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6 de noviembre de 2013

Ley de Delitos Informáticos: Frankenstein desencadenado

Prometimos explicar las razones que hacen dañina la ex Ley Beingolea, convertida ahora en un Frankenstein llamado Ley de Delitos Informáticos. Hace un par de semanas describimos cómo esta ley se aprobó prácticamente en secreto y en tiempo récord. Los congresistas votaron, por mayoría aplastante, a favor de una ley que, en un 80%, era distinta de la que se había presentado.

Se hizo tan apresuradamente que terminó derogando el artículo de otra ley… ¡por accidente!! En efecto, como es una ley hecha a las patadas, armada con retazos de viejos proyectos, la ley Frankenstein de Delitos Informáticos terminó reduciendo las penas para el robo de patrimonio cultural (que, evidentemente, no tiene nada que ver).


¿Cómo así? Pues derogó el numeral 3 de un artículo que ya había sido modificado y que ahora era el numeral 4 (hurto mediante transferencia electrónica). El actual numeral 3 del artículo 186 del Código Penal se refiere a patrimonio cultural. A eso, la Ley Frankenstein le ha reducido las penas. ¿Lo sabrá el Ministerio de Cultura?

Pero es eso sólo una muestra de lo mal hecha que está la ley. Lo más peligroso, en realidad, es lo mal redactada que está. Por ejemplo, según el artículo 3 cualquier persona que cambie cualquier archivo en cualquier computadora puede ir presa. En serio.

Y hay más. Cualquier persona que tenga una hoja de Excel con datos de una o más personas, también va presa, según el artículo 6 (que incluso insiste: “creando o no perjuicio”). Delirante.

Por supuesto, no se trata de que los congresistas sospechen que van a necesitar compañía en las prisiones cuando se les acabe su inmunidad parlamentaria y por eso quieren mandarnos a todos con ellos. No, simplemente se trata de la ignorancia más elemental.

Y si en cosas tan básicas, meten la pata, imagínense en aspectos más delicados. Por ejemplo, modifica el artículo 323 del Código Penal y crea la “discriminación a través de las tecnologías de la información”. Quizás un propósito loable de aquel que termina escandalizado ante las frecuentes y desembozadas muestras, en redes sociales, de racismo, sexismo y demás cavernicoladas.

El problema está en que, a estas alturas, cualquier persona que use su cuenta de Facebook para oponerse al matrimonio gay, por ejemplo, podría terminar sancionada. Una cosa es vivir equivocado y con ideas antediluvianas y otra cosa, muy distinta, es ser un delincuente. Pero esa es una distinción muy sutil para nuestros congresistas, al parecer.

Lo más interesante es que, además, se aumentan las penas para la interceptación de información pública de carácter reservado. La pena será no mayor de ocho ni menor de diez si el delito compromete, entre otras cosas, la defensa nacional. Esta parece ser una reacción desmedida ante los “Pedroaudios” de Cateriano y los “Chavinaudios” de San Martín y sus amigos. Espectacular. Leyes hechas por pataleta.

Pataleta, ignorancia, prejuicio y miedo. Todo junto en la última iniciativa antiInternet del régimen. Después no digan que no avisamos.

Tomado de:

La República (Perú) 

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