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17 de enero de 2015

Recuperada la primera muestra del elemento que arrasó Nagasaki

Un equipo de ingenieros nucleares de EEUU identifica la primera muestra de plutonio de la historia, sintetizada en 1941.


Glenn Seaborg, en 1962, posa en el laboratorio donde había sintetizado el plutonio dos décadas antes / DONALD COOKSEY
En 1941, cuando algunas de las lumbreras científicas del mundo ya pensaban en un arma definitiva para detener a Hitler, un investigador de 29 años iba a descubrir uno de sus ingredientes fundamentales. En un laboratorio de la Universidad de California en Berkeley (EEUU), Glenn Seaborg y otros colaboradores bombardearon uranio-238 con átomos de hidrógeno pesado. De aquella manipulación de la materia surgió plutonio-239, un nuevo elemento radiactivo que hasta entonces no se había observado en la naturaleza.
Aquel descubrimiento, el segundo elemento químico sintético de la historia y el primero de una serie de nuevos elementos artificiales más pesados que el uranio, le proporcionó a Seaborg el Nobel de Física en 1951. Antes, en 1942, le abrió la puerta del Proyecto Manhattan, la mayor y más controvertida hazaña de la ciencia aplicada de la historia.
Poco después de producir los primeros átomos de plutonio, Seaborg y el físico italiano Emilio Segrè descubrieron que, cuando se le disparaban neutrones, el plutonio-239 se escindía liberando una energía inmensa. Los científicos sabían que si se pudiese producir una cantidad suficiente del elemento, se convertiría en un explosivo monstruoso dentro del artefacto que ya se empezaba a conocer como la bomba atómica.
Con esta idea, Seaborg lideró un equipo de más de 100 científicos con el objetivo de obtener suficiente plutonio para poder usarlo con fines bélicos. En solo seis meses, lo habían logrado y el nuevo elemento se convirtió en el explosivo nuclear de la bomba bautizada como Fat Man. El 9 de agosto de 1945, solo cuatro años después de haber sido observado por primera vez, la reacción en cadena de los poco más de seis kilos de plutonio de Fat Manarrasó Nagasaki y a mató a buena parte de sus habitantes. Menos de una semana después, Japón se rendía y acababa la Segunda Guerra Mundial.
Antes de tener el apoyo de un Gobierno acuciado por la guerra y más experiencia, Seaborg y sus colegas necesitaron más de un año de trabajo con aceleradores de partículas para conseguir tan solo 2,77 microgramos de plutonio (el microgramo es la millonésima parte de un gramo). Pese a ser minúscula, aquella cantidad, conservada en forma de dióxido de plutonio, permitió comenzar a comprender aquella nueva sustancia y es un hito para la ciencia con profundas consecuencias históricas. Por ese motivo, cuando el trabajo científico terminó, se conservó en un tubo de cristal que acabó expuesto en el Lawrence Hall of Science de Berkeley. Allí permaneció durante varios años, pero en algún momento de la década pasada, según cuentan en un artículo publicado en arXiv y recogido por The Physics arXiv Blog tres ingenieros nucleares de Berkeley, por cuestiones financieras y de seguridad se retiró de la exposición y su pista se perdió.
Lea el artículo completo en:

24 de abril de 2014

Bombas atómicas, átomos y... bikinis

Cuando vemos pasear por la playa a una chica en bikini, lo último que se nos viene a la cabeza es una bomba atómica. O un átomo. Sin embargo, el bikini está íntimamente relacionado con esos términos.



Desde 1946 a 1958, los estadounidenses llevaron a cabo ensayos con bombas atómicas en el atolón de Bikini, ene el océano Pacífico. Y precisamente en 1946, el diseñador francés Jacques Heim diseñó un traje de baño de dos piezas al que bautizó como “átomo”. En realidad, el nombre nada tenía que ver con las bombas atómicas, sino porque el átomo era la porción más pequeña de materia, y aquella pieza de ropa era realmente pequeña.

Si hoy en día al bikini no le llamamos átomo (lo cual sería ciertamente divertido, y probablemente la prenda acabaría formando parte del vestuario de cualquier geek) es porque otro modisto rival, Louis Reard, sólo tres semanas más tarde que Heim, lanzó al mercado su propia colección de bañadores de dos piezas. Reard bautizó su ropa como “bikini” porque aquella palabra estaba de moda en todos los titulares de prensa a raíz de las pruebas nucleares en el atolón Bikini (después de todo, un buen geek debería amar al bikini igualmente).

Como las pruebas nucleares, la prenda de ropa también generó mucha polémica por lo escandalosa que resultaba. Pero entre 1950 y 1960, el bikini se fue imponiendo, sobre todo a raíz de que Brigitte Bardot lo vistiera para la película Y Dios creó a la mujer (1956). En 1962, Ursula Andress emergió de las aguas con un bikini en la primera película de James Bond, James Bond contra el doctor No, erigiéndose así en la primera chica Bond.

Por cierto, lo que todos conocen como bocadillo caliente de jamón york y queso o sandwich mixto caliente, en Cataluña se denomina bikini, pero nada tiene que ver con el atolón Bikini. El nombre procede de Sala Bikini, que abrió sus puertas en 1953 en la Avenida Diagonal de Barcelona, y que se hizo famosa por comercializar este tipo de bocadillo tal y como explica Alfred López.

Vía | Ciencia Popular

Fuente:

Xakata Ciencia

22 de septiembre de 2013

¿Cuál es la bomba nuclear más potente jamás detonada?

Explosión nuclear.

El 30 de octubre de 1961 la Unión Soviética probó la bomba termonuclear AN6302, apodada "Bomba del Zar", sobre Nueva Zembla, al norte del Círculo Polar Ártico.
La explosión propulsada por fusión nuclear fue equivalente a más de 50 millones de toneladas de dinamita; mil veces más devestadora que las bombas atómicas lanzadas sobre Japón en 1945.

Fuente:

BBC Ciencia

3 de julio de 2012

Sobrevivir a dos explosiones nucleares

Uno de esos momentos de la historia que será difícil de borrar son los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en Japón; la única vez que se ha hecho uso de armas nucleares y que debería ser suficiente para que sea el último. Terminada la guerra en Europa, los presidentes de EEUU, Reino Unido y China – Harry Truman, Winston Churchill y Chiang Kai-Shek respectivamente – emiten un ultimátum a Japón, en la llamada Declaración de Potsdam, con las condiciones de su rendición. Japón lo ignoró y, como advertía el comunicado, tuvo que hacer frente a “una rápida y total destrucción”.

Little Boy fue lanzada sobre la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y Fat Man sobre Nagasaki el 9 de agosto. Durante los primeros meses se calcula que el número de fallecidos, por múltiples circunstancias, fue de más de 100.000 personas en Hiroshima y alrededor de 70.000 en Nagasaki. El 2 de septiembre, Japón firmaba el Acta de Rendición a bordo del USS Missouri. A pesar del terrible número de víctimas en el mismo día del lanzamiento de las bombas, en ambas ciudades, hubo algunos casos de japoneses que sobrevivieron a las dos bombas… fueron los llamados nijyuu hibakusha.




Little Boy y Fat man

Se cree que hubo unas 165 personas que sobrevivieron a ambas bombas, pero el caso más conocido, por un libro y el documental Niju Hibaku (Dos veces bombardeado), fue el de Tsutomu Yamaguchi, reconocido como el único superviviente oficial de las dos explosiones que falleció en 2010 a los 93 años. 

Tsutomu Yamaguchi era un diseñador de barcos de la Mitsubishi Heavy Industries que se encontraba en Hiroshima por temas de trabajo. Aunque sufrió algunas quemaduras, su obsesión era comunicarse con su familia pero no había posibilidad, así que en cuando obtuvo el permiso para abandonar la ciudad, el 8 de agosto, regresó a su casa: Nagasaki. Al día siguiente, se incorporó a su trabajo y, mientras explicaba a sus compañero la experiencia vivida… volvió a ser testigo de otra masacre.




Tsutomu Yamaguchi

Tras la guerra muchos periodistas intentaron localizar a los nijyuu hibakusha pero, a pesar de los afortunados que fueron, sólo pudieron localizar a un puñado de ellos. Muchos sufrieron secuelas psicológicas que les traumatizaron y no querían hablar de aquellos fatídicos días y, además, la sociedad, todavía ignorante de las consecuencias de la radicación, desconfianza de ellos por miedo al contagio. No fue hasta el incidente en el atolón Bikini, en 1954, donde un atunero japonés, el Daigo Fukuryu Maru, fue contaminado por la radiación causada por la explosión de un bomba de hidrógeno de los EEUU, cuando las autoridades japonesas tomaron conciencia de este problema y aprobaron una ley que proporcionaba atención médica gratuita para los afectados por las bombas atómicas.

Cuando Tsutomu Yamaguchi perdió a su hijo por un cáncer en 2005, a la edad de 59 años, hizo pública su historia.

Fuente:

21 de mayo de 2012

Taylor Wilson: el niño que crea bombas nucleares

Mientras muchos de sus amigos pensaban en juegos de video, a Taylor Wilson, el físico nuclear más prometedor del mundo, le quitaba el sueño crear un reactor atómico de fusión, y a los 14 años lo hizo. Tal logro solo había sido alcanzado por 31 personas antes que él, todos connotados científicos. Su laboratorio es el garaje de su casa. Ahí, Wilson tiene una colección de materiales radiactivos, muchos de los cuales obtiene de desiertos donde el Gobierno de Estados Unidos hacía experimentos con bombas atómicas. 



Taylor tiene ahora 18 años y ya es un físico nuclear. Se graduó muy joven porque, como todos los genios, empezó a estudiar desde pequeño, apenas detectaron sus extraordinarias cualidades. La información que hay sobre él cuenta que a los 10 años colgó una tabla periódica de elementos en una de las paredes de su cuarto, y en una semana ya había memorizado todos los números, masas atómicas y puntos de fusión de cada elemento. Otro de sus logros fue ganar un premio en la Feria Internacional de Ingeniería y Ciencias, de Intel, por inventar un detector nuclear para escanear cargamentos que vienen del exterior. 


Tal creación le valió estar en conversaciones con el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense para volver su proyecto realidad. Taylor, cuyo padre Kenneth es embotellador de Coca-Cola y su madre Tiffany instructora de yoga, comenzó a involucrarse en este mundo cuando su abuela le regalo un libro, El boy scout radiactivo, escrito por Ken Silverstein. 

Cuando Taylor comenzó a armar su laboratorio con materiales radiactivos y su padre, asustado, consultó a un especialista, quien inmediatamente fue a revisar. 

La gran sorpresa fue que el joven genio había adoptado todas las medidas de seguridad necesarias para que no haya problemas. 

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27 de abril de 2011

Cuando las bombas nucleares rompían los escaparates de Las Vegas

Hongo nuclear en el horizonte de la calle Fremont, en Las Vegas (1951).

El 2 de febrero de 1951, a las 5:48 a.m., la bomba Baker-2 explotó a 1.100 metros sobre la superficie del desierto de Nevada con una fuerza de 8 kilotones. Era una de las primeras pruebas llevadas a cabo sobre el Nevada Test Site, apenas 100 kilómetros al norte de la ciudad, y pilló a algunos ciudadanos desprevenidos. La explosión fue visible desde Los Angeles, donde algunos fotógrafos avisados habían madrugado para ver la luz atómica en la distancia.

En apenas unos segundos, una luz se hizo visible en el cielo oscuro y la tremenda onda expansiva se extendió por la parte alta de la atmósfera hasta alcanzar localidades tan lejanas como Las Vegas. Para sorpresa de sus propietarios, un enorme escaparate de una tienda de muebles de la ciudad se hizo pedazos por la explosión. Como relata Richard Lee Miller en su libro "Under the cloud: the decades of nuclear testing", un vecino del centro de la ciudad dijo que su casa se había "sacudido como un cuenco de gelatina que hubiera sido pateado". En el norte de Las Vegas, en un barrio más cercano a la explosión, la onda expansiva destrozó todas las ventanas de dos casas.

El escaparate roto tras la detonación de Baker-2. Fuente AP/Wide World Photos. [Via]

Clint Mosher, reportero del International News Service, estaba en un restaurante del desierto, a muchos kilómetros de la explosión y describió después en una crónica cómo había sido aquel momento:

"Una intensa luz blanca, de color puro y que daba miedo mirar, se elevó en medio del desierto (...) Cinco segundos después la llanura, el cielo y las montañas se oscurecieron de nuevo... A las 5:51 se produjeron cinco largos e inciertos minutos tras la luz en el cielo. ... Un instante después hubo un profundo estruendo, como la artillería de una docena de ejércitos. Y entonces, dos segundos después, una gran corriente de aire de la que no había escapatoria golpeó las casas, sacudió las ventanas y arrancó el yeso de las paredes en algunas partes de la ciudad. ¡Swoooosh!. Fue como estar demasiado cerca de un cañón.

(...) Le pregunté a la camarera "¿Lo ha visto?"

"Sí", me dijo. "¿Cómo lo quiere? ¿Solo o con leche?" (Seguir leyendo)

Una de las detonaciones de la operación Ranger (1951). Fuente: Wikipedia

Las autoridades concluyeron que la rotura de los cristales había sido una excepción y lo achacaron a la extensión de la onda expansiva de la explosión a través de la troposfera, lo que le permite viajar largas distancias y descender. En general, los vecinos de la entonces pequeña localidad se tomaron estas explosiones con la misma naturalidad con que aquella camarera servía el café.

El día de la detonación de Baker 2, la policía local registró un aluvión de llamadas durante la siguiente media hora, pero en ningún caso cundió el pánico. "Como ejemplo de la actitud relajada de la comunidad", asegura el departamento de energía en un documento oficial, "una revista citaba la actitud de un jugador del Golden Nugget que sintió la explosión de Able [la primera detonación del NTS], se detuvo, miró a su alrededor y dijo: "debe de ser una bomba atómica". Después de dio la vuelta y siguió jugando".

Aléjense de las ventanas

Después de la prueba que destrozó los escaparates, los militares detonaron una bomba mucho más potente llamada Fox (alrededor de 35 kilotones). Para evitar males mayores, las autoriades avisaron a la población y pidieron que se mantuvieran alejados de los ventanales si veían el resplandor de una explosión. La onda expansiva afectó esta vez a la localidad de Indian Springs, donde se rompieron alrededor de un centenar de ventanas y una casa sufrió daños importantes en sus puertas y en el tejado.

Explosión de la bomba Fox sobre Las Vegas. Fuente: AP/Wide World Photos

Tras las primeras pruebas, las explosiones se convirtieron en un fenómeno popular y la gente empezó a acudir de todas partes a ver el espectáculo. "Visitantes y residentes", asegura el Departamento de Energía (ver PDF), quedaron atrapados en una especie de atmósfera del 4 de julio, como si las pruebas fueran fuegos artificiales mayores y más espectaculares". La gente acudía de todas partes y aparcaban sus coches en las cunetas de las carreteras que ofrecían mejores vistas.

Para terminar, hay un fragmento del libro "Aventuras y desventuras del Chico Centella", de Bill Bryson (y que no me canso de recomendar) que explica fabulosamente el espíritu de aquella época:

"La gente estaba arrobada con la abrasadora majestuosidad y la potencia antinatural de la bomba atómica. Cuando el ejército empezó a hacer pruebas nucleares en el lecho seco de un lago en Frenchman Flat, en el desierto de Nevada, cerca de Las Vegas, aquello se convirtió en la principal atracción turística de la ciudad. La gente no iba a Las Vegas a jugar, o al menos no exclusivamente a jugar, sino a apostarse al borde del desierto, sentir que la tierra temblaba bajo sus pies y ver que el aire se llenaba con portentosas columnas de humo y polvo. (...)

En los años de mayor actividad se realizaron en Nevada hasta cuatro detonaciones nucleares al mes. El hongo nuclear era visible desde cualquier aparcamiento de la ciudad, pero la mayoría de visitantes preferían acercarse al borde mismo del área de pruebas, a menudo con comida para hacer un picnic, presenciar las pruebas y disfrutar de la nube de polvo posterior. Estamos hablando de grandes detonaciones. Las veían incluso los pilotos comerciales que sobrevolaban el océano Pacífico, a cientos de kilómetros de distancia. El polvo radiactivo a menudo barría Las Vegas y dejaba una capa bien visible sobre toda superficie horizontal. Al principio, después de una prueba, los técnicos del gobierno recorrían la ciudad enfundados en sus batas blancas pasando los contadores Geiger por todas partes. La gente hacía cola para ver lo radiactiva que era. Formaba parte de la diversión. Qué satisfacción daba ser indestructible."

Fuentes: "Under the cloud: the decades of nuclear testing" (Richard Lee Miller), Battlefield of the Cold War The Nevada Test Site (PDF), Broken windows in Las Vegas by Nevada nuclear weapon tests (Glasstone)

Ver también: Arqueólogos nucleares, guardianes de la destrucción (lainformacion.com), La patrulla que filmó el horror atómico, Volando en el interior de un hongo nuclear, El hombre que vio a través de sus huesos

Fuente:

Fogonazos

18 de marzo de 2011

De Fukushima a Hiroshima en "tren bala"


Una mujer con un niño a cuestas atraviesa un túnel en Kesennuma, en la prefectura de Miyagi.- S. YOKOYAMA (AP)

Mujeres con niños y estudiantes huyen al sur y llenan los trenes de la línea que acaba en la simbólica ciudad.

El miedo a la radiactividad, a los terremotos, a los cortes de luz, a la escasez y, en definitiva, a un mundo distinto del que estaban acostumbrados a vivir, empuja sobre todo a los japoneses que tienen niños pequeños a huir del noreste del país, escenario de la catástrofe que comenzó el viernes pasado con un terremoto, prosiguió con un devastador tsunami y terminó por desatar una catástrofe nuclear en la central de Fukushima, 240 kilómetros al norte de Tokio.

Quien estos días tome alguno de los shinkansen (tren bala), que cada pocos minutos atraviesan Japón del noreste al suroeste, no se creerá que este país tiene uno de los índices de natalidad más bajos del mundo -1,2 hijos por mujer- ni que la población comenzó a decrecer en 2007. Desde entonces se ha reducido en unos 700.000 habitantes, y si no lo ha hecho más es porque la sociedad japonesa es la más longeva del mundo.

Según las autoridades locales, muchos de los 15.000 muertos y desaparecidos por el tsunami que arrasó cientos de kilómetros de la costa japonesa han sido ancianos que vivían solos. En la actualidad, el 21,3% de los japoneses tiene más de 65 años.

"Los niños están muy inquietos. Desde el viernes pasado no dejan de sonar las alarmas de terremoto [en los móviles y en la televisión] y yo estoy preocupada por la radiación. No podía soportar Tokio", dice Mariko, quien con sus dos hijos, el mayor de cuatro años y el pequeño de nueve meses, ha aceptado la invitación de una amiga que vive en Nara, cerca de Osaka. Para Mariko ha sido fácil: no trabaja, lo dejó durante su primer embarazo, y el hijo mayor aún no va al colegio. El marido se ha quedado en Tokio: "Él no tiene miedo y tampoco tiene vacaciones".

El shinkansen es habitualmente muy silencioso, pero ahora, con tanto niño, parecen animarse unos a otros y las risas, los llantos y hasta los gritos -impensables hace unos años- salpican el aire y rompen la tensión que se respira entre los adultos. "Creo que nos quedaremos en Nara dos semanas. Confío en que para entonces no haya radiactividad y disminuya la actividad sísmica", señala.

En un país donde los extranjeros apenas suponen el 2% de la población, también es excepcional la cantidad de europeos, asiáticos y americanos que estos días llenan los trenes. Muchos de los que ayer se bajaron en Osaka, camino del segundo aeropuerto internacional de Japón -el de Tokio está colapsado-, también eran familias con niños.

Muchas multinacionales han instado a sus expatriados a salir de Japón. Francia ha sido el primer país en recomendar a sus ciudadanos que abandonen Tokio. España ha recomendado a los suyos que se alejen 120 kilómetros de Fukushima. Japón, pese a la alta radiactividad que desprende la central, mantiene la exclusión en torno a la central en 20 kilómetros a la redonda.

En el shinkansen viajan también muchos universitarios, como Masako Kato, de 22 años y estudiante de segundo de Derecho en la Universidad tokiota de Chuo. En Japón, las vacaciones de invierno para los universitarios duran dos meses, febrero y marzo, por lo que muchos han aprovechado para escapar al sur. Masako va a visitar a sus abuelos, que viven en Himeji, una ciudad cercana a Kobe.

Aunque es muy joven, Masako ya ha vivido las dos peores experiencias sísmicas de Japón en un siglo: la del viernes pasado y la de 1995. Entonces vivía con toda su familia en Himeji y la tierra tembló en Kobe, en una brutal sacudida telúrica que mató a 6.400 personas y retorció puentes y edificios como si fueran churros. "A mí me da miedo la radiación, pero mucho más los terremotos. Fukushima se encuentra a 240 kilómetros de Tokio y no creo que la radiactividad alcance la capital. Me voy a Himeji porque con todas las alarmas de terremoto de estos días, te ahoga la sensación de que de un momento a otro la tierra va a comenzar a moverse hasta tragarte", dice.

A 300 kilómetros por hora, el shinkansen atraviesa túneles, valles y puentes y ha dejado a la gran mayoría de sus pasajeros antes de llegar a la estación final: Hiroshima (Hirodennishihiroshima o estación de Hiroshima), una ciudad de más de un millón de habitantes marcada por la tragedia de haber sido la primera en experimentar el horror de una bomba atómica, en 1945.

En Hiroshima murieron unas 140.000 personas y otras 300.000 resultaron heridas o fueron víctimas posteriores de un veneno desconocido hasta entonces: la radiación.

Fuente:

El País Internacional

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Veteranos de Hiroshima ven horror situación de Fukushima

3 de agosto de 2010

¿Cómo usarías una bomba atómica contra Japón?

A través de Ptak Science Books me entero de que hace 65 años a los científicos que trabajaban en el Proyecto Manhattan les preguntaron por cómo deberían usarse las armas atómicas en la guerra contra Japón. ¿Tu qué hubieras contestado?

¿Cuál de estas cinco opciones es la más similar a su elección de uso de algún arma nuclear en la guerra contra Japón?

Consulta los resultados

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¿Cómo usarías una bomba atómica contra Japón?Publicados los resultados por Alice Kimball Smith en el número de octubre de 1958 de la revista Bulletin of the Atomic Scientists, podemos ahora comparar cómo se ven las cosas 65 años y 220.00 muertos después:

  • Usarla al mínimo coste de vidas estadounidenses: 15%.
  • Demostración en Japón: 46%.
  • Demostración en EE.UU.: 26%.
  • Avisar a Japón sin usarla militarmente: 11%.
  • Ni usarla ni contarlo: 2%.

¿Ha cambiado nuestra visión de las cosas?, ¿qué os parece?

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Fuente:

Cuánta Ciencia!

30 de junio de 2010

Bombas atómicas, bacterias y delfines

Miércoles, 30 de junio de 2010

Bombas atómicas, bacterias y delfines



Leó Szilárd y Aaron Novick. Hace 60 años inventaron el quimiostato.


Si le preguntara a un físico quién fue Leó Szilárd es probable que me respondiera: fue el extraterrestre que ideó la bomba atómica. Pero si le preguntamos a un microbiólogo industrial respondería: fue el extraterrestre que inventó el quimiostato.


Esto último no lo hizó el solo, sino en compañía del químico Aaron Novick, uno de los pioneros de la Biología Molecular. Ambos se habían conocido en 1943 durante el desarrollo del "Proyecto Manhattan". El trabajo de Novick versaba sobre la purificación del plutonio, material con el que se construyó la bomba arrojada sobre Nagasaki. Después de la Segunda Guerra Mundial muchos de los científicos que habían estado involucrados en el desarrollo de las armas atómicas comenzaron a renegar de ellas y a trabajar en aras de la paz. Además de llevar a cabo diversas campañas de concienciación social también comenzaron utilizar sus neuronas en el campo de la Biología. Szilárd y Novick comenzaron su colaboración en 1947, y se centraron en entender el crecimiento bacteriano y como sacar provecho del mismo.


Esquema muy simplificado de un quimiostato aeróbico. La tubería superior añade medio fresco en el cultivo microbiano. La tubería inferior actúa como un aliviadero o rebosadero. Nótese que el mismo volumen que entra en el quimiostato sale por la parte inferior. (origen de la imagen)


Tomando como base la ecuación conocida como "Primera Ley de Monod" en el año 1950 consiguieron desarrollar el quimiostato, un tipo de biorreactor en el que los microorganismos de su interior se encuentran creciendo exponencialmente de manera constante. Es lo que se llama un cultivo continuo. El quimiostato permite controlar de modo independiente la concentración celular del interior y la velocidad de crecimiento del cultivo. La velocidad de crecimiento se controla ajustando la velocidad de dilución. En el quimiostato entra medio nutritivo fresco al mismo tiempo que sacamos medio nutritivo usado. Cuanto más alta sea la velocidad de dilución más rápidamente deben de crecer las células. La concentración celular se controla variando la concentración del nutriente que entra. Cuanta más comida entra, más células habrá dentro del quimiostato.


Esquema simple del proceso de depuración de aguar residuales. (origen de la imagen)


Y eso ¿para qué sirve? Bueno, para muchas cosas. Podríamos decir que sin los quimiostatos no existiría biotecnología industrial. Pero probablemente su aplicación más conocida es para la depuración de aguas, ya sea mediante procesos aeróbicos o anaeróbicos. Una estación depuradora de aguas es una especie de quimiostato en el que el "medio de cultivo fresco" es el agua residual que entra en la planta y que sirve para alimentar a los fangos activos (los microorganismos). Posteriormente se retiran los fangos del agua mediante decantación y así conseguimos agua depurada.


En 1961, Szilárd publicó un libro titulado "The voice of the dolphins" en el que debatía diversos aspectos de la Guerra Fría. La historia corta que da título al libro versa sobre un futuro en el que la raza humana se ha extinguido y los delfines son los nuevos seres inteligentes del planeta (*). En dicho relato, Szilárd imaginaba un laboratorio internacional de Biología, situado en la Europa Central. La idea se hizo realidad en 1962 con el nacimiento del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL). La biblioteca del EMBL fue bautizada Biblioteca Szilárd y en su sello aparecen los delfines.


(*) Una visión más optimista basada en la narración de Szilárd se puede encontrar en el cómic "Fragmentos de la Enciclopedia Délfica"

Fuente:

Curiosidades de la Microbiología

23 de noviembre de 2007

"Demócrito y los átomos"

Conocer Ciencia - Programa nº 08

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Demócrito: el "filósofo risueño"

Le llamaban el «filósofo risueño» por su eterna y amarga sonrisa ante la necedad humana.

Su nombre era Demócrito y nació hacia el año 470 a. C. en la ciudad griega de Abdera. Sus conciudadanos puede que tomaran esa actitud suya por síntoma de locura, porque dice la leyenda que le tenían por lunático y que llegaron a recabar la ayuda de doctores para que le curaran.

Demócrito parecía albergar, desde luego, ideas muy peregrinas. Le preocupaba, por ejemplo, hasta dónde se podía dividir una gota de agua. Uno podía ir obteniendo gotas cada vez más pequeñas hasta casi perderlas de vista. Pero ¿había algún límite? ¿Se llegaba alguna vez hasta un punto en que fuese imposible seguir dividiendo?



Contenido:

Demócrito
Epicuro
Lucrecio
La imprenta
Gassendi
Rober Boyle
Jhon Dalton
Compuestos químicos
Los atómos
La bomba atómica

El profe Leo
23 de noviembre de 2007
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