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9 de febrero de 2020

El Alzheimer no puede con el área del cerebro que guarda la música


Música contra el Alzheimer

El área que guarda la música se ve menos dañada, a pesar de la devastación que provoca la enfermedad de Alzheimer a nivel cognitivo en el cerebro, y en particular en la memoria. La mayoría de los enfermos conservan sus recuerdos musicales aún en fases avanzadas, logrando algunas veces relajar y calmar su estado de ánimo positivamente.

Esta se guarda en diferentes áreas cerebrales de la del resto de los recuerdos, según señala un estudio, las posibles causas de este fenómeno, la “discoteca de los humanos”, el lóbulo temporal, es la parte del cerebro que va desde la sien hasta la zona del oído, y ahí es donde se gestiona nuestra memoria auditiva, incluyendo las canciones, y aunque este lóbulo es uno de los primeros en sufrir los estragos de la enfermedad de Alzheimer…¿cómo se explica que muchos enfermos no sepan su nombre, ni reconozcan su casa o cómo volver a ella y que reconozcan y recuerden aquella canción que los remonta a décadas atrás?, o por qué algunos no pueden articular palabras, pero se emocionan y llegan hasta tararear temas musicales…

Instituto Max Planck

Para poder responder a estas preguntas, algunos investigadores de varios países europeos liderados por neurocientíficos del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cognición Humana de Leipzig (Alemania) se propusieron realizar un doble experimento. Por un lado buscaron qué zonas cerebrales son activadas cuando escuchamos canciones, y por otro, una vez que ya son localizadas, analizan si en los pacientes con Alzheimer estas áreas del cerebro presentan algún tipo de atrofia o por el contrario, resisten mejor el avance de la enfermedad.

Para poder localizar cuál es el lugar donde el cerebro guarda la música, los investigadores hicieron escuchar a 30 individuos sanos 40 tripletas de canciones.

Tal como se explica en la revista Brain, el diseño del experimento se basa en la hipótesis de que la experiencia de escuchar música es para el cerebro diferente al área de recordarla y en ambos procesos intervienen redes cerebrales diferentes. Las actividades cerebrales de los voluntarios fueron registradas mediante imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI). Así pudieron comprobar que la música se aloja en zonas diferentes del cerebro de donde se guardan los otros recuerdos.

Fuente: El País

27 de noviembre de 2018

Uno de los mayores misterios de los Beatles, resuelto por un matemático después de 50 años

La leyenda de los Beatles es tan grande que hasta tiene sus propios misterios. Uno de los más tenaces es la respuesta a esta pregunta: ¿Quién compuso la canción In My Life? Un matemático llamado Jason Brown ha recurrido a una herramienta poco habitual para averiguarlo: el análisis estadístico.


La cuestión alrededor de In My Life es que no se sabe con seguridad quién es su autor. Los Beatles no acostumbraban a firmar sus canciones de manera muy específica o detallada. A menudo los expertos en música y los entusiastas de la banda de Liverpool asumen que la autoría de un tema suele recaer en el Beatle que interpreta la canción, pero esto no siempre es así, e In My Life es el ejemplo más claro.

Hasta 1980 se asumía que había sido John Lennon el autor de la letra y música de In My Life, pero el Beatle negó de manera bastante abrupta ser el autor durante una entrevista a la revista Playboy. Lennon aseguraba que la canción pertenecía a Paul McCartney.

Efectivamente, McCartney declaró más tarde que él era el autor de In My Life, pero solo a medias. Él solo había compuesto la música y aseguraba que fue Lennon el que había escrito la letra.

Las matemáticas hacen sospechar que ambos mienten.

Jason Brown ha analizado la obra de los Beatles aplicando análisis estadístico de conjuntos a los giros musicales de cada Beatle. El resultado es un poco como las nubes de etiquetas que definen cuál es la temática de una determinada web o cuáles son las tendencias en Twitter, pero aplicado a la música. Resulta que cada miembro de la banda tenía sus propios trucos a la hora de componer y de hilar unas partes de la canción con otras. Esos trucos son muy característicos y permiten identificar quién es el autor de cada tema de la banda con mucha porecisión.

En el caso de In My Life, la estadística no miente. La canción es solo un 0,18% McArtney. La música está compuesta por Lennon casi con toda seguridad, lo que significa que, si hacemos caso a las tibias declaraciones de McArtney en las que atribuye la letra a Lennon, toda la canción es suya. No es un misterio tan fascinante como saber si Paul McArtney murió y el actual Paul es un doble, pero por algo se empieza.

Tomado de: Gizmodo

30 de julio de 2018

¿Por qué hay personas que le gustan las canciones tristes?

Existen muchas personas a las que les gusta las canciones tristes, ¿por qué sucede esto?

Pues porque las canciones tristes en realidad solamente son una simulación de la verdadera tristeza

Es cierto que las investigaciones revelan que, aunque una música triste y/o una letra del mismo tenor producen reacciones algo depresivas en el cerebro, la intensidad no es la misma. Es más, hay a quien efectivamente le produce placer porque le ayuda a purgar penas reales que no ha sabido procesar, para algunas personas escuchar canciones tristes (así como ver películas tristes) constituye una auténtica terapia de catarsis.

También es cierto que el aire melancólico está asociado culturalmente al romanticismo, y eso siempre es un atractivo. Por ello films como "Titanic" o "Coco" son grandes éxitos de taquilla.

Cómo la música puede manipular nuestras emociones

Una investigación japonesa del RIKEN Science Institute ha revelado que las composiciones en modo menor (que usan una cierta selección de notas) producen un mayor desánimo que las que suenan en modo mayor (otra selección diferente). Éstas últimas más bien producen alegría.

Por ejemplo, la canción "Recuérdame", ganadora de un Oscar, contiene muchas notas menores, empieza con un DO pero luego pasa rápidamente a notas menores como fa menor, la menor y sol menor. Las notas menores le dan un tono melancólico: 


Mientras la canción "Poco Loco" inicia con notas mayores como DO y RE, para luego pasar a las notas MI y LA. Al poseer notas mayores estamos ante una canción alegre... 



¡Hasta la próxima amigos!

Prof. Leonardo Sánchez Coello

 
Con información de: QUO y YouTube

13 de mayo de 2013

Chordify: Saber los acordes de una canción

Si estás aprendiendo a tocar algún instrumento o te estás preparando para ello poniéndote al día con tus clases de solfeo, seguramente andarás sacándole humo a Google buscando acordes y tablaturas de tus canciones favoritas. Para cuando no las encuentras, ahora existe una aplicación que sirve para saber los acordes de una canción con sólo subir el archivo en mp3 o indicar una URL de YouTube o SounCloud. Luego de un breve análisis, Chordify transcribirá la canción y te mostrará cómo tocarla tú mismo. 
Do-Sol-Lam-FaSi lo que haces es sólo pop (pop para divertirte), los 4 acordes de oro ya te lo sabes de memoria. Con ellos compones canciones en un cerrar y abrir de ojos. Ahora, si quieres trascender la fórmula mágica y ponerte a componer más originalmente, puedes estudiar las canciones conociendo qué acordes las componen. Para esto lo mejor es descargarse las partituras o tablaturas de todos tus temas favoritos saber los acordes de una canción. Claro que algunos no los podrás encontrar, o por lo menos no en el formato y con la gratuidad que anhelas. Para esto hemos encontrado una opción que nos es obligada recomendar. Se trata de Chordify, una aplicación web que tiene la función de transcribir los acordes de tus canciones favoritas.

Chordify: Saber los acordes de una canción - Chordify  
Chordify: Saber los acordes de una canción
Sitio Oficial:  Chordify

5 de diciembre de 2012

Del Vinilo al Mp3: Breve Historia.

Las bases para dibujar la evolución económica y social de la industria de la música, podemos trazarlas después de la segunda guerra mundial, en una época en la que múltiples factores entrelazados posibilitaron el salto cualitativo del sector hacia un escenario de creciente producción y rentabilidad.

Entre ellas destacamos el boom de la juventud durante las décadas de los 50 y 60, acompañado del aumento del bienestar económico de los países más desarrollados, el nacimiento y expansión del rock´n roll como tendencia estética y musical a nivel global, la aparición del disco de vinilo, los pinchadiscos, las discotecas y el crecimiento de radioescuchas, generando así la primera expansión a nivel global del mercado de la música (Rutten, 1991, en Buquet, 2003:57), con ventas y adeptos multiplicándose a ritmos acelerados.

A partir de allí la industria registró varios picos de crecimiento económico y pequeñas recesiones, acompañados de la creciente y crucial correlación con las nuevas tecnologías, a través de soportes musicales que han estimulado su periódica estructuración y por ende su desarrollo. Por ejemplo; El LP (Disco de Vinilo) que expandiera su popularidad de forma intensiva, permitiendo un crecimiento de mercado de 1,000 por ciento entre 1954 y 1973 (Yudice, George. 1999:183), alcanzó su periodo de madurez y caída a mediados de los setenta. Con la primera recesión económica, el primer gran soporte se vió relegado por la introducción de la cinta magnética o Casete, una renovada entrada masiva al mundo musical a mediados de la década de los setenta, permitiendo un nuevo despunte económico y un salto cualitativo en el desarrollo de la estereofonía, con la aparición del Walkman de Sony que en ocho años vendió 35 millones de unidades, constituyendo “el primer aparato sonoro expresamente para el mercado consumista” (Morita, et al. 1986:79).

Aproximadamente una década más tarde, al igual que el pionero de la música grabada, el casete fue superado en ventas y sustituido por uno de los grandes avances de la novedosa tecnología digital. El CD creado por las compañías Sony y Philips en 1979 y puesto en circulación en 1983, representaba nuevamente un estimulo para un mercado que volvía a presentar caída de ventas. Este soporte presentaba ciertas particularidades que lo distinguían de sus antecesores, y que le han valido ser el más popular de la historia del sector; Además de poder escuchar música en algún reproductor, presentaba la nueva característica de almacenarla en cualquier ordenador mediante la conversión digital del audio a formatos de comprensión como el Mp3 o Wav (formatos de suma importancia para el análisis de la realidad actual y que analizaremos mas adelante).
Un firme monarca con el que la industria del disco experimentó un crecimiento acelerado y constante a nivel global, alcanzando una tasa de crecimiento anual en términos reales del 6%, más que duplicando la venta tanto en valores constantes como en unidades durante ese periodo, y llegando a rozar un valor de ventas a escala mundial de 50.000 millones de euros (Buquet, 2003:57), por encima de la industria del libro y del cine.
Otro soporte físico que tiene cierta relación con la música, es el DVD. Creado en 1995 el disco versátil de gran almacenamiento, permite albergar datos audiovisuales con mayor calidad (conciertos, videoclips, etc.), sin embargo, su paso por la industria discográfica ha sido más bien residual debido a su convivencia con otras realidades tecnológicas (internet y sus posibilidades, dispositivos, formatos, etc.) y económicas, que han revolucionado el sector desde hace un par de décadas, gestando una transformación profunda en todas sus fases (creación, producción, reproducción, distribución, comercialización). Constituyendo una nueva era* en que emergen nuevos soportes (Mp3, Wav, etc.), formas de producir, distribuir, comercializar y consumir la música.

Fuente:

La Industria Discografica Actual

Cuatro puntos en los que la industria musical no volverá a ser igual



La industria musical ha cambiado rádicalmente en los últimos diez años. Si a finales de los 90 llegó a su punto álgido, vendiéndose más millones de discos que nunca, en los 2000 hemos vivido la etapa de la explosión de aquella burbuja y el inicio de una crisis que, si hacemos caso a los sellos, no cesa. Quizás, en el fondo, sólo sea una reconversión.

La música, la industria y el público han cambiado muchísimo en estos diez años, a veces de manera temporal y otras de manera estructural, para siempre. Por ejemplo, Napster fue un motor del cambio fundamental, pero ya sólo existe como residuo: lo que ha perdurado es el hábito que se creó con él. 

Hoy en Hipersónica aprovechamos para hablar de algunos puntos en los que la música no volverá a ser igual (¿o sí?)xq. Modo gurú on:

1. El (des)control de los mecanismos de marketing y promoción

A finales de los 90, y especialmente con el fenómeno de las boy band, las multinacionales discográficas llegaron al punto culminante del control de la maquinaria promocional. Sus tentáculos se extendían a todas las redes posibles y quedó demostrado que cuanto más dinero se invertía, mayor era la probabilidad de triunfar. No es una simple intuición: los informes industriales de esa época así lo demuestran.

10 años después, aquella estructura pensada para el hype y el control de resultados económicos ha saltado por los aires. Las discográficas aún no controlan los medios con los que los fans de hoy se relacionan con la música que escuchan: los influenciadores han cambiado, las arañas que tejen la red del éxito son muchas más y relacionarse con ellas es muy complicado, sobre todo cuando hay mucha menos gente para hacerlo por culpa de los despidos. Eso no quiere decir que no se siga tratando de controlar el mecanismo promocional, sólo que es mucho más difícil hacerlo.

2. La derrota frente a la cultura de compartir música

A estas alturas, que la industria no haya asumido que la cultura del intercambio de archivos llegó para quedarse es casi su mayor error. Siempre hemos compartido música, como demuestran las cintas de 90 que grabamos hace ya demasiado tiempo. Y la facilidad para hacerlo, que llevamos experimentado durante 10 años, obliga a pensar que no hay vuelta atrás.

Por si no quedara claro: la manera de compartir de hace 10 años, cuando todo esto estalló, no tiene nada que ver con la de ahora, y dentro de 3 años volverá a cambiar, pero quedará la cultura de hacerlo. Lo importante no es parar ese compartir, sino buscar la alternativa para mantener al oyente. Si no puedes controlar el destino final, controla el acceso; si a nadie le interesa comprar discos, vende accesos a música.
Pues sí, como decía el eslogan de la industria en los 80: Home Taping is Killing Music. 30 años después, las cintas de cassette han muerto y la música sigue viva.

3. La industria conseguirá ganar dinero de la evolución tecnológica

De todo el argumentario demagógico que maneja la industria, el de la hecatombe de ventas es el más falso. Es cierto que las ventas de discos han caído, aunque no siempre podemos traducir “tener menos beneficios” por “tener pérdidas”. Con la llegada del CD, a mediados de los 80, y su explosión posterior, en los 90, la industria musical se acostumbró a crecer a ritmo de dos cifras y hasta a crecimientos anuales del 100%.

Es obvio que esto ya no volverá a ser así, pero también es real que cada avance tecnológico ha causado primero crisis y luego gran capacidad de generar beneficios ecónomicos a la industria musical. No saber cómo hacerlo no implica que no se pueda hacer.

Por ejemplo, también hubo una grave crisis de venta de discos a finales de los 70, con el ocaso de la música Disco, pero de aquello se salió para vivir la mayor Edad de Oro de la industria discográfica. ¿No será el discurso derrotista el mayor obstáculo para empezar a ganar dinero de nuevo? Todo enfermo tiene que cambiar de hábitos; la industria discográfica es aún un fumador que, después de un infarto, se esconde en el baño a echarse un pitillo.

4. La revolución no ha llegado ni lo hará

Los pobres se mantienen pobres, los ricos seguirán siéndolo. En diez años de cambios industriales, hemos derribado pilares fundamentales de la industria, pero ahí siguen otros muchos. La facilidad del DIY, de grabar discos en casa, o la posibilidad de acceder a las herramientas de marketing para cualquiera con un ordenador ha atomizado el mercado, sí, pero no ha provocado la llegada de nuevos actores importantes a la industria. Los grandes sellos, transformados en grandes promotoras, son quienes siguen en la cúspide de la pirámide alimentaria discográfica. Ellos se comen los peces grandes y, claro, por culpa de contratos pasados, alguno de estos se les han atragantado.

Sí, hemos visto varias iniciativas para buscar distribución o amparo fuera de los grandes sellos, pero nada tan suficientemente grande como para extender la revolución. Hemos cambiado casi todo, pero Nirvana llegando al número 1 (desde una multinacional, ojo) fueron un terremoto mayor en la industria que cualquiera de nuestros grupos hechos famosos con marketing casero. El DIY facilita la rebaja de costes, pero el underground sigue estando bajo tierra y el mainstream aún lo inunda todo. Definitivamente, parece que la revolución no será internetizada

Fuente:

Hipersonica

Un grupo de científicos busca el 'ADN de la canción de pop perfecta'

Un grupo de psicólogos de Londres esperan que esta investigación ayude a entender mejor los mecanismos de funcionamiento del cerebro humano



Son los jingles irritantes de comerciales de seguros de automóviles que se meten en tu cabeza cuando estás tratando de concentrarte. O las bandas sonoras motivacionales que oyes cuando estás trotando, incluso si dejaste el iPod en casa.

Ahora un grupo de investigadores en Londres creen que están en el camino de determinar por qué algunas melodías, conocidas como earworms (gusanos de oído), parecen quedarse pegadas, repitiéndose en nuestros cerebros. Los científicos dicen que los resultados de sus estudios pueden ser usados para componer la canción pop perfecta, así como para mejorar nuestro conocimiento sobre cómo el cerebro procesa la música.

Se estima que más del 90% de las personas tienen earworms normalmente, según a un estudio reciente. El fenómeno también ha sido descrito como música pegajosa, o comezón cognitiva que sólo puede ser rascada por repetición mental constante de una melodía particular.

En un esfuerzo para aprender más sobre el fenómeno, el equipo de investigación en Goldsmiths, de la Universidad de Londres, está pidiendo a los usuarios de Internet compartir sus experiencias en un cuestionario en línea llamado Earwormery.

Chris Difford, del grupo de pop Squeeze, responsable con el coautor Glenn Tilbrook por éxitos como Cool for Cats y Up the Junction, le dijo a CNN que se despierta con earworms cada mañana.

"No sé de dónde vienen. Sólo te despiertas y ahí están", dijo Difford. "Y debería tener un diario de ellos porque son fascinantes. Esta mañana fue Waterloo, de Abba. Extremadamente molesto, porque nunca me gustó".

Pero Difford dijo que no todos los earworms son tan molestos. "Hubo una canción de Jimi Hendrix en mi cabeza la semana pasada. Yo no la llamaría un earworm. Fue una cosa de belleza, fue más como una mariposa".

Pero mientras los earworms son moderamente molestos para la mayoría de las personas, para algunos pocos pueden ser genuinamente perturbadores. Quienes sufren de casos extremos de alucinación auditiva no pueden diferenciar entre música generada externamente y la que está dentro de sus mentes.
Un caso de estudio, publicado el año pasado en la revista Journal of Psychiatry and Clinical Neurosciences, registra el ejemplo de una mujer india de 21 años que tuvo música de las películas de Bollywood pegada en su cabeza todos los días por cinco años.

Lauren Stewart co directora de la maestría de Música, Mente y Cerebro, dijo que los earworms permanecieron por mucho tiempo como un gran misterio para los psicólogos. Algunas instancias podían ser relacionadas con ciertos procesos mentales, como una letra de una canción relevante para tu situación actual. Pero con frecuencia parecen ser completamente aleatorios.

"Lo interesante para nosotros es que esta imaginación musical espontánea aparece sin un esfuerzo consciente, como de la nada. En este momento seguimos tratando de entender por qué pasa eso", dijo.

El reconocido neurólogo Oliver Sacks ha especulado que los earworms pueden ser una consecuencia de la presencia casi omnipresente de la música en la vida moderna, desde en la música tipo elevador en centros comerciales, hasta los ringtones.

"Este aluvión de música pone una cierta tensión en nuestro sistema auditivo sumamente sensible", escribe Sacks en su libro Musicophilia.

"Una consecuencia es la omnipresencia de melodías molestamente pegajosas, los gusanos cerebrales que llegan sin invitación, y dejan a su debido tiempo melodías pegajosas que pueden no estar haciendo nada más que publicidad de una pasta dental pero que, neurológicamente, son completamente irresistibles".

Vicky Williamson, que lidera el proyecto Earwormery, dijo los resultados pueden permitirles saber si tipos particulares de personalidad o de experiencias de vida hacen a las personas más susceptibles que otras y si hay circunstancias diarias particulares de "alto riesgo" que pueden hacer que las personas sean más propensas los earworms.

Al analizar las características comunes de las melodías reportadas como earworms, los investigadores están también trabajando con una fórmula para determinar la "pegajosidad" de una pieza musical.

Sus hallazgos hasta ahora sugieren que lo pegajoso es resultado de un balance particular entre ciertos intervalos de tonos y unas estructuras rítmicas determinadas. La fórmula puede actualmente predecir si es probable que una melodía sea un earworm con aproximadamente 75% de éxito, dijo Daniel Müllensiefen, codirector de Música, Mente y Cerebro en Goldsmiths.

Müllensiefen, también científico de la firma de publicidad DDB UK, dijo que hay una conciencia creciente sobre la importancia de "marca sonora" —tonos o melodías memorables, o irritantes asociados con un producto o una compañía particular— en la industria de la publicidad.

Agregó que la fórmula también puede eventualmente permitirle a los compositores o músicos afinar sus composiciones para objetivos más nobles.

"Al estudiar los earworms podemos realmente decodificar el ADN de una canción pop que se queda perfectamente en nuestra memoria", dijo Müllensiefen.
 
Pero Tillbrook dijo que la idea de producir música pop por medio de una fórmula mágica no es nada nueva.

"De todas maneras, las personas siempre han usado ese tipo de criterios para juzgar la música", dijo.

"Estamos hablando de personas que controlan listas de reproducción de canciones y dicen cosas como: 'esto no tiene coro', como si todo debiera tener un coro. Bueno, ¿por qué? La música está ahí para ser explorada".

Fuente:

CNN México

16 de noviembre de 2012

¿Cuánto tiene que durar el fragmento para que reconozcamos una canción?

Ayer vi una película muy hipster que recientemente se ha estrenado en salas comerciales, Submarine, dirigida por el Richard Ayoade, el más geek de la incomensurable serie geek The IT Crowd. Las primeras palabras de su protagonista, Oliver Tate, son: La mayoría de las personas solo piensan en sí mismos, como si no hubiera nadie más con ellos. Ello les motiva para levantarse cada mañana, comer y andar como si nada pasara. De hecho, el protagonista llega a desear que una cámara registre siempre su vida. Porque todos creemos que somos protagonistas de nuestra propia película. Por eso existen tantos viajeros egocéntricos: lo inútil de quejarse del número de turistas que visitan un lugar virginal o un rinconcito que solo queremos para nosotros.



Somos esencialmente egocéntricos, por muchas neuronas espejo que dispongamos en el cerebro: si dejamos de ser egocéntricos es para buscar alianzas y complicidades con las que, en suma, llevar a buen puerto nuestro plan secreto de perpetuar nuestro código genético. Y los que se sacrifican sin haberse perpetuado, en el fondo lo hacen por el mismo motivo: al igual que una masturbación resulta placentera porque el cuerpo cree que está diseminando su ADN, el sacrificio parece deseable porque incrementa nuestra reputación (y posibilidades de perpetuarnos); solo que veces la masturbación acaba en un kleenex y el sacrificio en la tumba. Un error lo tiene cualquiera, ¿no?

Eso también implica al mundo de la música. Cuando la canción habla del desamor, creemos enseguida que esa canción fue concebida especialmente para nosotros. Las canciones, entonces, se convierten en epítome de nuestro egocentrismo… y hasta nos molesta que se vuelvan demasiado populares (yo la conocía antes de que se hiciera asquerosamente comercial, solemos decir).

El asunto de las canciones tiene más miga de lo que parece. Las canciones conectan especialmente bien con nuestras emociones hasta conseguir que se nos ponga la piel de gallina, como os expliqué en otro artículo. Hasta el punto, también, de que seamos capaces de reconocer una canción importante, egocéntrica, con tan solo unas notas. Muchas menos de las que creemos. 

 No sé si conocéis Angie, de los Rolling Stones. Es una canción cuyo comienzo no parece que tenga nada de especial: un simple acorde de guitarra abierto en La menor. Hay muchas canciones que empiezan así. Pero quienes aman esa canción o la han escuchado el número de veces suficiente, son capaces de adivinar que ese comienzo le corresponde en particular, solo con escuchar la primera vibración de las cuerdas.
En 1999, Gen Schellenberg, de la Universidad de Toronto, pretendió calcular cuánta canción era necesario oír para adivinar su título. La conclusión del experimento fue que la mitad de los participantes logró clasificar los fragmentos musicales de menos de 100 décimas de segundo. Los participantes erraron únicamente en los archivos sonoros reproducidos al revés y en los que se suprimieron las frecuencias más altas.

Christopher Drösser explica el experimento en su libro La seducción de las música:
Schellenberg puso cinco éxitos de la lista de los más vendidos en los últimos meses (entre ellos la pegadiza canción Macarena, de Los del Río) a 100 estudiantes. Al principio, los participantes podían escuchar un fragmento más largo de cada una de las canciones que les resultaran conocidas, después les dejaban escuchar un archivo de audio muy breve de las cinco canciones en diferentes montajes experimentales y tenían que relacionarlos con los títulos.
Estas capacidades se han reflejado en otros experimentos similares, como el del investigador austríaco Hannes Raffaseder, de la Escuela Superior de St. Pölten, o Emmanuel Bigand de la francesa Université de Bourgogne. Y sin importar que los participantes fueran músicos o no.
Bigand desmenuzó la clásica melodía de las Cuatro estaciones de Vivaldi hasta dividirla en fragmentos de solo 50 milisegundos, y aun así los participantes fueron capaces de identificar la pieza.

Fuente:

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