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14 de febrero de 2013

El amor y el humor: dos antídotos a los malos humos imperantes

Una buceadora alimenta un pez manta mientra sostiene un corazón en San Valentín. | Efe 
Una buceadora alimenta un pez manta mientra sostiene un corazón. | Efe
Atención, amigos y amigas. Que no pase desapercibido. Esta semana, finalmente, podemos tomarnos un respiro del tsunami imparable de noticias dramáticas que en los últimos tiempos nos desbordan, nos arrollan y nos tienen casi ahogados: esas cifras de paro que amenazan el paro cardíaco, esos recortes que nos dejan en cueros, esas instituciones que se tambalean unas sobre otras, esos sobres y soberanismos que nos sobresaltan...

Esta semana se juntan, en una feliz conjunción del calendario, Carnaval y San Valentín, la fiesta de la risa con la del corazón, brindándonos una rara oportunidad de apreciar las cosas realmente importantes de la vida: el amor y el humor. Y menos mal, porque ya hay señales de que esta Gran Depresión económica y política de nuestros tiempos se está convirtiendo en una verdadera depresión psicológica colectiva. Según un reciente estudio uno de cada tres españoles se ha tomado un ansiolítico en el último año para combatir la ansiedad. Motivos no nos faltan, desde luego. Pero hay otros métodos menos dañinos y más eficaces para recordar que la vida, a pesar de todo, y como cantaba Gonzaguinha a ritmo de samba, es bonita.



El carnaval: una risoterapia colectiva

Los seres humanos somos los únicos animales que montamos fiestas, a veces tan descomunales que requieren sus propios templos (no sé si hay otra palabra para describir el colosal Sambódromo de Río). En estos curiosos ritos de nuestra especie reinan la risa, la música alegre y el buen humor, y suele permitirse una amplia licencia para bromear y romper tabúes. Pero lo más curioso es que a menudo montamos fiestas cuando no hay nada objetivo que celebrar más que el momento en sí y el significado cultural que a éste le damos (como es el caso de los Sanfermines, las Fallas o el propio Carnaval).

En estos casos nos divertimos porque decidimos (o nuestra sociedad ha decidido por nosotros) que es el momento de divertirse. Nos reímos sin motivo aparente, porque sí. Haya bonanza o haya crisis, nos contagiamos la alegría y nos animamos al juego y a la tontería. Es una demostración increíble del poder que tenemos para modificar nuestro estado anímico. Hay psicólogos, de hecho, que consideran los ritos festivos una especie de terapia colectiva.

¿Qué es la fiesta? ¿Cuál es el secreto de su magia? Es muy sencillo. Los ritos festivos son espacios excepcionales en los que se suspenden las reglas y estructuras que rigen la vida social. ¡Y es de agradecer! Sí, es liberador poder fugarnos, aunque sea durante algunas horas, de nuestras rutinas y máscaras cotidianas, y dar rienda suelta al espíritu lúdico que llevamos dentro para burlarnos de las instituciones y personajes que nos tomamos en serio normalmente, para transformar en un mero chiste ese drama que cuentan las noticias, para invertir esas jerarquías que nos someten en la oficina y en la política y así destronar a reyes, banqueros, políticos y papas (bueno, en este último caso se ha destronado sólo).

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El Mundo 
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