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26 de noviembre de 2019

El Everest es una víctima más de la codicia humana.


La foto que difundió el jueves 23 de mayo de 2019 el alpinista nepalí Nirmal Purja evidencia que las colas en el techo del mundo es un asunto que merece una profunda reflexión que atañe tanto a los aspirantes a coronar el Everest como al Gobierno de Nepal o a las agencias, que viven una época dorada. El Chomolungma (Madre del Universo, en tibetano) registró, hasta ayer, una desaparición y ocho muertes, siete de las cuales se han producido en sólo tres días, coincidiendo con los atascos masivos a la cumbre. 

Varias víctimas hollaron el techo del mundo pero desfallecieron inmediatamente o unos metros más abajo. Sus cuerpos, al límite, dijeron basta. La tragedia no se ha debido en este caso a aludes, resbalones o a caídas en grietas. Con toda la prudencia del mundo y a falta de verificar las primeras informaciones que llegan desde Nepal, estos últimos decesos responderían a patologías derivadas de la altura. Edemas, deshidratación, extenuación. Se sospecha que en algunas de ellas los largos tiempos de espera a más de 8.000 metros habrían influido en el fatal desenlace.

El Everest, la Madre del Universo, es una víctima más de la codicia humana. Cada primavera, en el lado nepalí se levanta un gigantesco campamento base, una suerte de pueblo de altura con más de 1.500 habitantes, entre clientes de las agencias, guías, cocineros, porteadores... Más arriba se van montado el resto de campos para preparar el ataque a cima. La basura se va acumulando y las expediciones que periódicamente se organizan para bajar los desechos no logran neutralizar por completo la suciedad.


La tragedia en el Everest responde a un cóctel muy peligroso compuesto en dosis demasiado elevadas de ego, afán de lucro y también de la temeraria inexperiencia de no pocas personas. El uso a tutiplén de oxígeno artificial y la inestimable ayuda de una legión de complacientes sherpas ha alumbrado la falsa creencia de que, con dinero, todo es posible. Un convencimiento alimentado por algunas compañías de trekking que apenas ponen límites a la insensatez, que priorizan
la cuenta de resultados a corto plazo.

A más de 8.000 metros, los cambios súbitos del tiempo, los aludes, los accidentes pueden dar al traste con todos los planes. Por eso, hay que tener muy bien atado todo lo que se puede prever. Lo primero, la preparación y la experiencia. El sentido común es un supuesto que no siempre se cumple y por eso se puede ver a personas que eligen el Everest como su primer ochomil.

El Gobierno de Nepal anuncia cada dos por tres medidas que nunca llega a aplicar para limitar el número de ascensos y minimizar los riesgos. También se barajó la posibilidad de que antes de ir a por el Everest se acredite haber subido otra cima de 8.000 metros. Pero las promesas no se materializan. Las autoridades nepalíes cobran unos 11.000 dólares por cada permiso que emiten para subir el techo del mundo, a los que cabe sumar otros 9.500 a repartir entre los integrantes de cada expedición por diferentes conceptos. China ha aumentado sus tarifas por el lado tibetano a cifras similares.
 
Y luego están las agencias que ofertan precios muy dispares. De 25.000 a 80.000 euros. Nadie quiere renunciar a su propósito. Unos atan en corto a su gallina de los huevos de oro y otros persiguen al precio que sea su sueño. Los alpinistas de larga trayectoria lamentan que algunas compañías acepten a todo tipo de clientes y no disuadan a los que flaquean de seguir rumbo arriba. La otra lectura es que cada uno es responsable de sus decisiones.

Una buena noticia llegó ayer. La alpinista francesa Élisabeth Revol, que fue rescatada el invierno del 2018 tras llegar a la cima del Nanga Parbat, sufrir severas congelaciones y perder a su compañero de cordada, coronó el jueves el Everest y ayer el Lhotse.

El Everest sigue ofreciendo múltiples posibilidades para los montañeros más comprometidos. Vías alejadas de la muchedumbre, donde no hay ni un alma.

 

1 de junio de 2013

El Everest, a vista de pájaro

GlacierWorks y Microsoft desarrollan una herramienta muy útil para los expedicionarios al Himalaya.





GlacierWorks junto a Microsoft han desarrollado una aplicación en el navegador Explorer donde comprobar el deshielo de los glaciares y concretamente en la cordillera del Himalaya. La herramienta se ha difundido para conmemorar el 60º aniversario de la ascensión de Hillary al Everest.

Durante los últimos siete años 14 expediciones a los principales picos de la cordillera, entre ellos el Everest, se han documentado con imágenes captadas con cámaras Canon 5D Mark II, completadas con lentes Canon y Zeiss. Son casi 7 terabytes de imágenes, más otras individuales de 21 megapíxeles.

Todo ese material, Microsoft lo ha convertido en una página interactiva donde el internauta puede localizar puntos concretos del Everest y ampliar los detalles de sus laderas. La página se completa con vídeos, vistas panorámicas y comparativas fotográficas en diferentes décadas. Aunque la página funciona con cualquier navegador, se recomienda el uso de Explorer 10 para sacar el máximo partido a la documentación.
La herramienta es muy útil para los montañeros que planeen una expedición a alguno de los picos del Himalaya, pues se puede calcular las distancias, con sus diferentes alturas, la instalación de los distintos campamentos y los obstáculos que se van a encontrar, con lo cual se pueden planificar las etapas.

Fuente:

18 de febrero de 2008

Medio Ambiente.

El impacto del calentamiento global empieza a fundir los glaciares del Everest.
  • El deshielo en las montañas asiáticas podría afectar a 1.300 millones de personas
  • Las temperaturas de Nepal han experimentado un aumento anual de 0,6 grados
  • Una 'ecoexpedición' explorará este año la gravedad del fenómeno
Vista del glaciar Rongbuk desde el campamento base chino, situado a 5.500 kilómetros de altitud, que sufre un enorme retroceso por el aumento de las temperaturas. (Foto: Alfredo Merino)
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Vista del glaciar Rongbuk desde el campamento base chino, situado a 5.500 kilómetros de altitud, que sufre un enorme retroceso por el aumento de las temperaturas. (Foto: Alfredo Merino)

MADRID.- Dawa lo tuvo claro. Desde que comenzó la ascensión notó que algo le pasaba al hielo. Su experiencia trabajando durante años en el techo del mundo le permitió detectar los cambios.

Tal vez fuese que el glaciar gimiera y crujiese más de la cuenta. Acaso que los movimientos de la Cascada de Hielo eran más dramáticos aquella primavera de 2007 que las temporadas anteriores, o que los lienzos de duro hielo azul eran ahora extensiones de nieve medio derretida, por los que resultaba muy difícil subir.

Extremando las precauciones, siguió ascendiendo junto con los miembros de su expedición por aquel caos de hielo vertical, cuyos 600 metros de desnivel constituyen el paso más peligroso de la subida del Everest, de 8.848 metros de altura.

Aunque la ruta se asegura con cuerdas, escaleras y puentes, nadie de los que ascienden está a salvo, pues en cualquier momento puede caer sobre ellos un témpano de hielo tan grande como un edificio de tres alturas.

En la subida, Dawa se cruzó con un grupo de sherpas que regresaba a toda pastilla hacia el campamento base. El tono dramático de sus advertencias hizo que este sherpa, curtido en mil batallas y vencedor en varias ocasiones de la montaña más alta de la Tierra, decidiera darse la vuelta. Aquel mismo día una parte de la cascada se vino abajo.

Poco después, Dawa Steven Sherpa logró alcanzar la cima del Everest. «Había cumplido mis sueños y el mundo estaba bajo mis pies; era feliz, pero me acordé de lo que había pasado y me quedé muy preocupado. De regreso a Katmandú, constaté que aquello lo había provocado el calentamiento global», recordó el otro día en Katmandú, durante la presentación de su nuevo proyecto para este año. Este sherpa ha anunciado que durante la próxima temporada, liderará una ecoexpedición para dar a conocer los efectos del cambio climático en el Everest y el resto del Himalaya.

Según un reciente informe del WWF, durante las últimas temporadas, las temperaturas de Nepal, en la vertiente sur de la gran cordillera y donde se localizan las mayores montañas, han experimentado un aumento anual de 0,6º.

Exploración científica

Además de intentar subir a la cima, la expedición evaluará el estado de los glaciares del Everest. Cuenta para ello con el soporte del Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas, UNEP, y del Centro Internacional para el Desarrollo Integral de las Montañas, ICIMOD. Este organismo fundado en 1983 integra a ocho países miembros: Afganistán, Bangladesh, Bhután, China, India, Myanmar, Nepal y Pakistán, que soportan en su territorio parte del sistema montañoso Hindu Kush-Himalaya, HKH, el más extenso del planeta. El evento será el principal de los actos con los que la institución celebrará sus bodas de plata.

El ICIMOD será responsable de la parte científica de la expedición, que permitirá realizar el más completo estudio jamás realizado en los lagos Imja y Dig Tsho, que se alimentan de unos glaciares en regresión. «El glaciar de Imja está disminuyendo las últimas temporadas a un ritmo de 74 metros por año», ha señalado el coordinador del proyecto científico, Pradeep K. Mool.

Según señalan desde el ICIMOD, las montañas constituyen un excelente laboratorio para comprobar los efectos del cambio climático. Ocupan la quinta parte de la superficie terrestre y la mitad de la población actual depende de ellas para la vida. La región HKH posee una enorme biodiversidad y riqueza ambiental, siendo la principal fuente de agua del continente asiático.

Son nueve los grandes ríos que nacen en la cordillera asiática, entre ellos Ganges, Indo, Brahmaputra, Yangtze, Mekong, Salween y Huange He, dependiendo de sus caudales más de mil trescientos millones de personas en el continente asiático, lo que supone la quinta parte de la población global.

Según los datos que refleja el último estudio del UNEP, de seguir las actuales tasas de calentamiento, los glaciares himalayos verán cómo se derrite su extensión actual, estimada en medio millón de kilómetros cuadrados, hasta quedarse reducidos a 100.000 kilómetros cuadrados en el año 2030.

Fuente:

El Mundo
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