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9 de mayo de 2018

El conocimiento es el nuevo dinero: tienes que seguir aprendiendo cada día

Cuando Benjamin Franklin dijo que «una inversión en conocimiento paga el mejor interés», se olvidó de puntualizarnos a qué conocimiento se refería exactamente y dónde podía obtenerse. Sin embargo, en aquellas palabras subyace una verdad esencial cocinada en el actual contexto tecnológico y social: que el conocimiento tiene muchísimo más valor que el dinero. Más valor desde el punto de vista crematístico, pero también psicológico.

Así pues, si Franklin viviera ahora mismo, no solo repetiría su sentencia con más firmeza, sino que se entusiasmaría al conocer las posibilidades que ofrece la tecnología para desmonetizar los bienes y servicios.

Desmonetización

Gracias a la tecnología, la mayor parte de los productos y servicios que antes eran caros ahora resultan mucho más baratos y, en algunos casos, incluso son gratuitos. La gratuidad suele aparecer en aquellos productos que pueden digitalizarse (transformarse de átomos a bits), es decir, los productos susceptibles de un coste marginal próximo a cero. Por ejemplo, el buscador de Google, la enciclopedia Wikipedia o las miles de horas de entretenimiento audiovisual de YouTube.
En su libro Abundancia, Peter Diamandis, uno de los fundadores de la Singularity University, pone una serie de ejemplos de desmonetización, haciendo hincapié en el smartphone. Si bien parece un dispositivo caro, en realidad estamos empleando una contraparte un millón de veces más barata y mil veces más potente que una supercomputadora de 1970, y además nos ahorramos adquirir muchas otras cosas:
Cámaras, radios, televisiones, navegadores de Internet, estudios de grabación, salas de edición, cines, navegadores GPS, procesadores de texto, hojas de cálculo, estéreos, linternas, juegos de mesa, juegos de cartas, videojuegos, toda una gama de aparatos médicos, mapas, atlas, enciclopedias, diccionarios, traductores, manuales, educación de primera categoría, y la siempre creciente y variada colección conocida como el app store. Hace diez años la mayoría de estos bienes y servicios solo estaban disponibles en el mundo desarrollado; hoy casi cualquiera y en cualquier lugar puede tenerlos.
El coste de la energía también va a desplomarse en breve gracias a la mayor eficiencia de las placas fotovoltaicas. El transporte personal podrá compartirse gracias al blockchain y el de mercancías será autónomo. La inteligencia artificial asumirá muchas tareas automáticas que encarecen los servicios, tanto médicos como financieros o legislativos. La fabricación se democratizará gracias a las impresoras 3D y nos acabaremos convirtiendo en prosumidores (productores + consumidores).
En otras palabras, para vivir de forma medianamente confortable no será necesario ganar demasiado dinero. De hecho, gracias a las iniciativas de renta universal básica que ya se están experimentando, puede que ni siquiera necesitemos trabajar. O, al menos, no demasiadas horas al día.
Ante este panorama, ganar más dinero solo servirá para obtener bienes conspicuos o servicios exclusivos que nos desmarquen socialmente de nuestros semejantes. El dinero, en ese sentido, quedará más que nunca, porque será fácil de obtener y servirá para poco.

El dinero no te hace feliz

Pero no solo el dinero irá perdiendo progresivamente su valor, sino que éste ni siquiera fue tan rutilante como habíamos creído.
Cuando decimos que no tenemos tiempo para aprender algo nuevo o para leer un libro generalmente se debe a que estamos invirtiendo ese tiempo en ganar más dinero, directa o indirectamente. La mayoría de veces nos preocupamos en ganar más dinero porque creemos que así seremos más felices: podremos viajar más, comprar más cosas, disponer de una vivienda más confortable, adquirir ropa más cara y, en definitiva, cumplir todos esos sueños que reflejan los anuncios de la Lotería.
Una vez obtenido un mínimo para vivir cómodamente, el dinero extra apenas afecta a nuestro bienestar psicológico
Sin embargo, todos los experimentos que se realizan sobre el vínculo entre felicidad y dinero concluyen que, una vez obtenido un mínimo para vivir cómodamente, el dinero extra apenas afecta a nuestro bienestar psicológico. Por ejemplo, un estudio reciente ha sugerido que la gente que gana más de 90.000 dólares al año no es más feliz que la que está en la franja entre los 50.000 y los 89.999 dólares. Incluso ganar la Lotería tiene un efecto sorprendentemente efímero en nuestro bienestar, como explica Nicholas A. Christakis en su libro Conectados al comparar a estos agraciados con pacientes aquejados de una enfermedad:
En realidad, el seguimiento de personas que han ganado la lotería y de pacientes con daños en la médula espinal revela que, al cabo de un año o dos, esas personas no son más felices ni más tristes que los demás.

El artículo completo en:

Foro Económico Mundial

4 de mayo de 2014

Conocer Ciencia: Experimentos con péndulos (II)

 Continuamos hablando sobre el péndulo. Puede ver la primera parte aquí.

1. El péndulo y el método científico (3 experimentos)

Para realizar nuestro experimento necesitamos un carrete de hilo y un par de tuercas de diferente tamaño.

Para construir un péndulo simple atamos un trozo de hilo a una de las tuercas y luego atamos el otro extremo del hilo a algún soporte que permita a la tuerca oscilar sin tocar el suelo.

Si apartamos la tuerca de la posición de equilibrio (la vertical) y la dejamos oscilar libremente tenemos un péndulo simple. Llamamos período del péndulo al tiempo que tarda la tuerca en realizar una oscilación completa.

¿De qué factores depende el período de oscilación del péndulo? ¿Dependerá de la amplitud de las oscilaciones, del tamaño de la tuerca o de la longitud del hilo? Para averiguarlo realizamos tres experimentos:


 

Experimento 1: construimos dos péndulos simples idénticos (misma longitud del hilo y tuercas iguales) y luego apartamos los péndulos de la posición de equilibrio de manera que uno de ellos tenga una amplitud de oscilación mayor. Podemos ver que las dos tuercas tardan el mismo tiempo en completar una oscilación

Conclusión 1: el período de oscilación del péndulo no depende de la amplitud de las oscilaciones.

Experimento 2: construimos dos péndulos de igual longitud pero con tuercas diferentes. Si apartamos los dos péndulos de la posición de equilibrio y los soltamos vemos que tardan el mismo tiempo en completar una oscilación.

Conclusión 2: el período de oscilación del péndulo es independiente del tamaño de la tuerca.

Experimento 3: construimos dos péndulos de diferente longitud con tuercas de igual tamaño. Si apartamos los dos péndulos de la posición de equilibrio y los soltamos vemos que el péndulo de menor longitud tarda menos tiempo en completar una oscilación.

Conclusión 3: el período de oscilación del péndulo depende de la longitud del hilo. Si la longitud del hilo es menor tarda menos tiempo en completar la oscilación y, por tanto, su período de oscilación es menor.


2. El péndulo de Foucault 


Foucault pendulum animated Rosa polar: una ecuación bella para un experimento bello.

El péndulo de Foucault es considerado uno de los experimentos más bellos. ¿Y qué es un experimento bello? Por bello se entiende, según la revista Physics World, aquel que para su demostración exigiera el menor número de elementos posibles y produjera a su vez resultados sorprendentes.


Estaremos de acuerdo que un péndulo es muy sencillo de fabricar: una cuerda y un peso. Lo único que hay que hacer a continuación es balancearlo.

En muchos parques de las ciencias habréis visto un péndulo de Foucault que va derribando poco a poco los montículos que hay colocados en forma de reloj. Nuestra percepción es que es el péndulo el que se mueve, pero realmente, como comprobó Foucault*, es la Tierra la que realmente gira mientras que el péndulo siempre se balancea hacia la misma dirección.

Tenemos así los dos factores para que un experimento sea bello: elementos sencillos (cuerda y peso) y resultados sorprendentes (demostrar que la Tierra gira sobre su eje).

Una animación del péndulo de Foucault:



Un péndulo de Foucault en acción, en el Museo de la Ciuad de las Ciencias y las Artes de Valencia (España). 


La gracia es que nadie mueve el pendulo. El pendulo es movido por la propia tierra al rotar, demuestra por tanto la rotación de la tierra ya que tal movimiento que para nosotros es imperceptible permite que elementos suspendidos como este se muevan.


 La guía didáctica para elaborar un péndulo de Foucault (para los más avezados en ciencias):




3. Cómo hacer un péndulo de pintura

Un péndulo puede realizar magníficos dibujos y diseños. Sólo tienes que ver el video y seguir las instrucciones. Es muy sencillo y divertido. Algunas obras de arte AQUÍ.




4. El péndulo y la energía

Y, con ustedes, una vez más, Walter Lewin (del MIT). En esta ocasión nos enseña sobre la energía potencial y la energía cinética de un péndulo. Y realiza un experimento donde pone en riesgo su propia video. Tienen que verlo:



Para conocer más sobre la energ+ia potencial y cinética de un péndulo ingresa aquí.

 5. Radiestesia (pseudociencia)

Existe una pseudociencia llamada radiestesia, se supone que el péndulo atesora un poder para sanar y curar, además de adivinar el futuro. Obviamente no hay causalidad entre las oscilaciones de un péndulo y el estado de salud de un ser humano, no obstante, nos comentan, que estas charlatanerías proliferan mucho en algunos lugares del globo, como España.

Si quieren desperdiciar 6:38 minutos de su vida vean el siguiente video:




6.Miscelánea

6.1. Un embudo-péndulo



Estos experimentos fascinarán a los niños, sobre todo a los más pequeños. Puede leer el artículo completo AQUÍ. Es una variación del péndulo artista, pero en vez de una botella de plástico se emplea un embudo (también de plástico).

6.2. Un caramelo-péndulo

En este video verás cómo con una paleta de caramelo se puede también hacer un péndulo. Es más puedes colocar cualquier objeto: tuercas, pelotas, botellas, embudos, emplea tu imaginación ¡y descubre!

6.3. El columpio


Mientras te columpias en un parque también puedes conocer y comprender las propiedades de un péndulo. Para ello solo necesitas un cronómetro y muchas ganas de divertirte. Todas las instrucciones las encuentas en la web BIg Bang.

6.4. El péndulo electrostático


En el experimento de hoy, crearemos nuestro propio péndulo electrostático, de manera sencilla y sin que nos lleve mucho tiempo. No supone ningún riesgo, por lo que cualquier niño podrá realizarlo en casa. Los materiales que utilizaremos son muy fáciles de encontrar. Este video lo dice todo:


 6.5. Péndulo de Foucault en miniatura

No se Dan mchos Datos en la web original, pero los creadores de este experimento afirman que viendo el siguiente video TODO se puede entender con gran claridad. A ver, juzguen ustedes:


 


¿No entendiste nada?.De todas maneras Pablo Covaleda, a través de YouTube, nos da una escueta explicación:

"Mafalda" está sobre la Tierra que gira naturalmente!, y el péndulo al oscilar apunta siempre a "Felipe" que no se mueve, por lo que a Mafalda le parece que el péndulo a girado...pero la que ha girado es la Tierra, espero que si alguna vez ve un péndulo de Foucault te des cuenta de que el que se ha movido es el observador que esta en la Tierra y no el péndulo.

6.6. Péndulo de electricidad electrostática de Franklin

Para esta ocasión  les traigo un experimento relativamente facil pero casero llamado campana o péndulo de Electricidad Estática, inventado por  Benjamin Flanklin para detectar posibles tormentas eléctricas. Pero que ademas puede tener otras aplicaciones mas caseras.



Bueno, eso es todo por hoy. Hasta pronto.

Leonardo Sánchez Coello
leonardo.sanchez.coello@gmail.com


19 de marzo de 2013

Franklin, y el olor a pedo y a orina



Benjamin Franklin, además de haber pasado a formar parte del imaginario popular como el hombre que hizo ascender una cometa en mitad de una tormenta, también era un tipo bastante irónico. Hasta el punto de que escribió una carta “A la Real Academia de los Pedos” a fin de proponer a los científicos que encontraran alguna forma de que dejara de ser incómodo tirarse ventosidades en público:

Descubrir alguna sustancia saludable y no desagradable, para mezclar con nuestros alimentos comunes, o salsas, que haga que las descargas naturales de ventosidades de nuestro cuerpo sea no sólo inofensiva, sino agradable.
Franklin estaría contento de descubrir hoy en día pueden medirse los olores de los pedos, como os expliqué en Midiendo el olor de una flatulencia.

En esa misma carta, Franklin mostraba idéntica preocupación acerca del olor de la orina:
Comer unos pocos espárragos conferirá a nuestra orina un olor desagradable; y una píldora de trementina de tamaño no superior a un guisante, le conferirá el agradable aroma de las violetas.
Lo cierto es que el consumo de espárragos sí influye en el olor de la orina, aunque no en todos los casos (aproximadamente pasa en la mitad de la población, por cuestiones genéticas). Ello se debe a la descomposición en el cuerpo de una sustancia química presente en los espárragos (que se cree que es el ácido asparagúsico), lo que produce metil mercaptano y otros compuestos que contienen azufre.

Fuente:

FayerWayer

16 de junio de 2010

Franklin, el pararrayos y las ideas míticas

Miércoles, 16 de junio de 2010

Franklin, el pararrayos y las ideas míticas


Un día como ayer, un 15 de junio de 1752, Benjamín Franklin salió al campo en plena tormenta equipado con una cometa a la que había atado en su cordel una llave. Franklin llevaba bastante tiempo dándole vueltas a la idea de que la electricidad de las tormentas provenía de una diferencia de potencial entre las nubes y el suelo. Las nubes al friccionar entre sí se cargaban negativamente con respecto a la superficie terrestre. Cuando la diferencia de cargas se hacía muy grande se producía una descarga, de duración muy breve, pero con potencia extrema, entre esas nubes y el suelo.

Franklin le estuvo dando vueltas a la idea de cómo demostrar esa idea, y sobre todo como poder evitar el efecto devastador de los rayos, responsables de gran cantidad de incendios en las ciudades estadounidenses recién fundadas. Con ese fin diseñó una cometa con un objeto metálico que tendría la función tanto de atraer la carga eléctrica como de disiparla sin alcanzar al portador de la cometa. Afortunadamente para Franklin su apuesta salió bien con lo que pudo diseñar el pararrayos, un receptor metálico de electricidad unido a tierra, por donde se descargaría tras la descarga eléctrica del rayo.

Al poco, todos los edificios que tenían una altura respetable empezaron a colocar pararrayos en sus tejados. ¿Todos? Pues no. Al principio las iglesias se negaron a hacerlo. No aceptaron las tesis de Franklin, aduciendo que los rayos eran una voluntad de Dios contra la que el hombre poco podía hacer. Unas cuantas tormentas después y unas cuantas iglesias quemadas más tarde como consecuencia de esa “voluntad divina” los pastores empezaron a aceptar que la electricidad de las nubes eran las responsables de los rayos y empezaron a decorar los tejados de sus templos con los protectores pararrayos. De nuevo el miedo a que la ciencia les quitara protagonismo hizo que los líderes religiosos rechazaran lo evidente.

Hace dos años realizamos, en el programa Conocer Ciencia, un especial sobre Franklin y el rayo, les dejo la presentación inspirada en un ensayo de Isaac Asimov:


Conocer Ciencia...

Ciencia sencilla, ciencia divertida, ciencia fascinante...


Fuente:

La Ciencia y sus Demonios

16 de abril de 2010

1816: Un año sin verano en el hemisferio norte


Viernes, 16 de abril de 2010

1816: Un año sin verano en el hemisferio norte

La erupción del Tambora de 1815

El Tambora es un volcán de la pequeña isla indonésica de Sumbawa en el archipiélago de La Sonda. La isla tiene una extensión de 14.793 kilómetros cuadrados y mide de oeste a este 280 kilómetros. Está atravesada longitudinalmente por una cordillera con varios volcanes. El más oriental, el Tambora, forma la península de Sanggar. De riqueza extraordinaria, Sumbawa produce arroz, algodón, maderas preciosas, tabaco, azufre, petróleo, asfalto… y está muy promocionada turísticamente. Sus habitantes son en mayoría musulmanes.


Isla de Sumbawa (Indonesia)


La erupción del Tambora del año 1815 está considerada como el mayor cataclismo volcánico de los diez mil últimos años. El volcán ahora alcanza 2.850 metros, con una base al nivel del mar de 60 kilómetros de diámetro. Antes de esta gran erupción, su cima sobrepasaba los 4.000 metros. Su cráter, ligeramente elíptico, de 6 kilómetros de diámetro aproximado, tiene casi 1.500 metros de profundidad. Provocó otras erupciones en 1819,1880 y 1967.

Dicen las crónicas que en las primeras horas de la tarde del 5 de abril de 1815 se oyó en Batavia (Java) un ruido extraño, como el retumbar de cañonazos lejanos. Salieron del puerto dos navíos de reconocimiento, sin localizar nada anormal en el mar. Pronto la lluvia de cenizas dio cuenta del comienzo de una erupción volcánica. La gran explosión se produjo días después, el 11 de abril. La propia isla de Sumbawa y la de Lombok quedaron cubiertas por un manto de cenizas de varios metros de espesor que aniquiló a sus habitantes. Durante tres días una densa nube ensombreció totalmente los cielos de islas alejadas hasta 300 kilómetros. Las sucesivas erupciones de 1815, escalonadas entre el 5 de abril y el 23 de agosto, dispersaron en el aire la cima del Tambora, equivalente a un volumen de 30 kilómetros cúbicos, reduciendo su altura en más de 1.300 metros.

El súbito e ingente volumen de lava que irrumpió en el mar de Bali provocó un gigantesco tsunami que sumergió a gran velocidad el litoral de numerosas islas –recordamos que la República Indonésica está formada por más de 17.000 islas- y que grandes aglomeraciones humanas, como Besuki (Java), a más de 500 Kilómetros de distancia del Tambora, o Cerám y Amboine, a 1.600 Km., fueron barridas por una ola de 2 metros de altura que arrastró y sumergió en el mar cuanto encontró a su paso. Hubo 88.000 víctimas.

El Tambora desde la nave espacial americana

“La fuerza de expansión de los gases –dice Jacques Labeyrie- sobre todo de vapor de agua, gas carbónico y gases sulfurados (que se habían acumulado a lo largo de los milenios precedentes, aumentando sin cesar la presión debajo del volcán inactivo) pulverizó y proyectó por el aire esa inmensa cantidad de rocas y cenizas que constituía la diferencia entre el volumen del volcán antes y después de la erupción. Como ocurre en todas las erupciones de gran violencia, una parte importante de todo este polvo de roca y de gases en expansión que lo acompañaban, fue proyectada hasta la estratosfera. Se desconoce la masa del polvo (formado por las rocas pulverizadas, las cenizas de vidrios y cristales y los aerosoles de sulfatos) proyectado a la estratosfera, pero por analogía con lo que ocurrió en el caso de la explosión del Krakatoa, mucho menos poderosa que la del Tambora, es lógico pensar que ésta última haya inyectado, por encima de los 15 kilómetros, por lo menos 150 millones de toneladas de estas partículas de polvo muy finas. Su dimensión de pocos micrones no les permitió durante varios años caer al nivel del mar. Empujadas por los vientos del Este, que predominan de manera permanente en las grandes altitudes, dieron varias veces la vuelta al globo. Quizá durante las primeras vueltas, la nube sólo fuera una franja estrecha que no cubría más que la zona ecuatorial – el Tambora está a 8 grados de latitud Sur- pero, después, esa franja se ensanchó hasta cubrir con un fino velo estratosférico las latitudes tropicales. A partir de este momento, esas partículas se encontraron en la zona de los vientos estratosféricos del Oeste. Reiniciaron entonces su viaje en sentido contrario, extendiéndose poco a poco y cubrieron así las regiones templadas y, al final, toda la superficie restante del globo: se encontró un fino estrato de ese polvo en las nieves de Groenlandia y también en la meseta helada de la Antártida, a una profundidad que corresponde exactamente con el año siguiente al de la erupción y los años sucesivos”.

“Desde la superficie del suelo es casi imperceptible este velo ligero formado por los aerosoles volcánicos, que flotan muy alto sobre nuestras cabezas. Sólo se advierte por las magníficas coloraciones rojas que dejan aparecer a la caída del sol. Sin embargo tiene una influencia climática innegable, que no se descubrió hasta 1963, tras la erupción del volcán Gunung Agung de la isla de Bali.”

Volcanismo activo y clima

La relación entre erupciones volcánicas y clima fue enunciada por Benjamín Franklin. Residía en París en 1784 como Ministro Plenipotenciario de los EE.UU. y observó una niebla seca y constante, de la que comentó en una de sus cartas:

“Durante varios meses del verano de 1783, cuando los efectos caloríficos de los rayos del sol de estas regiones deberían haber sido máximos, había una constante niebla sobre toda Europa y una gran parte de Norteamérica. Esta niebla era de naturaleza permanente. Era seca y parecía que los rayos del sol no tenían poder para disiparla, como fácilmente hacen con la niebla húmeda… de hecho se volvían tan débiles al pasar a través de ella, que, cuando se recogían en el foco de una lente, difícilmente quemaban un papel. Por supuesto, su efecto estival del calentamiento de la Tierra disminuyó en gran manera (…)De aquí que la superficie pronto se helara(…) que las primeras nieves permanecieran sobre ella sin fundirse (…)que el invierno de 1783-84 fuera tal vez más riguroso que ninguno de los que se habían dado en muchos años (…)”
“La causa de esta niebla universal no se conoce todavía. Podría ser adventicia a la Tierra… o podría ser la vasta humareda que, durante largo tiempo continuó saliendo en verano del Hekla, en Islandia y de ese otro volcán surgido en el mar cerca de la isla, cuyo humo pudo ser dispersado por diversos vientos sobre la parte septentrional del mundo…”
“Sin embargo, parece que vale la pena investigar si otros duros inviernos registrados en la Historia fueron precedidos de nieblas de verano semejantes y ampliamente extendidas…”

Benjamín Franklin (1706-1790)

En 1913, el meteorólogo norteamericano William Humpheys concretó que la reiterada serie de erupciones volcánicas de los primeros años del siglo XIX –entre ellas la del Tambora- habían provocado fuera de estación las numerosas olas de frío de aquel extraño verano del año 1816.

No obstante, la propuesta de Franklin de comprobar la relación entre erupciones volcánicas y cambios climáticos se hizo realidad casi doscientos años después, con la exploración histórica de Hubert Lamb en 1970. Entonces Lamb trabajaba en el Servicio Meteorológico Británico. Registró todas las erupciones volcánicas desde el año 1500 hasta 1960, relacionando su impacto sobre la atmósfera de la tierra, con una escala definida en relación con la erupción del volcán Krakatoa en 1883, estableciendo como 1000 unidades un índice referencial que él llamó índice de velo de polvo (IVP). A partir de las pruebas históricas y geológicas se sabe que la erupción del Tambora en 1815, que gestó el año sin verano de 1816, arrojó a la atmósfera tres veces la cantidad de polvo que lanzó el Krakatoa siete décadas más tarde.

Un verano muy frío en Europa.

Aquel año 1816, que se conoce en la Historia del clima como el año sin verano, Europa estaba destrozada por las guerras napoleónicas, que habían terminado en 1815 con la batalla de Waterloo y el exilio de Napoleón en la isla de Santa Elena. La ciencia meteorológica de aquel momento no relacionó el continuo velo de polvo atmosférico, ni los deslumbrantes crepúsculos con la erupción del volcán Tambora, cuya existencia probablemente desconocía.

Se contemplaba con estupor el comportamiento del extraño verano que había retrasado las vendimias del sur de Francia hasta los últimos días de Octubre y las de la cuenca del Rhin hasta principios de noviembre. En París se registraban en el mes de julio temperaturas medias inferiores en 3,5 grados a las normales de aquel mes y, en Agosto, estos valores eran casi 3 grados más bajos.

Los campesinos, que pensaban recuperar las reservas consumidas en los diez años de guerra, tuvieron que afrontar un año misérrimo. Fue necesario que soldados armados se ocuparan del transporte del trigo a la capital para evitar el saqueo del pueblo hambriento. El 19 de julio, desde Las Tullerías, el rey Luis XVIII ordenaba a los vicarios generales de la diócesis de Paris que se hicieran rogativas públicas en todas las iglesias para pedir al “Árbitro Soberano de las Estaciones que conservara los bienes de la tierra, alejara las tempestades y concediera tiempo sereno para que los frutos llegaran a su madurez”.

En Centroeuropa, fuertes tormentas generalizadas descargaban pedrisco de tamaño nunca visto y las riadas arrastraban a personas, animales y enseres. Un terremoto cambió el curso de un río en Capel, convirtiendo las llanuras próximas en un nuevo lago. Hubo necesidad de sacrificar al ganado que no se podía mantener y aumentó la emigración a los EE.UU.

En Londres se repartía diariamente una sopa económica a personas de las clases más necesitadas y, mediado el mes de agosto, la suscripción abierta en favor de labradores y artesanos pobres, ascendía en la capital del Reino Unido a tres millones de reales.

Las continuas olas de frío veraniegas de 1816 se atribuían a nuevas manchas solares y a la invasión en el Atlántico Norte de una gran cantidad de gigantescas masas de hielo polar. Otra hipótesis mantenía que la generalización de pararrayos había modificado la dinámica de las corrientes eléctricas en la atmósfera. Pero nadie supuso que la considerable cantidad de partículas volcánicas insedimentables, introducidas en la estratosfera por la erupción del Tambora, pudiera haber alcanzado el occidente europeo tres meses después, ni que se desplazara alrededor del globo, dando a la luz solar el tinte ceniciento que estuvo produciendo durante tantos meses aquellos crepúsculos tan fantásticamente coloreados.

Erupción en 1822 del volcán Vesubio, el más célebre y devastador del mundo. En los dos últimos milenios ha entrado en erupción al menos cincuenta veces



Fuente:

Meteored

5 de julio de 2008

Benjamin Franklin y el rayo

Benjamin Franklin y el rayo

Conocer Ciencia en la televisión

Franklin realizó un innovador, aunque sencillo, experimento. Voló una cometa, en la cual había una varilla de hierro, en plena tormenta. El objetivo que un rayo le diera a la cometa para que, de esta manera, la electricidad pasara por el hilo y llegara hasta las mismas manode Franklin.

Los invito a descubrir la historia de Franklin y el rayo:



Un abrazo:

Leonardo Sánchez Coello
Profesor de Educación Primaria
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