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29 de agosto de 2013

La aventura de criar a un bebé en la Antártica


Cuando al piloto de la Fuerza Aérea de Chile, Fernando Fontt, y a su esposa, Carolina Cabezas, les propusieron hace un año mudarse a Antártica, dicen que no lo pensaron mucho, ni siquiera teniendo en cuenta que su hijo Fernandito tenía entonces unos pocos meses. 

Juntos se instalaron en el poblado antártico de Villa las Estrellas. A unos 1.500 km de Punta Arenas, en Chile, esta comunidad de 64 habitantes, es una de las únicas dos localidades del continente helado en donde viven civiles.
Fundada en 1984 en la isla Rey Jorge, allí viven los militares de la base chilena Presidente Eduardo Frei con sus familias, algunos científicos y profesores. El lugar cuenta con escuela, banco, oficina de correos y una iglesia.

Aislados en invierno por un mar de hielo, su único contacto con la civilización es a través de internet y de un televisor. Hombres, mujeres y niños soportan en esos meses noches casi eternas, con temperaturas que alcanzan los -35 grados centígrados.

Los hombres no pueden abandonar el lugar por un periodo de dos años, pero las esposas y los niños pueden viajar en verano, cuando los vuelos semanales al continente se reanudan.

El resto del tiempo, la vida transcurre siempre en el mismo lugar, viendo exactamente las mismas caras. Y en los frecuentes días de ventisca , los habitantes de Villa las Estrellas ni siquiera pueden abandonar sus refugios.

¿Quién querría ir a criar un bebé en un lugar tan extremo?

Cambio positivo

"Es un poco de locos, ¿verdad?", comenta Fernando. "Desde que nos casamos, hace seis años, quisimos venir a la Antártica por un tema familiar, de aventura, para nosotros es muy interesante estar acá".

"Una de las principales razones por la que elegimos venir como familia -prosigue- es tener mucho más tiempo para estar con Fernandito".

Eso sí, la logística no fue fácil. Explican que al mudarse a Antártica, la pareja tuvo que transportar 2.500 pañales, más de 400 toallitas limpias y "cajas y cajas" de juguetes para dárselos a Fernandito gradualmente hasta que cumpla dos años.

Una vez en Villa las Estrellas, cuentan que aprendieron a enfrentar muchas limitaciones y tuvieron que aprender a vivir con lo esencial.

Una vida difícil

Fernandito

Fernandito tiene apenas un año y ya camina sobre la nieve mejor que sus padres.

Lejos de lo que se pueda pensar de un lugar rodeado de hielo, el suministro de agua en una base antártica es limitado y cualquier filtración o grifo abierto puede terminar con las reservas de toda la base y Villa las Estrellas.

Por otra parte, con apenas un vuelo al mes trayendo suministros en invierno, los productos frescos escasean.

"Acá tienes que limitar la comida, tenemos que juntar como hormiguitas", explica Carolina mientras abre su despensa secreta, "llena de los lujos", dice, señalando una lata de refresco.

Para una profesional como Carolina, quien es profesora de comunicación, el permanecer la mayor parte del tiempo en su refugio mientras Fernando trabaja como piloto de helicópteros en operaciones logísticas, puede resultar especialmente duro.

"A mi, que siempre he trabajado y he tenido una vida super intensa, me han venido muchos cambios", indica. "Ahora tengo que estar haciendo las cosas de la casa, y todo en este lugar tan extremo, porque vivir acá es difícil".

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BBC Ciencia
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