Cuando al piloto de la
Fuerza Aérea de Chile, Fernando Fontt, y a su esposa, Carolina Cabezas,
les propusieron hace un año mudarse a Antártica, dicen que no lo
pensaron mucho, ni siquiera teniendo en cuenta que su hijo Fernandito
tenía entonces unos pocos meses.
Juntos se instalaron en el poblado antártico de
Villa las Estrellas. A unos 1.500 km de Punta Arenas, en Chile, esta
comunidad de 64 habitantes, es una de las únicas dos localidades del
continente helado en donde viven civiles.
Fundada en 1984 en la isla Rey
Jorge, allí viven los militares de la base chilena Presidente Eduardo
Frei con sus familias, algunos científicos y profesores. El lugar cuenta
con escuela, banco, oficina de correos y una iglesia.
Aislados en invierno por un mar de hielo, su
único contacto con la civilización es a través de internet y de un
televisor. Hombres, mujeres y niños soportan en esos meses noches casi
eternas, con temperaturas que alcanzan los -35 grados centígrados.
Los hombres no pueden abandonar el lugar por un
periodo de dos años, pero las esposas y los niños pueden viajar en
verano, cuando los vuelos semanales al continente se reanudan.
El resto del tiempo, la vida transcurre siempre
en el mismo lugar, viendo exactamente las mismas caras. Y en los
frecuentes días de ventisca , los habitantes de Villa las Estrellas ni
siquiera pueden abandonar sus refugios.
¿Quién querría ir a criar un bebé en un lugar tan extremo?
Cambio positivo
"Es un poco de locos, ¿verdad?", comenta
Fernando. "Desde que nos casamos, hace seis años, quisimos venir a la
Antártica por un tema familiar, de aventura, para nosotros es muy
interesante estar acá".
"Una de las principales razones por la que
elegimos venir como familia -prosigue- es tener mucho más tiempo para
estar con Fernandito".
Eso sí, la logística no fue fácil. Explican que
al mudarse a Antártica, la pareja tuvo que transportar 2.500 pañales,
más de 400 toallitas limpias y "cajas y cajas" de juguetes para dárselos
a Fernandito gradualmente hasta que cumpla dos años.
Una vez en Villa las Estrellas, cuentan que
aprendieron a enfrentar muchas limitaciones y tuvieron que aprender a
vivir con lo esencial.
Una vida difícil
Fernandito tiene apenas un año y ya camina sobre la nieve mejor que sus padres.
Lejos de lo que se pueda pensar de un lugar
rodeado de hielo, el suministro de agua en una base antártica es
limitado y cualquier filtración o grifo abierto puede terminar con las
reservas de toda la base y Villa las Estrellas.
Por otra parte, con apenas un vuelo al mes trayendo suministros en invierno, los productos frescos escasean.
"Acá tienes que limitar la comida, tenemos que
juntar como hormiguitas", explica Carolina mientras abre su despensa
secreta, "llena de los lujos", dice, señalando una lata de refresco.
Para una profesional como Carolina, quien es
profesora de comunicación, el permanecer la mayor parte del tiempo en su
refugio mientras Fernando trabaja como piloto de helicópteros en
operaciones logísticas, puede resultar especialmente duro.
"A mi, que siempre he trabajado y he tenido una
vida super intensa, me han venido muchos cambios", indica. "Ahora tengo
que estar haciendo las cosas de la casa, y todo en este lugar tan
extremo, porque vivir acá es difícil".
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BBC Ciencia