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2 de octubre de 2013

Aviones supersónicos, una revolución en marcha

Un grupo de estudiantes de Aeronáutica de la Universidad de Stanford, al frente de dos profesores españoles, revoluciona el diseño aerodinámico y abre la puerta a los vuelos supersónicos.




El avion supersónico que basado en el diseño de la Universidad de Stanford está construyendo la empresa Lockheed Martin / Lockheed Martin via NASA

Volar entre Madrid y Nueva York, siempre y cuando todo vaya bien, supone ahora mismo entre siete y ocho horas, pero a no tardar mucho las barreras del tiempo y el espacio podrían comprimirse y reducir ese mismo vuelo a menos de cuatro. Los viajes supersónicos en aviones que desafían la velocidad del sonido, superándola en 1,5 veces, es decir volando aproximadamente a 1837 kilómetros por hora, están a punto de hacerse realidad.

De ello saben mucho un grupo de ocho estudiantes del Departamento de Aeronáutica y Astronáutica de la Universidad de Stanford, liderado por dos profesores españoles: Juan José Alonso, docente en esta Facultad desde hace 13 años, además de director del programa de aeronáutica de la NASA durante dos años, y Francisco Palacios, que desde Madrid aterrizó en este prestigioso centro dos años atrás con ganas de expandir sus ideas.

Hace 20 meses que empezaron a trabajar en el proyecto SU2, “un programa de diseño aerodinámico para optimizar los aviones, es decir, para lograr modelos que consuman menos combustible, que causen menos gases de efecto invernadero, menor ruido y que vuelen a más velocidad y altura”, explica Alonso. “Para ello creamos modelos por ordenador y los combinamos con optimizadores para que nos digan que forma del avión es preciso cambiar con objeto de conseguir un aparato mejor que los de hoy en día en un 20 o 30%”, añade en tono pedagógico.

Los ordenadores de los que habla Alonso y que utilizan en el proyecto no son unas computadoras cualquiera, sino las del centro de investigación de la NASA, unas máquinas gigantes, apodadas “sequoia” que analizan millones de datos en cuestión de segundos y que equivalen a la potencia de 10.000 ordenadores personales juntos, con la diferencia añadida de que estos tardarían años en procesar lo que los super-ordenadores hacen en cuestión de minutos.

Ellos introducen cálculos y fórmulas en la pantalla y el ordenador los traduce en diseños optimizados, abriendo así las puertas a la realidad de aviones supersónicos, coches y barcos más eficientes y cualquier mecanismo que se mueva por los principios de la aerodinámica.

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El País Ciencia
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