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10 de julio de 2017

¿En qué consistió el 'juicio del mono'?

Hace 75 años un maestro fue juzgado por enseñar la teoría de la evolución de Darwin. Esto iba en contra de una ley que establecía que el hombre fue creado por Dios, como dice la Biblia. Fue en los Estados Unidos y despertó la atención del mundo.

El Juicio del Mono: con este nombre se conoce el más sonado caso legal en la Historia de la batalla ideológica entre creacionismo y evolucionismo a cuenta de El origen de las especies, de Charles Darwin. También llamado Juicio de Scopes, tuvo lugar en Tennessee (Estados Unidos) en mayo de 1925. En él, el profesor de escuela secundaria John T. Scopes fue acusado de haber enseñado la teoría de la evolución darwinista en sus clases, lo cual era ilegal entonces en aquel Estado sureño en virtud de una disposición educativa denominada Butler Act.

Esta norma prohibía expresamente en Tennessee "la enseñanza de cualquier teoría que niegue la historia de la Divina Creación del hombre tal como se encuentra explicada en la Biblia, y reemplazarla por la enseñanza de que el hombre desciende de un orden de animales inferiores". En realidad, Darwin sostiene la ascendencia común del ser humano y de los restantes primates, no que descendamos del mono, pero la creencia popular en la época, convenientemente manipulada por la Iglesia y los sectores más conservadores, era que el evolucionismo afirmaba lo segundo.

El proceso atrajo una enorme atención de la prensa –que fue la que lo bautizó enseguida como "juicio del mono"– y de la opinión pública estadounidense, máxime cuando aceptó defender al acusado el famoso abogado Clarence Darrow. Pese al brillante alegato final de éste, Scopes fue condenado por el Tribunal, si bien sólo a una multa simbólica y no a pena de prisión como pedía el fiscal. El juicio inspiró una célebre obra de teatro, La herencia del viento, que fue llevada al cine en 1960 con Spencer Tracy, Fredric March y Gene Kelly en el reparto.


El diario El Clarín (de Argentina) escribibió, la respectol asiguiente crónica:

John Thomas Scopes, de 24 años, enseñaba biología en el secundario de Dayton, un pueblito de Tennessee. A principios de julio de 1925, mientras daba clase, dos policías entraron al aula y se pusieron contra la pared del fondo. Scopes, perturbado, despidió a sus alumnos y los policías lo invitaron a ir hasta la droguería del pueblo.

Allí estaba el metodista George Rappalyea, entre otros líderes locales.

—Estuvimos discutiendo y yo dije que nadie podía enseñar biología sin enseñar la evolución —comenzó Rappalyea.

—Así es —asintió Scopes.

Rappalyea sacó un libro de los estantes de la droguería, que también funcionaba como almacén de ramos generales. Era el tomo Biología Cívica, de Hunter.

—¿Les estuvo enseñando este libro? Scopes volvió a asentir.

—Entonces cometió un delito —le dijeron. Scopes se quedó atónito cuando los policías lo llevaron hasta la prisión local.

A principios de 1925, los parlamentarios de Tennessee sancionaron una ley que prohibía la enseñanza de la evolución natural, teoría desarrollada por Charles Darwin en su libro El origen de las especies.

En otras palabras, era delito decir que el hombre (varón y mujer) evolucionó de especies inferiores y que el chimpancé era su pariente más cercano en la escala zoológica. Esto, se decía, podía llevar a "perversiones morales". La enseñanza oficial debía ser que el hombre fue creado por Dios, como dice la Biblia.

John Scopes no podía entender su situación. Estaba preso por enseñar ciencia, que era su trabajo. Tampoco entendía que, con su arresto, los líderes locales buscaran atraer la atención sobre Dayton y tentar a algún empresario a invertir en un pueblo que cada vez tenía menos habitantes.

La Asociación de Libertades Civiles Norteamericanas (ACLU) ofreció pagar los honorarios del defensor y eligió a H.G. Wells, el escritor de ciencia ficción autor de La máquina del tiempo y otros relatos fascinantes. Pero a Wells no le interesó.

En realidad, el defensor surgió después de que se conociera quién iba a ser el fiscal. Las autoridades del pueblo consiguieron que William Jennings Bryan, un fundamentalista religioso, tres veces candida to a la presidencia de los Estados Unidos, asumiera la acusación a pesar de que no ejercía el derecho desde hacía 30 años.

Cuando se supo de que actuaría Bryan, hubo un abogado que se propuso para la defensa. Era Clarence Darrow, de 70 años, el abogado más famoso del país.

William Jennings Bryan calificó al juicio de una "contienda entre la evolución y la cristiandad", y a Darrow, como "el mayor ateo" del país. Darrow se unió a la mesa de la defensa, según dijo, porque quería demostrar que Bryan era un intolerante.

El 10 de julio por la mañana, una joven de unos 20 años estaba parada en la puerta de la Corte con un bebé en su brazo derecho y un cartel en el izquierdo que decía: "Scopes, arderás en el infierno". Había más carteles, algunos con la figura de un mono y la cara de Darrow. Uno de ellos permaneció siempre en la puerta del tribunal: "Lea su Biblia todos los días".

Una señora vestida con una camisa de volados blancos, abotonada hasta el cuello, y una pollera larga y negra, cantaba una canción religiosa al frente de otras 50 mujeres. Hacía un calor insufrible y casi todos se apantallaban con diarios, cartón o abanicos. Había puestos de limonada y comida y un olor envolvente a cebollas fritas.

Vinieron periodistas hasta de Hong Kong. Fue la prensa la que bautizó el caso con el nombre que lo identificaría para siempre: "El juicio del mono".

Durante la mañana, unas 1.000 personas fueron entrando a la sala del tribunal para ver cómo enjuciaban a Scopes. Alrededor de 300 se quedaron de pie.

El juez John Raulston golpeó con su martillo para acallar los murmullos. El calor era tan insoportable adentro que se permitió a los hombres estar en camisa. Los procedimientos empezaron con una oración, bajo la firme protesta de Darrow.

La presentación de Bryan, de inflamada aunque aburrida oratoria, era rubricada a cada pausa por un sonoro "amén" del público. Darrow volvió a protestar y el juez debió pedir mesura.

El caso para la fiscalía era muy claro. Con el testimonio de los alumnos probó que Scopes enseñaba la teoría de Charles Darwin, y que esto constituía una violación a la ley de Tennessee. En este tramo, Darrow sólo le preguntó a un alumno si le parecía que su profesor enseñaba cosas perversas o malas. El chico dijo que no.

Los científicos que la defensa propuso como testigos dirían que la ley era injusta pues no se podía tomar a la Biblia, que es un texto religioso, como si fuese un libro de ciencias. Pero Darrow tuvo serios problemas cuando el juez rechazó esos testimonios por impertinentes.

Darrow decidió entonces dar batalla en el terreno de sus oponentes y llamó como testigo al mayor experto en la Biblia que se encontraba presente, es decir al propio fiscal. Bryan, confiado, aceptó.

—¿Todo en la Biblia debe ser interpretado literalmente? —empezó Darrow.

—Así es.

Darrow le mostró una piedra.

—¿Qué edad cree que tiene esta piedra? La ciencia dice que millones de años.

—Tiene menos de 6.000 porque el obispo de Usher fijó la fecha de la Creación: el 23 de octubre del 4004 a.C., a las 9.

—¿Hora del este o del oeste? —Darrow sonrió y al ver la perplejidad de Bryan siguió:

—Déjelo, déjelo... Pero sí dígame, ¿el primer día tuvo 24 horas?

—La Biblia dice que fue un día.

—¿Un día de 24 horas, de 30 horas, de un mes, de un año, de millones de años?

—No lo sé... Mi impresión es que fueron períodos.

—Bueno, si los llama períodos, ¿podría haber abarcado mucho tiempo?

—Tal vez... Podría haber continuado millones de años —Bryan bajó los ojos y sus seguidores quedaron con la boca abierta.

Darrow pidió un veredicto inmediato. El final fue transmitido por radio a todo el país. En 8 minutos, el jurado declaró a Scopes culpable, lo multó con 100 dólares y quedó libre. Era el martes 25 de julio de 1925, hace 75 años.

Darrow apeló, pues buscaba que un tribunal superior dijera que la ley antievolución era inconstitucional.

Cinco días después, el fiscal Bryan se recostó a dormir una siesta de domingo y murió. La diabetes lo había vencido.

El 14 de enero de 1927, la Corte del estado redujo la multa a un dólar y evitó pensar el asunto en profundidad. Dijo: "No es conveniente prolongar este caso tan extraño". La ley no se aplicó más.

Es válido especular que tanto a Scopes como a Darrow les habría encantado saber lo que reveló el 21 de julio de 2000 el científico Craig Venter, del proyecto Genoma humano. Dijo que la evolución ya es una certeza porque probaron que en el hombre hay vestigios de estructuras genéticas de especies anteriores.

Darrow murió en 1938, a los 83 años. Scopes enseñó ciencia toda su vida. Murió en 1970 y fue enterrado en Louisiana según el rito católico por voluntad de su esposa y de sus dos hijos.


Fuente:

Clarín

Muy Interesante

17 de octubre de 2012

Tras vencer a las tabacaleras ahora apuntan a la industria de alimentos

 Estas son las principales demandas...

Frutas

Don Barrett está demandando a mercados que comprenden los siguientes productos:
  • Jugos de frutas.
  • Papas fritas.
  • Refrescos.
  • Chocolates.
  • Tomates enlatados.
  • Frutas enlatadas.
  • Comida para bebés.
  • Té.

papitas

Los abogados que demandaron a las grandes tabacaleras de Estados Unidos y ganaron, ahora están enfocados en la industria de alimentos. La editora del programa Newsnight de la BBC, Susan Watts, entrevista a uno de ellos para preguntarle por qué escogieron esta pelea en particular.

A Don Barrett le gustan los contrincantes poderosos y ricos. Se trata del abogado que batalló durante una década para lograr que las grandes empresas tabacaleras admitieran que sabían que los cigarrillos eran adictivos y que, como consecuencia, debían pagar los gastos médicos de las víctimas, un caso que a la postre fue llevado al cine con la película "The Insider" (El informante). 
 
Él y sus colegas eventualmente lograron un acuerdo que le costó a la industria de los cigarrillos la astronómica suma de más de US$200.000 millones. La demanda hizo que Barrett se convirtiera en un hombre muy rico. Sin embargo, asegura que no es por la búsqueda de dinero que ahora está apuntando su artillería a la comida rápida.
"Tengo 68 años. Francamente, no necesito el dinero, el ejercicio del derecho ha sido bueno conmigo", explica. "Este es mi trabajo, pero en este caso tenemos la oportunidad de ayudar realmente a las personas. 
No estamos diciendo que la industria de la alimentación sea igual a la del tabaco, que mata a 500.000 estadounidenses al año, pero sí hay una epidemia de obesidad que está afectando la salud de los habitantes de este país".

Barrett forma parte del grupo de abogados que ha presentado demandas contra los representantes más importantes de la industria alimenticia en EE.UU.

Estas no son las primeras demandas que atacan a las compañías que procesan alimentos. Durante casi una década, abogados estadounidenses han realizado diversas solicitudes para persuadir a las cadenas de comida rápida a producir alimentos más sanos y nutritivos. Sin embargo, estas demandas recientes están siendo vistas como las más agresivas a pesar de su simplicidad.

Don Barrett

Don Barrett insiste que más allá de ganar mucho dinero -como en el juicio a las tabacaleras- su motivación es "ayudar a la gente".

El caso de Barrett contra los grandes procesadores de alimentos, conocidos en inglés como los "Big Food" es que las compañías están tergiversando la presentación de sus productos, promocionándolos como "naturales" o "saludables", cuando de hecho -asegura- no son tal cosa.

Su misión es hacer que se ajusten a las leyes vigentes. Según él, los reguladores han sido demasiado débiles para hacerlas cumplir. Afirma que la Administración Federal de Alimentos y Drogas (FDA, por su sigla en inglés), que supervisa la seguridad alimentaria en EE.UU., ha estado simplemente escribiendo cartas de advertencia, lo que, él piensa, no es suficiente.

Orgullo sureño

Tomando el sitial de honor en la pared de la oficina de Barrett en Lexington, Misisipi, hay una réplica de la bandera que llevó el décimo primer regimiento de infantería de Misisipi en los tiempos de la Guerra Civil. Barrett dice que, como la mayoría de los sureños, él tiene una debilidad por sus antepasados, que "lucharon tan valientemente contra abrumadores números y recursos, para defender lo que creían era correcto".
Por lo que él está luchando, dice, es por la libertad de las personas para tomar una decisión.

"Nadie está tratando de decirle al pueblo estadounidense lo que tiene que comer o lo que puede comer, los estadounidenses pueden tomar esas decisiones por sí mismos. Todo es cuestión de libre elección. Para tener la libre elección tienes que tener la información exacta. Eso significa que Big Food, las empresas de alimentos, tienen que empezar por decir la verdad sobre lo que hay en su producto. La ley así lo requiere".

Mujer obesa

Dos tercios de los estadounidenses mayores de 20 años son obesos o tienen sobrepeso.

Ve similitudes con las demandas que presentaron a las tabacaleras. "Un paralelo es que los estadounidenses asumen que si un producto está a la venta legalmente, entonces estas personas están diciendo la verdad acerca de este producto. Si es de venta legal, tiene que estar bien, de otro modo el gobierno tendría que haber hecho algo al respecto. Y eso es lo que pensaban acerca de los cigarrillos".

Una de las cosas que lo molesta son los estratosféricos niveles de obesidad entre los jóvenes estadounidenses. A pesar de que la tendencia al alza se está desacelerando, alrededor de dos tercios de los estadounidenses mayores de 20 años son obesos o tienen sobrepeso, de acuerdo con los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por su sigla en inglés).

Azúcares ocultos en los alimentos procesados, dice, son parte del problema, y las etiquetas erróneas son clave. Cita un ejemplo: el yogurt de la empresa de alimentos Chobani Inc, que contiene "jugo de caña evaporado" como ingrediente.

"Si usted es la madre de un niño diabético o la madre de un niño que es obeso, las etiquetas importan. Usted busca azúcar en las etiquetas, y no hay nada allí. Lo que tienen es "jugo de caña evaporado". Eso suena algo vago, y de alguna manera sano y natural.

"Jugo de caña evaporado si usted vive en el sur de Luisiana o en Cuba se entiende lo que es, eso es azúcar... Las leyes han estado allí por siempre. Y son muy claras. No se puede llamar a un producto por un eufemismo".

La compañía dijo a Newsnight: "En Chobani hemos construido nuestro negocio siendo auténticos y transparentes y apoyamos completamente a nuestros productos y siempre estamos escuchando a nuestros clientes para mejorarlos".

Barrett cita otro ejemplo, los alimentos cuyas etiquetas indican que se deberían mantener refrigerados una vez abiertos, dando así la impresión de que no contienen preservativos y que son más frescos de lo que realmente son.

yogurt

El yogurt Chobani tiene una etiqueta que dice que contiene "jugo de caña evaporada", o sea, azúcar.

Si Barrett tiene éxito en sus casos, la industria podría enfrentar costos sustanciales.

Afirma que si los tribunales consideran que los alimentos mal etiquetados son de venta ilegal, estos productos se convierten en ilegales y no tienen ningún valor. Si un producto se vende sin representar su valor, el monto por el cual fue vendido es la medida de los daños, dice.

Sus demandas son acciones colectivas, donde la acción legal viene definida por cada persona que compró uno de los productos mal etiquetados en los últimos cuatro años.

"Si cuesta un dólar y 25 centavos, entonces el cliente tiene derecho a que le devuelvan su dólar y 25 centavos", explica. "Y hay un estatuto de cuatro años de prescripción, por lo que los daños en cada uno de estos casos se define por cuánto han vendido esta basura con errores de marca durante los últimos cuatro años".

Barrett señala que alrededor del 25% de los productos están mal etiquetados en EE.UU. Por tanto, la magnitud de los daños en estos casos fácilmente podría igualar los miles de millones de indemnizaciones que tuvieron que pagar las grandes tabacaleras.

"Podrían ser, y serán, miles de millones de dólares en algunos casos", dice. "Una de las empresas de papas fritas que estamos demandando vende US$13.000 en productos al año".

Casos previos se han centrado en los reclamos por falsa publicidad en lugar de etiquetado incorrecto, lo que requirió a los demandantes a contratar expertos para demostrar que las etiquetas eran "engañosas" para un consumidor corriente y que tal engaño causó daños reales.

Estos casos han sido costosos y engorrosos. Muchos de estos han tendido a resolverse por indemnizaciones que terminaron en cantidades pequeñas.

Las demandas por lesiones personales son aún más difíciles de probar, de acuerdo con Barrett.

Vincular el cigarrillo con una enfermedad específica ha resultado bastante difícil. Sólo una vez las empresas tabacaleras trabajaron para llegar a acuerdos en casos presentados por algunos estados del país para recuperar costos médicos.

Golpear al bolsillo

Vincular cualquier asunto alimenticio a una condición médica posterior, tal como la diabetes, sería significativamente más difícil.

Entonces, ¿cuál es la probabilidad de que esta ola actual de demandas pueda tener éxito?

Barrett dice que en el pasado los abogados han pasado por alto las cruciales regulaciones de la FDA para las etiquetas: "Las falsas etiquetas en sí mismas son la única prueba que necesitamos y probar los daños es simple: se trata de las ventas del producto ilegal dentro del período de tiempo del estatuto de limitaciones: cuatro años".

Y como aquellos casos que pasan a la etapa de descubrimiento, éstos podrían evolucionar -al igual que ocurrió en las demandas de tabaco cuando los documentos calientes comenzaron a aparecer- quizás mostrando que las compañías de alimentos sabían más que el público general acerca el impacto de sus productos y de la publicidad en la salud de la gente.

Además, están comenzando a aparecer conexiones científicamente comprobadas que vinculan a los alimentos con la adicción, y que sugiere que ingerir alimentos altamente agradables al paladar, que contienen azúcar, grasa y sal, en realidad podrían cambiar nuestros cerebros -de forma que necesitamos más y más de estos alimentos para sentirnos satisfechos.

Si estos estudios científicos llegan a ser sólidos, entonces el paralelismo con los casos del tabaco podría también fortalecerse.

Por el momento Barrett dice que su enfoque es suficiente para cambiar las prácticas de la industria: "Hay una cosa que el mundo corporativo del país le presta atención, y es un fuerte golpe en el bolsillo. Todo es cuestión de ganancia. Y sólo cuando afectes sus ganancias es que afectarás su comportamiento. Y tenemos la intención de hacer eso".

Fuente:

BBC Ciencia

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4 de septiembre de 2012

Propiedad Industrial: Tanto patentas, tanto vales

El reciente juicio entre Apple y Samsung pone de relieve los conflictos de la propiedad industrial 
La patente nació para proteger la invención; ahora se cuestiona si frena el desarrollo tecnológico


El invento de la web no fue patentado. A ello se refería un mensaje que se lanzó durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012: “This is for everyone” (esto es para todo el mundo). / XINHUA (CORDON PRESS)

This is for everyone. Un gran letrero luminoso recorría las gradas del estadio olímpico de Londres en la ceremonia inaugural de los Juegos. Su traducción: “Esto es para todo el mundo”. “Esto” era Internet y el mensaje lo estaba escribiendo allí mismo Tim Berners-Lee, el creador del mayor invento desde el nacimiento de la imprenta de Gutenberg, la World Wide Web. Ambos tienen algo en común: nunca fueron patentados.

Apple ha patentado la ampliación de imágenes y textos en la pantalla del iPhone, por ejemplo. Otros, la capacidad de comprar en Internet con un único clic (Amazon). La vorágine de patentes en Estados Unidos, el aluvión de litigios judiciales cruzados entre las tecnológicas y las diferentes legislaciones nacionales cuestionan, al margen del fondo económico, si el sistema de registro más que alentar la innovación, la frenan.

“Es una cuestión de equilibrio. El sistema es necesario para garantizar la inversión, pero también hay una sobreprotección contraproducente que la frena”, opina Florian Mueller, experto en patentes. El autor del blog FOSS Patents añade: “Si protege realmente un gran avance tecnológico, especialmente si su desarrollo fue costoso, sirve para su objetivo principal, aunque el titular deba acudir a los tribunales para defenderse”.

La renovación del ‘software’ es más veloz que los abogados litigando

Mario Pomares, del bufete Berenguer-Pomares, coincide: “El sistema pretende garantizar la innovación. En la práctica, se abusa y el objetivo se pierde. Además, muchas empresas lo practican para impedir que otros vendan, lo que se denomina en inglés patent trolls”.

El problema es acuciante en sectores de vanguardia como la tecnología y el software, cuyo ritmo de renovación incluso va más veloz que el de los abogados litigando. Cuando la sentencia del caso entre Apple y Samsung sea firme —un jurado popular estadounidense condenó a la surcoreana por vulnerar a sabiendas tres patentes de software y tres diseños industriales de la californiana— los aparatos cuestionados no estarán a la venta por viejos. Eso si no se invalida el fallo, porque Samsung recurrirá.

La patente es un derecho territorial limitado —unos 20 años— que protege la invención. Se concede un monopolio al inventor, que tiene derecho a excluir a los competidores, cuando su creación cumple tres requisitos: novedad mundial, actividad inventiva (no ser obvia) y tener aplicación industrial. Si quiere estar protegido en varios países, deberá obtenerla en cada uno de ellos.

“Saber si algo ha sido publicado antes es dificilísimo”, lamenta un experto

Varios expertos, incluido un juez federal estadounidense, aseguran que el sistema norteamericano no funciona, al validar patentes obvias o sin originalidad, lo que incrementa los litigios. La mayoría de los pleitos en el sector son por patentes de software: la invención donde la maquinaria mencionada (hardware) no es nueva cuando se presenta la solicitud. Es decir, solo son innovaciones en la programación. También ocurre en la mayoría de patentes de comunicación sobre estándares como el 3G. “En realidad, hay pocos litigios por hardware. Por ejemplo, Nokia reclama a Blackberry por una patente de antena y Apple atesora otra por el hardware multitáctil”, dice Mueller.

En Europa, aunque la Eurocámara frenó las patentes de programación, protegida por el derecho de autor, la Oficina Europea con sede en Múnich (Alemania) las concede bajo el eufemismo de invenciones implementadas por ordenador. Es decir, “estas patentes cubren casi cualquier cosa que haga cualquier aparato con ordenador, que es casi todo hoy en día”, explica Jesús González-Barahona, profesor de telemática de la Universidad Rey Juan Carlos. Más trabajo para los tribunales.

El gran problema, dicen otros expertos, es que hay un único sistema para distintos avances: maquinaria, fármacos, productos químicos, software... y tienen los mismos años de protección, 20 años. En opinión de González-Barahona, “al menos en las industrias de innovación los estudios y la experiencia muestran cómo las patentes dificultan y retardan la innovación. Entre estas, claramente, están las del software, una de las más afectadas negativamente”. Pomares añade: “No es justo que el plazo sea el mismo para todos, porque no todos los sectores tardan lo mismo en poder comercializar el producto y, en consecuencia, en recuperar la inversión. Sin embargo, que sea igual garantiza la seguridad jurídica”.

Otro problema: uno de los requisitos básicos para obtener una patente es que sea una novedad mundial, “pero saber si una invención ha sido publicada anteriormente es dificilísimo. Obliga a analizar todos los documentos de todas las oficinas del mundo y compararlo con la solicitud de patente”, explica Pomares. Como eso es imposible, las oficinas las conceden (cobran por ello), pero solo comprueban que tengan aplicación industrial.

Una vez concedida, el titular tiene el derecho a excluir a terceros de la comercialización. Es el caso de Apple, que quiere impedirle a Samsung la venta de casi una decena móviles en Estados Unidos. Si usted pretende utilizar la innovación de esta u otra patente, deberá esperar a que sea de dominio público o llegar a acuerdos con el titular, lo que se conoce como licencias cruzadas. Es decir, el intercambio de cromos (patentes o dinero).

¿Realmente es una innovación la forma en que se desplazan las páginas en la pantalla del iPhone? “Las patentes multitáctiles de Apple son interesantes, porque hay ideas brillantes detrás”, dice Mueller.
Durante décadas, la industria daba por válido que si desplazas una lista en pantalla y llegas al final, el proceso termine abruptamente. Apple pensó más allá y se dio cuenta de que si se hace con el dedo, no es nada intuitivo que el movimiento se frene. Así que decidieron que el contenido se desplazara hasta que el dedo se parase, generando un rebote a la posición correcta. De esta manera evitas presionar más instintivamente, porque piensa que la máquina no responde a tu gesto.

“Sin duda es una idea brillante, pero no hay ninguna tecnología seria que Apple haya inventado para esto. Las pantallas táctiles existen desde mucho antes del iPhone. Y conseguir que el efecto rebote funcione, solo requiere unas pocas líneas de programación y fórmulas matemáticas simples: sumas y restas. Es decir, el mérito de esta patente está en la psicología de la interfaz de usuario, no en el campo de la tecnología informática. Muchas de las patentes de Apple son así”, concluye Mueller.

Como Apple tiene esto registrado, nadie más puede hacer que la pantalla rebote. “¿Por qué solo ellos?, plantea González-Barahona. “Por el simple hecho de tener una idea novedosa, ya llevan una ventaja competitiva suficiente. No es necesaria una protección más especial. Si quiere seguir siendo el líder, que siga innovando”.

Detrás del registro de patentes no deja de haber negocio y poder, no solo de las empresas en liza, sino también de los países donde residen. Nadie duda de que si el juicio Apple-Samsung, en lugar de en California se hubiera celebrado en Seúl, el resultado hubiera sido distinto (de hecho, un tribunal coreano falló que se copiaban los dos). Y sin irse tan lejos, jueces alemanes han dictado sentencias contradictorias con las de sus colegas holandeses. El viernes se supo que un tribunal de Japón determinó que Samsung no copió una patente de Apple sobre transferencia de contenidos desde ordenadores a teléfonos y tabletas.
El origen de casi todas estas batallas, no hay que olvidarlo, llegan gracias a un invento que vio la luz en 1991, y cuyo autor dijo: “Esto es para todo el mundo”.

¿Patente? ¿Marca? ¿Diseño?

Patente. A cambio de describir la invención, se reconoce el derecho a impedir que un tercero que no tenga el consentimiento del titular explote industrialmente la invención. Dura 20 años. Aunque el sistema es bastante homogéneo en el mundo, la protección es nacional. No hay patentes internacionales. Existe un proyecto de patente unitaria, administrada por la Oficina Europea de Patentes, que protegería en los países de la UE, salvo España e Italia que se autoexcluyen.

Modelo de utilidad. Protege lo mismo que una patente, pero dura 10 años. Es más rápido y barato, pero tiene mayores restricciones respecto a lo que puede ser protegido y distintos requisitos de patentabilidad. La normativa no es homogénea; en España se limita a invenciones mecánicas de “novedad nacional”.

Secreto industrial. Información técnica, sustancial y bien identificada, que se mantiene confidencial. Dura lo mismo que el secreto. Complementa a la protección de patente, y a veces es una alternativa recomendable.

Diseño industrial. En EE UU, design patent. Título que protege la forma o apariencia (no la función) del producto industrial tridimensional (modelo industrial) o del bidimensional (dibujo industrial). Dura 25 años. Existe un título comunitario que administra la Oficina de Armonización del Mercado Interior (OAMI) de Alicante.

Marca. Título que protege a un signo susceptible de ser objeto de representación gráfica, que sirve para distinguir en el mercado productos o servicios de una persona, de productos o servicios idénticos o similares de otra persona. Si se usa, puede durar indefinidamente. Existe un título comunitario, administrado por la OAMI.

Derechos de autor. Copyright, en inglés; propiedad intelectual, en español. Conjunto de derechos morales y de derechos de explotación (reproducción, distribución, transformación...) que protegen creaciones originales, expresadas por cualquier medio (obras literarias y artísticas, programas de ordenador, etcétera). No requiere registro. Algunos duran toda la vida del autor y 70 años más.

Fuente:

El País España

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