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27 de noviembre de 2018

China afirma que está creando los primeros bebés editados genéticamente


China ya es oficialmente el salvaje oeste de la ingeniería genética. Si en 2015, cuando un grupo de investigadores chinos anunciaron que habían ‘tocado’ el ADN de un embrión en el laboratorio, los expertos se llevaron las manos a la cabeza. Cuando a principios de 2018 trascendió que llevaban años editando genéticamente a sus ciudadanos, la alarma fue brutal.

La mayor parte de expertos coinciden en que no estamos preparados para hacerlo: aún no sabemos lo suficiente como para asegurar que estos experimentos van a llegar a buen puerto. Pero el gigante asiático no se da por aludido: Según informa AP, un equipo de investigadores chinos dice que los dos primeros bebés editados con CRIPSR acaban de nacer en Shenzhen, a pocos kilómetros de Hong Kong.

Falta confirmación independiente, pero los indicios son claros


Quién hace las declaraciones es el mismo coordinador del proyecto, He Jiankui, según el cual dos mellizas editadas genéticamente nacieron este mes de noviembre. Por ahora ni AP ni ningún medio occidental ha podido confirmarlo de forma independiente, por lo que hemos de recordar el caso de la falsa clonación humana de Hwang Woo-suk y mantener un sano escepticismo.

Sin embargo, sí que tenemos pruebas de que el equipo de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur lleva meses reclutando parejas para esto. A la luz de los documentos que se manejan, el equipo de He Jiankui lleva bastante tiempo haciendo experimentos con fetos de hasta seis meses con la idea de 'inactivar' el gen CCR5 con un enfoque técnicamente sencillo.

Brevísima introducción a CRISPR

Descubierto por el español Francis Mojica en las marismas de Santa Pola, CRISPR es una especie de sistema inmunológico que tienen las células y que en la última década hemos aprendido a usar como un mecanismo para cortar, pegar y modificar material genético.

Gracias a él, las células procariotas podían cambiar partes de su ARN y de ADN de tal forma que incluir ‘trozos’ defensivos frente a los virus que se “alimentan de ellas” (los fagos). Y gracias a él, usando una secuencia de de ARN como guía, podemos inmunizar microorganismos importantes de uso comercial (como el Penicillium roqueforti, responsable del queso roquefort), recuperar especies animales o hacer modificaciones genéticas en personas para erradicar las peores enfermedades hereditarias. Todo, y hasta donde sabemos, de forma barata, sencilla y muy precisa.

Lo que dice haber hecho el equipo chino se trata de lo que se conoce como ‘inactivación genética’ y es la aplicación más simple y eficiente de todas las que conocemos hasta el momento. No obstante, no está exento de polémica porque no se trata de una intervención "médica" (no tratan de curar), estamos ante una intervención de "mejora". Una de las líneas rojas de la investigación genética actual.

La mayoría de expertos (y las grandes instituciones científicas del mundo) consideran que las "intervenciones de mejora" presentan muchos problemas éticos, médicos y sociales. En el caso de intervenciones para curar enfermedades, la gravedad de la enfermedad justifica los riesgos de la intervención. En este caso, justificar esos riesgos es mucho más complejo. Por eso, muy poca gente las considera en estos momentos y están prohibidas en la mayor parte del mundo.

El artículo completo en: Xataka Ciencia

13 de diciembre de 2015

Así juzga el cerebro la dureza de un castigo

¿Qué mecanismos cerebrales influyen en la toma de decisión sobre la severidad que imponemos a un castigo? Este ha sido el eje central de la investigación llevada a cabo por un equipo de científicos de la Universidad de Harvard (EEUU) y que ha sido publicada en la revista Nature Neuroscience.

Para el estudio, los investigadores contaron con la participación de 30 voluntarios (20 hombres y 10 mujeres) con una edad media de 23 años, a los que tomaron imágenes cerebrales durante un proceso de toma de decisión de un castigo. Los participantes escucharon una serie de argumentos y de datos que describían un supuesto crimen donde hubo muerte, mutilación, asalto físico y daños a la propiedad que posteriormente tuvieron que valorar de 0 a 10 según la severidad del castigo. Además, en la mitad de las historias se identificaba el suceso como claramente intencionado y al resto como involuntarios, ofreciendo dos versiones diferentes de cada escenario: la primera, con una descripción objetiva y la segunda con pruebas gráficas.

El análisis de los resultados demostró que la manipulación intencionada del lenguaje para exponer un suceso de una forma más truculenta o exponer imágenes claras de un suceso, conducía a imponer un castigo más severo si el participante en cuestión creía que el incidente había sido claramente intencionado.

Los investigadores descubrieron que la amídgala cerebral, una de las zonas neuronales implicadas en el procesamiento de las emociones, se activaba cuando los voluntarios observaban imágenes con gran crueldad. Sin embargo, este efecto sólo se apreciaba en los escáneres cerebrales cuando el voluntario sabía que había intencionalidad en el acto, evidenciando por primera vez con una base neuronal clara gracias a lo que pudo observarse en la amígdala, que la decisión de imponer un castigo más o menos duro tiene que ver con nuestra percepción de la intencionalidad.

Fuente:

Muy Interesante

1 de julio de 2014

Facebook ‘jugó’ con tus emociones (y cvon las de otras 690 000 personas)

La red social manipuló el contenido que mostraba a sus clientes para medir su respuesta emocional; dijo que el experimento fue para mejorar el servicio y no para generar molestias.

Un mal día lo tenemos todos, ¿pero que Facebook lo empeore a propósito y a tus espaldas?



Los internautas han reaccionado con enojo a la noticia de que investigadores de Facebook manipularon el contenido que se mostraba a algunos usuarios en un intento de medir su respuesta emocional.

Durante una semana a comienzos de 2012, la red social alteró el contenido en el News Feed de casi 690,000 usuarios. A algunas personas se les mostraba un mayor número de mensajes positivos, mientras que a otras se les exponía a publicaciones más negativas.

Los resultados del experimento, realizado por investigadores de Cornell, la Universidad de California, San Francisco y Facebook, se publicaron este mes en la prestigiosa publicación académica Proceedings of the National Academy of Science.

El estudio halló que los usuarios expuestos a más contenido negativo eran ligeramente más proclives a producir publicaciones negativas. Mientras que los usuarios del grupo que recibía más información positiva respondieron con más mensajes optimistas.

Facebook fue así capaz de cambiar el estado emocional de sus usuarios. Aunque los cambios de humor fueron pequeños, los investigadores sostienen que los hallazgos tienen importantes implicaciones, dado el tamaño y la escala de la red social.

Los términos de servicio de Facebook le dan permiso a la compañía para llevar a cabo este tipo de investigación, pero muchos usuarios han reaccionado con indignación ante lo que llaman un experimento social peligroso. No hay evidencia de que los 690,000 individuos fueran consultados primero si les gustaría participar en el estudio.

Facebook utiliza un algoritmo para determinar cuáles de los aproximadamente 1,500 posts disponibles se mostrarán en el News Feed de un usuario. La empresa cambia regularmente este programa para modificar la mezcla de noticias, historias personales y anuncios que ven los usuarios.

El investigador de Facebook que diseñó el experimento, Adam D.I. Kramer, dijo en un post el domingo que la investigación era parte de un esfuerzo para mejorar el servicio, no para molestar a los usuarios. 

“Puedo entender por qué algunas personas tienen sus reservas respecto al estudio, y mis coautores y yo estamos muy apenados por la forma en que el artículo describía la investigación y la ansiedad que causó”, escribió Kramer. “En retrospectiva, los beneficios de la investigación acaso no justificaran toda esa ansiedad”.

Un portavoz de Facebook indicó que la compañía a menudo realiza investigaciones para “mejorar nuestros servicios y para que el contenido que la gente ve en Facebook sea tan relevante y atractivo como sea posible”.

“Consideramos con sumo cuidado el tipo de investigación que hacemos y tenemos un fuerte proceso de revisión interna”, dijo el portavoz en un comunicado. “No hay ningún acopio innecesario de datos de las personas en relación con estas iniciativas de investigación y todos los datos se almacenan de forma segura”. 

Dado que todo se hizo en conformidad con los términos de servicio de la compañía, no parece que Facebook vaya a enfrentar consecuencias legales. Pero la naturaleza del experimento, con 690,000 personas como conejillos de indias, y la decisión de llevarlo a cabo sin el consentimiento expreso de los participantes, plantea cuestiones éticas.

Susan Fiske, la profesora de Princeton que editó la investigación, apuntó que aunque la investigación era “ingeniosa y útil”, la indignación sugiere que tal vez no debió de haberse realizado.

“Yo estaba preocupada [por el experimento]”, dijo a The Atlantic, “hasta que pregunté a los autores y me dijeron que su consejo de revisión institucional lo había aprobado, y al parecer bajo el argumento de que Facebook aparentemente manipula todo el tiempo los News Feeds de las personas... Entiendo la preocupación de la gente. Creo que su queja es con Facebook, no contra la investigación”.

Tomado de:

CNN Expansión

 

13 de junio de 2013

Corte Suprema de EEUU rechaza que se pueda patentar ADN humano


La Corte Suprema de EEUU, la mayor autoridad judicial del país, no permitirá que las compañías patenten genes humanos, una decisión que afectará a los planes de la industria médica y biotecnológica.

Sólo el ADN sintético podría ser patentado.
 
Con esta decisión, que se ha hecho pública este jueves y que los nueve jueces que componen este tribunal han apoyado por unanimidad, la justicia estadounidense resuelve un litigio con la compañía Myriad Genetics Inc., que había reivindicado la propiedad de dos genes relacionados con el cáncer de pecho y de ovarios.
Uno de estos genes 'defectuosos' es el que hizo que la actriz Angelina Jolie tomara recientemente la decisión de someterse a una doble mastectomía para reducir su alto riesgo de sufrir un cáncer de pecho.

El alto tribunal de EEUU considera que el ADN es un producto de la naturaleza. Por ello, aunque una compañía logre aislar o identificar genes no por ello podrá patentarlos.

El tribunal deja abierta la puerta, sin embargo, a que pueda patentarse ADN sintético: "El ADN complementario puede ser patentado porque no ha sido producido de forma natural", Clarence Thomas en el escrito,

Una intensa batalla judicial

El tribunal estadounidense zanja así una intensa batalla judicial contra Myriad, una sociedad de biotecnología que tiene nueve patentes vinculadas a estos dos genes, que aisló durante los años noventa, y sobre las mutaciones hereditarias que hacen que la persona que las porte tenga un alto riesgo de desarrollar un cáncer de pecho o de ovario.

La decisión judicial era muy esperada por los centros de investigación sobre genética, un campo que ha tenido una gran expansión desde que en el año 2000 se lograra secuenciar el genoma humano.

El alto tribunal de EEUU considera que Myriad "ha descubierto un gen importante y necesario, pero los descubrimientos revolucionarios, innovadores y brillantes no son en sí mismos una aplicación".

En virtud de esta resolución judicial, "las leyes de la naturaleza, los fenómenos naturales y las ideas abstractas son herramientas fundamentales para el trabajo científico y tecnológico que no entran en el ámbito de protección de las patentes".

La Corte Suprema sí permitirá que Myriad conserve la patente del ADN de una célula creada artificialmente, pues "no ha sido producido de manera natural". En este caso, "los científicos han creado en el laboratorio algo nuevo", dice el juez Thomas en el escrito.

En su página web, Myriad Genetics se define como una compañía líder en el diagnóstico molecular dedicada al desarrollo y comercialización de test que determinen el riesgo de una persona de sufrir determinadas enfermedades y asesorarles a la hora de tomar una decisión sobre los mejores tratamientos disponibles.
 
Fuente:
 

15 de marzo de 2013

¿La moral laica es mejor que la moral religiosa? (y II)


Tal y como os adelantaba en la anterior entrega de este artículo, a medida que la religión ha ido perdiendo influencia a la hora de inculcar códigos morales, las sociedades se han vuelto más morales (en el sentido de que discuten mejor sus códigos morales, los adaptan más fácilmente a la realidad social y los inculcan con menos presión coactiva).

Sobre este tema profundiza Patricia S. Churchland en su libro El cerebro moral, que inicia narrando una anécdota personal acerca de cómo le explicaron en el colegio lo que era un juicio de Dios:
La idea básica era sencilla: gracias a la intervención de Dios, la inocencia se revelaría por sí sola, ya que el ladrón acusado se hundiría en el fondo del lago, o el adúltero acusado no se quemaría en el poste. (Para las brujas, en cambio, el suplicio era menos “benévolo”: si la mujer acusada de brujería se ahogaba obtenía la presunción de inocencia; si salía a flote, entonces se la consideraba culpable, y por ello la arrastraban hasta una hoguera.) Como disponemos de tiempo, mi amiga y yo diseñamos un plan. Ella me acusaría falsamente de haberle robado el monedero, y luego colocaría mi mano sobre la estufa a ver si se quemaba. Ambas esperábamos que me quemara, y así fue. Por tanto, si el resultado del experimento era tan elocuente, ¿cómo es posible que tantas personas confiaran en el juicio de Dios como sistema para administrar justicia?
En otras palabras: procurar bienestar a una sociedad no puede basarse en una lista tosca e irrevocable de deberes y prohibiciones, sino en una mezcla de sabiduría, buena voluntad, capacidad de negociación, conocimiento histórico y nuevos descubrimientos científicos.
Como la propia Churchland afirma más adelante en El cerebro moral:
Sin duda, teniendo en cuenta los distintos contextos y las diversas culturas, el modo particular en que se articulan dichos valores adoptará diferentes formas y matices, incluso en los casos en los que se compartan las mismas necesidades sociales subyacentes. Según esta hipótesis, los valores son más fundamentales que las normas. Las diversas leyes que rigen la vida social, reforzadas por un sistema de recompensa y castigo, pueden con el tiempo articularse e incluso modificarse tras una larga deliberación, o pueden seguir siendo un conocimiento implícito sobre lo que “nos parece correcto”.
La primera vez que se instauró de forma global e influyente un progreso cognitivo lo suficientemente estable como para adquirir el conocimiento más objetivo sobre la naturaleza, incluido el prójimo, ocurrió aproximadamente en la época de la revolución científica, y aún está en marcha.

Dicha revolución no sólo ha introducido mejoras en el ámbito del conocimiento científico, sino también en el de la tecnología, las instituciones políticas, los valores morales, el arte y todos los aspectos del bienestar humano.

Tal y como explica David Deutsch, profesor visitante en el Departamento de Física Atómica del Centro de Computación Cuántica en el Clarendon Laboratory de la Universidad de Oxford, en su libro El comienzo del infinito, una especie de segunda parte de su influyente La estructura de la realidad:
Hay efectivamente una diferencia objetiva entre una explicación falsa y una explicación verdadera, entre el fracaso crónico a la hora de resolver el problema y la solución del mismo, y también entre el bien y el mal, lo feo y lo hermoso, el sufrimiento y el hecho de poder aliviarlo (o sea, entre el estancamiento y el progreso en el sentido más amplio de la expresión). En este libro sostengo que todo progreso, tanto teórico como práctico, es el resultado de una actividad humana simple: la búsqueda de lo que yo llamo buenas explicaciones. Aunque esta búsqueda es específicamente humana, su efectividad es también un hecho fundamental acerca de la realidad al nivel más impersonal y cósmico, por cuando se ajusta a las leyes universales de la naturaleza, que son, efectivamente, buenas explicaciones.

Fuente:

Xakata Ciencia

¿La moral laica es mejor que la moral religiosa? (I)

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A menudo se suele espantar al pueblo aseverando que sin religión, sin códigos morales inculcados por lo ultraterreno, el ser humano caería en la depravación, el crimen y el “todo vale”. Los códigos morales religiosos, pues, abogan por unos principios indiscutibles de bondad, por unos valores que deben propagarse incluso aplicando la fuerza punitiva.

Dejando a un lado incluso la idea de que los valores son siempre discutibles (podéis leer más al respecto en ¿Se están perdiendo los valores?), lo irónico es que existen pruebas bastante sólidas que indican que los pueblos son morales con independencia de sus creencias religiosas.

A todo esto se suma que los códigos morales religiosos no sólo contienen sentencias profundamente inmorales a la luz de la moralidad contemporánea sino que su inculcación no se basaba tanto en la argumentación racional como en el aplicar dolor, tortura y sufrimiento infinito en quienes incumplieran sus mandatos indiscutibles.


Este divorcio entre cómo entendía la sociedad laica y la sociedad religiosa la compasión hacia el prójimo (aunque el prójimo no cumpla las leyes morales o incluso pertenezca a otro credo religioso), empezó a ser patente a finales del siglo XVIII.

Entonces, ya el abogado inglés William Eden abominaba de los castigos crueles en los criminales. Pero quizá uno de los personajes más influyentes en la época al respecto fue el economista y científico social milanés Cesare Beccaria gracias a su libro de 1764 De los delitos y las penas. Un libro del que bebieron Voltaire, Diderot, Thomas Jefferson y John Adams.

balanza

La tesis central del libro fue que la justicia debería otorgar el máximo de felicidad en el mayor número de personas, y que el castigo sólo era legítimo si se usaba para disuadir a las personas de causar a otras personas más daño del que ellas mismas han sido objeto: “Si se decreta un castigo igual para dos delitos que perjudican a la sociedad en grados distintos, nada disuadirá a los hombres de cometer el más grave tan a menudo como sea posible al gozar de mayores ventajas”.

No se discute aquí si la visión jurídica y moral de Beccaria es científicamente plausible o si se atenía a las evidencias, sino que resultaba irónicamente más compasiva, empática y profunda que los códigos morales articulados hasta el momento, incluidos los de procedencia religiosa.

Tanto es así que el libro de Beccaria fue incluido en el Índice de Libros Prohibidos y criticado por el erudito jurídico y religioso Pierre-François Muyart de Vouglans, tal y como explica Steven Pinker en Los ángeles que llevamos dentro:
Muyart se burlaba de la sensibilidad lacrimógena de Beccaria, lo acusaba de socavar de forma imprudente un sistema que había resistido la prueba del tiempo, y defendía que los castigos duros eran necesarios para contrarrestar la depravación innata del hombre, iniciada con el pecado original. Sin embargo, las ideas de Beccaria salieron victoriosas, y en el espacio de pocas décadas se abolió la tortura punitiva en todos los países occidentales.
En definitiva, hubo un salto moral cualitativo: ya no se consideraba al infractor de la moral como un impío sino como una persona normal que había cometido un desliz o que había sido encaminada a cometerlo. Y lo más importante: este cambio moral e intelectual laico pasó de valorar moralmente las almas a valorar las vidas terrenales:
La doctrina del carácter sagrado del alma suena vagamente a elevación del espíritu, pero en realidad es algo muy maligno. Reduce la vida en la Tierra a sólo una fase temporal por la que pasan las personas, una fracción infinitesimal de su existencia. La muerte se convierte en un mero rito de iniciación, como la pubertad o la crisis de los 40. A la gradual sustitución de vidas por almas como un locus de valor moral ayudó el ascenso del escepticismo y la razón. Nadie puede negar la diferencia entre la vida y la muerte o la existencia del sufrimiento, pero para tener creencias sobre lo que pasa en un alma inmortal tras separarse del cuerpo hace falta adoctrinamiento.
Los datos procedentes de la biología evolutiva, la neurociencia y la genética, además, proponen al ser humano como un ser social que, en condiciones de escasa conflictividad y recursos suficientes para todos, resulta esencialmente moral y justo (e incluso altruista, o egoísta cooperador, como prefiramos denominarlo). Los valores morales son, pues, universales, y no importa si existe religión o no de por medio, sino si procura un contexto social donde se promuevan de una forma fundamentalmente no coactiva. Por ejemplo: ¿Dónde hay más confianza entre las personas? En los lugares donde hay más ingresos y la calle está más limpia o ¿Cuáles son los países con más homicidios del mundo?

De hecho, si los valores morales han progresado es precisamente porque la religión ha ido perdiendo progresivamente prerrogativas a la hora de inculcar sus códigos morales (así como su modo de inculcarlos), tal y como explicaremos en la próxima entrega de este artículo.
Tomado de Xakata Ciencia

29 de enero de 2013

Human Brain Project: supercomputación para simular el cerebro humano


En el día de hoy dos grandes proyectos de investigación han sido seleccionados para ser financiados con los Fondos del Programa Marco de la Comisión Europea. Mil millones de euros financiarán investigaciones relacionadas con el grafeno y otros mil millones de euros intentarán acercarnos al complejo sistema del cerebro humano mediante el desarrollo de un gran simulador que se implemente mediante un supercomputador, un proyecto llamado Human Brain Project.


HBP-videoverview from Human Brain Project on Vimeo.

Human Brain Project es un proyecto que tiene como objetivo desarrollar un simulador del cerebro humano que sea lo más fiel posible a la realidad y con el que los científicos sean capaces de emular todas sus funciones, estudiar su comportamiento o, incluso, estudiar bajo este modelo el desarrollo de enfermedades del cerebro y mejorar el diagnóstico de las mismas o, incluso, simular la aplicación de tratamientos.

La idea, en parte, es similar a otros proyectos como el que anunció la Universidad de Mánchester hace algún tiempo, proyectos en los que se pretende establecer un modelo computacional del cerebro humano o, al menos, de algunas de sus funciones. Precisamente, el alcance del proyecto es lo que marca la gran diferencia puesto que se pretende modelar el cerebro completo apoyándose en la potencia de un supercomputador y, para ello, contarán, además de con los mil millones de euros de financiación, con la colaboración de 87 instituciones, empresas y centros de investigación.

El proyecto será dirigido por la École Polytechnique Fédérale de Lausanne y participarán, entre otros, el Centro de Supercomputación de Barcelona, el Instituto Allen para las Ciencias del Cerebro, SAP, IBM, el Instituto Pasteur de Francia, la Universidad Cornell de Estados Unidos, la Universidad Libre de Berlín, la Universidad de Harvard, la Universidad de Yale, la Universidad de Oxford o el King's College de Londres entre otros.

Teniendo en cuenta el alcance y la magnitud de los socios que colaborarán en su desarrollo, es fácil hacerse a la idea de que el proyecto no será algo sencillo ni tampoco inmediato. Human Brain Project tiene una duración de alrededor de 10 años y, dentro de este tiempo, se articularán los trabajos alrededor de 5 ejes o sub-proyectos que se encargarán del desarrollo de modelos matemáticos y de simulación, desarrollo de software, el desarrollo de la arquitectura del supercomputador y, además, también se dedicarán recursos a una línea vinculada a la ética y la sociedad.

Uno proyecto bastante interesante que, en los próximos años, podría dar bastante que hablar y, quizás, desvelar algunos de los misterios que aún encierra nuestro cerebro.

Fuente:

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26 de enero de 2013

Los peligros de resucitar al neandertal

Los grandes peligros de replicar al neandertal no serían para nosotros, sino para ellos mismo.



La propuesta del genetista de Harvard George Church de resucitar al hombre de neandertal ha corrido como el fuego por la prensa europea. La garra de la idea es que hace volar la fantasía, pero sin ser una pura fantasía en sí misma. Church no es el único científico que considera factible esa proeza tecnológica. Los métodos para secuenciar (leer el orden exacto de las letras químicas del ADN) y sintetizar (escribir esos mismos genes en el laboratorio a partir de productos químicos) es ahora mismo un millón de veces más barato y eficaz que hace solo ocho años; esto supone un ritmo de progreso que supera al de los chips de silicio en varios órdenes de magnitud. Gracias a eso los científicos ya han logrado leer el genoma neandertal a partir de huesos fosilizados. Y algunas de las técnicas necesarias para rematar la faena, como la clonación humana, todavía no existen, pero pocos expertos dudan de que es solo cuestión de tiempo, y no mucho.

Parece ya hora, por tanto, de dejar a un lado el cómo y sentarse a examinar las cuestiones verdaderamente interesantes, como el porqué y el para qué.

Como en las demás cuestiones que afectan a la ciencia básica, no es arriesgado decir que el primer porqué es la curiosidad. Los neandertales se extinguieron hace 30.000 años en Gibraltar. Coexistieron con nuestra especie durante cerca de 10.000, pero todo lo que sabemos de ellos ahora son deducciones basadas en sus restos fósiles y los de sus herramientas, también los de sus secuencias de ADN.

Pero la curiosidad excesiva puede resultar arriesgada. ¿Cuáles son los peligros de resucitar al neandertal? Seguramente eran muy fuertes. También sabemos que eran inteligentes, aunque ignoramos exactamente cuánto. Su capacidad craneal era mayor que la nuestra, pero su cultura, a diferencia de la del homo sapiens, permaneció estancada durante cientos de miles de años. Sobre su atractivo físico solo tenemos un dato: que se cruzaron con nosotros de forma ocasional.

Probablemente, los grandes peligros de resucitar al neandertal no serían para nosotros, sino para ellos mismos. Habrá que decidir si constituyen un precio demasiado alto por resucitar

Fuente:

El País Ciencias 
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