no ha llegado, recibió el Premio Nóbel de la Paz casi el mismo día que mandaba 30 mil soldados más a matar inocentes en Afganistán, y viene ahora a presentarse aquí con el Premio Nóbel de la Paz, el Presidente de los Estados Unidos.

Pero Estados Unidos tiene la maquinita de hacer billetes, de hacer dólares, y ha salvado, bueno creen haber salvado los bancos y el sistema capitalista.

Bien, esto, comentario al margen, que yo quería hacerlo allá, estábamos levantando la mano para acompañar a Brasil, a India, a Bolivia, a China, en su interesante posición que Venezuela comparte y los países de la Alianza Bolivariana, con firmeza; pero bueno, no nos dieron la palabra, así que no me cuente estos minutos por favor Presidente.

Asistentes [aplausos].

Fíjense, por ahí conocí, tuve el gusto de conocer a este escritor francés Hervé Kempf, recomiendo este libro, lo recomiendo, se consigue en español –por ahí está Hervé- también en francés, en inglés seguramente, Cómo los ricos destruyen el planeta. Hervé Kempf: Cómo los ricos destruyen el planeta. Por eso fue que Cristo lo dijo: Más fácil será que un camello entre por el ojo de una aguja, a que un rico entre al Reino de los cielos. Eso lo dijo Cristo nuestro señor.

Asistentes [aplausos].

Los ricos están destruyendo el planeta.

¿Será que piensan irse para otro cuando destruyan este?

¿Tendrán planes para irse a otro planeta?

Hasta ahora no se ve ninguno en el horizonte de la galaxia.

Apenas este libro me ha llegado, me lo ha regalado Ignacio Ramonet que está por ahí también en esta sala; y terminando el prólogo o el preámbulo esta frase es muy importante, dice Kempf lo siguiente, leo: “No podremos reducir el consumo material a nivel global si no hacemos que los poderosos bajen varios escalones, y si no combatimos la desigualdad. Es necesario que al principio ecologista tan útil a la hora de tomar conciencia, pensar globalmente y actuar localmente, le sumemos el principio que impone la situación: consumir menos y repartir mejor”. Creo que es un buen consejo que nos da este escritor francés Hervé Kempf.

Asistentes [aplausos].

Lea el discurso completo en:

Rebelión

15 de octubre de 2009

Blog Action Day 2009: El Calentamiento Global y la Lucha Cultural

Jueves, 15 de octubre de 2009 Blog Action Day 2009:

El Calentamiento Global y la Lucha Cultural 


La lucha entre el sistema establecido opresor y los pueblo oprimidos del mundo continúa. Nadie, en su sano juicio, podría negar que en las sociedades actuales existen luchas por el poder económico y político. Por más que durante los ochentas y noventas se hay promulgado por todas las esquinas de la aldea global que Marx había muerto, parece que el anciano aguafiestas resucita; lo han matado tantas veces... ¡y tantas veces vuelve a nacer!

Uno de los conceptos básicos del marxismo es que en las sociedades capitalistas existen las clases sociales, y las clases sociales antagónicas sae encuentran en permanenete conflicto, en permanente lucha: la lucha de clases. Las lucha entre las clases oprimidas se da en diversos niveles, hay lucha política, económica, cultural y militar. La lucha militar se aplica en grado extremo, cuando las contradicciones son ya insalvables la única salida posible es la guerra. Enténdiendo la guerra como la paz del futuro, es decir una guerra de liberación de los pueblos; muy diferente a lsa guerras de dominación que ejecuta permanente el establishment.

Hoy me centraré en la lucha cultural. Mientras cada día se presentan más y más evidencias que avalan de manera aplastante que el calentamiento global es un peligro para la Humanidad y la Vida en el planeta; por otro lado el establishment de los países desarrollados busca intelectuales para justificar sus políticas económicas. Recordemos que en un sistema de libre mercado todo tiene un precio: por ello el Imperialismo buca intelectuales que justifiquen sus despojos, y por ahí pululan diversos intelectuales dispuestos a alquilar su pluma para defender el desigual sistema establecido. Les presentó un artículo publicado en Rebelión, este artículo sintetiza el papel que cumplen diversos intelectuales en la lucha contra la ciencia. Por que, mucho ojo, luchar contra el calentamiento global va más allá de reciclar y sembrar árboles, eso está muy bien, pero necesitamos una visión ciéntífica del mundo para enfocar los problemas de manera objetiva y multilateral. Sólo así llegaremos a identificar las verdaderas causas del calentamiento global, y reconociendo las cuasa podremos solucionar el problema. En conclusión luchar contra el calentamiento global es, a corto plazo, sembrar árboles y recicjlar en casa; pero también es, a largo plazo, una lucha organizada y valiente contra las verdaderas causas, es por lo tanto una lucha por la ciencia, por la justicia y por la vida. Y es, además, una lucha hermosa. Este es el artículo, he quitado algunos párrafos, la versión original la encontrará en Rebelion.org:

Reescribiendo la Ciencia: La lucha cultural e ideológica contra la Ciencia

Los Malvados (y malditos) Verdes

Richard John Kenner es un profesor que dirige el Centro para el Análisis de Riesgos del prestigiado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). No sólo duda que el cambio climático exista; está convencido de que se trata de una coartada ambientalista que oculta aviesos intereses.

Además de su vocación científica, Kenner es también un agente secreto que busca hacer abortar un complot organizado por una organización ecoterrorista, coincidente con un congreso sobre cambio climático.

Richard John Kenner no existe en la realidad. No hay en MIT ningún Centro para el Análisis de Riesgos. La organización ecoterrorista es una quimera. El científico, su centro de investigación y el complot son parte de una novela tecnothriller titulada Estado de miedo. Fue escrita en 2004 por Michael Crichton, un médico y guionista nacido en Chicago, Estados Unidos, autor de bestsellers como Parque Jurásico, y de series de televisión como ER.

Crichton es un combatiente en la cruzada contra la teoría del calentamiento global y el ecologismo político. Considera que “la gran paradoja de la era de la información es que ha concedido nueva respetabilidad a la opinión desinformada”, y piensa que tanto el ambientalismo realmente existente como el efecto invernadero expresan problemas que no son reales.

Según el escritor, “la evidencia sobre el calentamiento global por el supuesto ‘efecto invernadero' es, si la hay, muchísimo más débil de lo que sus proponentes están dispuestos a admitir”. Para él, el Protocolo de Kyoto se basa en modelos de simulación matemáticos que elaboran predicciones incumplidas.

Crichton sostiene que el ecologismo es una de las religiones más poderosas del mundo occidental, una creencia para ateos urbanos. Su fe es una reedición de las tradicionales convicciones judeocristianas profundamente conservadoras; un asunto de dogma. Aunque no se toma la molestia de sustentarlo, afirma que el ecologismo ha matado entre 10 y 30 millones de personas desde los años setenta.

En Estado de miedo el cambio climático no es un desafío para la humanidad. El verdadero peligro, según la trama de la novela, son los científicos que lo estudian y los activistas que se movilizan para tratar de frenarlo.

Estado de miedo forma parte de la ofensiva que los neoconservadores estadunidenses, las grandes trasnacionales petroleras y de la industria del automóvil, las empresas de carbón, Australia –que es la principal exportadora de carbón– y la administración de George W. Bush, han emprendido para criminalizar el ecologismo y cuestionar el cambio climático.

Tan evidente resulta esta situación que, de acuerdo con el diario londinense The Times : “A George Bush le gustaría este libro.” Por supuesto, el periódico tendría que haber agregado que eso sucedería en caso de que el mandatario leyera. The New York Times afirma que la novela se lee como una respuesta “chillona” y “absurda” de la derecha al filme El día después de mañana, que trata del calentamiento global. James Inhofe, senador republicano por Oklahoma, integrante del comité de Asuntos Medioambientales del Congreso, considera la novela de Crichton “materia de lectura imprescindible para este comité”. El senador asegura que la tesis de que las emisiones de carbono son responsables del calentamiento terrestre es “el bluff más grande perpetrado nunca contra del pueblo estadunidense”. El novelista ha sido frecuentemente invitado a charlar sobre el calentamiento global en institutos conservadores de gran influencia, como el American Enterprise Institute, y ha participado en diversos debates sobre este asunto en canales de televisión identificados con la derecha.

El Pastelazo al danés

El Foro Económico Mundial de Davos lo nombró en 2001 Global Leader for Tomorrow. La revista Business Week lo escogió como una de las Cincuenta estrellas de Europa. La revista Time lo eligió en 2004 una de las cien personas más influyentes de 2004. Ese mismo año el Foro Económico Mundial lo designó Young Global Leader. Foreign Policy lo sitúa como el 14º intelectual más destacado del mundo. El Comité Danés sobre Deshonestidad Científica lo encontró culpable de deshonestidad subjetiva, aunque años después invalidó la decisión original.

Se llama Bjorn Lomborg, nació en Dinamarca, es profesor de la Escuela de Negocios de Copenhague y es mundialmente conocido por su libro El ecologista escéptico. En 2001, en Oxford, su colega Mark Lynas le lanzó a la cara un pastel de crema.

La tesis principal que Lamborg maneja en su ensayo es que nuestro planeta parece estar bastante bien y se encuentra lejos de encontrase en peligro. Apoyó su dicho en una multitud de estadísticas y una amplia bibliografía.

El libro fue recibido con júbilo por The Economist, The Wall Street Journal y The Washington Post. En cambio, las prestigiadas revistas Nature y Scientific American le dedicaron devastadoras y documentadas críticas.

Elegido en 2002 como director del Instituto de Evaluación Medioambiental, organizó el llamado Consenso de Copenhague. Sus objetivos consistieron en priorizar los recursos de la humanidad para enfrentar los más importantes problemas. La lucha contra el cambio climático fue relegada a uno de los últimos lugares.

Lamborg es escéptico sobre la magnitud del calentamiento global. “Necesitamos –asegura– una visión más realista del impacto del cambio climático. Se está hablando de que es inminente y dramático, pero no es así. Por ejemplo, Al Gore afirma que el nivel del mar subirá seis metros, mientras que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) afirma que subirá treinta centímetros, veinte veces menos. Tenemos que mirar el problema con perspectiva. Si echamos un vistazo a los últimos 150 años, el nivel del mar también ha subido treinta centímetros. Algo similar ocurre con el aumento de temperatura, que tampoco es tan catastrófico como apuntan algunos. En definitiva, el cambio climático es un desafío a nuestra civilización, pero no una catástrofe de proporciones gigantescas.”

“Es –afirma– un gran problema, pero hoy podemos hacer poco para cambiarlo y a un costo altísimo. Kyoto supondría reducir las emisiones de CO2 en un treinta por ciento para el 2020 en el mundo desarrollado. Pero aunque todos cumplieran, eso sólo retrasaría seis años las emisiones previstas para 2100. Y mientras, sacrificaremos casi el dos por ciento del PBI anual para cumplir. [ ... ] Con el presupuesto de sólo un año, el Tercer Mundo podría tener agua potable. Además, dado lo costosa que es hoy la reducción de CO2, sería mejor dedicar parte de nuestros esfuerzos a investigar fuentes energéticas menos contaminantes. De nuevo, hay que mostrar a la gente las prioridades verdaderas.”

El Periodismo

Para amplios sectores de la nueva derecha, el fantasma del ecologismo es una especie de bestia negra. El nuevo imperativo categórico formulado por Hans Jonas de “actuar de forma que los efectos de la acción sean compatibles con la pervivencia de una vida auténticamente humana en la tierra”, es inadmisible para el capital, que sólo piensa en vivir al día, sea cual sea el eventual costo para la naturaleza y la humanidad.

Esta animadversión contra el lenguaje de la biosfera y a favor del lenguaje monetario del mercado, fue recientemente recordada por Vaclav Klaus. El presidente de la República Checa escribió en el Financial Times un artículo titulado “La libertad, y no el clima, es lo que está bajo amenaza.” Allí dice: “Como alguien que ha vivido bajo el comunismo la mayor parte de su vida, me siento obligado a decir que actualmente veo una mayor amenaza a la libertad, a la democracia, a la economía de mercado y a la prosperidad, procedente del ecologismo, no del comunismo. Esta ideología pretende reemplazar la libertad y la evolución natural de la humanidad por una especie de planificación global centralizada.”

Sin embargo, a pesar de la cruzada antiecológica, de obras como Estado de miedo, El ecologista escéptico, e l cambio climático ya no es una mera hipótesis o una opinión, sino un hecho científicamente comprobado. Las evidencias son sólidas: sólo durante los últimos treinta años la temperatura promedio de la superficie terrestre aumentó 0.6 grados centígrados; se modificaron el inicio, la duración y el final de las estaciones; aumentó en diez centímetros el nivel del mar debido al aumento de la temperatura de los océanos y al derretimiento y retracción de los glaciares. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y la Organización Meteorológica Mundial, ha proyectado escenarios futuros bajo distintas variables. A pesar de que los modelos elaborados tienen un alto grado de incertidumbre en el detalle, no hay duda de que en un futuro cercano la temperatura se elevará. De no tomarse medidas correctivas, la temperatura podría incrementarse entre dos y tres grados centígrados hacia el año 2050, y el nivel del mar aumentar a más de un metro, cifras aparentemente pequeñas pero de efectos devastadoras para el frágil equilibrio de nuestro ecosistema.

La preocupación por este asunto no proviene del convencimiento de que la humanidad no tiene derecho a intervenir sobre los fenómenos naturales de la forma como lo está haciendo en la actualidad. Proviene, más bien, de la conveniencia de asumir los costos económicos que implica la reducción de las emisiones de gases efecto invernadero, ya que, de no hacerlo, el precio a pagar va a ser mucho mayor.

La prensa ha desempeñado un controvertido papel en este asunto. Quienes se oponen a la teoría del calentamiento global sostienen que los periodistas han actuado con ligereza, amarillismo e irresponsabilidad a la hora de informar sobre el tema. Sin embargo, múltiples evidencias muestran que los grandes grupos mediáticos han seguido, hasta hace muy poco tiempo, el guión dictado desde el poder.

Las presiones de la industria de los combustibles fósiles a los medios de comunicación para que otorguen el mismo peso a un puñado de escépticos del calentamiento global que a los hallazgos de la IPCC no ha desaparecido. Y los medios y los periodistas han aceptado dejarse coaccionar. Decía el recientemente fallecido Norman Mailer: “Sobre los periodistas pesa un gran sentimiento de culpa. Saben que contribuyen a mantener la ligera demencia de Estados Unidos.” Y no le faltaba razón, al menos en este asunto. Durante años, la prensa de Estados Unidos abordó el tema del calentamiento global básicamente desde la perspectiva política y diplomática, ignorando los efectos del calentamiento en la agricultura, el agua, la vida vegetal y animal y la salud pública.

La prensa estadounidense ha repetido sistemáticamente la versión de que los científicos que alertan sobre el peligro del cambio global son deshonestos. “Resulta increíble –escribe Al Gore– que el público ha estado oyendo estas opiniones desacreditadas de los escépticos tanto o más de lo que han oído las ideas consensuadas por la comunidad científica global. Este hecho vergonzoso constituye una notoria mancha en la historia de los medios de prensa estadounidenses modernos y, tardíamente, muchos líderes del periodismo están dando algunos pasos para corregirlo.”

A pesar de ello, los “escépticos” del cambio global han expresado opiniones muy críticas sobre los periodistas. El recule de la cobertura informativa sobre el tema por parte de algunos medios de comunicación ha sido fuertemente cuestionado. En el mejor de los casos, se afirma que los hombres y mujeres de la prensa son responsables de practicar un periodismo descuidado y parcial.

En Estado de miedo, los reporteros son meros copiadores de boletines de prensa de los grupos ambientalistas, incapaces de contrastar la información que obtienen con otras fuentes. Es así como Peter Evans, el personaje de la novela que trabaja como abogado de una importante firma que tiene por clientes principales a organizaciones ecologistas y a un magnate que las financia, pregunta sobre un periodista que en el libro cubre temas sobre el medio ambiente: “¿Este tipo está leyendo solamente un boletín de prensa?” Y el profesor Kenner les responde: “Así es como los hacen hoy en día. Ni siquiera se molestan en cambiar una frase aquí o allá. Sólo leen la copia. Y, por supuesto, lo que dice no es verdad.” La novela narra, en el terreno de la ficción, lo que los escépticos afirman en la realidad.

Durante un programa que el canal 4 de la televisión británica proyectó titulado El gran engaño del calentamiento global, Níger Calder, ex director de New Scientist, aseguró: “Lo que me asombra, tras toda la vida dedicada al periodismo, es ver cómo los más elementales principios del periodismo parecieran haber sido olvidados en este asunto [...] tenemos toda una nueva generación de periodistas dedicados al tema medioambiental. Si la historia del calentamiento global se va a la papelera, lo mismo pasará con sus trabajos. Es así de crudo. De manera que la información tiene que hacerse más y más histérica [...] Tienen la necesidad de ser más y más estridentes.”

Cuando George W. Bush se convirtió en un cristiano renacido, le tomó un enorme cariño a una pintura de W. H. Koerner llamada Un deber que cumplir. Tanto así que su autobiografía lleva el mismo nombre. El cuadro adorna su oficina. La obra de arte representa un vaquero de nombre Charles Wesley montando a caballo, decidido a cruzar una empinada y escabrosa vereda. Según el presidente, el mensaje del jinete es que “servimos a Alguien más grande que nosotros mismos”. Es decir, para el mandatario, la misión de Wesley en el mundo fue difundir la palabra del cristianismo metodista en el oeste de Estados Unidos a finales del siglo XIX.

La vida de Charles Wesley fue, sin embargo, bastante diferente a como la ve el presidente de Estados Unidos. Según el investigador Jacob Weisberg, el vaquero del cuadro no es más que un ladrón de caballos que, después de haber sido hecho prisionero, logra escapar en Nebraska. El cuadro representa su huída.

La versión de la administración de Bush y la de los escépticos sobre el cambio climático guarda una enorme similitud con la visión que sobre el cuadro de W. H. Koerner tiene el mandatario estadounidense. Donde ellos quieren ver una labor misionera realmente se esconden los intereses de forajidos.

Fuente:

Rebelion


Leonardo Sánchez Coello

conocerciencia@yahoo.es

24 de febrero de 2008

Sobre ciencia y dialéctica

Manuel Martínez Llaneza intervino recientemente en las páginas de Rebelion (http://www.rebelion.org/docs/60179.pdf) con un documentado comentario a un ensayo de Alan Woods y Ted Grant -Razón y revolución- que había sido publicado en España por la fundación Federico Engels en los años noventa. En la discusión posterior, también en las (imprescindibles) páginas de rebelión, surgieron nuevamente cuestiones relativas a la ciencia, a su estatus gnoseológico, y a sus relaciones con la dialéctica.

Esta conversación con Martínez Llaneza intenta precisar algunas de estas problemáticas que siguen siendo, en mi opinión, temáticas abiertas, ni disueltas ni superadas. Tres ejemplos de ello de orden diverso: la vindicación por parte del gran bioeconomista Nicholas Georgescu-Roegen de las aproximaciones dialécticas en algunos campos de las ciencias sociales; el elogio reciente del gran escritor guatemalteco Mario Roberto Morales de la generación y uso de conceptos dialécticos, y la reflexión metacientífica, con indudable marchamo dialéctico, de grandes físicos contemporáneos. Murray Gell-Mann, el físico joyciano, entre ellos.

*

Si te parece podemos empezar por algunas definiciones, ¿cómo podríamos definir o caracterizar el conocimiento científico? ¿Crees que existe alguna línea de demarcación entre ciencias sociales, naturales y ciencias formales?

Si partimos de que existe un mundo exterior a nuestra mente –rechazo el solipsismo, aunque no es este el lugar de explicar por qué- en el que se encuentra la humanidad, concluiremos en que no existe ninguna línea de demarcación en el objeto del conocimiento que es el propio mundo. Sin embargo, es obvio que las formas de aproximación a los diversos aspectos de la realidad son en cada momento muy diferentes, pero, si lo miramos diacrónicamente, observamos que la aproximación científica, con todo lo impreciso que pueda ser este concepto, va ganando terreno y penetra en espacios cada vez más amplios. Pensemos en la genética: durante siglos se han utilizado precientíficamente los cruces de animales como método de mejora de determinadas cualidades; en poco más de cien años se ha pasado de los guisantes de Mendel a la secuenciación del genoma; las herramientas, métodos de trabajo y profundidad del conocimiento han evolucionado de forma espectacular. ¿Qué ocurriría con la psicología si pudiéramos ‘leer’ –y tal vez sea posible un día- las sinapsis neuronales? No hay línea de demarcación, hay estadios de conocimiento y niveles de complejidad.

¿Y en cuanto a las ciencias formales, a las matemáticas y la lógica, por ejemplo, respecto a las otras disciplinas?

Las matemáticas son muy formales, pero no son una ‘ciencia formal’. Aunque las relaciones con la realidad sean muy tenues y puedan pasar desapercibidas a un cierto nivel de análisis, los conceptos de número, punto y conjunto, por ejemplo, no dejan de ser abstracciones de la experiencia, y sin ellos no hay matemáticas. La lógica expresa aspectos de la forma en que creamos nuestros conceptos y las relaciones entre ellos; por eso subyace a todo el pensamiento, científico o no.

En cuanto a la dialéctica, ¿cómo podríamos caracterizarla?

El conocimiento no es necesariamente científico. La humanidad aprendió a navegar antes de que Arquímedes explicara por qué flotan los barcos. Todos tomamos continuamente decisiones sin analizar -y frecuentemente sin conocer- todos los datos de una situación y sin certidumbre absoluta de acertar. No se puede parar el mundo hasta que sepamos lo suficiente para continuar. Las ‘carencias’ de un conocimiento cierto las suplen costumbres, creencias religiosas o filosóficas, hábitos personales o sociales, etc., que marcan un punto de vista, una concepción del mundo o la aceptación de un hábito. A falta de una definición mejor fundada, para mí el materialismo dialéctico –no he inventado yo esta acepción, evidentemente- significa la necesidad de explicar las cosas por sí mismas, incluyendo en la explicación lo que no se explica y el propio materialismo dialéctico, sin recurrir a dioses ni filosofías autónomas de la experiencia. Recuerda el cuento de Borges: si se conocieran todos los detalles de un sistema no habría conceptos propiamente.

¿Incluyendo en la explicación lo que no se explica y el propio materialismo dialéctico? Podrías desarrollar este paso de tu respuesta.

Quiero decir que el materialismo dialéctico no es anterior a la búsqueda de explicaciones, sino que forma parte de esta actividad; que no justifica nada ‘desde fuera’, y que lo que no se explica forma parte necesaria del mismo mundo que se explica y está presente en la búsqueda. Soy consciente de que no estoy dando una definición, imposible por otra parte, porque la totalidad es analizable pero no reducible.

¿Y crees que sigue siendo razonable usar la expresión “materialismo dialéctico”?

No me preocupa que se llame materialismo dialéctico o no, que a los diversos aspectos de la realidad los llamemos contradicciones o negaciones, o que establezcamos otros criterios de aproximación a la realidad, siempre que estos conceptos –o palabras- sean una ayuda y no se conviertan en el corsé que ‘niegue’ el materialismo en nombre de una realidad superior.

¿Y qué entiendes por materialismo? No es un concepto tan unívoco.

Desde luego que no lo es si nos fijamos en el desarrollo histórico del concepto. Por eso es útil la denominación ‘materialismo dialéctico’.

¿Qué estatus otorgas a las leyes de la dialéctica? ¿Son leyes científicas en algún sentido razonable de la expresión?

De mi anterior respuesta puede deducirse que no considero que las ‘leyes de la dialéctica’ sean científicas. De hecho siempre me ha costado mucho llamarlas ‘leyes’.

¿Qué serían entonces para ti? ¿Metáforas, sugerencias, experiencia acumulada, rasgos de una concepción del mundo revisable?

He dicho anteriormente que no todo el conocimiento es científico. Si vemos las llamadas ‘leyes de la dialéctica’ en el contexto en el que se utilizaron originalmente (y aquí dejo fuera a Hegel), entendemos qué querían poner de manifiesto, particularmente Engels, porque vemos a qué visiones de la realidad o aproximaciones a la misma se oponían. Esto lo podemos expresar diciendo que cobran sentido en relación dialéctica con otras corrientes de pensamiento o considerando, con Saussure, que los significados se definen por lo que no significan. La consideración de la totalidad concreta como objeto de la investigación es, como expresó Lenin, el objetivo último de la visión dialéctica.

Te contesto en esta forma porque me has preguntado qué son para mí, porque el mejor tratamiento que conozco de esta cuestión está en la presentación de Manuel Sacristán a su traducción de 1964 del Anti-Dühring.

La dialéctica, en ocasiones, se presenta como una disciplina científico-filosófica que trasgrede o supera el principio de no contradicción. ¿Tiene esta aspiración algún sentido razonable?

No alcanzo a entender cómo puede afirmarse eso, ni conozco la escala de valores en que se podría considerar ‘superior’ esa alternativa. (Quizá la mejor aportación del positivismo fuera la preocupación por el lenguaje). Por ejemplo, la utilización de la lógica multivaluada en apoyo de esta interpretación me parece infantil: no cambia nada, sólo, por su mayor complejidad, lo hace más creíble al profano que quiere creerlo y busca una justificación. Tampoco sé qué sentido tiene la transgresión, fuera de la escena social (o penal), salvo en el sentido irónico que le da Sokal en su famoso artículo (“Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity” Social Text, Spring/Summer, 1996; fácilmente localizable en la red)

En un trabajo reciente publicado en www.rebelion.org con fecha 7 de diciembre, y ahora mismo también acabas de hace referencia, citabas elogiosamente la presentación que escribió Sacristán en 1964 para su traducción del Anti-Dühring de Engels. ¿Qué destacarías de ese trabajo? ¿Crees que sigue teniendo algún interés en la actualidad?

Lo destacaría todo, desde los aspectos científicos y filosóficos a los históricos, sin dejar de lado los humanos. Creo que es una de las mejores síntesis del pensamiento marxista que se han hecho, comparable al famoso prólogo a la ’Introducción a la crítica de la Economía Política’ de Marx. Es tan actual como todo el pensamiento marxista, es decir, cada vez más. El tratamiento de la dialéctica es esclarecedor.

¿Cuál es tu opinión sobre la actualidad y vigencia del pensamiento de Marx y Engels? ¿Qué aspectos de su legado teórico te parecen más revisables?

Creo que Marx, con Engels por supuesto, hizo una aportación decisiva para la interpretación de la historia y en particular del capitalismo, además de un conjunto importantísimo de observaciones y estudios en diversos ámbitos. La profundidad de su visión es tal que, aunque no se diga expresamente, las grandes opciones políticas y los modelos económicos se definen actualmente en relación con su pensamiento. Santiago Alba Rico, en su recomendable Capitalismo y nihilismo, analiza sesudamente (pág. 30) cuatro modernas y científicas definiciones de “globalización” para hacer ver a continuación cómo un párrafo del Manifiesto Comunista de 1848 las anticipa, engloba e integra en una concepción más profunda. (Por eso he combatido siempre la expresión ‘globalización neoliberal’ que, haciendo desaparecer la palabra ‘capitalismo’, trata de exonerarlo de responsabilidades que atribuye, nada dialécticamente, a un neoliberalismo nacido de malvadas desviaciones del buen capitalismo).

Claro que hay que revisar y actualizar lo dicho por Marx a la luz de la evolución histórica, pero me temo que mucho ha de cambiar el mundo para que su pensamiento deje de ser un referente y una guía esclarecedora.

¿Por qué crees que hay actualmente tanto desinterés por el enfoque o la concepción dialéctica? ¿Se puede ser, con consistencia, un científico informado y estar interesado en estos temas?

No sé si hay desinterés o es que, como en tantas otras cosas, la derecha nos ha arrebatado la bandera cuando estábamos jugando a mirarnos el ombligo y, en algunos casos, a teorizar sobre él. Me asombra el sentido de ‘totalidad concreta’ que tienen los grandes comediantes de la política y las finanzas. Y también, como he dicho antes, la poca capacidad de respuesta a la actividad disolvente de los “ni…ni…”

En cuanto a los científicos, los hay de todo tipo. Se ha dicho muchas veces que el 90% de los científicos de la humanidad están vivos, lo que incluye tanto a Newton como a miles de investigadores que hacen medidas, cálculos o estadísticas para publicar un artículo sin preocuparse de lo que hay detrás. En ningún caso hay incompatibilidad, pero tampoco una relación necesaria.

¿Por qué crees que irrumpió en la URSS en los años treinta el debate entre ciencia burguesa y ciencia proletaria? Se incluían en el primer saco disciplinas que, se afirmaba, no eran propiamente dialécticas, que negaban, por ejemplo, en el carácter dinamicista de la realidad.

He leído sobre el tema, pero no he llegado a formarme una opinión clara sobre la razón última del debate. Creo ver la utilización religiosa –en sentido lato, de justificación última- por problemas de poder.

Has escrito en alguna ocasión: “Las imposturas y mixtificaciones en las ciencias (en economía son obvias y se discuten más) son un elemento de opresión directo y, si personas de cuya filiación progresista no puede dudarse como son Alan Woods y Ted Grant han caído es esa trampa, eso nos da una idea muy precisa de su importancia”. ¿Y por qué crees que personas progresistas, informadas en general, han caído en esa trampa?

No lo sé con certeza, pero creo que fundamentalmente por pereza. Es mucho más cómodo poner una ‘verdad’ general asumida por delante que dedicar esfuerzos a profundizar en sus aplicaciones. El razonamiento por analogía es una potente fuente de sugerencias, pero a veces juega malas pasadas.

Has escrito también: “Viva la Ilustración; ni un paso atrás”. ¿Qué opinión te merecen entonces todas estas corrientes culturales, filosóficas, que se definen o se incluyen en el ámbito del postmodernismo? ¿Crees que pueden afirmarse que el postmodernismo es la arista cultural ideológica del capitalismo global (o mucho más globalizado si lo prefieres)? ¿Hay algo que aprender de esas críticas a la tradición ilustrada?

No he prestado excesiva atención al pensamiento posmoderno; lo poco que he leído siempre me ha sido antipático porque me ha parecido pretencioso, formalista y vacuo, lo que no me ha estimulado a profundizar en él. Cuando hace algunos años descubrí los primeros ataques de los ideólogos del sistema al pensamiento ilustrado –algo impensable unas décadas antes, salvo en los sectores eclesiásticos más retrógrados, y entonces daban risa- me di cuenta de que aquello nos llevaba de vuelta a la Edad Media, lo que se ha venido confirmando con la proliferación y ascendiente de sectas fundamentalistas, teocons y predicadores de toda laya. Ese hilo conductor casa bien con el irracionalismo decimonónico y el fascismo, y entiendo que es apoyado, al menos, en la intención de destrucción del pensamiento revolucionario, por lo que conozco del posmodernismo. Cada vez entiendo mejor las consideraciones de Marx y Lenin sobre su herencia ideológica y me preocupa la frivolidad –en el mejor de los casos- de muchos ‘pensadores’, cuando no la desvergüenza de los propagandistas que se permiten el descaro de criticar el derecho a la huelga aduciendo que previamente se había firmado ‘libremente’ un contrato. O cuando se apoya el descuartizamiento y la privatización de la Universidad en nombre de la ‘competitividad’ científica.

Insisto: en estos asuntos, ni un paso atrás.


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Fuentes:

Rebelion.org

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Crítica de la Crítica precipitada

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El Manifiesto Comunista

Anti Dûhring de Sacristán


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