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29 de julio de 2014

Tungsteno, el metal ideal para iluminar y devastar

Imposible inicir este post sin recordar aquella inolvidable novel corta de César Vallejo: El Tungsteno (que puede leer en este enlace).

Según Antonio Cornejo Polar, en las décadas de 1920 y 1930 el indigenismo se inscribió en un movimiento de lucha contra la oligarquía, que por entonces tuvo diversas manifestaciones

Es una obra de denuncia contra los peligros de la penetración imperialista en el Perú que se realiza por intermedio de las grandes transnacionales mineras, las cuales son apoyadas por la oligarquía local, así como por otros oportunistas, cuyo único interés es el mayor lucro posible, para lo cual no tienen escrúpulos en expropiar a precio irrisorrio las tierras de los nativos, pagar a los obreros salarios ínfimos y cometer una serie de crímenes, abusos y tropelías contra la población local, todo a nombre de la «modernidad» y el «progreso». Sin embargo, para el autor, una luz de esperanza se ilumina a través de idealistas que se proponen luchar por la justicia social.

Conozcamos más sobre el tungsteno:

Bombillos


Imagínese un pedazo de hierro del tamaño de una bola de tenis. Péselo en su mano. Ahora, deje que se caiga sobre el pie. ¿Le dolió? Ahora imagínese un objeto idéntico pero de un metal tres veces más denso. ¿Qué tal si se le cayera sobre el pie? ¿Podría volver a caminar?

Ese metal es el tungsteno o wolframio.

No sólo es increíblemente denso sino también asombrosamente duro y tiene el punto de fusión -esa temperatura en la que pasa de sólido a líquido- más alto de todos los elementos químicos: 3.422º centígrados.

Hace alrededor de un siglo, no se usaba para nada pues era casi imposible de trabajar con un metal con estas características. A pesar de ello, hoy en día lo usamos para escribir, atravesar glaciales, emitir rayos X y destruir edificios sin usar dinamita.

Brillante


Tungsteno

Tres veces más denso que el hierro, dos más que el plomo y tanto como el oro.

En un pequeño cuarto del departamento de química del University College London, el profesor Andrea Sella sacude con delicadeza un bombillo de luz de los tradicionales. A través del vidrio transparente se puede ver un frágil filamento temblar.

"Entre más alta sea la corriente, más caliente se pone ese pequeño resorte de tungsteno y más fuerte brilla", explica.

Hubo un momento en el que todas nuestras casas estaban iluminadas con bombillos como éste pero tomó casi 100 años de ensayo y error para concluir que el mejor material era el tungsteno. Los grandes científicos e inventores que desarrollaron los primeros bombillos intentaron primero con filamentos de platino, iridio, hilo de coser y hasta bambú carbonatado (las últimas dos, innovaciones de Thomas Edison).

En 1908, el inventor estadounidense William D. Coolidge finalmente descubrió cómo hacer cables del superfuerte tungsteno que resultaron ser ideales para hacer filamentos, duros, durables y resistentes a tal calor que podían lucir con una brillantez extrema sin derretirse.

Fuente:

BBC Ciencia
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