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3 de julio de 2014

El “A mí me funciona” y la falacia de la regresión a la media.

Una ciudad, harta de salir en los periódicos como una de las localidades con mayor número de accidentes de tráfico, decide buscar una solución urgente. Para ello convoca un concurso en el que se seleccionan cuatro proyectos. El que parece más prometedor consiste en la colocación de cámaras de tráfico disuasorias. La metodología es simple. Se realiza una estadística para identificar los puntos en los que el número de accidentes durante el pasado trimestre fue muy superior a la media. Se detectan unos 50 puntos. Unos metros por delante de esos “puntos negros”, se colocan cámaras bien visibles. La pretensión es que la amenaza de la multa disuada a los conductores de apretar el acelerador. El primer trimestre de prueba arroja un resultado excelente: se ha reducido la siniestralidad en todos y cada uno de esos puntos, siendo la reducción de un 36%. El alcalde da el visto bueno al proyecto, se firma el contrato y se amplía el presupuesto, ya que la efectividad se ha visto corroborada por los datos.

Todo realmente muy lógico y razonable ¿verdad? ¿O se está incurriendo en una falacia? Podéis releer y repensar el párrafo de arriba antes de seguir. Pues bien, en el párrafo anterior hay una falacia.

El artículo completo en:

Naukas

23 de agosto de 2011

Pensar en grupo nos vuelve más radicales o cómo 100 cabezas no siempre son mejor que 1

Estos días he estado visionado por televisión la visita del Papa a España o JMJ (¡juas!). Y he tomado notas. No porque el Papa me interese particularmente sino por las vibraciones sociológicas que pueden percibirse en cada fotograma del evento: cómo se comportan las personas, cómo la fe más irracional empuja a la gente que no encuentra solaz en otros sitios, cómo hincaban la rodilla los diferentes miembros del gobierno frente a un líder teocrático disfrazado que luego viajaba en una urna por la A-2, cosas así.

Pero sobre todo me sirvió para comprobar de nuevo que las personas, cuando están en grupo, se vuelven más radicales. Un buen ejemplo son las imágenes que visioné de la manifestación laica al toparse con los jóvenes católicos, mediando entre todos la policía más bruta que haya podido ver en los últimos años (exceptuando los desalojos de los Indignados en Plaza Cataluña). Y bueno, si bien me adscribo ideológicamente a uno de esos grupos (sólo a uno), los tres grupos me pareció que tropezaban en los mismos errores. Gritar hasta que se pone la vena gorda, por ejemplo, tal y como señala con su particular estilo Arturo Pérez Reverte en un reciente tweet: Un energúmeno con las venas del cuello hinchadas, desaforado, gritándole en la oreja a una muchacha asustada que besaba un crucifijo. Así no se llega demasiado lejos.

Estoy convencido de que muchos de los integrantes de los tres grupos (aunque la distribución no sea equitativa) son personas inteligentes y cultivadas. Sin embargo, algo sucede cuando la gente pertenece a un grupo fuertemente cohesionado. La gente parece entonces suspender el juicio y dejarse embargar por las pasiones más bajas.

Hay numerosos experimentos que sugieren esta inclinación. Por ejemplo, un estudio de principios de 1970 realizado por el graduado del MIT James Stoner, que determinó que la gente solía tomar decisiones más arriesgadas cuando formaba parte de un grupo.

En la primera parte del estudio, Stoner solicitó a varias personas que interpretaran el papel de un orientador, y entonces se les presentaron distintas situaciones en las que alguien se enfrentaba a un dilema: en ellas debían escoger cuál de las dos opciones ofrecidas era la mejor. Cada opción representaba un nivel de riesgo diferente.

Más tarde, Stoner dividió a los participantes en grupos de cinco personas. Los grupos tenían que hablar sobre las situaciones y alcanzar un consenso.

Los resultados demostraron claramente que las decisiones tomadas por los grupos tendían a ser más arriesgadas que las tomadas por los individuos. (…) Cientos de estudios posteriores han demostrado que este efecto no consiste en tomar decisiones arriesgadas en sí, sino en la polarización. En los estudios, ya clásicos, de Stoner, varios factores hicieron que el grupo tomase decisiones más arriesgadas, pero, en otros experimentos, los grupos llegan a ser más conservadores que los individuos. En resumen, formar parte de un grupo exagera las opiniones más extremas de las que tomarían ellos solos. Según la inclinación inicial de los individuos del grupo, la decisión final puede ser arriesgada en extremo o conservadora en extremo.

Esta tendencia puede tener serios efectos sociales, como sugirió el estudio de Myers y Bishop de 1971 publicado en Journal of Personality and Social Psychology titulado “Enchancement of Dominant Attitudes in Group Discussion”: si se reúne un grupo de personas con prejuicios raciales, toman decisiones aún más radicales sobre problemas de contenido racial.

Si se trata de un grupo de empresarios que están dispuestos a invertir en proyectos fallidos, estarán más dispuestos todavía a seguir tirando dinero en esa mala inversión, como sugería el estudio de Whyte “Escalating Commitment in Individual and Group Decision-Making: A Prospect Theory Approach”, publicado en 1993 en Organizational Behavior and Human Decision Proceses.

Tal y como señala Richard Wiseman:

Si juntamos a un grupo de adolescentes agresivos, aumenta la probabilidad de que la pandilla actúe de forma violenta. Si permitimos que unas personas con fuertes ideologías religiosas o políticas pasen tiempo juntas, se formarán puntos de vista aún más extremos y, a menudo, más violentos. El efecto surge incluso en Internet, donde los individuos que participan en las listas de discusión y chats expresan opiniones y actitudes más extremas de lo que es normal en ellos.

Puede que, entre otras razones, muchas de nuestras ideas que nos parecen raras, extremas o socialmente inaceptables, encuentre acomodo cuando nos rodeamos de personas que piensan como nosotros. Al expresar esos pensamientos, entonces animamos a los demás que compartir con nosotros sus sentimientos extremos.

Otros estudios demuestran que, comparados con los individuos, los grupos suelen ser más dogmáticos, más capaces de justificar acciones irracionales, más inclinados a ver sus acciones como morales y más proclives a desarrollar visiones estereotípicas de los otros. Además, cuando hay personas muy tenaces dirigiendo las discusiones del grupo, pueden presionar a los demás para que se conformen a él, alentando la autocensura y creando una ilusión de unanimidad.

En resumidas cuentas, que aquella frase que tanto me gusta del filósofo Gustavo Bueno parece tener apoyo empírico: 100 individuos, que por separado pueden constituir un conjunto distributivo de 100 sabios, cuando se reúnen pueden formar un conjunto atributivo compuesto por un único idiota.

Podéis leer más sobre la idiotez y el radicalismo de los grupos humanos en otros artículos como La mayoría se equivoca: matemáticamente comprobado o Si mucha gente cree una cosa no significa que ésta sea verdad: la disonancia cognitiva de los grupos.

Vía | 59 segundos de Richard Wiseman

Tomado de:

Xakata Ciencia

22 de agosto de 2011

Falacias Ad Populum y Ad Numerum

Ayer, una persona con la que discutía sobre las Jornadas Mundiales de la Juventud me dijo esto: “¿Cómo no puedes creer en Dios, cuando ves a tanta gente con fe reunida en Madrid.” Mi réplica fue explicarle las falacias Ad Populum y Ad Numerum, aunque creo que no sirvió de nada, ya que como dijo el malogrado Carl Sagan: No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencia, están basadas en una enraizada necesidad de creer.

La falacia lógica llamada Ad Populum (o recurso al pueblo) consiste en afirmar que una proposición es cierta porque así lo cree la mayoría la población, la mayoría de un grupo, etc. Esta falacia está muy relacionada con la falacia Ad Numerum, que consiste en decir que cuanto más gente sostenga o crea en una proposición, más posibilidades de ser cierta tiene. Las personas que manipulan basándose en estas falacias suelen emplear encuestas o gráficos, a menudo con colores, muy bonito todo. Pero no por ello tiene que ser verdadero.

El que una idea sea compartida por la mayoría o por un elevadísimo número de personas no prueba nada acerca de su veracidad o falsedad. ¡Sólo prueba que es compartida por muchas personas! Estas falacias suelen ir acompañadas de argumentos, igualmente sin validez, como “siempre se ha hecho así” o “todo el mundo lo hace”.


Ejemplos de estas falacias son: "Solamente digo que miles de personas creen en el poder de las pirámides, así que debe haber algo en eso", "Por miles de años la gente ha creído en Jesús y en la Biblia. Esta creencia ha tenido un gran impacto en sus vidas. ¿Qué evidencia más necesita de que Jesús es hijo de Dios? ¿Está tratando de decirme que toda aquella gente es tonta y está equivocada?", “Todo el mundo estaba saqueando la ciudad así que yo también lo hice”, etc.

También me gustaría mencionar otros ejemplos como Copérnico o Darwin. Antes de Copérnico (quitando alguna excepción como Aristarco de Samos) todo el mundo pensaba que la Tierra era el centro del universo, y que todos los astros giraban entorno a ella. Copérnico, un solo hombre frente a millones de personas, ¡pero con las evidencias matemáticas de su parte! demostró que esto no es así. Antes de Darwin nadie pensaba que el hombre estaba relacionado con los monos. Darwin, demostró (basándose en las evidencias encontradas durante su viaje en el Beagle) que la práctica totalidad de la población se equivocaba.

Estas falacias me plantean una duda: ¿Estará relacionada la falacia del Ad Populum y la del Ad Numerum con la causa de que, precisamente la iglesia realice actos tan multitudinarios como este de las Jornadas Mundiales de la Juventud u otros con bastante gente como las misas dominicales?, ¿Será que esto permite a los líderes religiosos asegurar la fe de sus creyentes? Las personas que asisten a las misas o a las JMJ de Madrid deben sentirse cómodas ya que el resto de la gente comulga (¡nunca mejor dicho!) con sus ideas. ¿Te da eso más fuerza para creer? Soy un proyecto de científico y no acostumbro (a diferencia de otros) a afirmar hipótesis de las que no tengo bastantes pruebas. Simplemente hago una reflexión.

Antes mencioné a Carl Sagan, y me gustaría volver a hacerlo: “Una de las lecciones más tristes de la historia es ésta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que es un engaño”.

La verdad, como bien dice David Osorio en su blog, no es democrática. La verdad no cambia porque muchas personas crean o no en ella. La verdad no depende ni de una persona sola, ni tampoco de la mayoría de personas. La verdad depende de las evidencias, de la lógica y de la razón, no del número de personas que crean, o no, en ella.

ENLACES:

BIBLIOGRAFÍA:
- Sagan, Carl. “La Tierra y sus demonios, la ciencia como luz en la oscuridad”

Tomado de:

Eres de Ciencias
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