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27 de octubre de 2011

En la superpoblada Delhi: dos vidas, una amenaza


Sheda


Reminder

Especial: Demografía


Reminder (21 años) es azafata y dedica el fin de semana al ocio. Sheda (20) no sabe leer ni escribir, vive 'encerrada' en la casa de su suegra, tiene un hijo y un marido alcohólico. A estas dos mujeres les separa mucho más que horas de vuelo. Sus historias muestran dos Indias opuestas, pero tienen una cosa en común: ven al hombre como una amenaza.

Se mira al espejo coqueta. Sombra azul como el sari, toque de rimmel, gloss en los labios... El neceser de un bolso inmenso arroja sin cesar aperos: cepillo de púas, perfume de barra... Reminder Kaur se autosomete a un ritual de belleza en el baño de un aeropuerto. El de Delhi, la superpoblada capital india. Su centro de trabajo. Esta joven de 21 años es un claro ejemplo de que las cosas cambian en los países en desarrollo. Vive con sus padres, se preparó para azafata y espera al fin de semana para entregarse al ocio. Y se niega a casarse. Todavía. Su 'oficina' está inundada de carteles de Apple con las frases más memorables de Jobs. Qué mejor prueba de que Delhi despega.

Cada mañana, Reminder pelea con el despertador y padece la tortura del tráfico. Vive en West Delhi y se deja dos horas diarias en calles atestadas de vehículos que se rigen por un código propio. Cada uno el suyo. La recoge un conductor. No se ven mujeres al volante en Delhi. «Pero las hay —defiende— yo no conduzco porque no sé, pero podría aprender si quisiese». Es una firme defensora del progreso indio.

Cuenta que de niña soñaba con ser doctora, pero después eligió azafata. Estudió hasta los 17 años, hace unos meses la contrató una aerolínea nacional y ahora vuela de estado en estado. Sabe que es una mujer afortunada. Según los informes de Naciones Unidas, sólo el 66% de los niños indios ingresan en la escuela primaria y las mujeres suponen el 37,6% de los inscritos en secundaria. Y sólo el 27,1% de las mujeres trabaja de forma remunerada.

«Pero eso ocurre sobre todo en el campo. Delhi está cada vez más desarrollada, todos los niños estudian y puedes ir a la universidad si quieres», defiende esta joven, que fantasea con Shakira y Beyoncé. En eso tiene razón: según el informe de población de 2011 de la UNFPA, en los últimos tres decenios, el porcentaje de personas pobres en Delhi se ha reducido del 55% a sólo el 7%. Las grandes ciudades están perdiendo a los más desfavorecidos porque no pueden costearse la vida en ellas —el 27,8% de la población india vive hoy en zonas urbanas—.

El lado más conservador de su sociedad se muestra en Reminder por oposición. «He tenido novio, pero ahora no quiero que me controlen. Hay muchas mujeres que pierden su vida después de casarse. Tienen que dejar su trabajo y encargarse de la casa y es su marido quien decide lo que pueden hacer. A muchas de mis amigas les ha pasado. Por suerte, en Delhi cada vez tenemos la mente más abierta y más confianza en nosotras. La vida de las mujeres es mejor aquí que en otras zonas» explica, móvil en mano.

Reminder Kaur lleva el ritmo de vida de un occidental medio, del trabajo a casa y de casa al trabajo, internet diario y domingos de ocio. Y sabe que se acabará casando: «Cuando tenga 40 años, me imagino como una buena esposa, pero no en casa, yo no soy de esas, sino con un buen trabajo fuera. Y sólo con un hijo porque es muy complicado hacerse cargo de ellos. Creo que puedes ser mejor madre si sólo tienes uno que con una familia grande».

La vida de esta joven no tiene nada que ver con la de millones de mujeres de su país, que se enfrentan a matrimonios adolescentes pactados por los padres y, con menos de 20 años, se ven atrapadas en la casa del marido y cargadas de hijos que no pueden mantener. Sheda es un ejemplo de ello. Vive en un 'slum' de Varanasi, ciudad sagrada a la que Reminder Kaur viaja regularmente en su trabajo. Pero a sus vidas les separa mucho más que horas de vuelo.

Sheda vive 'encerrada' en la casa de su suegra. Tiene 20 años, un hijo y un marido alcohólico que abusa de ella. Su situación es tan desesperada que se ha esterilizado sin que él lo sepa. «No puedo arriesgarme a tener más hijos. No tendríamos para comer», cuenta entre lágrimas en la penumbra de una infravivienda. Su hermano, el único que podía ayudarla, falleció hace unos meses y ella se siente sola y desprotegida en un entorno hostil, el de su familia política. El marido es pintor. Depende de su dinero para sobrevivir. No sabe leer ni escribir.

Sus historias muestran dos Indias opuestas, pero tienen una cosa en común: ven al hombre como amenaza. «Ellos no tienen la presión de casarse y cuidar de una familia. Hacen lo que quieren», dice Reminder en Delhi. «Si se entera de lo que he hecho, sufriré las consecuencias», añade Sheda, 670 kilómetros al sudeste. Un claro ejemplo de que nacer varón en La India sigue siendo un privilegio.

Fuente:

El Mundo (España)

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