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14 de octubre de 2010

Grandes Científicos: Edward Jener



La nos convoca hoy para rememorar el nombre de un famoso científico a quien le debemos mucho. Su trabajo, consumado hacia finales del siglo XVIII, sirvió para prolongar nuestra esperanza de vida tras siglos en los que enfermedades que hoy consideramos triviales podían terminar con nosotros en cuestión de horas. Se trata de Edward Jenner, descubridor de la vacuna contra la viruela.

En una época en la que la viruela azotaba a Europa de forma fatal, Jenner llevó a cabo un trabajo crucial para la , y a la vez una obra que salvó más vidas que cualquier otra. Sin dudas el legado de Jenner es notable, y su nombre merece ser destacado como el de uno de los grandes hombres de la historia de la ciencia.

Edward Anthony Jenner nació el 17 de mayo de 1749 en Berkeley, y se formó en y cirugía estando a cargo de destacados médicos de la época. Ya profesional, realizó sus primeras contribuciones a la ciencia cuando formó una sociedad médica en Rodborough, Gloucestershire, junto a otros colegas, y a esa altura su nombre ya era conocido en círculos académicos del Reino Unido.

Una figura importante en su formación fue la de John Hunter, un famoso cirujano y naturalista a quien Jenner le debió gran parte de su formación profesional, especialmente su pasión por la investigación y profesionalismo.

Aunque Jenner era un médico famoso y prestigioso en su país, no fue sino hasta realizar el gran descubrimiento de su vida (y uno de los más destacados de la historia de la ) cuando su nombre recorrió el globo y quedó impreso en los libros de de la época.

Hacia finales del siglo XVIII la viruela se había convertido en una plaga fatal no sólo en el continente europeo, sino que había sido transportada a América con resultados fatales para las poblaciones nativas y los conquistadores; especialmente para las primeras, cuyos organismos no tenían anticuerpos contra esta enfermedad. Uno de cada tres que contraía la enfermedad moría, y los que sobrevivían quedaban desfigurados con horribles marcas en su piel.

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En este contexto las soluciones eran imperiosas, y Jenner volcó su tiempo en buscar alguna cura para la enfermedad. La observación fundamental en su trabajo fue la de que las personas que trabajaban en lecherías no contraían la enfermedad, en una singularidad llamativa en sociedades en las que un 60% de las personas de todas las profesiones la contraían.

En realidad estas trabajadoras se infectaban de viruela bovina por el contacto con material orgánico de vacas infectadas. La viruela bovina es una variante de la viruela común que no es tan grave, pero que genera marcas y ampollas en la piel. Lo que ocurría era que estas personas, una vez se curaban de la viruela bovina, no contraían jamás viruela común.

Jenner comenzó a trabajar con esto en mente, y testeó sus hipótesis en un niño de 8 años a quien inoculó con pus de una lechera que había contraído viruela bovina. Posteriormente le inyectó material contaminante de viruela comprobando que el joven quedó inmunizado contra la enfermedad, incluso en ocasiones en las que estuvo a punto de contraerla.

El descubrimiento parece hoy en día fascinante, pero no toda la comunidad científica de la época lo vio con los mismos ojos. De hecho, muchos aseguraban que el tratamiento propuesto por Jenner generaría la transformación del individuo en una vaca, en un rapto de genialidad fantasiosa victoriana (y pre-victoriana) típica de los siglos XVIII y XIX.


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Ojo Científico

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